Ya falta poquito para el final. Sígannos
¿A QUÉ JUEGAS, CANDY?
CAPÍTULO SEIS VERDADES Y CONSECUENCIAS
Robert Hathaway hojeaba el periódico de cabo a rabo por enésima vez tratando de encontrar alguna noticia amarillista sobre los últimos acontecimientos ocurridos con Terence y el magnate Ardlay. Ese había sido su ritual los últimos cuatro días y al no encontrar nada respiró algo aliviado. Al parecer su plan estaba funcionando bien por el momento, pues el doble que había contratado para suplantar a Terence en el hotel estaba trabajando a las mil maravillas.
Mantenerse a una distancia prudente, usar un buen par de gafas de diseñador y llevar siempre una cachucha negra, eran las instrucciones que el joven impostor seguía al pie de la letra y con las cuales había logrado engañar por el momento a los periodistas que normalmente ansiaban una noticia del joven actor; sin embargo, estaba ese reportero del diario USA Today, Hesterman, que no dejaba de seguir de cerca los pasos del actor.
—¿Quién diablos le llevaba información a ese entrometido reportero? —se preguntaba Robert. Porque si de algo estaba seguro, es que ese reportero tenía un buen informante.
De soslayo miraba a Terence. Su pupilo no dejaba de tamborilear sus dedos sobre una pequeña revista que reposaba sobre una de sus piernas.
—¿Sucede algo, Terry? Te noto algo intranquilo.
—Nada, pero... ¿No te parece que Candy está demorando demasiado con los papeleos? Pensé que de eso te encargarías tú.
—Y así lo hice. Candy se quedó en la administración para esperar las últimas recomendaciones de la Dra. Klase, nada del otro mundo. Seguramente la doctora está ocupada y ella la está esperando, ten paciencia.
En medio de esa tortuosa espera, la bella doctora de cabellos castaños y preciosos ojos ambarinos que le había practicado los estudios, apareció.
—Bien, señor Granchester, con estos resultados usted ya puede estar más tranquilo. Las indicaciones respectivas de como hacer el cambio del vendaje ya se las he explicado a la señorita White, pero necesito que usted sea colaborador y siga al pie de la letra mis indicaciones, caso contrario su recuperación será muchísimo más lenta. Recuerde que la visión de su ojo izquierdo aún no está totalmente recuperada.
—Doctora Klase —interrumpió el castaño —¿Dónde está Candy? ¿Acaso no estaba con usted?
—Bueno sí, la señorita White estaba conmigo, pero luego la vi hablar con la secretaria de admisiones y después ya no la vi más. Tal vez haya algún error en el papeleo y ella lo está solucionando.
Una punzada nada agradable lo sacudió. ¿Dónde estás, Pecosa? —era la pregunta que lo comenzó a atormentar.
Mientras tanto, en la habitación de William Ardlay, un verdadero vendaval se estaba desatado. Jeremías White no podía creer todo lo que escuchaba de la boca de su misma esposa.
—Lo siento, pero… yo fui quien obligó a Candy a que aceptara los avances del señor Ardlay.
—¡Qué estás diciendo, mujer! ¿¡Cómo carajos te atreviste a tanto!?
—Lo siento, lo siento mucho, pero tuve que hacerlo. Por ningún motivo iba a permitir que nuestro patrimonio, nuestro sueño se fuera al diablo por una mala decisión. El problema radicaba en que ningún banco quiso avalar un préstamo de semejante magnitud para la constructora mientras Jimmy estuviese al frente. Mi única esperanza era recurrir al señor Ardlay, así que obligué a Candy a que le diera esperanzas. De esa manera podríamos contar con dinero fresco sin tener que hipotecar nuestros bienes. ¡Tienes que entenderme, Jeremías! Tú estabas hospitalizado y Candice solo tenía cabeza para cuidarte. No tuve otra opción.
—¿Y se puede saber por qué diablos los bancos no confiaban en Jimmy? La constructora gozaba de un muy buen historial crediticio. ¿Qué carajos pasó?
Candice preocupada por el estado de exaltación de su padre, trató de que los ánimos caldeados de todos los presentes se apaciguaran.
—¡Basta de todo esto, mamá! ¡Papá, por favor! No se ponga así, recuerde el estado de su corazón. Les ruego que dejemos esta conversación para otro día. William no se siente bien y nosotros estamos aquí molestándolo.
—¡Nada de eso, pequeña! Tu madre debe decirme toda la verdad, ¡ahora! Contéstame, Emilia. ¿Por qué los bancos nos dieron la espalda?
La mujer de cabellos rubios y ojos verdes muy similares a los de su hija, simplemente agachó la cabeza totalmente avergonzada por sus actos. En un susurro agonizante respondió.
—Jimmy…no honró a tiempo las deudas asumidas por la constructora. Nos quedamos sin liquidez para solventar esos pagos debido a los …malos manejos. Las continuas salidas de dinero terminaron por desangrar a la compañía.
Emilia White había tratado por todos los medios solapar la actitud irresponsable de su hijo Jimmy, pero al final todo se le había salido de las manos.
Al principio, las pérdidas de dinero por parte de Jimmy eran cantidades pequeñas producto de una vida bastante desordenada, sexo promiscuo, apuestas en carreras de caballos o cosas por el estilo. Su madre siempre estuvo al tanto de todo ese despilfarro, pues era ella quien autorizaba las salidas de dinero de la constructora debido a la ausencia de su esposo que por varios meses estuvo hospitalizado por su afección cardiaca; no obstante, la última fue la peor de todas. Jimmy en medio de una de sus noches de juerga había realizado un pésimo negocio donde puso en riesgo el capital de la constructora.
Jeremías White apretaba sus puños tratando de contener su furia. No entendía cómo su esposa había llegado tan lejos alcahueteando las irresponsabilidades de Jimmy y arrastrando a Candy a semejante situación.
El joven, sabiendo que era el causante de todo ese dilema familiar se limitó a arrimarse contra la pared en espera de que su madre de nueva cuenta, lo volviera a salvar; sin embargo, la decepción de su padre era incalculable y su mirada lo decía todo. Con voz rota, el padre preguntó.
—Dime hija, ¿tú sabías lo que tu hermano estaba haciendo?
—Cuando me enteré ya era demasiado tarde, papá. Los papeles ya habían sido firmados y casi perdimos todo nuestro capital en ese mal negocio.
—¡Jimmy! —lo llamó su padre. El joven no alzaba su cabeza, tan solo atinó a caminar unos cuantos pasos cerca de su padre.
—¡Carajo! ¡Mírame cuando te habla tu padre!
Con el rostro avergonzado, el joven poco a poco alzó la cabeza topándose de lleno con la mirada triste y llena de decepción que proyectaba Jeremías White.
—Papá…yo…
—¡Escúchame! Tú no eres ningún muchachito como para estar escondido tras las faldas de tu madre. Tienes 26 años y si fuiste hombre para malgastar un dinero que no era tuyo, pues ahora sé hombre para aceptar tu culpa. ¡Párate derecho y por una maldita vez en tu vida haz lo correcto!
Arrastrando sus pasos y con la mirada fija en el piso, Jimmy White se acercó a William para hablar. Su voz era queda y avergonzada.
—Señor Ardlay, yo…lo siento mucho. No medí las consecuencias de mis actos y todo terminó por sobrepasarme. En un intento desesperado por arreglar mi error, convencí a mi madre de que la mejor opción era endeudarnos con usted, de esa manera no habría necesidad de hipotecar nuestros bienes. Aproveché sus sentimientos para con mi hermana y los utilicé a mi favor. Yo…yo sabía que ella solo veía en usted a un gran amigo, pero mi madre y yo usamos la ausencia de Granchester para empujarla hacia usted.
William Ardlay estaba asqueado con todo aquello. Candice había sido una víctima de las circunstancias y él jamás se dio cuenta.
—Dime Jimmy, ¿por qué no fuiste sincero conmigo al momento de pedirme el préstamo?
El joven tragó grueso. Apretando sus puños para tomar valor, habló.
—Tenía temor de que usted se negara a hacerlo, eran muchos millones, pero si Candy era su novia, todo sería más sencillo. Sin ese préstamo hubiéramos perdido definitivamente la constructora.
A pesar de sentirse aún exhausto y algo débil por los golpes en sus costillas, William reunió la mayor fuerza que pudo, tomó al joven de las solapas de su camisa y lo zarandeó fuertemente.
—¡Qué mierda tenías en la cabeza! ¿Es que no pensaste en los sentimientos de tu hermana? ¿en los míos?
—Yo…yo…solo hice lo necesario para salvar a mi padre.
El clima en esa habitación era tan tenso que prácticamente se podía sentir el hielo en las miradas. El silencio que reinó ahí por varios minutos fue mortal; no obstante, lo peor estaba por venir.
La puerta de la habitación se abrió y de repente la figura de Terence Granchester apareció bajo el dintel de la entrada.
—¡Candy! ¿Qué es lo que ocurre?
La situación no solo era tensa, sino estaba a nada de volverse caótica, pues la presencia del castaño fue usada por Jimmy para tratar de salir del atolladero en el que se había metido. Con un desparpajo que dejó mudos a todos, se atrevió a increpar al castaño.
—¡Tú, Terence Granchester! ¡Tú eres el culpable de todo este circo! Si no hubieras regresado a este país, mi hermana sería feliz a lado de William Ardlay y nada de esto estuviera pasando. ¡Lárgate de nuestras vidas!
—¿¡Qué carajos te pasa Jimmy White!? —contestó el castaño sin entender ni un ápice de lo que estaba ocurriendo.
—¿Acaso no te das cuenta? Todo marchaba a la perfección, mi hermana estaba bien a lado del señor Ardlay, era feliz, se iba a casar, pero tuviste que regresar y mandar todo ¡al diablo! No sé cómo es que aún la prensa no descubre que eres un simple patán, buscapleitos.
El castaño miró profundamente a Jimmy, pues sus palabras denotaban un dejo de amargura, pero…¿por qué con él?
—No entiendo a qué te refieres, porque si las cosas van por el lado de Candice, mejor no te metas en asuntos que no te importan.
—¡Claro que me importan! Ella debería estar aquí cuidando de William y no corriendo tras de ti para buscarte en una sucia caballeriza. No entiendo cómo es que te has librado de los medios y estos aún no publican tu penoso comportamiento. No sé cómo es que aún ese reportero no te hunde.
—¿Qué dijiste? —increpó el castaño
—¿Decir…que cosa?…Yo…yo…
—¡Repítelo, Jimmy! ¡Anda! ¡Dime! ¿Cómo sabes que ella y yo nos vimos en secreto en el club? ¿Le pagaste a un mozo para que te tenga informado? ¿Acaso tuviste el descaro de ser tú el soplón con ese reportero del USA Today?
Jimmy White se puso blanco como un papel, su enorme bocota de fanfarrón lo puso al descubierto y ahora tenía que confesar su última fechoría.
—Yo…yo…solo quería que te largaras del país.
—¡Imbécil! ¡Eres un soberano imbécil! —espetó furioso Terence al ver que Jimmy había cometido tremenda estupidez sin tomar en cuenta el daño colateral que le podía haber causado a su propia hermana.
—Yo solo lo hice por la familia, por salvar la constructora, porque lo mejor para mi hermana y para todos es que ella se case con William, no contigo.
Jeremías White era un hombre recio, fuerte, de esos que enfrentan estoicamente los golpes de la vida, pero una jugarreta como esta no lo estaba soportando. Las gruesas lágrimas comenzaron a llenar sus negros ojos y sin más bajaron por sus mejillas. No podía creer que su propio hijo hubiera estado desangrando el negocio familiar, ese que le había tomado años poner en pie y que él de un solo golpe lo estaba mandando al piso.
La desfachatez de su hijo no conocía límites. Incluso había dado información delicada a un reportero que involucraba a su hermana. Todo lo había hecho con el afán de que los diarios escribieran noticias amarillistas en contra de Granchester sin medir las consecuencias.
Una sensación opresiva sobre el pecho comenzó a sacudir la humanidad del señor White. En cuestión de segundos aquel dolor del pecho comenzó a extenderse por su cuello, hombros, hasta regarse por el brazo izquierdo. La ansiedad comenzó a invadirlo y la dificultad para respirar se hizo presente; no obstante se aferraba a su férrea voluntad por querer dejar todo aclarado antes de que su energía lo abandonara.
—¡Candy! —llamó a su hija ya casi sin fuerzas. —Vete con Terry, yo sé que él te cuidará. Deja que tu hermano… se haga responsable por todo lo que ha ocasionado…tú…solo…vete...de aquí. —Y sin más se desvaneció.
—¡Papá! —Gritó la rubia totalmente desesperada al ver que el cuerpo de su padre se desplomaba en medio de la habitación.
Continuará…
Gracias por leer mis letras No te pierdas el final