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Chicas, ¿cómo están?, bueno pues aquí lanzando otro ataque por el bombón de Terry, pues dejando la quinta parte de mi fic, esperando que sigan disfrutando la lectura, besos grandes a todas.
" />DESPUÉS DE LA GUERRA
PARTE 5
No me importa que aún no haya amanecido, de hecho, no pude dormir bien lo que restó de la noche, una sola idea me rondaba la cabeza, me dolió tanto lo que presencie durante la cena, al grado de que decidí regresar a mí habitación, ya que, si no lo hacía, no hubiera podido controlar mis demonios. Hoy me siento más tranquilo, pero aun así tengo que hablar con ella, antes de que amanezca.
- Terry, ¿por qué me hiciste verte tan temprano y aquí? – Annie me cuestionó, llevaba puesta su bata, el frío viento alborotaba nuestro cabello, estábamos en el puente de piedra, yo le daba la espalda – además que fue eso de anoche – me reclamó – primero te tomas muy en serio tú papel de mayordomo y después te encierras en la habitación, sin siquiera probar bocado – me volví hacia ella, no sé qué expresión tenía, pero debió ser terrible al ver el rostro de Annie llenarse de miedo.
- ¿Y todavía lo preguntas? – comencé a caminar de un lado a otro.
- ¿A qué te refieres con eso? – me preguntó, como si desconociera a lo que me refiero.
- ¿A qué? – me acerqué a ella y la sujeté de los brazos – la tratas como si fueras una inútil, y todavía me preguntas que ¿a qué me refiero? – sentí mi mandíbula tensarse – no te hagas la que no sabe de qué hablo – dije al ver el signo de interrogación en su rostro – Candy siempre ha sido autosuficiente – la solté – no es un bebe para que le des de comer en la boca – al fin solté el motivo de mí enojo, Annie me volteó a ver.
- Pero ella no puede… - quiso excusarse, pero no la dejé.
- ¡Claro que puede! – interrumpí sus pensamientos – tal vez tenga que esforzarse más – me sentía miserable, sabía que estaba siendo duro, pero no podía resignarme a ver a Candy en ese estado, tan patético y deprimente, eso me recordaba a… - se supone que debes de ayudarla – le recriminé – no hacerla una inútil – la expresión el rostro de Annie me decía que había comprendido mi actitud.
- Lo siento – bajó la mirada – yo solo quería… - creo que no encontraba las palabras para expresarse.
- Se bien lo que querías – dije al tiempo que recargaba mis brazos en el pretil del puente – y no culpo – suspiré – pero creo que sería de más ayuda dejar que ella se esfuerce un poco más por sí misma, ¿te has preguntado lo que siente Candy al tratarla como una incapacitada? – añadí, un largo silencio se prolongó por algunos minutos, en momento percibía un leve chasqueo salir de sus labios pero al final no dijo nada. Annie había entendido bien a que me refería y conociéndola estaba seguro de a partir de hoy, las cosas empezarían a cambiar, ella se marchó en silencio sin refutar mi opinión, me di cuenta que tendría un duro trabajo, pues no es solo ayudar a Candy, sino también a Annie, que se quite ese velo que tiene puesto sobre la cabeza, sé que tuvo una educación para ser servicial y obediente, pero a veces creo que raya en la exageración. Me quedé un poco más en el puente antes de que los primeros rayos de luz comenzaran a aparecer en el horizonte… pensando y recordando cosas que hubiera preferido se quedaran en alguna parte donde no pudiera recordarlas, donde no pudieran hacerme sentir culpable por lo sucedido a Susana Marlowe. Cuando regresé a la mansión la señora Bellamy ya me esperaba en la entrada de la puerta, con ese rostro duro y serio.
- ¡Buenos días! – me dijo antes de que yo pudiera saludarla primero.
- ¡Buenos días, señora! – respondí como el caballero que soy.
- Si hubiese que sabido que se levantaría tan temprano, le habría ordenado limpiar el establo – su tono de voz era ácido.
- Bueno, mis deberes como mayordomo – contesté en el mismo tono que me había hablado – se limitan a servir a las señoritas – sonríe arrogante, cosa que le molestó, pude de notarlo de inmediato en su gesto.
- No sé a qué vino usted aquí – respondió con dureza – pero no voy a permitirle sus altanerías para conmigo. La volteé a ver con reproche.
- No quiero ser grosero – respondí tratando de sonar lo más tranquilo posible y conteniendo mis ganas de responderle como se merecía – pero del modo en que se dirija a mí, es del mismo modo en que yo me dirigiré a usted – añadí, mientras seguía mi camino hacia el interior de la casa.
- Las señoritas desayunarán en la terraza del lado este – dijo mientras se erguía – vaya a ponerse el uniforme, para que desayune antes que las señoritas – ordenó, dio la vuelta y se alejó.
- ¿Qué le pasa? – me cuestioné en cuento entre a mí habitación - ¿Qué hice para que me trate de así? – no entendía su actitud – traté de tranquilizarme antes de que empezaran mis labores como mayordomo. Después de bañarme y arreglarme bajé a la cocina, con la firme disposición de prepararme yo mismo el desayuno, estaba por entrar cuando escuché voces cuchicheando en el interior.
- ¡Es más guapo de lo que imaginé! – dijo una de las chicas.
- Dicen que es una estrella en ascenso en el mundo de la actuación – expresó una mujer más madura.
- Pero, ¿qué vino a hacer aquí una estrella del teatro? – cuestionó la chica mientras comenzaba a picar algunas verduras.
- Eso es cosa que no nos incumbe – la mujer tomó una canasta y se dirigió hacia la puerta – voy por los huevos – explicó y salió de la cocina – y deja de hablar del joven Grandchester – dijo antes de retirarse – si Bellamy te escucha, te reprenderá – la señaló con el dedo.
- ¡Bellamy, te reprenderá! – rezongó la joven cuando se vio sola en la cocina, me preguntó que guarda esa mujer tan pulcra; ahora que lo pienso siento que su rostro me parece familiar, pero no logro recordar ¿a quién?
- ¡Buenos días! – saludé en cuanto entré a la cocina, la joven que estaba concentrada en su labor, volteó al escucharme hablar, dejó el cuchillo a un lado de la tabla y se llevó las manos al pecho.
- ¡Bue… buenos… días! – tartamudeó la chica y a mí aun me causa gracia las reacciones de las chicas ante mí presencia.
- La señora Bellamy me dijo que viniera a desayunar – dije amable.
- De inmediato le preparo algo – la joven estaba bastante nerviosa, pero aun así se apresuró a servirme una taza de chocolate caliente, la cual me estaba cayendo bastante bien ante el frio que se sentía, puso algunos panes sobre un cesto y los dejó frente a mí, me serví y me dispuse a disfrutar de mí desayuno, minutos después regresó la otra señora con un cesto lleno de huevos, se extrañó un poco al verme ahí, pero casi de inmediato se dispuso a prepararme un delicioso omelette acompañado de verduras y queso, fue entonces que me enteré que ella era la cocinera – ¡muchas gracias! – dije en cuanto me levanté de la silla – todo estuvo delicioso – y en verdad que lo había estado, hacía mucho que no tenía un desayuno tan hogareño.
- Joven, Graham – la señora Bellamy me habló desde la puerta – termine de arreglarse y venga para que le lleve el desayuno a la señorita.
- ¿Señorita? – que no había hablado en plural anteriormente, creo que adivinó mis pensamientos con solo ver mi expresión.
- La señorita Britter se siente indispuesta – me explicó – así que la señorita Andley desayunará en la terraza y usted tendrá que acompañarla – añadió.
- ¡Diablos! – pensé para mis adentros, acaso Annie se está desquitando por lo que le dije en el alba, apreté los labios, ella sabía bien que yo no debía de hablar tanto frente a Candy, ¿por qué me hacía eso ahora?
- ¿Tiene algún inconveniente? – me preguntó la señora Bellamy al ver mi postura dudosa.
- No – respondí tratando de mostrar seguridad. Minutos después ya estaba listo para llevarle el desayuno a Candy, solo esperaba que la charola estuviera lista, no me costó mucho trabajo fungir como mesero ya que cuando recién llegue a Nueva York, mi amigo Charly me recomendó ir a un restaurante donde solicitaban un mesero, fue así que empecé a ganar mi propio dinero, quien diría que mis habilidades como camarero me ayudarían en este momento, me dirigí a la terraza que estaba del lado este, para ese momento el sol había salido y el viento se había dispersado un poco, al llegar vi a través del ventanal que ella ya aguardaba ahí, sentí mi corazón saltar de gozo – llegó la hora de actuar – pensé mientras dejaba escapar el aliento contenido en mis pulmones, toqué la puerta.
- ¡Adelante! – respondió Candy con su peculiar alegría.
- ¡Buenos días! – dije disimulando el tono de voz.
- ¡Oh, señor Eversong! – Candy pareció sorprendida al saber que era yo… bueno, más bien el mayordomo – no esperaba que fuese usted – pude percatarme de su nerviosismo.
- Si le molesta, puedo pedir que alguien más la atienda – repliqué con cierta tristeza, tal vez el acercamiento de anoche la incomodó.
- ¡No! – casi gritó, cosa que me sorprendió – que sea usted quien esté aquí… me agrada – sus mejillas se llenaron de un color rosa intenso, y yo me sentí alagado por ello, comencé sirviendo el té, luego dejé el plato de fruta, un cesto con pan y un omelette, tan apetecible como el mío, puse los cubiertos frente a ella, sobre el tablero de cristal de la mesa.
- Con su permiso – dije mientras me dirigía a la puerta, miré de reojo a Candy, sentada en aquella silla de hierro forjado, llevaba puesto un vestido blanco y un abrigo rojo – ese abrigo es el mismo… de aquel día – recordé aquella noche de invierno. Ese día a pesar de querer mostrar fortaleza percibí su vulnerabilidad, pero yo… no hice nada, me sentí miserable en ese momento de solo recordarlo y ahora, estaba frente a mí igual de vulnerable, con el rostro lleno de miedo, tal vez no fue una buena idea decirle a Annie que la dejara valerse por ella misma, creo que fui duro y demasiado exigente, vi como su mano temblaba con dirección a la mesa – permítame ayudarle – me acerqué de nueva cuenta a ella, tomé su mano con la mía, de inmediato sentí una descarga eléctrica recorrer mi cuerpo, no sé si ella sintió lo mismo ya que alejó su mano y la llevó al pecho.
- Mi amiga Annie se sintió un poco mal – comenzó a explicarme – y bueno… - Candy titubeó – ella me ha estado ayudando – dijo mientras bajaba la cabeza, como si sintiera vergüenza.
- ¡En verdad eres estúpido Terry! – me recriminé internamente por precipitarme con respecto a Annie y sus mimos – yo… puedo ayudarle – me acerqué a ella y le susurré al oído.
- Señor Eversong… - Candy se quedó callada por unos instantes, como pensando en encontrar las palabras adecuadas para decirme algo – gracias por sus atenciones.
- Siga mi voz – dije sin hacer tanto esfuerzo para fingir la voz, la verdad es que no me importaba si ella me descubría, estando a su lado ya ninguna mentira tenía sentido, comencé a guiarla con suavidad y paciencia, al principio le costó un poco de trabajo tomar los cubiertos pero después de dos intentos lo demás fue fluyendo, le indiqué dónde estaba la oreja de la taza, a cuantos centímetros estaba el cesto de pan, e incluso le expliqué como colocara la servilleta en su regazo, mientras ella sentía su avance su rostro se fue llenando de regocijo y el mío de satisfacción, aún existía ese vínculo entre nosotros, esa conexión que tuvimos en el San Pablo, aun que para ella ahora fuese solo el mayordomo Eversong, yo sonreí cuando ella pudo tomar la taza y sostenerla, el que se llevase por si misma el bocado a los labios sin que se le cayera, pensé que sería más difícil pero como siempre no deja de sorprenderme, su fuerza de voluntad sigue siendo la misma y estoy seguro de que a pesar de que la luz en sus ojos se ha apagado momentáneamente, no ha dejado de ser mi Candy, mi tarzán con pecas.
- Gracias por el apoyo… señor Eversong – me dijo cuando terminó de desayunar, yo estaba recogiendo la loza.
- No tiene nada que agradecer – dije con sutileza – es usted una mujer con mucha fuerza de voluntad y perseverante – añadí, estaba por quitar la taza cuando me tomó de la mano.
- Gracias por haber hablado con Annie – confesó, me sorprendí de lo que escuchaba, ¿acaso Annie le contó sobre nuestra charla? – sé que Annie solo quería ayudarme y mimarme, tal vez regresar un poco de todo lo que yo hice por ella – Candy lanzó un largo suspiro – no sabía cómo decirle que me dejara hacer las cosas por mí propia cuenta – jugaba con la servilleta que tenía entre sus manos – me daba pena, así que dejé que me ayudara para que se sintiera cómoda y útil – se encogió de hombros – pero no me estaba dando cuenta del daño que le hacía y el que me hacía a mí misma – Candy levantó el rostro, como queriendo enfocar sus pensamientos en mí – es usted un ángel – dijo mientras su mano que tomaba la mía comenzó a buscar mi rostro, el cual de manera involuntaria se acercó a el de ella, postró su palma sobre mis mejillas – si no fuese por su barba – la acarició – pensaría que usted es… - mis ojos se abrieron como platos – ¿acaso estaba sospechando de quien era yo en realidad?, no, no podía permitirme que lo adivinara tan pronto, tenía que volver a ganarme su confianza, su corazón, por instinto me alejé de ella y cuando levanté la vista, detrás del ventanal, los fríos ojos de la señora Bellamy me miraban con reproche, con recelo, ella movió la cabeza en señal de negativa para luego dar la vuelta y marcharse, dejando un poco de incertidumbre en mí.
- Esa expresión, ¿dónde la he visto antes? – me cuestioné en silenció al tiempo que Candy soltaba mi mano.
CONTINUARÁ…
esa vieja Bellamy quién será
? Espero el próximo capítulo 🥰
. Y se sintió 
Astareth espero el 6 capitulo 🥰
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muy bien Terry.... es hora de que entres en acción, ya que bien que te gusta escuchar las conversaciones ajenas. 
Te mando un fuerte abrazo 
