Contenido Lemon


Llevó sus manos allí y jugueteó con aquellos botones erectos. Los retorció suavemente para hacerla gemir de placer. Y cuando los acarició con ambas manos, los estrujó para hacerla desfallecer, llevó su boca para engullir el primer botón. Succionó como un niño lo hace mientras degusta su delicioso alimento en el paladar. Su mano izquierda acunaba un pecho mientras su boca mantenía prisionero el otro.
Las manos de Candy sujetaban su cabeza como si temiese que él fuese a escapar. Le acariciaba el pelo en medio de lamentaciones y exigencias incoherentes.
—¿Quieres que pare, Pecosa? —le preguntó con perversidad bailando en sus palabras
—No. Nunca... Necesito mucho más... Yo... Arde. Algo en mí arde. Esto se siente bien, natural. No me repugna lo que me haces. Cuando el primer bastardo me tocó, cuando en la posada el otro trató de tenerme, no era así. Por favor... ¿Qué me pasa? Me siento débil... tan perdida...
—Me necesitas aquí, Pecosa. —Le tocó su intimidad sobre las capas de ropa—. Debes estar mojada por mí. Tu cuerpo desea que lo posea.
—Hazme el amor —suplicó con desesperación.
—No. No aquí. No en estos instantes. Será en nuestra cama. Y será porque eres mi esposa. No me sacrifiqué dos veces para fallar ahora que estoy tan cerca de lo que sé que debe ser. En la cabaña de Pony me lo pusiste complicado. Cuando te mordió la serpiente creí que no sobreviviría a tus peticiones. Me tientas de un modo que me hace... Yo también ardo, cariño.
—Dame paz, por Dios. Dame paz, Terry, si me dejas así... Me siento morir.
—Lo que quiero hacerte es...
—¡Lo que sea con tal de que este fuego que tengo entre mis piernas se apague! —gritó desesperada.
—Voy a lamerte, Pecosa. Igual que he hecho con tus pechos. Si no me detienes lo haré. ¿Vas a detenerme?
—¿Me darás alivio? No veo más allá de la lujuria que siento. Estoy poseída y tengo miedo porque no puedo manejarlo, Terry. Me siento... perversa. —En verdad era algo tan grande que la asustaba.
—Te calmaré.
Terrence se arrodilló, le levantó el vestido y se metió debajo, le separó las piernas cuanto pudo. Consiguió abrirse paso entre sus enaguas y lo primero que hizo fue sorber su olor a mujer... Colocó su nariz lo más cerca posible y jugueteó en esa zona. Candy creyó que desfallecería. Y lo peor llegó cuando sintió su lengua en ese punto exacto que la hacía temblar. Se llevó el puño a la boca para no hacer más ruido del necesario.
Él se dio cuenta de que había parado de escuchar sus gemidos. Dejó de lamerla y ella se lamentó.
—Candy, hoy te permitiré estar callada, pero cuando estemos en la cama no dejaré que estés en silencio. Tus gritos de placer son míos.
Ella se quitó la mano de la boca para responderle:
—Sí... sí..., pero por favor, dame paz... dame placer...
—Eres una auténtica arpía codiciosa. Si no tengo cuidado contigo, me tendrás comiendo de la palma de tu mano...
Mientras regresaba la boca hacia su intimidad, Terrence era consciente de que estaba al borde de la locura también. No vio otra opción, para lograr calmarse y no tener que entrar en ella, más que la de desabrochar sus pantalones y sostener su erección con fuerza para darse placer. Debía desahogarse o ella conseguiría que la tumbase en la tierra y la poseyera allí mismo. Candy no era la única que sufría debido al delirio de la pasión y avidez lujuriosa, él también lo hacía.
Se acarició con la mano derecha con toques más suaves al principio, para hacer que el gozo durase más tiempo. Su lengua seguía dándole placer en ese preciso botón que sabía que la haría vibrar, mientras los dedos de la mano izquierda trataban de abrirse paso en su mojada cavidad. Metió un dedo y sintió esa presión... Cerró los ojos e imaginó que era su miembro el que estaba siendo ahogado por esa apretada y húmeda perla.
Su mano derecha comenzó a trabajarlo con más intensidad. Podría sentir que el placer se desbordaba en él... en ella. Candy no tardaría en descargar su esencia sobre su boca. Aligeró más los movimientos que le otorgaba, porque él sabía que estaba a punto de dejarse ir y deseaba hacerla llegar al éxtasis con él, al unísono. Un segundo dedo consiguió entrar en su feminidad mientras su mano tiraba con mayor fuerza sobre su duro miembro.
—Déjalo ir Candy, ven conmigo ahora... —Se separó lo justo y necesario de su manjar para darle esa precisa orden.
Candy se mordió el puño en el momento exacto en que todo eso que había crecido en su interior se desbordaba. Solo pudieron escapar un par de gemidos sordos que le dieron buena pista a él de que debía dejarse ir. Con dos sacudidas más, su esencia salió disparada directamente al suelo. Llegar a la cúspide del placer con ella, con su lengua enterrada en sus interior, fue el cielo mismo.
Terrence salió de debajo de la falda de Candy y la observó con los ojos cerrados y una sonrisa perezosa en el rostro. Ella le colocó las manos en los hombros, sin despegar los párpados, y le dio un tirón hacia sí. Lo besó con fuerza y no le importó que sus labios hubiesen estado en ese lugar tan íntimo antes que sobre su boca. Él respondió a su demanda. Y cuando el beso se tornó más pacífico, ella se separó para cobijarse en su abrazo.
—¿Quién te enseñó a hacer eso? —No creyó que un beso en su intimidad femenina pudiera ser tan especial y placentero.
—Tengo un par de trucos, Pecosa, pero no debes estar celosa. Si no hubiese mostrado el dinero por anticipado, ninguna se habría abierto de piernas para mí.
—¿Cuántas? —quiso averiguar.
—Pocas... y ninguna ha tenido lo que te acabo de dar a ti.
—Karen me dijo que perdiste a alguien importante —habló con mucha cautela.
—A mi abuelo, y estuve a punto de perder a mi madre.
—Siento mucho lo que has tenido que sufrir para llegar hasta mí, Terry.
El mostró una sonrisa triste.
— ¿Te casarás conmigo?
—Sí, Terrence. Seremos una familia porque te amo de un modo que duele y me asfixia, pero que me llena de esperanza, alegría y emoción.
Terrence la premió con un nuevo beso, esta vez le salió más tierno de lo que imaginó y ella lo agradeció. Le Acomodó el cabello, el vestido y se aseguró que se viera como si nada había pasado, y juntos regresaron a donde el baile se llevaba a cabo; una vez allí, Candy conoció a la madre de Terry, y al hacerlo, comprendió a lo que Terrence. se refería con el hecho que algunas mujeres de su región desafiaban las reglas y luchaban.
GRACIAS POR LEER



Jejeje Ni hablar me estrené en este lado jajajajaj y ahora ni quien me detenga



Nos leemos mañana, nuevamente


