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Cumpliendo el reto impuesto por la Maga Cafi, espero haberlo hecho bien 
—La crueldad es un acto que se paga con crueldad. —gritaba la gran reina a viva voz, con ese tono que parecía ser gasolina para los furibundos fuegos que tenía como súbditos, quienes estaban a la espera a que diera la orden para dar muerte a todos aquellos aldeanos y pocos guerreros que aun quedaban con vida solo porque así ella lo disponía.
Su ataque había sido certero y sorpresivo, en medio de una noche tranquila y hermosa de primavera, donde los pájaros y hasta el microorganismo mas diminuto de la naturaleza se podía escuchar cantar de felicidad.
Era una noche que estaba dedicadas para los viejos y nuevos amantes.
Nadie nunca se imaginó que ese cruel ataque se daría, nadie nunca pensó que la pequeña y dulce niña de ensortijada cabellera tomaría represalia, mucho menos que cobraría esa supuesta humillación con todo un pueblo, con su familia.
El Clan Andrew fue sacado del castillo y dado muerte según su orden de llegada.
Sin preguntar si «a este también»,nada.
Las ordenes eran clara, y a su arrogante reina no le gustaba hablar dos veces y sus hombres lo sabían.
Las aldeas ardían, los gritos de terror y de empoderamiento militar se hacían escuchar, hasta el tintineo de las espadas de algunos rebeldes que no entendían que ya todo estaba perdido; pero el «orgullo» y «honor» de los caballeros eran imposible de quebrantar.
—Candy, por Dios, ten piedad con tu pueblo y mátame a mi que soy el único culpable de lo que sea que te haya hecho.
Tomaba la palabra el comandante Grandchester, quien con su mirada tan gélida como se había tornado la noche después de que se le irrumpiera su paz de aquella manera, tomara fuerza para tratar de rugir como el lobo feroz que era y hacerle frente a aquella bruja desquiciada quien llevaba el rostro de la mujer que mas amó.
Porque de verdad lo hizo, aun lo hacía; prueba de ello es que, a pesar de todo, aun le esperaba; su obstinado amor le impidió desposar a alguien, porque ese lugar estaba reservado.
Una carcajada.
Un gesto de bruja.
Un gesto de maldad se hizo ver.
—¿sea lo que sea que me hayas hecho, dijiste? —gritaba desde la imperiosa altura que le otorgaba su bribón corcel negro—. Entonces ¿Se puede decir que el venderme como cualquier cosa solo para preservar la paz en este pueblo es un «lo que sea»? ¿Que venderme como un animal de granja ES NADA? —vocifero— ¡Que sufran todos estos malnacidos que son felices acosta de mi infelicidad! ¡Qué sufran cada segundo! Porque lo que yo viví—se señalaba repetidas veces con su dedo índice—todos estos años ¡20 LARGOS Y ASQUEROSOS AÑOS! Ni tú ni tu pueblo alcanzaran a pagar. —su voz se quebraba, pero no se hacia menos firme, con cada aliento, con cada palabra que exteriorizaba, su odio aumentaba.—. Ninguno de ustedes se dignó en mandarme ni una misera carta, ningún gesto vi de ustedes para con mi sacrificio. Se olvidaron de mi, siguieron viviendo y yo muriendo en aquella cárcel.
A su memoria llegaba las vivencias de su desdichada vida, repasando desde el doloroso momento que le rogara a su hermano William que rompiera cualquier acuerdo y que peleara por ella y este se negara hacer nada, su boda, SU NOCHE DE BODA y todas las noches que le sucedieran a esta, hasta llegar hasta ese momento.
Desde su lapida—porque así consideraba el enorme reino al que había sido vendida, y su sepulcro cuando fue obligada a casarse—, cada noche que era profanada por quien se creía su dueño, fue planeando la venganza; la verdad, es que esto era lo único que le daba fuerza para mantenerse de pie, porque muerta ya se sentía, su venganza era el único motivo que le impedía arrojarse desde la última torre que coronaba el húmedo y siniestro castillo.
—Tú, «mi gran amor», el que decía que lucharía y no se cuanta barbaridades dijiste que harías por MI, no morirás—lo señalaba con su cuchillo.
Sus ojos estaban rebosantes de lacerantes lágrimas, pero su gesto duro y su odio estaban firmes cual muralla.
Terry quería llorar, quería abrazarla, quería tenerla entre sus brazos y quitarle la vida y volverla a revivir cuantas veces fuera necesario. En su interior se libraba una lucha contradictoria entre su amor por ella y las ganas que tenia por hacerla pagar por la injusticia que estaba cometiendo.
—Tú, malnacido hipócrita, quedaras vivo. Quiero que sepas que existen las noches en velas, que la noticias que por culpa de un caballero sin honor su pueblo murió se esparzan como pólvora; y que todos te huyan, QUE NADIE TE QUIERA.
Terry debía decirle la verdad, que ella siempre había estado comprometida a ese hombre, que no lo recordaba por culpa de un accidente que la dejó desmemoriada, al parecer, permanentemente, y que él solo fue el caballero que habían asignado para evitar que un incidente igual o peor volviera a suceder, ya que quien fuese su cuidador no cumplió como debió ser; que su furtivo romance nació por accidente, por una mera jugarreta del destino, que eso que vivieron nunca debió ser; pero no valía la pena, ya muchas personas habían muerto, y muchas lo estaban haciendo.
Que irónico era la vida, todos estaban pagando por algo sin precedente, por algo que, antes de aquel asalto que la dejara sin memoria, ella estuvo gustosa por hacer; hasta fue quien se ofreciera al no ver otra manera de mitigar los futuros ataques a su pequeño reino.
—No lo haré—habló el rebelde caballero quien ya tenia estudiado la posición de los otros espadachines que lo tenían seteado; y con un movimiento ágil de batalla logro tumbar a uno y luego a otro, asiéndose de la espada de uno de estos.—amada mia, si he de morir algún día, que sea hoy y con honor—sonrio de medio lado antes de hacer ademan de atacar a la reina, provocando que uno de sus súbditos se acercaran y le diera muerte casi inmediata; porque él luchó, con toda la destreza que sus manos amarradas les permitieron, luchó con honor así como amó, así como lastimosamente amaría mas allá de la muerte a la verdugo de su pueblo y corazón.
Con ojos desorbitado, la despiada rubia miraba a su amado; era testigo de como la muerte iba hilando cada soplo de su existencia.
Por alguna razón, los motivos que la mantuvieron en ese lado de la vida, a pesar de que todo había casi surgido como lo planeó, pues su querido caballero nunca le dio explicación del por que nunca fue a rescatarla nunca llegó.
Candy saltó de su caballo tomó una espada y dio muerte aquel hombre que le cegara la vida a Terrence, ya que había sido clara, y nadie podía pasar por alto sus ordenes aun si su vida corriera peligro.
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Gracias por leer 
Última edición por igzell el Miér Abr 07, 2021 10:31 pm, editado 1 vez
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