CAPÍTULO XI CELOS
En Nueva York, la noche transcurría lentamente, Eleanor después de llegar del hospital se encerró en su habitación, no quería hablar con Richard, la rabia la embargaba al pensar cómo su hijo fue maltratado por la esposa del padre de su vástago, era algo que no toleraba, por otra parte, ni siquiera sabía cuál era la situación de esa relación. Se sentía estúpida por mantener el amor por ese hombre, no supo defender el lazo que los unía aceptando que se anulara su matrimonio para que él se casara con otra mujer, perteneciente a la nobleza y después llevarse a Terry, sin reparar en el dolor que todo ello le causaría a ella.
En ese momento, su juventud no le permitió ver las cosas con claridad, por una parte, ella nunca le podría dar una educación de excelencia como lo haría Richard, por otra, necesitaba olvidar, así que decidió retomar su carrera, intentar reconstruir aquello que dejó de lado el tiempo que duró su enlace. Pensó que todo saldría bien, que el duque le daría a Terry el amor y atención, tal cual se lo mencionara en una carta, ella confió, pero nunca imaginó, lo que su hijo tuvo que vivir al lado de la flamante duquesa de Grandchester. Tiempo después cuando pudo reiniciar la relación con Terry, él nunca hablaba con ella de los maltratos y desprecios que recibió de la mujer, no obstante, era notoria la tristeza en sus ojos, así como el repudio hacia su padre. Como madre, ella había sentido ese rechazo y rencor por parte de su hijo, cuando, arrepentida quiso acercarse a él.
Su pequeña familia se había desecho por la inconciencia y egoísmo, no solo de ellos dos, sino del padre de Richard, quien siempre se opuso a su relación, ahora todo era tan diferente, ambos reconocieron que no fueron buenos padres, que no lucharon lo suficiente por su amor, pero justamente era su hijo, quien les daba una fuerte lección, demostrándoles cómo pudo salir adelante solo, pero sobre todo la entereza para enfrentar todas las vicisitudes para defender sus sentimientos. Sabía que Candy era la persona más importante para él, ya que a través de su corazón puro supo despertar en ese joven rebelde el perdón para ella, para lograr sus sueños, para poder amar.
Consciente de la situación sabía, que el tiempo no remediaba el sufrimiento de su hijo, el pensar en ello, le crispaba los nervios, a la vez que la llenaba de impotencia por no haber hecho nada, porque era verdad, ¿Qué había hecho ella? ¡Nada! Las cicatrices en el alma de su pequeño ahí estaban y ni con todo el amor que le pudiera prodigar, las quitaría. Era verdad, ahora tenía la posibilidad de demostrar su amor de madre, sentía que no era suficiente, los años pasaron y con ellos quedaron huellas imborrables de la soledad que padeció él en la aristocrática familia Grandchester, mientras ella vivía su afamada vida de actriz.
Todo eso se reprochaba la rubia, innumerables pensamientos pasaban por su cabeza. El volver a ver a Richard le hizo recordar aquellos tiempos en los que fueron felices, por un momento olvidó el pasado, peor aún todavía era atraída por la mirada enigmática y finas maneras del duque, que de joven la volvieron loca. Sentía su calidez, su preocupación que parecía sincera por ella y por Terrence, que no pudo evitar ilusionarse, pero de qué le valía, si finalmente nada había cambiado. A pesar de haber recurrido a él para apoyar a Terry, debía convencerse de que eso era y nada más.
Abstracta en sus adentros no escuchó cuando llamaban a la puerta de su habitación, no fue sino hasta que vio al duque parado al lado del sillón, donde ella estaba, que reaccionó. — ¡Richard! ¿Qué haces aquí? — Preguntó al momento en el que se levantaba para ponerse la bata que reposaba sobre su cama. — ¿Cómo entraste? — ¡Disculpa, querida! Pero como no respondías a mi llamado, pensé que no te encontrabas bien. — Respondió él mirando dulcemente a la rubia. — ¿Qué hora es? — Preguntó ella. — Pasa de la media noche, ¡No bajaste a cenar! ¡Me preocupé! — Contestó acercándose suavemente a la diva, quien levantó su vista para encontrarse con la gris mirada de él, podía percibir el aroma a su loción; él la tomó por la cintura estaba a punto de besarla, cuando ella bruscamente deshizo el abrazo.
— ¡No, Richard! ¡No puedes venir después de tantos años y creer que todo entre nosotros es igual!, ¡Sí, yo te llamé, pero fue para que me apoyaras con la situación de nuestro hijo, no para convertirme en tu amante! ¡Todos estos años añoré tu cercanía, tu amor, pero eso a ti no te importó!, ¡Nunca pude comprender el amor a tu linaje, al ducado! ¡Para ti eso era, o es lo más importante!, ¡Tanto que permitiste el maltrato de esa mujer a tu propio hijo! ¿Y ahora qué?, ¡Dime! ¿Qué pretendes con esta actitud? — ¡Mentiría si te dijera que nada! ¡Te quiero a ti!, ¡A nuestro hijo!, ¡Recuperar a la familia que no supe defender en su momento!, ¡Construir de nuevo nuestra felicidad como pareja!, ¡Que Terrence encuentre también la suya! ¡Quiero eso Eleanor! ¿Acaso es un pecado? ¡Sé que debo hacer méritos para ganarme de nuevo tu amor, pero estoy aquí y no me iré sin lograrlo! — Contestó el duque con un fervor intenso en su voz, mientras buscaba la mirada de ella.
— ¡A diferencia de esos años, ahora todo ha cambiado!, ¡Sólo necesito una palabra tuya para enfrentarme a todos y a todo!, ¡Incluso a la corona británica!, ¡Créeme! ¡En verdad estoy dispuesto a todo! ¡Tú no sabes lo que ha sido mi vida a partir de que me alejé de ti!, ¡El suplicio en el que se convirtió mi matrimonio!, ¡La soledad que no me abandonó desde entonces!, ¡Yo no podía ser amoroso con Terry porque al verlo, era tu cara la que veía, sus facciones, sus ojos, todo, todo él era un recordatorio de ti!, ¡De que ya no te tenía a mi lado!, ¡De que estaba obligado a estar con una mujer que no amaba!, ¡Que incluso detestaba!, ¡No sabes lo difícil que fue para mí hacerme duro!, ¡Evitar a mi hijo para no sufrir! ¡Si! ¡Soy egoísta! Puedes decirlo, pero ¡Lo que nunca podrás decir es que yo haya dejado de amarte!, ¡Eso no debes dudarlo! — Decía el duque mientras frotaba sus manos con fuerza tratando de controlar la desesperación que lo sobrecogía.
Eleanor lo miraba sorprendida, sin embargo, se atrevió a preguntar. — ¿Es cierto lo que dices? ¡Entonces! ¿Por qué hasta ahora vienes? ¿Por qué esperaste tanto tiempo? ¿Por qué fue hasta que yo te envíe un telegrama solicitándote ayuda para Terry, que apareces? ¡No, Richard! ¡Esa jovencita que te creía todo ya no existe!, ¡Ante ti tienes a una mujer que logró triunfar por sí misma! ¡Una mujer a la que en este momento solo le importa la felicidad de su hijo!, ¡No convertirse en la querida de un...! — ¡Sé que no me crees!, ¡Que por el momento todo esta en mi contra!, ¡Pero basta con decir que inicié el proceso de divorcio de Lucrecia!, ¡He hablado con el rey para que lo apruebe dadas las pruebas que he aportado sobre los devaneos de mi esposa!, ¡Así como para demostrar que sus hijos no son míos! ¡Pero te equivocas al pensar que apenas me enteré de ello! ¡Durante muchos años he buscado, investigado, obtenido pruebas para comprobar lo que ya intuía y facilitar todo!, ¡En cuanto las he reunido las presenté al rey!, ¡A eso venía, justo cuando recibí tu telegrama!, ¡Ahí tienes mi verdad!, ¡Lo creas o no!, sin embargo, en este momento lo que me interesa es ayudar a Terry, que él viva feliz y en paz. ¡Te dejo para que lo medites, Eleanor!, por cierto, ¡Saldré unas horas, tengo asuntos pendientes que arreglar! — Concluyó el duque saliendo de la habitación.
Mientras tanto en Chicago, la noche con una hora menos que la ciudad de las luces era igual de lenta, para algunos albergaba la esperanza de que se pudieran arreglar las cosas, eso pensaban Stear y Patty, quienes se habían encontrado en el salón de la mansión, al verse las caras comprendieron, que ninguno de los dos tenía buenas noticias. Se dirigieron a la biblioteca, de donde previamente salía George, una vez dentro, el chico tomó la precaución de poner el cerrojo a la puerta, conocía a los Leagan, desconfiaba de ellos, así que era mejor tomar precauciones. La primera en hablar fue Patty con la preocupación marcada en su rostro, relató a su novio las dos versiones, la de Annie y la de Candy, a la vez, Stear narró lo conversado con su hermano y con Terry, ambos se miraron a los ojos, confirmando que la situación por cualquier lado que se abordara no era fácil.
— ¡¿Sabes, querida Patty?! ¡Me parece que nos enfrentamos a una cuarteta de necios!, ¡Ninguno entiende de razones!, así que tenemos que planear muy bien lo que haremos, pero ¡Lo que más me preocupa es la actitud de Annie!, ¡Nunca pensé que sus celos llegaran a tanto! ¡Puedo entender que esté dolida, despechada!, ¡Pero eso no le da derecho a poner en riesgo tanto el buen nombre de Archie, como la reputación de Candy!, ¡Más con Candy! ¡¿No que decía quererla como a una hermana?!, por otra parte, ¡Annie siempre estuvo al tanto del amor que mi hermano sentía por Candy!, ¡Según lo que te dijo los encontró en una situación bastante comprometedora!, pero ¡¿Por qué no se detuvo a que le explicaran?! ¡Se cerró completamente! Y ve ahora, ¡Tenemos que verla como a una enemiga! — ¡Bueno!, ¡Como yo la vi, está más que dolida!, ¡Como mujer se siente totalmente despreciada!, ¡Recuerda que una mujer despechada es capaz de hacer muchas cosas!, ¡Creo que mi amiga está en ese momento ahora! Además, ¡Dice que escuchó a Candy cuando le decía a Archie que lo amaba! ¡Y él respondió que también la amaba!, ¡Me pongo en sus zapatos y puedo sentir los celos que sintió al verlos, así como estaban…! ¡Digo! ¿Tú me entiendes?... — ¡No, no te entiendo! ¡Eso no me lo contó Archie! — La chica de anteojos se sonrojó completamente y bajando la cabeza entrelazaba sus dedos, no sabía cómo explicarle a su novio lo embarazoso de aquella situación entre sus amigos.
— ¡Vamos, Patty! ¡Tenemos que tener todo claro!, ¡Tal vez así podamos desenredar la situación!, ¡Anda, dime! — La joven suspiró hondo y comentó rápidamente. — Pues… ¡Dice que Archie le acariciaba los senos a Candy, no quiso ver más y les gritó! — Stear rascándose la cabeza con la cara sonrojada comentó. — ¡A ver! ¡Quiero entender! ¡Dices que Annie presenció todo eso! ¿Y no hizo nada? ¿Por qué dejó que las cosas continuarán hasta ese punto? Digo… ¿No sabía que le gustara ver…? — Dijo con una carcajada que terminó por desdibujarse ante la severa mirada de su novia.
— ¡Alistear Cornwell! — Riñó la chica. — ¡No es momento para hacer bromas! Pero ¡Tienes razón, ella tuvo la oportunidad de parar la situación!, aunque, ¡Creo que pudo haber quedado en estado de shock!, ¡No es para menos ver a tu novio en una situación semejante! ¡¿No crees?!, por otro lado, ¡Candy debió explicarle todo!, ¡No dejar pasar el tiempo!, ¡Annie pudo comprender que estaba ebria! — ¡Tal vez!, pero ¡Archie no lo estaba! Él si era consciente de lo que hacía y confesó que la amaba, eso fue lo que desquició a Annie, ¡Creo yo! — Respondió Stear. La joven se acomodó las gafas con el dedo índice para después tomarse la barbilla y continuar — ¡Si, es verdad! ¡Por parte de tu hermano, está peor el asunto!, porque ¡Él se aferra a creer que Candy lo ama, quiere seguir con el compromiso, sin importar lo que pueda pasar! — ¡No lo creo! ¡Está sumamente preocupado!, ¡No quiere que la reputación de ella quede en entre dicho!, ¡Ha pensado que Annie pueda hacer público su diario y que quede al descubierto todo lo que escribió en él!, ¡Que por lo que veo es muy íntimo! — Interrumpió el castaño — ¿Y qué me dices de Terry? ¡Su llegada complicará más todo!, ¡Si esos dos se encuentran, no será para saludarse cordialmente! ¿Verdad? — Reparó Patty. — ¡Lo sé! ¡Grandchester está celoso!, aunque ya le dije que Candy lo sigue amando, él se mantiene receloso, ¡Todos conocemos su intempestivo carácter desde el colegio!, ¡A Archie nunca le agradó Terrence, ahora menos si se entera que viene por Candy! ¡Cielos, Patty! ¡¿Qué haremos?! — Preguntó Stear mirando a su novia que se había quedado callada.
— ¡Creo que la única solución es hablar con Albert! — Dijo finalmente Patty acercándose a su novio, quién respondió abriendo grandemente los ojos para después quitarse las gafas. — ¡¿El tío abuelo?! ¡Archie me matará por eso! — ¡Lo sé, pero no veo otra solución!, ¡La tía abuela, ni pensarlo! — Respondió ella. — ¡No tenemos mucho tiempo! Estamos a unas horas de que se lleve a cabo el compromiso, ¡Debe haber otra solución, Patty! — Comentó el chico dirigiéndose a su recámara, tenía que pensar cómo resolver la situación.
En ese momento a kilómetros de distancia en el hospital Monte Sinaí en Manhattan, Susana Marlow recobró el conocimiento, aún se encontraba débil, no obstante, caprichosa como era, apremiaba a las enfermeras para que llamaran a su madre, se le hacía extraño que no llegara, necesitaba hablar con ella, saber si Terry había regresado al enterarse de que estaba hospitalizada. La enfermera, que horas antes interceptó a Richard y Eleanor se compadeció de ella, la conocía, llegó a ver algunas de las obras en las que la otrora actriz hubo participado, así que, si más al revisar sus signos vitales, aprovechó para contarle lo que dijo el duque, así como la atención personalizada que el director del nosocomio daba a su caso. Al salir la enfermera, Susana se sentó en la cama con sus manos apretaba las frazadas enterrando sus uñas, tenía un mal presentimiento, la llegada del duque le daba confianza, para ella eso significaba que se formalizaría su compromiso, pero la ausencia de su madre no era normal, algo no andaba bien. El que Terry no estuviera ahí al pendiente de ella, sólo significaba que no estaba enterado de su desesperado intento de suicidio para retenerlo, eso le hacía pensar que se había ido a Chicago en busca de la tonta de Candy. Ese solo pensamiento le alteraba todo el sistema nervioso, sentía como la sangre le subía a la cabeza, mientras que a su mente llegaban imágenes de su amado con la enfermera.
Nunca pudo controlar todos los sentimientos negativos que tenía por esa chica de rizos dorados, la odiaba tanto, que no podía sentir alguna empatía con ella, recordaba su sonrisa de estúpida. — ¡Sí! ¡Estúpida Candy! — Decía para sus adentros, que para ese momento eran carcomidos por los celos que cegaban su razón. Su pregunta constante era ¿Por qué, Terry? ¿Por qué no puedes amarme? ¡Si yo te he dado lo mejor de mí! ¿Qué necesito hacer para obtener tu amor? ¡Si no existiera esa mujer! ¡Si tan solo no existiera! Su mente trastornada se respondía. — Y ¿Cómo te va a querer? ¡Si eres una lisiada! ¡No eres una mujer completa! ¡Entiéndelo! — Continuaba con su perorata interna, pero ya no podía llorar, ahora solo quería salir del hospital para ir en busca de Terry, tomaría el primer tren a Chicago y si él estaba ahí, hablaría con Candy para tocar de nuevo su estúpido corazón y sentido del deber.
Sí, eso haría, necesitaba que le dieran el alta hospitalaria, era urgente salir de ahí, como loca comenzó a gritar — ¡Enfermera! ¡Enfermeraaa…! — Al escuchar los gritos un grupo médico entró intempestivamente a la habitación. — ¿Qué pasa? — Preguntaron al unísono los médicos comenzando a revisar a la joven, al notar que sus signos vitales eran estables, uno de los doctores le comentó. — ¡Señorita Marlow tiene que serenarse!, ¡Todavía se encuentra débil!, ¡No debe alterarse demasiado o puede ser muy grave para su corazón! — La caprichosa joven miró con el entrecejo fruncido al doctor; — ¿De qué me habla? ¡Yo no estoy enferma del corazón!, ¡Así que por favor necesito que me den el alta!, ¡Debo ir a mi casa! — ¡Lo siento! Pero eso no podrá ser, seguirá en observación, hasta que venga el director del hospital y si, así lo determina podrá irse. — Susana, que de por sí, ya estaba alterada, no soportó más y comenzó a liberarse de las mangueras que la mantenían conectada al suero, intentó bajarse de la cama, pero no pudo, sintió un fuerte mareo, mientras que su corazón latía tan fuerte que se le dificultaba respirar, desvaneciéndose sin lograr su objetivo. El galeno actuó de manera rápida, dando indicaciones para que se le suministrara un sedante y calmar a la chica, dormida su corazón retomaría su latido normal. La joven todavía un tanto lúcida, pensaba. — ¡Es cierto! ¡Estoy enferma! Pero ¡Iré por ti Terry!, ¡Aunque sea lo último que haga!, ¡No te dejaré libre tan fácilmente! ¡No con ella! — Decía por lo bajo justo antes de quedar completamente sedada.
El duque al salir de la mansión de Eleanor se dirigió a la Comandancia de Policía, era de suma importancia que se le tomara la declaración a Susana para finiquitar ese asunto y proceder con lo que tenía pensado para esas dos nefastas mujeres, al llegar se dirigió con el comandante en jefe, quien le comentó que la comparecencia de la señorita Marlow se tomaría a las diez de la mañana del día siguiente, reiterándole que sus abogados ya estaban al tanto y de acuerdo. Una vez enterado salió del lugar, subió a su auto y ordenó a su chofer que lo llevara a la casa, donde estaba la señora Marlow. Al llegar entró directamente al despacho que ya estaba acondicionado para recibirlo, se había sentado en un cómodo sillón, se dispuso a encender un puro, pero no alcanzó a hacerlo porque le fue anunciado que la señora Marlow esperaba afuera. Él se puso de pie, indicando con una mano que le hicieran pasar. La mujer al verlo no pudo evitar sentirse intimidada, la fiera mirada del duque le hizo intuir que no sería fácil la charla con él.
En Lakewood Terry esperaba a Albert, sentado en un sillón cerca de la chimenea, su cabeza reclinada hacia atrás, uno de sus largos brazos descansaba sobre el borde del mueble, una de sus manos, que sostenía un vaso de whisky sobresalía del límite, mientras, que lentamente elevaba la otra mano llevándola a sus labios para dar una profunda calada al cigarrillo que sostenían sus dedos. Meditaba sobre lo dicho por Annie, realmente no creía que Candy hubiese sido capaz de mentirle acerca de la relación con su primo, mucho menos que lo engañara, pero la ponzoña había logrado su efecto, sentía celos, unos enormes celos al imaginar a su pecosa en brazos de otro hombre, pensar que otro le hubiere procurado las caricias, que sólo estaban reservadas para él, lo enardecía. Nuevamente venían a su mente las imágenes descritas en el diario. No quería, pero era inevitable pensar por un momento en la propuesta de Annie, ¡Tal vez dar a conocer el diario, no era tan mala idea!, finalmente ese imbécil del elegante se atrevió a escribir una sarta de sandeces de él y su pecosa, pero ¡No, ni pensarlo!, ¡Él no sería capaz de hacer algo que la pudiese dañar!, al contrario, ¡Era cierto el hecho que preferiría alejarse, si ella era feliz con el galancete! Quería controlar sus dudas, pero la verdad era que Candy no se la había puesto fácil. Lo que debió ser una reconciliación, se convirtió en una letal discusión que acabó por sacar lo que los dos sentían. Se dijeron tantas cosas hirientes, que no sabía que era peor, el imaginarla en escenas candentes con Archie, que lo hubiese dejado a su suerte en Rockstown, o peor aún que hubiese decidido por él. Sin embargo, era inevitable amaba a esa mujer más que a su vida, no quería perderla, ambos tenían que conciliar, pero — ¡¿Cómo?! ¡¿Cómo?! ¡Diablos, Candy! ¿Por qué haces todo tan complicado? — Dijo esto aplastando la colilla del cigarro en el cenicero que se encontraba sobre una mesita frente a él, se levantó y de un sorbo bebió todo el líquido ámbar que contenía el vaso.
Albert que entraba en ese momento a la cabaña se quedó observando al castaño y sonriendo comentó. — ¡Creo que es mal consejero el alcohol, cuando la sangre bulle de celos! — ¡Albert! — Dijo el actor volviéndose a mirar al rubio. — ¡No es solo eso amigo!, ¡Te lo puedo asegurar! — Pero ¿Qué pasó? ¡Ya estaba ideando la forma de hablar con Archie para no romperle el corazón!, ¡Hablar con la tía abuela para que no le diera un infarto por el escándalo que se avecinaría! — Pues ¡Tu querida hija, esta empecinada en seguir con su absurdo compromiso!, ¡Le pregunté si en verdad ama a su prometido!, pero ¡No contestó!, por el contrario, ¡Comenzamos una fuerte discusión y no pudimos aclarar nada! ¡Esta negada a decir qué fue lo que la orilló a tomar la decisión de casarse con tu sobrino! — Respondió el castaño, que ya se servía otro vaso de whisky.
— ¡Pero, Terry! ¡Quedamos en que investigarías, precisamente eso! ¡No que se enfrascaran en una discusión sin sentido!, ¡Ya conoces a Candy!, ¡Es necia!, ¡Tenías que convencerla de que te contara todo! — ¡Lo sé Albert! Pero una cosa llevo a otra, y ¡Yo con mis estúpidos celos no me pude contener!, ¡Le dije que no me importaba que hubiese estado con Archie, que sólo me importaba que su corazón fuera mío! — ¡Cielos, Terry! ¡No debiste decirle eso!, ¡Fue como dudar de su virtud!, entonces ¿No lograste, ni un indicio? — ¡Con una certeza absoluta! ¡No, Albert!, pero lo que si te puedo decir es que ¡Algo íntimo, si pasó entre esos ellos y obvio Annie está enterada!, ¡De ahí su ruptura con su entonces novio! — ¿Cómo sabes eso? ¿Por qué lo crees? — ¡No te lo dije, pero hablé con Annie y asegura que ambos la engañaron! — Pero ¿Sólo te dijo eso? ¿En qué se basa para hacer tal afirmación? ¿Por qué no me lo habías dicho? — ¡Es algo delicado, Albert!, ¡Prefiero no entrar en detalles!, pero ¡Lo que es verdad es que la tímida esta despechada y sólo piensa en vengarse!, ¡Temo que quiera hacer algo en contra de Candy! — ¡Terry, por favor! ¡Debes decirme lo que pasó! — ¡No Albert ¡De mi boca no saldrá nada!, ¡Cuando todo esto pase, si es que pasa, lo sabrás! — ¡Esta bien, Terry! Confío en tu buen criterio, pero sólo te pido que, ¡Si consideras que algo grave puede suceder, me lo digas, no quiero que Candy sea dañada!, ¡Ya es suficiente!, ¿No crees? — ¡Lo sé! ¡Ten por seguro, que lo haré! — ¡Bien!, casi amanece, es mejor que tratemos de descansar, tal vez mañana tengamos más claro lo que haremos ¿Te parece? — ¡Descansa, amigo!, ¡Que yo no creo poder hacerlo!, ¡No te miento, mi noche será eterna! — Concluyó el castaño, quien encendía de nuevo un cigarrillo.
El sol despuntaba cuando Candy fue a buscar a Archie a su habitación, pero no lo encontró, comenzó a buscarlo por toda la mansión, preguntó a los empleados, pero nadie sabía, donde se encontraba, resignada buscó a Stear, quería contarle todo, recibir su ayuda, pero la pena se anteponía, era difícil contar lo que había sucedido. Stear al verla le saludó. — ¡Candy! ¡Qué alegría! ¿Ya estas preparada para esta noche? ¡Por fin te comprometes con tu verdadero amor! ¿No? — A la rubia se le hizo extraño que su primo le dijera eso, pero bueno, no era difícil comprender que todos imaginaban que ese compromiso era por amor, así que no dijo nada al respecto, sólo se abocó a preguntar. — ¿Has visto a tu hermano? — ¡No preciosa!, sólo sé que salió muy temprano, ¿Por qué? ¿Necesitas algo? — No, sólo quería hablar con él, gracias Stear, nos vemos en un rato. — ¡Si, Candy, todo listo para esta noche!
La rubia regresó a su habitación, ya la esperaban las personas que se encargarían de su arreglo. Exhaló un hondo suspiro tratando de no resignarse, pero no había localizado a Archie, así que todo estaba definido, tendría que comprometerse oficialmente con el menor de los Cornwell. Casi corriendo entró a la mansión, no quería encontrarse con Terry y generar otra discusión.
Era casi de noche cuando Archie llegaba, la tía abuela lo esperaba en el salón — ¡Archibald! ¿Dónde has estado? ¡Ya no tardan en llegar los invitados y tú aun no estás listo!, ¡Prepárate inmediatamente!, debes bajar pronto, no quiero esperar yo sola, Albert todavía no baja. — El joven, asintió y sin decir nada subió corriendo las escaleras, estaba todo húmedo por el sudor, necesitaba ducharse rápidamente y alistarse para su gran noche.
La fiesta dio inicio, los invitados iban llegando, la orquesta tocaba un hermoso vals, mientras meseros iban y venían cargados con copas de champaña sobre charolas de plata, toda la mansión estaba adornada espléndidamente, había rosas Dulce Candy que colgaban como capullos alrededor del salón verde, ramos de las mismas flores en las mesas ataviadas con finos manteles, la tía abuela supervisaba que todo estuviera en orden, esperaba que Candy bajara por las escaleras para anunciar el motivo del evento, Archie todo nervioso, caminaba alrededor de las escaleras esperando a su novia, Stear lo acompañaba, tratando de calmarlo, pero era inútil, su hermano menor no controlaba su euforia o pánico, hasta para el inventor era difícil descifrar su gesto.
Cuando Candy hizo acto de presencia desde lo alto del segundo nivel de la residencia, la orquesta dejó de tocar, Archie se paró al final de la escalinata mirando endiosado a su futura esposa, quien, ataviada en un hermoso vestido azul marino estilo princesa con bordados en hilo de plata, dejaba ver su delgada silueta, el cabello lo traía sujeto en un moño adornado con una tiara de brillantes que hacía juego con la pulsera que le diera Albert; al menor de los Cornwell por un momento se le olvidaron todos sus problemas, sus sentidos estaban enfocados en la hermosa rubia que iba bajando, sin embargo, ella antes de tomar la mano de su prometido, su mirada se crispó al ver que desde la entrada del salón, Terry avanzaba acompañado de Annie.
Continuará…
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