GUERRERAS APASIONADAS DE TERRY PRESENTA : ¨UNA LUZ EN LA TORMENTA¨ Capitulo 2 BY SISY BENETT

La vida que Terry y Candy Granchester habían construido junto a sus tres hijos Marianne Alexander y Joshua en Inglaterra era realmente maravillosa. Incluso mucho más de lo que ellos alguna vez pudieron imaginar.

Justo en eso pensaba Terry cuando aquella tarde cuando ya se acercaba al tramo del camino que le indicaba que estaba cada vez más cerca de llegar al condado de Warkwickshire.

Stratford - Upon Avon – Warkwickshire.-Inglaterra
6 abril de 1937.

El haber conducido desde Londres esa tarde le había resultado bastante aburrido y por demás agotador. El cansancio físico que llevaba consigo, no se debía solo por recorrer cada vez con mayor frecuencia, los 140 kilómetros que separaban la población de Stratford con la ciudad de Londres. Gran parte de su cansancio se debía a las múltiples obligaciones como Director artístico del Shakespeare Memorial Theatre, así como por las responsabilidades que como heredero del patrimonio Granchester, su padre delegaba cada vez más en él.

Había sido un largo y muy frío invierno y pasados los albores del cambio de estación Terence Graham Granchester no había parado de trabajar ni un solo día las últimas seis semanas.

Detrás del volante de su automóvil, avanzaba a gran velocidad sobre la carretera pavimentada y pudo observar con agrado, cómo a ambos lado del camino, un fulgurante verdor comenzaba a cubrir con mayor intensidad la extensa campiña inglesa.

Los rayos de sol en su ocaso iluminaban ya de manera tenue y delicada los pequeños brotes de capullos de las diferentes flores silvestres que anunciaba cada vez con mayor fuerza, que había llegado la primavera. Por ello un profundo sentimiento de agradecimiento lleno su mente y su espíritu, no solo por las bendiciones climatológica que le regalaba esa época del año, sino porque finalmente, podía disponer de unos días libres para descansar y estar con su familia.

No era la primera vez que regresaba de la ciudad cansado y ansioso por estar de nuevo a su hogar, pero esa vez realmente le urgía poder alejarse de todo el mundanal ruido de la ciudad Londres, así como de las cada vez más inquietantes noticias que venían del continente, las cuales solo lo hacían pensar en todos los posibles problemas por venir.

No había un solo día en que los periódicos o las conversaciones no terminaran hablando de todo lo que estaba ocurriendo en Alemania y más recientemente en Austria. Todo era realmente preocupante.

Han pasado muchos años de la tragedia de la Gran Guerra. La guerra que acabaría con todas las guerras y sin embargo muchos temían que lo que estaba ocurriendo los últimos años en Alemania pusiera nuevamente en riesgo la paz que con tanto sacrificio se había logrado conquistar apenas 19 años atrás.

En ese entonces siendo el aún muy joven había tenido una opinión muy reservada de lo que había ocurrido en aquel evento bélico que a su juicio carecía de todo sentido. Para él era simplemente inconcebible que por la ambición de unos pocos se hubiera perdido la vida de casi toda una generación.

Lo cierto es que en la conciencia colectiva de su país sobre los hechos de entonces y los de ahora permanecían en un constante debate, incluso entre sus amistades no cesaban las largas conversaciones al respecto.

Su gran amigo el veterano piloto de la Real Fuerza Aérea (R.A.F) William Bishops con quien se había reunido para cenar la noche anterior para hablar sobre  la próxima exhibición aeronáutica en la  cual ambos participarían. Como  ya era usual en él,  no pudo evitar hablar sobre el tema, William al igual que muchos veteranos de la Gran Guerra parecían estar más preocupados por lo que representaba el gobierno alemán en esos momentos que los políticos en Westminster o  Downing Street. Al final de la velada Bishop    terminó por prestarle un  libro escrito por quien en ese momento era el canciller Alemán Adolf Hitler,  y que este había publicado más de una década atrás. Ese libro llamado " Mi Lucha", según Bishop era la prueba más fehaciente para  entender la verdadera naturaleza de la personalidad del líder del partido Nazi en Alemania.

Leer un par de capítulos de aquel libro le había bastado al noble actor inglés para confirmar lo que ya pensaba de aquel hombre. Terry Granchester era de la opinión de que no había que ser un gran estadista para darse cuenta que ese hombre sin duda alguna representaba una gran amenaza.  Un amargo sabor llego a su garganta  y en  un acto reflejo Terry no pudo más que apretar el volante y acelerar un poco más el motor de su auto pues sentía que a medida que se acercara más rápido a su casa, más ponto podría olvidar lo que había leído en aquel aberrante libro.

Un hondo suspiro de alivio salió de sus pulmones cuando vio el sendero que le indicaba lo cerca que ya se encontraba de llegar a su hogar.

Ya era tarde, el sol ya estaba ocultándose cuando enfilo su vehículo hacia la entrada de su residencia. Las luces de los faroles de la entrada ya estaban encendidas, así como las del jardín. Tan pronto entro saludo al viejo cuidador de la propiedad que había adquirido 5 años atrás cuando decidió aceptar estar al frente de la dirección artística del recién inaugurado Teatro Shakespeare Memorial, y desde entonces su familia había fijado como residencia principal en el  municipio  de Stratford-upon-Avon, en una  hermosa casa a orillas  del río.

Si a alguien le había hecho feliz tomar la decisión de mudarse ahí, fue a Candy pues para ella no había mejor lugar para criar a sus tres hijos que el campo, con sus bastos espacios abiertos dónde sus hijos crecerían fuertes y sanos al estar en contacto directo con la naturaleza. Y es que sin duda,  el haber tenido la oportunidad de criar a sus hijos en aquel apacible lugar había sido para ellos una bendición. Durante los últimos cinco años sus hijos habían crecido sanos y fuertes: Marianne la mayor de sus hijos en  poco más de una semana estaba por  cumplir los Doce años de edad.  Ella junto con los gemelos Alexander y Joshua de 10 años,  hacían de la vida de sus padres una permanente revolución de lo que Candy  insistía en llamar "Felicidad Familiar",  en la que: Las travesuras,  accidentes,  peleas,  juegos y risas, habían sido siempre parte de la rutina diaria.

El matrimonio Granchester hubiera querido tener más hijos pero no pudo ser así. Tres años después de que Candy hubiera dado a luz a los gemelos había vuelto a quedar embarazada y esa misma semana cuando confirmaba la feliz noticia, sufrió un aborto espontáneo junto con una fuerte hemorragia, que posteriormente trajo como consecuencia no solo la pérdida de su bebé si no imposibilidad de volver a quedar embarazada nuevamente.

Para el matrimonio Granchester fueron semanas de una profunda tristeza, en especial para Candy quien gracias al amor de su marido la ayudo a no sucumbir ante el dolor que le causo aquella perdida. Terry fué la roca dónde ella pudo apoyarse y así lograr superar esa dura realidad, haciéndole entender lo afortunados que realmente eran de poder tener a sus tres hermosos hijos y sobretodo el tenerse el uno al otro.

Los años siguieron afianzando más su relación. Doce años de feliz matrimonio en los cuales habían aprendido a superar dificultades, valorando cada momento junto. Y si bien su familia siempre sería prioridad para ambos, tanto esposo como esposa habían podido encontrar el equilibrio perfecto para poder seguir desarrollando sus carreras en paralelo con su vida familiar.

Lady Candice Granchester, nombre por el cual era conocida en la sociedad inglesa gracias a la herencia aristócrata de su esposo, había podido completar una especialización más en su carrera como enfermera quirúrgica y viajaba al menos una vez por semana a Londres para atender la fundación del hospital de niños del cual los Granchester eran sus principales patrocinadores.

Por su parte, Lord Terence Graham Granchester Después de recibir numerosas propuestas, acepto trabajar en dos diferentes películas que fueron filmadas en Inglaterra y que resultaron bastante exitosas, ganándose nuevamente el respeto y la admiración no solo del público si no de los críticos del cine. Para él fue una experiencia única que prefirió dejar a un lado, una vez que se dio cuenta que perseguir una carrera en el cine le supondría sacrificar algo que para él era lo más importante en la vida, su familia. Por eso prefirió volver dirigir sus esfuerzos artísticos en el teatro, logrando producir nuevamente  ¨Hamlet¨, que fue un rotundo éxito en todo Reino Unido. Su trayectoria no solo como excelente actor, si no como productor y director de teatro le ganó el reconocimiento de parte de la corona. Terence Graham Granchester era respetado y reconocido como todo un caballero inglés no solo por su origen noble si no por su destacado trabajo en la protección y divulgación de la cultura Británica a nivel internacional. Cuando le ofrecieron asumir el cargo de director artístico del Teatro Shakespeare Memorial, no dudó en aceptar la propuesta pues era la oportunidad única de poder conjugar su vida profesional y la familiar de manera perfecta.

A medida que se acercaba a la entrada de la casa Terry no dejaba de reflexionar en todos los momentos de felicidad familiar que habían vividos en aquel hermoso lugar, que muy pronto deberían dejar atrás para seguir adelante. 'Después de todo sería un lugar al que siempre podrían volver en el futuro". Se decía así mismo para mitigar el sentimiento de melancolía que sentía el solo pensar en ello.

Después de Bordear con el auto la pequeña rotonda de la entrada de la casa, de nuevo un leve sentimiento de nostalgia le golpeó, pues extraño mucho la presencia de sus hijos quiénes siempre que él llegaba a casa salían corriendo, bien fuera del interior de la casa o del jardín. Siempre en completa algarabía para darle la bienvenida. Pero esta vez no fué así pues el mismo día que él había partido a Londres, ellos se habían marchado en compañía de sus abuelos a Windermere a pasar unas cortas vacaciones para celebrar las vacaciones de primavera.

Bajó del auto y también hubo algo que le extrañó aún más y fue que Candy no solo no hubiera salido a su encuentro sino que tanto el umbral y el interior de la casa aún permanecían en penumbra. A medida que entraba a la casa todo comenzaba a verse cada vez más oscuro, incluso por un momento dudo de que ella estuviera en casa, pero su instinto le hizo buscarla en el estudio, pensando que tal vez se había quedado dormida leyendo algún libro.

Llegó a la estancias y encendió la luz y ahí estaba ella quien lo miraba sorprendida regalándole lo que para él era tan preciado, su sonrisa.

—Pero Candy que haces ahí en la oscuridad? —Le pregunto él con voz suave para no asustarla. A lo que ella respondió de inmediato radiante de felicidad por verlo de nuevo—

-—Oh Mi amor llegaste! - Bienvenido!

Tras un intenso y amoroso saludo, ella no pudo evitar expresar su gran alegría.

—Oh amor no sabes cuánto me alegra que haya regresado. Creo que te he traído con el pensamiento. —Termino de decir esto y no pudo contener un largo suspiro mientras lo miraba a sus ojos — No sabes cuánto me alegra que hayas regresado hoy. Sé que podrá sonar exagerado pero el haber estado sola este par de días sin ti y los niños me ha puesto algo nostálgica.

Terry abrazó a su mujer acurrucándola entre sus brazos.

—Cuando hablamos ayer por teléfono me dijiste que habías recibido carta con buenas noticias de Pony. Ella está bien, no es cierto?

— ¡Si, Así es! De hecho me ha escrito unas cortas líneas de su puño y letra para hacérmelo saber pero igual... Ya sabes cuánto resiento a veces la distancia que nos separa. El hecho es que quisiera poder ir a verla aunque sé que por ahora no será posible...

Terry comprendía muy bien los sentimientos de su esposa. Ella seguía siendo en esencia esa chica jovial de carácter alegre y vivaz con una fortaleza de espíritu casi inquebrantable. Sin embargo como es natural en todos los seres humanos su amada Candy también tenía una gran sensibilidad con respecto a sus grandes afectos que la hacía muy vulnerable a la tristeza, especialmente cuando las cosas no marchaban bien.

Por ello Terry no había querido dejarla sola por mucho tiempo. Sabía que al no tener que ocuparse de los niños su preocupación por Pony, terminaría por ponerla triste. Definitivamente a su mujer al igual que a él ya no le sentaba para nada bien la soledad.

Candy vio la mirada de consternación en los ojos de Terry por saberla triste. Y no dudo un segundo en hacerle entender que no tenía nada de qué preocuparse.

—¿Pero sabes amor? Una vez más gracias a ti no todo fue tan mal. Lo cierto es que ver el cuadro que me regalaste del hogar de Pony me ha hecho sentir algo de consuelo. Y de pronto ya no los sentí tan lejos.

Terry al escuchar las palabras de Candy sonrió aliviado

—Vaya me alegro que ese cuadro aún siga haciéndote de algún modo feliz. Cuando lo encontré en el mercado Covent Garden no lo dude un segundo, sabía que lo amarías tan pronto pusieras tus ojos en el. —Ella solo asintió. Eso basto para él confirmar lo que ya había intuido, tan pronto la encontró a solas en el estudio, esa tarde—  Ya puedo imaginar lo nostálgica que has estado el día de hoy, espero no hayas estado llorando , me lo prometiste antes de marcharme. Espero no te hayas convertido en una Pecosa llorona...!

Candy sonreía sin decir más, no hacía falta pues él parecía saber todo lo que pasaba por su mente y su alma ese día. Sin más ella se deslizo entre sus brazos nuevamente, para sentir de nuevo el calor de su pecho y el aroma de su colonia inundar todos su ser. La sensación de tenerlo ahí tan cerca de ella era lo único que necesitaba para ser feliz. Sin poder resistirse mas busco su labios para besarle.

El reacciono a ese abrazo haciéndolo más íntimo cuando sus manos que antes  abrazaban su cintura ahora bajaban hasta sus caderas pegándola más a su pelvis para que ella pudiera sentir el efecto que habían causado sus besos y caricias en su cuerpo.

Ella disfrutaba con verdadera excitación cada beso de sus húmedos labios acariciando su cuello hasta llegar hasta el lóbulo de su oreja. Sin poder resistirse emitió un gutural quejido de placer.

—Terry... Por Dios!! Apenas acabas de llegar y ya...

—¿Y  ya qué?..  —Le dijo él sin mucho interés, mientras seguía besando sus hombros ahora desnudos gracias a la avidez de sus manos que habían logrado aflojar fácilmente el corpiño de su vestido.

—Y que no me has dado oportunidad de preguntarte si quieres algo de comer o cómo te fué y... Es que tenemos tanto de que hablar... y tú, Tu  solo... —Decía Candy entre suspiros entrecortados por el placer de las caricias que él seguía proporcionando sobre su ya muy excitado cuerpo.—

Candy que había entre cerrado su ojos, los abrió tan pronto sintió el pulgar de la mano derecha de Terry acariciando sus labios haciéndola callar. Apenas se vio reflejada en el azul intenso de sus brillantes ojos que destellaban de pasión,  entendió que su tonto juego de dilación había perdido todo sentido pues ella ansiaba lo mismo que él le había hecho entender con solo mirarla.

—Supongo que tu solos quieres que te siga hasta nuestra habitación para que podamos hacer el amor ¿no es cierto?

—¿Por qué siempre eres tan Brillante eeh...? — Le preguntó Terry de forma burlona mientras le regalaba su típica sonrisa de lado.

Sin decir nada más. él solo le ofreció su mano para que lo acompañara, algo que ella hizo sin dudar un segundo más, pues ya ansiaba volver estar de nuevo entre sus brazos.