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*** Albertmania *** FanFic - Still As Ever - [Capitulo 10]

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cliz25

cliz25
Rosa Morada
Rosa Morada

¡Buenas noches chicas!
Vengo a compartirles el capitulo 10 de mi Fic "Still As Ever".
Por algunos inconvenientes ajenos a mi voluntad, no pude terminarlo en el plazo de la Fiesta Florida, pero proximamente en el foro general, les avisaré donde podrán leer la continuación.  study

Gracias infinitas a todas las que han seguido la historia hasta aquí, y han dejado su cariñoso comentario. ¡Besitos a la distancia! ♥



*** Albertmania *** FanFic - Still As Ever - [Capitulo 10] 1010

Capitulo Diez
…No es cuestión de adivinar…

Era Candy.
James Sandford estaba seguro.
Esos grandes ojos verdes y rostro pecoso que heredó de él y esa rubia y ondulada cabellera que heredó de su madre, eran más que pruebas suficientes para tener la certeza de que estaba de pie frente a su hija. Su hermosa hija Candy. Sus manos empezaron a sudar. Antes de que ella contestara, dio un paso hacia ella y exclamó:
- ¡Hija mía!
- ¿Qué? – musitó confundida.
Tuvo la intención de abrazarla, pero Candy dio un paso atrás, a la vez que la señorita Pony, exclamó:
- ¡Señor Sandford! Recuerde que acordamos que el jueves nos reuniríamos.
James escuchó esas palabras muy lejanas, debido al retumbar de su corazón. Siguiendo sus impulsos, agarró las manos de Candy, y dijo:
- ¡Ya he tardado demasiado! - miró a Candy a los ojos y agregó con ojos brillosos: - ¡Necesito explicarte tantas cosas! Espero que puedes comprender que haya venido a buscarte después de tantos años.
- Eh… eh… ¿buscarme? ¿Para qué? – preguntó  turbada.
- Doctor James, mejor vámonos. – dijo otro hombre que hasta entonces, Candy notó.
Era un hombre rubio, de ojos color miel, alto. Vestía un saco negro, y en lugar de pantalones, llevaba un kilt de grandes cuadros azul marino y líneas entre amarillas y verdes. “¿Es su hijo?” se preguntó frunciendo el ceño, y la hubiera puesto en palabras, de no ser porque la señorita Pony separó sus manos de las del señor Sanford, mientras le decía:
- Lleva tu bolso a la habitación, y luego regresa. El señor tiene algo muy importante que decirte.
- Sí, señorita Pony. – dijo obediente.
Y se dirigió a la habitación, preguntándose porque su corazón latía tan de prisa.  “¿Qué será lo que tiene que decirme?” se cuestionó mientras dejaba la cartera sobre la cama.  Se soltó el pelo, y acariciando su cuero cabelludo se preguntó mentalmente: “¿Qué habrá querido decir con que vino a buscarme?” nuevamente volvió a atar su cabello en una cola y musitó:
- ¿Acaso fue a Lakewood y alguien le dijo que Albert estaba en Chicago y quiere que lo acompañe porque teme perderse en el camino? ¡Au! ¡No sé! – se encogió de hombros y añadió: - supongo que lo sabré  dentro de poco.
Enseguida regresó a la oficina de la señorita Pony.
Fuera de la oficina, la esperaban la señorita Pony y la hermana María. En cuanto llegó junto a ellas, la señorita Pony le dijo:
- El señor Sandford te espera dentro. Necesitan hablar a solas.
La hermana María dijo:
- Nosotras estaremos en la cocina, preparando la cena. – puso las manos en sus hombros y en tono maternal añadió: - escúchalo con el corazón, y si nos necesitas, ya sabes dónde estaremos.
- Vamos María. – dijo la señorita Pony.
Candy las miró alejarse, sintiendo como su estómago se encogía.
No estaba segura si de los nervios, o la curiosidad.  Suspirando, entró a la oficina.
El señor Sandford estaba sentado en uno de los muebles del pequeño juego de sala que adornaba la oficina. Candy se sentó en el amplio sofá y mirándolo a los ojos, dijo:
- Me dijo la señorita Pony que usted quiere hablar conmigo.
James tragó saliva.
No sabía por dónde comenzar.
Un mes atrás, cuando recibió la llamada de George, después de colgar, lloró por primera vez en más de veinte años. Lloró amargamente reviviendo el recuerdo de haber visto morir a Annie, y las malas decisiones que tomó después, decisiones que le parecieron buenas en aquel momento. “¿Cómo se me ocurrió pensar que abandonar a mi hija, era lo mejor que podía hacer por ella?” lamentó entre sollozos. Y cuando el llanto cesó, cuando desahogó el dolor que estuvo reprimiendo durante años, se levantó con la firme determinación de regresar a Estados Unidos, a buscar a su bebé.
Fue consciente de que tendría que enfrentarse a una señorita que estaría en todo su derecho de reprocharle e incluso decirle que no lo perdonaría. Pero se dijo que pasara lo que pasara, quería volver a verla, saber cómo estaba, y rogar por su perdón. “Aun si no me perdona, si sé que ha sido feliz, estaré bien.” Se había dicho. Pero allí sentado frente a ella, anhelaba profundamente un abrazo suyo. Deseaba encontrar las palabras para explicarle porque tomó la decisión de dejarla en el hogar de Pony, de modo que ella le dijera que lo comprendía, y lo perdonaba. Pero una vocecita en la cabeza le decía que  tenía pocas posibilidades de que sucediera. Y le mortificaba saber que tenía razón.
Cuando le dijo a la señorita Pony que él había sido quien dejó a Candy y a Annie en el hogar de Pony aquella tarde de primavera, cuando ella le preguntó: “¿Por qué?” no tuvo valor de explicarlo y dijo que le gustaría responder esa pregunta frente a su hija, porque consideraba que ella era la primera persona que debía saber las razones. Y aunque eso fuera cierto, la realidad era que no quería escuchar a otros juzgar sus decisiones, antes de enfrentarse a su hija, por temor a acobardarse anticipando la reacción de ella. Pero no esperó que la tendría en frente tan pronto, y tampoco que las razones parecerían poco razonables en cuanto la mirara a los ojos. No sabía por dónde empezar. No sabía que decir.  Pero tenía que decirlo todo. De modo que suspiró, y dijo:
- Así es… en realidad, debí venir por ti hace veintidós años.
- ¿Por qué? - preguntó sin estar segura de cómo interpretar esas palabras.
Él se levantó del mueble donde estaba sentado, y se sentó junto a ella en el amplio sofá. Sintiendo un sudor frio cubrir su frente, respiró profundo, y dijo:
- Hace veintidós años, yo te traje al hogar de Pony.
Candy sintió un vuelco en el corazón. Sintiendo su pulso acelerado, preguntó de prisa:
- ¿Usted? ¿Por qué? ¿Usted conoció a mis padres? ¿Sabe qué pasó con ellos y porque me abandonaron?
Él asintió con la cabeza. Se humedeció el labio inferior, y soltó:
- Yo soy tu padre.
- ¿Qué? -  preguntó helada.
- Te juro que cuando te dejé aquí, consideré que estaba haciendo lo que era mejor para ti. – dijo yendo a tomar sus manos.
Pero Candy se puso de pie, negando con la cabeza.
Sus pensamientos se enredaron entre la información que acababa de recibir, y los recuerdos que Albert y George habían comentado sobre él y su esposa. Su corazón empezó a latir a un ritmo casi ensordecedor.
- ¡No! ¡Yo no soy su hija! ¡Usted es el papá de Annie! Es con ella que debe hablar. Iré a buscarla. – dijo rápidamente y se iba.
Pero él la agarró por los hombros, y dijo:
- Tú eres mi hija.
- ¡No señor! ¡Es Annie! – exclamó retirándole las manos y añadió estrepitosamente: - Ella y yo fuimos abandonadas el mismo día. Y quizás la señorita Pony se confundió y pensó que me buscaba a mí porque soy rubia como usted, pero piense, ¿no se llamaba su esposa Annie?, ¿no dejo usted una nota diciendo que cuidaran de su bebé, y que se llamaba Annie? ¡La llamaron Annie! ¡Y está aquí!
- ¡Ella no es mi hija!  – dijo firmemente agarrando sus manos, y  mirándola a los ojos, agregó suavemente: -  a ella también la traje yo, pero no es mi hija.
- ¿Cómo qué también la trajo usted? – preguntó tratando de asimilar lo que él acababa de decir, y soltando sus manos, cuestionó: - ¿Entonces su esposa era mi… mamá? ¿Dónde está? ¿Por qué me abandonaron?
Él  agarró sus manos nuevamente, y llevándola hasta el sofá, la sentó, se sentó a su lado, y entonces le contestó:
- Tú madre no te abandonó. Ella te adoraba. Se llamaba Annie Lewis y antes de casarse conmigo, era maestra en un orfanato en Chicago, donde creció porque sus padres murieron siendo ella una niña. ¡Era una mujer maravillosa! Y ella… - tragó saliva y continuó diciendo: - ella murió poco después de que nacieras.
- ¿Está muerta? – susurró sintiendo su corazón pesado.
Él asintió con la cabeza y cubriéndose los ojos con las manos, aspiró por la nariz, tratando de espantar sus lágrimas y dijo:
- ¡No debió morir  tan joven! ¡Si tan solo no hubiéramos estado en aquella casa, aquel día! Todo habría sido diferente.
- ¿Qué pasó? – quiso saber.
Él levantó la cabeza, y mirándola a los ojos con su mirada brillando por lágrimas acumuladas, dijo:
- El día que naciste, horas antes, ella se enfrentó a un hombre que intentó secuestrar a un niño. Ella tenía siete meses de embarazo, y era un embarazo de riesgo  pues ella padecía de una anemia muy fuerte, que hace pocos años, fue nombrada síndrome de Herrick…
- Oh… eso es muy grave. – musitó, reconociendo esa anemia, provocada por problemas de la sangre, debido  a la destrucción de los glóbulos rojos, que tapan la circulación sanguínea y producen falta de oxígeno en los tejidos.  
- Así es. De hecho conocí a tu madre, gracias a un profesor en la universidad, del cual ella era paciente, y él estaba tratando su anemia. Ese doctor, era quien iba a atender su parto, agendado para Julio,  pero a ella se le adelantó por dos meses, y él estaba fuera de la ciudad. – bajó la mirada y dijo: - yo atendí su parto…  y la perdí, un par de horas más tarde.
- ¿Ella me conoció? – preguntó sintiendo un nudo en la garganta.
Él asintió con la cabeza y luego contestó:
- Ella te sostuvo en sus brazos unos minutos, y te amamantó. Luego se durmió, y ya no despertó. ¡Ella deseaba tanto verte crecer!
- ¡Qué triste! - sollozó en un susurro. Lo miró a los ojos, y le preguntó: - ¿Y  usted  porque me abandonó? ¿No me quería?  
Él acarició el dorso de su mano, y dijo:
- ¡Te adoraba con toda mi alma! Y durante años me convencí de que había tomado la mejor decisión pensando en tu bienestar. Como naciste prematuramente, estuviste dos semanas interna, y durante esos días, estuve planteándome la idea de volver contigo a Escocia, pero el doctor James Herrick, quien había estado estudiando la enfermedad de tu madre, regresó dos días antes de que te dieran el alta, y me dijo que había descubierto que la anemia crónica que padecía tu madre, era hereditaria, y que en un alto por ciento de los casos presentados, el paciente fallecía antes de cumplir los veinte años. Por tanto él viajaría a China para buscar una cura,  y me invitó a viajar con él, y acepté. – apretó ligeramente su mano, y le dijo mirándola a los ojos: - pensé que podrías haber heredado esa enfermedad de tu madre, y quería volver a ti con la cura. Así que decidí dejarte en este lugar, porque sabía que la señorita Paulina y la hermana María te cuidarían muy bien.
- Oh… - musitó retirando la mano, sintiéndose rara. Lo miró a los ojos y le preguntó: - ¿ha estado buscando la cura todos estos años? ¿Vino, porque la encontraron?
- No. Lamentablemente no se ha encontrado la cura. Pero si medicina que reduce el riesgo de mortandad temprana. ¿Has sido diagnosticada con anemia?
- Jamás. – dijo negando con la cabeza.
- Igual me gustaría realizarte unos análisis, para ver cómo están tus glóbulos rojos.
- Yo estoy bien. No se preocupe. – dijo esbozando una triste sonrisa y mirándolo a los ojos añadió: - Como usted puede ver, no se equivocó y la señorita Pony y la hermana María cuidaron muy bien de mí. Además, soy enfermera, si llegara a parecer el síndrome de Herrick, sabré como cuidar de mi misma.
Él pestañeó y una lágrima escapó de sus orbitas, acongojado, le dijo:
- Entiendo lo que quieres decir. Vine tarde, lo sé. No vine antes porque estaba convencido de que yo no tenía nada bueno para ofrecerte. Mi padre me había cerrado las puertas de su casa desde mi juventud, y de no ser porque ahora tiene alzheimer, yo no tendría un techo donde vivir. Consideré que estarías mejor lejos de mí. Pero ahora, siento que hice todo mal. Y aunque sé que no lo merezco, he venido a suplicar por tu perdón. – dijo con voz temblorosa.
Candy se llevó una mano a los ojos para secar las lágrimas que estaban escapando. No sabía cómo responder a su petición, pero para decir algo, sintiendo un fuerte dolor de pecho, preguntó:
- Usted dijo que también trajo a Annie, ¿no? ¿Qué pasó con sus padres?
Él carraspeó y  contestó:
- A su padre no lo conocí. Pero su madre era una jovencita que había dado a luz el día anterior a cuando yo llegué con tu madre. Ella y su bebé eran las únicas que estaba en la habitación, y ambas dormían en una de las ocho camas disponibles. Cuando regresé con tu madre de la sala de parto, encontré a su bebé en nuestra cama con una nota que decía: “Amo a mi bebé, pero la realidad es que conmigo se morirá de hambre. Su padre está muerto, y yo no tengo ni donde caerme muerta. Cuídenla por mí. Adiós.”  
- Oh… A Annie le dolería mucho saber que su madre la abandonó así. – musitó. Respiró hondo y agregó: - y también creo que a Albert le dolerá demasiado saber que mi madre murió. ¡¿O ya lo sabe?! ¿Usted ya habló con  él? – cuestionó agarrando su antebrazo.
- ¿Quién? – preguntó confundido.
- Albert... o ¿usted lo recuerda como William Andrew?
- ¿Cómo sabes que aquel niño que tu madre defendió era un Andrew? – preguntó frunciendo el ceño.
- Porque él me lo dijo.
- ¿Quién? ¿William Andrew? ¡¿Lo conoces?! – exclamó.  
- Sí. Él es mi amigo. – sonrió y añadió: - cuando me habló de ustedes, pude sentir que los quería mucho. ¿Cómo reaccionó  cuando lo volvió a ver? ¿Usted le habló de mi madre?  ¿Le dijo que eran mis padres?
Él endureció su mirada, y dijo con firmeza.
- No. No lo he visto, ni planeo hacerlo. Puede ser que él  nos apreciara porque recuerde que si está vivo es gracias a tu madre. Pero yo no deseo volver a verlo porque para mí, si tu madre hoy no está con nosotros, es gracias a él.
Candy dejó de sonreír, y poniéndose en pie, exclamó:
- ¡Albert no tuvo la culpa de nada!
James también se puso de pie, y declaró:
- No digo que sea culpable. Pero tampoco puedo pensar en él, sin lamentar haberme involucrado con su familia. ¡El peor error de mi vida, fue relacionarme con esa gente!
- ¿La señorita Pony no le dijo que ellos me adoptaron?
- ¿Quiénes? ¿Los Andrew? – preguntó frunciendo el ceño.
- Sí. Y más allá de que la mitad de mi vida fui parte de esa familia, Albert es alguien muy importante para mí. Así que le agradeceré que no se acerque a él,  si es para hacerle reclamos sin sentido.  – dio un paso para irse, pero se detuvo y señalándolo agregó: - ¡No! ¡Mejor no se acerque a él, y punto! Permiso.
Y se fue.
Se dirigió a paso veloz hacia su habitación, cerró de un portazo, y se tiró en la cama. Lloró abrazando una almohada, y apretando fuertemente los puños  musitó entre lágrimas.
- ¡Que se regrese a Escocia, y no vuelva! ¡No quiero que Albert se  entere que ese hombre es mi papá! ¡No quiero!

- Continuará -  


*** Albertmania *** FanFic - Still As Ever - [Capitulo 10] Imagen21
Capitulos Anteriores:

Introduccion https://www.elainecandy.com/t27836-albertmania-fanfic-still-as-ever-introduccion-video-opening
Prologo: https://www.elainecandy.com/t27892-albertmania-fanfic-still-as-ever-prologo
Capitulo Uno: https://www.elainecandy.com/t27961-albertmania-fanfic-still-as-ever-capitulo-1#454074
Capitulo Dos: https://www.elainecandy.com/t28053-albertmania-fanfic-still-as-ever-capitulo-2#456189
Capitulo Tres: https://www.elainecandy.com/t28160-albertmania-fanfic-still-as-ever-capitulo-3#458338
Capitulo Cuatro:  https://www.elainecandy.com/t28297-albertmania-fanfic-still-as-ever-capitulo-4#461254
Capitulo cinco: https://www.elainecandy.com/t28354-albertmania-fanfic-still-as-ever-capitulo-5#462595
Capitulo Seis:  https://www.elainecandy.com/t28450-albertmania-fanfic-still-as-ever-capitulo-6
Capitulo Siete: https://www.elainecandy.com/t28520-albertmania-fanfic-still-as-ever-capitulo-7
Capitulo Ocho: https://www.elainecandy.com/t28621-albertmania-fanfic-still-as-ever-capitulo-8#467126
Capitulo Nueve:  https://www.elainecandy.com/t28694-albertmania-fanfic-still-as-ever-capitulo-9#468058

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