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¿A QUÉ JUEGAS, CANDY?
CAPÍTULO TRES DOS HOMBRES CON UN MISMO DESTINO
Mis mejillas están tan calientes con solo recordar la tarde en las caballerizas. Limpio mis lágrimas y suspiro profundamente. Me abrazo a mi misma y aún siento en mi pecho el calor de su cuerpo. Sé que no es correcto que yo me
entregue a la pasión de esta manera tan desenfrenada, pero soy consciente de mi realidad, él es mi debilidad y mi delirio.
Acaricio mi cuello y mis ojos se vuelven a cerrar para que mi mente nuevamente divague en ese torrente de sensaciones. Mi cuerpo arde y mi intimidad palpita con solo recordar como sus manos estrujaron mi pecho.
—No quiero irme, quiero quedarme aquí, contigo— es lo que le he dicho y su asalto empieza en mi cuerpo.
—Pídemelo…pídeme que te tumbe aquí y te haga mía —me susurra lleno de lujuria mientras sus manos no dejan de apretar deliciosamente mis glúteos y yo sin vergüenza disfruto de ese agarre.
De manera totalmente avezada me restriego en ese bulto sensual y viril que su pantalón me enseña.
—Cógeme fuerte, hazlo aquí, ahora— le digo sin tapujos y él me trepa en su regazo para llevarme a una esquina y ponerme contra la pared. Sus poderosas piernas sostienen mi menuda figura que se adhiere a él como hiedra.
Siento como su virilidad punza contra mi sexo y yo muerdo mis labios para acallar un gemido.
Sus labios quemas sobre mi piel y yo ardo en deseo por sentirlo en mi. Su voz rasposa susurra contra mi boca.
—No sabes como anhelo besar tu cielo y saborear tu infierno. No hay otra como tú en este mundo y estoy perdido porque eres mi gloria y mi condena.
Se separa de mí por unos instantes y lo veo quitarse su camiseta dejando su torso desnudo para mi deleite. Su larga melena se desordena de forma seductora, ligeras gotas de sudor perlan su anatomía y yo no puedo dejar de admirar su recia figura ni perderme en sus ojos cobaltos que me hechizan sin proponérselo. Se acerca a mí de manera sigilosa y sus manos acarician mi boca. Atrapo su mano y mi boca toma uno de sus dedos para lamerlo y chuparlo de forma sugerente.
—Pronto cariño, pronto. Hay placeres que solo se disfrutan… de rodillas —me dice de forma diabólica y su sonrisa maliciosa aparece.
Poco a poco me desnuda y comienza a saborearme con sus cálidos besos que suben por mis piernas
Llega a mi entrepierna y su pulgar empieza la deliciosa tortura. La seda mojada de mis bragas delatan mi estado de excitación y siento arder mis mejillas ante la revelación. Mis manos se enredan en su cabellera y por instinto me arqueo hacia él para darle más acceso. Sus cobaltos me miran para pedir acceso a mi cuerpo y yo casi suplico silenciosamente porque lo haga. ¡Dios! Los embates de su lengua me enloquecen y yo solo atino a morder una de mis manos para que mis gemidos no sean escuchados.
—Deliciosa — susurra mientras le da pequeños mordiscos a mi intimidad totalmente mojada y ansiosa.
—Por favor…—insisto mientras mi cabeza se agita ante esa avalancha de sensaciones que solo él puede producir en mí. Estoy temblando; sin embargo se aleja de mí. Lo veo pararse y caminar hasta una esquina, agarra su saco de montar que está colgado en un perchero y lo tiende sobre el heno y la paja fresca. Me toma entre sus brazos y me lleva con él hasta el lecho improvisado.
El deleite es único, me toma para él y yo me dejo ser. Se coloca a mis espaldas y siento como su virilidad roza con descaro mis glúteos pidiendo entrar. Levanta una de mis piernas y nuevamente toca mi sexo totalmente empapado y dispuesto
—Eres mi perdición, Candice White. —me susurra al oído y restriega su dureza en mí sexo hasta escucharme delirar.
—¡Hazlo! —se lo exijo y él me complace. Me hace suya, me llena, me colma, me lleva hasta el cielo y puedo sentir como mi cuerpo se amolda a él una y otra vez.
—¡Carajo! ¡Me encantas! —me susurra en mi nuca mientras no deja de poseerme de esa forma arrebatadora y salvaje.
Él está en mi y yo me siento completa, me siento mujer, me siento hembra. Sé que me estoy comportando mal, como una cualquiera, pero no puedo evitarlo. Él se marchará y no lo volveré a ver más en mi vida. Necesito atesorar su último aliento en mi cuerpo para tener fuerzas para vivir.
Me vuelve a girar y ahora estoy boca abajo, completamente a su merced. Toma mis rizos y siento como envuelve una de sus manos en ellos.
—Eres mía, solo mía — me dice mientras tira de mis cabellos y se entra más en mi. El placer está al máximo entre los dos y mis manos solo pueden agarrarse de la chaqueta mientras él me domina como si yo fuera un potro salvaje y él mi amo..
Me abraza con fuerza, besa mi nuca y espalda con adoración. Vuelve a girar y ahora es él quien está sobre la paja y el heno. Abre sin descaro sus piernas mostrándome su virilidad al máximo.
—Súbete —me dice en un tono casi implorante y yo me siento una diosa dominante. Obedezco y me subo en él, cabalgo sobre su cuerpo como si fuera una experta amazona sobre un poderoso semental y el éxtasis no se hace esperar. Él se derrama en mi yo exploto en mil sensaciones que me hacen gritar.
Me desplomo sobre su pecho para calmar mi loco palpitar. El hueco en mi corazón aparece como aquel recordatorio de que él no es mío y que esto debe de acabar.
De pronto…lo escucho sollozar. Alzo mis ojos y sus cobaltos están cristalizados.
—Perdóname…¡perdóname por favor! Soy un cretino, un completo patán.
Me abraza a su pecho y se sigue castigando.
—Terry…
—Shhh…No digas nada, mi amor. No tengo excusa. ¡Cómo he podido hacerte el amor aquí! ¡Soy un malnacido que no te merece! Sé que mi condena será no volverte a ver y quería llevarme de recuerdo tu aroma.
Yo lo abrazo y me aferro a su pecho y lloro igual que él. Ambos sabemos que esta es nuestra despedida y en el silencio está nuestra mutua comprensión. De su chaqueta toma un pañuelo de seda y limpia mis lágrimas.
Arregla mi cabello y me regala esa sonrisa que tanto adoro en él.
—Vamos, será mejor que te vistas. ¿Viniste en tu carro o quieres que te lleve? haré que traigan mi carro hasta la parte de atrás de las caballerizas.
Estaba a punto de contestarle, pero la potente voz de William se escuchó a lo lejos.
—¡Candy! ¡Candy! Con un demonio ¿Dónde estás?
Me asusto de muerte. William me ha seguido y pronto dará con nosotros. Terence me calma y solo me pide que haga silencio mientras me escabullo en un rincón. Como si nada hubiese pasado, sale de nuestro escondite y le hace frente a la situación.
—¿Qué quieres, William? Por si no te has dado cuenta, estás en una caballeriza. ¿Por qué buscas aquí a tu noviecita?
—Granchester…¿acaso crees que soy un imbécil? Llevo casi una hora buscando a Candy y ella simplemente desapareció. Por si no lo sabes, su sombrero es el que está allá afuera, tirado en la tierra. Así que si sigo buscando en tus potreros de seguro encontraré a mi escurridiza prometida.
—¡Deja de decir idioteces! Estás en mi territorio y con tus gritos estás fastidiando a mi yegua Theodora, así que te pido de la manera más cordial que te vayas.
—¿Y quién me impedirá que busque a Candy ahí en ese corral? ¿Tú? ¡Por Dios, Granchester! Sales sin camisa y ella desaparece ¿Acaso fuiste tan patán como para traerla aquí?
—¡Cállate!
—Granchester…Ganchester. ¡Cuándo aprenderás! Las mujeres delicadas con Candice merecen un hotel 5 estrellas para hacerle el amor. Con champagne y fresas a su entera disposición. Ese es el sitio ideal para escucharlas gemir de placer.
—¡Lárgate de una maldita vez!
—Está bien, me retiro, pero si llegas a ver a mi prometida, dile que tenemos que hablar sobre la lista de invitados.
William se va y mi mundo se cae a pedazos. Veo la espalda de Terry totalmente rígida y ni siquiera voltea a verme. Me acerco a él y apenas si lo toco, pero él esquiva mi agarre.
—Terry…yo
—¿Viniste con él al club y luego tuviste la gran idea de venirme a buscar?
—¡No es así!
No me mira, ni siquiera se voltea un poco. Lo veo agarrar su camisa y vestirse sin decirme una sola palabra.
Antes de marcharse me asegura que enviará un auto para que me recoja con total discreción.
Toma su chaqueta y camina hacia la salida sin siquiera mirarme una sola vez. Se detiene en el umbral para decirme una sola frase.
—Adiós, Candy. Que seas feliz siempre ha sido mi deseo, aunque no sea a mi lado.
*****Fin del flashback*****
El vacío nuevamente aparece en mi pecho. Él ya no forma parte de mi vida, se ha despedido de mí y debo hacer frente a mi realidad. Con mi cabeza gacha pienso una y otra vez en la manera de poder sobrevivir sin su amor.
Mi mente está en blanco divagando por mis recuerdos, pero el sonido de unos golpes sobre el parabrisas de mi coche me devuelven a la realidad.
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La presencia de una persona que jamás imaginé que me buscara, está frente a mí y me mira con frustración.
—¿¡Pero…pero!? ¿Qué hace aquí?
**********
Los flashes apuntaban sin cesar sobre la mesa de conferencias y las preguntas de los reporteros no paraban, todos querían saber sobre su última película. Mientras las preguntas fueran en ese ritmo, a él no le importaba responder, el problema se daría si algún reportero pecaba de indiscreto y quería averiguar más allá de lo permitido.
—¿Es cierto que el rodaje de su nueva película se rodará en El Cairo?
—Así es, la nueva vida del Agente 007 será por las áridas y asombrosas tierras de Egipto.
—Usted recién acaba de estrenar su última producción, ¿no cree que su imagen se desgaste?
—Son dos tópicos muy diferentes. “El señor del Inframundo” es un personaje totalmente diferente a lo que es el agente secreto con licencia para asesinar. Para los amantes de los dioses griegos, les aseguro que disfrutarán mucho la trama.
—Señor Granchester, ¿es cierto que Henry Cavil se disgustó con usted por haberle ganado el papel?
—Creo que ustedes imaginan mucho. Henry y yo tenemos un trato de caballeros, ambos somos ingleses y sabemos respetar nuestros respectivos trabajos. Les puedo asegurar que estamos en paz y posiblemente compartamos cámaras en producciones posteriores.
Tony Broccoli, representante de la productora Eon Productions tomó la palabra para finiquitar la rueda de prensa.
—Bueno, señores de la prensa, creo que todos estamos satisfechos con este nuevo proyecto. Estamos seguros que la nueva saga del Agente 007 será de su total agrado, les agradezco su asistencia.
La rueda de prensa parecía marchar sobre ruedas. El anuncio de una posible película entre Cavill y Granchester había dejado alborotado a todos los periodistas, salvo uno, que a toda costa quería confirmar una noticia amarillista que había llegado a sus oídos.
Hesterman sabía de sobra que el actor no era propenso a las entrevistas largas, así que su oportunidad para preguntar algo indiscreto era ese momento, de lo contrario jamás obtendría una sola palabra de Terence Granchester.
—Señor Granchester, por favor, una última pregunta. Sabemos de su carácter reservado y que usted no habla de su vida privada, pero de buena fuente se ha filtrado la noticia de un pequeño altercado ocurrido ayer entre usted y el magnate Ardlay en el exclusivo club “Mecenas” ¿Qué hay de cierto en esto?
Robert Hathaway, representante del actor, sabiendo muy bien del carácter poco afable de Terence, quiso intervenir para que las cosas no se salieran de control, pero con un pequeño gesto, el castaño le pidió él mismo contestar la pregunta.
—Caballero, le repito lo mismo que le dije a sus compañeros reporteros. La imaginación de ustedes vuela muy alto. Mi visita al club fue para pasar una agradable tarde jugando al Polo, no hay misterio en ello.
—Pero se dice que entre usted y el magnate hubo un fuerte altercado.
—¡Vamos amigo! No se puede llamar fuerte altercado a un juego de Polo donde los ánimos están caldeados.
Estábamos en equipos contrarios, eso es todo.
La rueda de prensa se dio por terminada; sin embargo aquel reportero no cesaba en su afán de conseguir aquella noticia que lo llevaría a estar en las primera columnas de chismes.
—Señor Granchester..¡Espere! Es que su altercado con el magnate no fue en el juego, se dice que fue en las caballerizas. Se de buena fuente que él fue su amigo en su juventud. ¿A qué se debe esa discusión?
El castaño se giró y con una falsa sonrisa, contestó.
—¿Acaso usted nunca ha discutido con un amigo después de una tarde de deportes? Las rencillas por juegos de
hombres es de lo más normal. La adrenalina está en el aire y es difícil de contener, pero no hay que sobredimensionar la situación.
—Pero usted es un hombre al cual jamás se le ha conocido un solo pleito. Y ahora se suscita uno justamente con uno de los hombres más ricos de Chicago. El motivo obviamente no es el dinero ni el juego ¿acaso es un lío de faldas? He averiguado que la actual prometida del señor Ardlay es una señorita de buena cuna y que casualmente también fue amiga de usted en su época de colegio. Me refiero a la señorita Candice White, prominente arquitecta. ¿Será ella la causa de su altercado?
Los puños de Terence se cerraron denotando su clara molestia. Él podía lidiar con cualquier cosa, pero que involucraran a Candice no se lo iba a permitir a nadie. Leyó detenidamente el apellido del indiscreto reportero en el gafete que colgaba de su cuello y acto seguido le aclaró el panorama.
—Señor Hesterman, según leo en su gafete, usted es reportero del diario USA Today. Le pido que honre su profesión como un caballero y no manche la reputación de una dama como lo es la señorita White. Compórtese a la altura de su profesión y no como un miserable cuervo.
—Señor Granchester yo solo busco la información de primera mano, es mi trabajo hurgar en la vida de los famosos. La noticia amarillista es la que vende.
—Confórmese con lo que he hablado en la rueda de prensa. El resto solo son especulaciones suyas, y si insiste en mantener semejante deshonra en contra de una dama me veré obligado a demandar al periódico por calumnias. Usted elige, o actúa como un caballero y escribe solamente sobre una tarde deportiva entre el magnate y yo, o se comporta como un miserable cuervo y termina trabajando bajo un puente.
—Yo…yo
El castaño no dijo nada más, dio media vuelta y salió del lugar. Internamente agradeció la oportuna intervención de Robert al alejar de manera definitiva al molestoso reportero.
Bajo la protección de los vidrios polarizados de su vehículo dio rienda suelta a una sarta de improperios mientras el acelerador se hundía hasta el fondo.
—¡Malditos hijos de perra! ¿Cómo diablos se enteraron? ¡Infelices!
Con rapidez se dirigió al club para poner una queja contundente. Si la noticia había llegado a oídos de un reportero, seguramente el “chismoso” tuvo que salir de ese lugar.
Su molestia no cesaba, es más iba en aumento. Su amor por la actuación era innegable, pero muchas veces el mundo del cine lo fastidiaba ya que su intimidad era vulnerada de manera tan soez y arbitraria.
El administrador del club le ofreció total discreción y a manera de desagravio le otorgó el uso exclusivo de las instalaciones del gimnasio y las caballerizas.
Cabalgar a lomos de Theodora siempre lo había calmado, pero al parecer esta sería la excepción. Mientras iba a toda velocidad sobre el enorme animal, su mente maldecía una y otra vez haber regresado a EEUU. Ella siempre sería su perdición, desde que la conoció en el colegio su dulce sonrisa lo cautivó hasta la médula.
—Candy…era el nombre que salía de sus labios mientras recordaba su lejana adolescencia.
Ella era la hija de un nobel empresario en franco ascenso y él solo era el hijo de una otrora actriz venida a menos. El escándalo de su madre sumergida en el mundo del alcohol y las drogas terminó por salpicarlo a él hasta el punto de convertirlo en el indeseable del colegio. Su único amigo fue aquel muchacho rubio tres años mayor a él que una tarde lo defendió de una sonora golpiza propinada por 5 estudiantes que lo doblaban en tamaño.
Aquel día estaba tatuado en su memoria, el rubio se encargó de ahuyentar a los desadaptados y la chica de cabellos dorados limpiaba la sangre de su cara con su pañuelo perfumado.
—Hola, soy Candy y él es William, mi amigo. No te preocupes por esos idiotas, él sabe cómo lidiar con esos abusivos, él nunca pierde. Deja que yo te cuidaré.
Ese fue el inicio de los años más hermosos que haya vivido, pero también fue el inicio de su camino de espinas.
Los tres jóvenes se convirtieron en excelentes amigos y compinches, pero la rubia de ojos verdes sencillamente era el centro de su atención. El amor no solo tocó a su puerta en plena adolescencia, sino que entró como un vendaval para quedarse ahí instalado.
Ella era su perversa adicción, juntos descubrieron los primeros aleteos del placer y de la mano se adentraron en ese torrente de sentimientos llamado amor.
Eran jóvenes e inexpertos, pero esa misma juventud los hizo entregarse en cuerpo y alma a la
pasión y al amor. Sobre sus tiernas pieles quedaron grabadas las huellas de un sentimiento tan profundo que a veces parecía tragarlos por entero. Su amor no fue solo un enamoramiento colegial, sino que trascendió con fuerza en los primeros años de universidad.
El final de su relación se dio cuando el señor White se opuso a que ellos continuaran siendo novios y obligó a su hija a alejarse de él. Los continuos escándalos y la mala reputación de su madre lo tenía sentenciado y prácticamente tuvo que llevársela fuera del país para poder lidiar con el peso del escarnio público, de lo contrario la pobre mujer terminaría sus días en la cárcel y él arrastrado en deudas.
De aquello ya habían pasado 5 años. Ella era una brillante arquitecta y él un actor entrando con paso firme en Hollywood. El tiempo y la distancia había colocado entre ellos ya una larga historia, pero el caprichoso destino lo hizo regresar a EEUU para arreglar las posesiones de su madre que hace poco había fallecido.
El encuentro en sitios concurridos fue inminente y lo que vino después fue más arrollador. Encuentros furtivos, riñas, exponer dolores guardados, peleas que siempre terminaban con ellos abrazados porque sencillamente su amor era más fuerte aunque no lo quisieran aceptar.
De vuelta en las caballerizas, dejó que el animal se calmara y fue directo al gimnasio para volcar en ese sitio toda su frustración. Las palabras de William venían a su cabeza una y otra vez torturándolo. Imágenes de ellos enredados entre las sábanas lo golpeaban. Era consciente de que Candice tenía que seguir con su vida sin él a su lado, pero ¡por qué con su mejor amigo! ¿Acaso él no podía enamorar a otra chica? ¿Por qué justamente ella?
—¡Hijo de perra! —bufaba mientras golpeaba el saco de boxeo —ella era mía ¡y te la llevaste a la cama! —volvió a maldecir y nuevos golpes iban a parar al saco sin piedad alguna.
—¡Sabías que la amaba más que a nadie! Te pedí que la cuidarás, ¡pero tú la enamoraste! ¡Infeliz!
Su entrenamiento como actor de cine para escenas de alto riesgo le hacían tener una agilidad asombrosa.
Por largos minutos el saco de boxeo estaba pagando los platos rotos de una larga lista de frustraciones.
Desde el fondo del gimnasio, una risa socarrona se dejó escuchar.
—Ja, ja, ja ¿Acaso estás hablando de mí, Granchester?
—¡Por dios! ¿Es que uno no puede tener un día tranquilo en este maldito club? Definitivamente cancelaré la membresía.
—Entérate que yo soy socio accionista de este club, así que es imposible que me impidan el paso.
—Entonces déjame decirte que tienes un pésimo personal administrativo, son unos vulgares chismosos y tus
entrenadores solo son sacos de grasa. Son tan blandengues que no aguantan un solo enfrentamiento. Te aseguro que no tendrás una buena crítica de mi parte.
—¡Ja! ¿Estás dudando de mis entrenadores? Yo entreno a diario con ellos y sé que son buenos en su trabajo.
—Lo dudo. Eres igual de blandengue que ellos. No aguantarías un solo enfrentamiento.
El magnate vio la sonrisa socarrona dibujada en el rostro de castaño y entendió la invitación hecha. Sin dudarlo se despojó de su fino atuendo de trabajo y fue hasta su pequeño locker personal de donde extrajo un pantalón de entrenamiento. En un dos por tres estaba sobre la plataforma donde Terence lo esperaba ansioso.
—¿Qué sucede, Granchester? ¿Acaso quieres “conversar” acerca de ella?
—No pronuncies su nombre. Ella es sagrada, imbécil. Lo que quiero es romperte el alma.
—¡Ja! ¿Piensas que soy manco o cojo? Soy un experto y tu solo eres un actor de segunda con ínfulas de galán.
—Pues ¡éntrale! cabeza de plátano. Desde que llegué a EEUU no he deseado otra cosa que romperte la cara.
El día había llegado. Por el amor de esa mujer eran dos hombres con un mismo destino. Eran amigos, pero la ruleta del destino los había puesto en contra.Ambos se miraban como lobos asesinos con ganas de arrancarse el corazón. Cobaltos y turquesas se retaban a muerte y ese era el día en que zanjarían todo su coraje.
Daban vueltas sobre la plataforma mirándose fijamente mientras sus puños se apretaban alistándose a asestar su mejor puñete. Los dos hombres se entrelazaron en un fuerte intercambio de golpes.
Cada uno golpeaba con todo el furor de su alma con dirección a lastimar seriamente sus rostros.
—¡Ella era mi novia! ¡Eras mi amigo! —escupía el castaño, mientras el rubio no dejaba de lanzar una poderosa patada que terminó por romperle la nariz.
—¡Te largaste! ¡la dejaste! ¿En los brazos de quien crees que lloró? Yo la consolé, es mí novia ahora. ¡Me pertenece!
—¡Cómo pudiste enamorar a mi mujer! ¡Tú sabías cuánto la amaba! ¡Eres un infeliz! —Y ese reclamo fue
con un sonoro golpe a la mandíbula que mandó al rubio directo al piso escupiendo sangre.
—¡Párate, hijo de puta! No he terminado contigo, ¡párate, cabeza de plátano!
William estaba lejos de rendirse, se incorporó de un salto y nuevas patadas y golpes al hígado fueron lanzados
sin detenerse un instante a pensar en las consecuencias.
Sus rostros amoratados y sus cuerpos cansados era la clara señal de que estaban llegando al límite; sin embargo aún estaban en guardia.
—¡Entiéndeme Terry!
—¿¡Qué quieres que entienda!? Qué apenas me fui ¡corriste a consolarla!
—¡No fue así! Solo…se dio…no pude evitar amarla.
Para Terence, lo que realmente dolía no eran los golpes, sino la traición que él suponía de su amigo. Nunca pensó que su amigo también estuviera enamorado de ella. ¿Y cómo no enamorarse de Candy? Ella era un ángel que con su dulzura cautivaba cualquier corazón y él sin duda era un buen hombre que podía hacerla feliz.. Apretó las muelas ante esa realidad que lo abofeteaba.
Un pequeño tatuaje en la cadera de Terence llamó la atención de William provocando que este perdiera concentración.
—¿Qué miras, William? ¿Acaso te gusto?
Continuará…
Gracias por leer mis letras
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Última edición por SHALOVA el Jue Abr 18, 2024 12:49 am, editado 1 vez
