REENCUENTRO
Ella despertó, se asombró de que ya no había mas dolor y su piel había recobrado la lozanía de antaño, ahora de ella emanaba una luz brillante, miró a su alrededor, una soledad invadía todo, únicamente las miradas vacías de ángeles de mármol la acompañaban, sin embargo, sentía paz, comenzó a caminar sin rumbo fijo entre las lápidas y mausoleos sin nada más que algunos aullidos de perros que se oían a lo lejos. Se detuvo frente a una lápida y no pudo evitar que una lágrima rodara de sus hermosos ojos.
El frío calaba hasta los huesos, pero él no lo sentía en su deambular nocturno, se sabía el camino de memoria, el viento comenzó a revolver sus cabellos y ondear su gabardina, por instinto la cerró más cubriéndose el pecho, a lo lejos vio una claridad parecida al alba, pero de ella emanaba paz y no la tristeza habitual por un nuevo amanecer. Con cautela se acercó hasta divisar una figura femenina de rubios, largos y ondulados cabellos, inevitablemente le vinieron los recuerdos, unos felices como un verano en Escocia y otros dolorosísimos como un adiós en las escaleras de un hospital.
Un movimiento del ser que tenia enfrente lo saco de sus cavilaciones, lentamente vio como ella se giraba a la par que abría los ojos sorprendida por encontrarlo y más en un lugar como este. ¿Pecosa eres tú?, ambos corrieron a fundirse en un abrazo y sus bocas se encontraron con la vehemencia de la sed atrasada. -mi amor, te extrañé- decía entre sollozos a la vez que trataba de fundirse con él. Sus besos sabían a juventud pasada y amor añejo mezclado con pasión y nostalgia.
Sus dedos se enredaron en los castaños cabellos, su boca saboreó la boca, siguiendo con la mandíbula y el cuello bajando poco a poco mordiendo los hombros mientras ambos se despojaban de sus ropas, recibió los ansiados besos en sus hombros, sintió como bajaba a sus pechos para lamerlos, besarlos, chuparlos, mordisquearlos mientras ella lo acercaba más y más, lentamente se recostaron en una lápida, no les importo el lugar ni profanarlo con la pasión que se debían desde hace mucho tiempo, con sus ropas sobre la lápida para hacerla un poco más cómoda, el castaño se posó sobre ella besándola mientras con su mano recorría todo su cuerpo sintiendo su lozana piel, acariciando sus hermosos cabellos, bajó en su recorrido hasta los apretados muslos que al contacto con sus yemas se abrieron para dejar al descubierto la tan ansiada femineidad, se deleitó un buen rato acariciando los rubios vellos y rodeando la entrada hasta que los gemidos de la joven le hicieron saber que estaba lista así que introdujo su virilidad hasta el fondo en medio de rápidas embestidas, siguió bombeando a la vez que besaba a su chica, lentamente dejó su boca para bajar y dar otro beso largamente ansiado, bebió sus jugos que le supieron a gloria, la rubia, presa del éxtasis lo atrajo hacia ella para probar su propia miel de la boca de su amado y luego bajar lentamente recorriendo con la lengua su torso hasta llegar a su gran virilidad, la tomó con ambas manos y la metió de una hasta el fondo de su boca donde succionó lentamente, luego rápido, después la recorrió con la lengua de arriba a bajo y de lado a lado, mientras observaba como los ojos del castaño pasaban al azul oscuro casi negro con las pupilas dilatadas gracias a la excitación que ella le hacia sentir, hasta que no pudiendo contenerse más, se descargó en la hermosa boca de la rubia, quien le dio un apasionado beso blanco que le supo a pasión mezclada con los sabores de ambos. No pudiendo esperar más, él la penetró nuevamente de una manera salvaje llena de pasión, mientras gritaba a los cuatro vientos cuánto la amaba y que siempre seria su único amor en toda la eternidad más allá de la vida y la muerte.
Siguieron besándose ciegos de pasión, cuando un sabor amargo invadió la boca femenina, sorprendida abrió los ojos para darse cuenta que en su boca había pedazos de los labios de su amado quien iba perdiendo la lozanía de su piel, y se descarnaba poco a poco hasta dejar al descubierto sus huesos, se disipaba también el cabello por mechones y la lujuria de su mirada se iba apagando poco a poco hasta perder también su humedad y dejar solo cuencas vacías. Presa de la angustia se separó de él sin dar crédito a lo que sus ojos veían -¡Terry, Terry! ¿Qué sucede?- -Candy amor mío, este es el castigo que se les da a las almas en pena como yo cuando profanan a un alma de luz como lo eres tú-, dijo Terry con un escalofriante susurro que no era humano y que se notaba era su último esfuerzo, mientras tomaba las lozanas manos entre las suyas huesudas, -Perdóname, pero no podía dejar pasar la oportunidad de amarte aunque fuera solo una vez, nunca olvides que te amo donde quiera que tu estés y donde sea que yo esté siempre te amaré-
si llegaste al final, agradezco tu tiempo y tu lectura, espero hayas disfrutado