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África de mi corazón.
Epílogo.
Chicago, Illinois.
Querida Madison Jones.
Sabes, estoy consternado, recibí una carta de tu adorada madre. La señora Jones sigue siendo tan especial y amorosa, ella me ha comunicado que mi querida Poupée murió, ya estaba anciana y no había nada más que hacer por ella. Mady, preciosa Mady… Sin duda, dejarla con ustedes en la veterinaria, fue la mejor decisión que tomé, porque estoy seguro de que hubiese muerto en el accidente en Italia, donde fui tratado como un espía.
Así es amor mío, durante ese viaje pasé por muchos inconvenientes, *las autoridades pensaron que estaba involucrado en el accidente ferroviario, y sabes que creo, que fue un castigo justo. En aquellos vagones viajaba un espía. Y no era de extrañar que sospecharan de alguien como yo, sin identidad y de aspecto pobre.
Pero bueno… Fue en ese accidente donde perdí la memoria temporalmente, así es, me olvidé de todo, de todo amor mío. Era un hombre sin nombre ni pasado. *Estuve en un campo de refugiados y gracias a ellos es que me ayudaron a regresar a América. La única palabra que no se había borrado de mi mente era “Chicago”, y gracias a eso es que llegué por pura casualidad al hospital donde trabajaba Candy, ¿la recuerdas verdad? Pues, ella estaba por titularse como enfermera y me ayudó durante todo el proceso de mi recuperación.
¿Quieres saber algo divertido? Está bien, ahí va. Resulta que durante el tiempo que estuve amnésico, trabajé como lava platos en un restaurante. Mira, quién diría que algo tan simple que aprendí a tu lado, me serviría de mucho en esos días. Ahora te cuento algo curioso, una mañana mientras trabajaba tuve una crisis, y después de eso poco a poco recuperé la memoria. Quién lo diría ¿no?... Que esto sucedería lavando platos.
Como ya te había confesado, debía asumir con prontitud mi posición como el Patriarca del Clan Ardlay. Ahora mismo, una sonrisa triste se dibuja en mis labios, porque no creíste en mi… No confiaste en mis palabras… ¿Por qué me obligaste a renunciar a ti? No sabes todas las lunas que lloré por tu rechazo.
Aunque sabes algo, creo que el que no quisieras venirte conmigo a América, también fue una buena elección, ya que perderte en ese terrible accidente, me hubiera vuelto loco…
Loco, tal y como me siento algunas veces, exactamente como ahora, que imagino que estás frente a mí con tu sonrisa angelical, tus ojos color del océano en calma y esa mirada tan expresiva que hablaba a mi alma sin necesidad de decir palabras… Me he autoinfligido muchas veces, cuando mis sentidos empiezan a olvidar el sabor de tus labios, el color y sabor de tu piel…
Perdona, en estos momentos mis lágrimas ya no me permiten escribir con claridad, y también disculpa el temblor en mi caligrafía... El nudo en mi garganta se ha instalado de nuevo, y para este momento, ya mis lágrimas caen libres por mis mejillas, por eso son las manchas oscuras de la tinta esparciéndose sobre el papel…
Madison Jones, yo te amé, te amé como nunca en la vida lo había hecho, y sabes que creo, que he sido una persona egoísta con todos, y de alguna manera la vida me está pasando factura de mis actos. Mady, mi Mady, le daría mi alma al mismo demonio por traerte de vuelta, por abrazarte una vez más, por verte sonreír… Mi corazón duele, mi alma llora al saber que ya no estás en este mundo... Que ya no estás en mi mundo.
África siempre será mi más bello recuerdo, siempre será, África de mi corazón.
Con amor infinito,
Albert.
—————
Carta que William Albert escribió en respuesta a la misiva de la señora Jones, donde le notificaba el deceso de la señorita Madison a causa de la malaria. Y por supuesto, carta que nunca sería enviada, pues al terminar de redactarla la rompió y quemó en el fuego de la chimenea.
*Basado en la novela Candy Candy, La historia Definitiva, de Keiko Nagita.
—FIN—
Nota de la autora:Mis queridas lectoras, ahora sí llegamos al final de este relato que como bien mencioné al inicio, se trataba de un drama con unas gotitas de amor. Me dolió decirle adiós a Mady, incluso, estaba considerando en darle otro final, pero, no lo hice porque si bien he dicho esto es un mundo alterno, tampoco quise alterar lo que Nagita nos contó en su novela.
Quisiera agradecer a Lizzi Villers, porque cuando le compartí la idea de este escrito, me dio muchos ánimos e ideas de inspiración para realizarlo; porque como bien les he manifestado, tenía temor de escribir sobre Albert, ya que no conocía mucho sobre su esencia.
Terminada esta experiencia, puedo decirles que quedé encantada con este espléndido hombre, misterioso, sí, pero un bello personaje lleno de bondad. 
Gracias infinitas por leer y comentar, siempre será mi más grato recuerdo.
Con cariño,
Astrid Graham.
