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Capítulo II
Capítulo II
- Espera, espera… ¿tus óvulos en criogenia? – preguntó Patty con duda.
- ¡Sólo fue por si las dudas, si puedo embarazarme! – le juré, con la enfermedad de mi esposo… tenía tanto miedo que lo que hice fue tomar precauciones.
- Pero nadie sabe de tu enfermedad – mencionó de nueva cuenta Patty.
- No y espero que nadie lo sepa ya y nunca – le dije, medio sonriendo, pero no sé si en realidad quería que se supiera, en definitiva.
- ¿Entonces? Tengo un nuevo puesto para ti, vienes a visitarme mañana y te enseño las instalaciones – me ansió rápidamente.
- Está bien, pero ¿cómo le hago para llegar? – definitivamente Patty tenía cierto poder de convencimiento, que ni me lo creería.
- Te mando la ubicación y preguntas por mí – reafirmó.
- Bien, estaré allí a primera hora – respondo, ¿qué es lo que me podrían decir? ¡Que no!
- No podía creerlo, sólo así de sencillo tenía trabajo, ¿cómo había sucedido eso? – me pregunté.
- Bien, tenía muchas cosas por hacer y que más que prepararme – le comenté cuando me despedía de ella.
Cuando llegué a mi casa, mi padre al parecer no se encontraba en la suya, pero sólo por un momento, cuando de pronto me salió al paso.
- ¿Cuándo piensas verme? – me preguntó alguien detrás de mí, rápidamente.
- ¡Albert, me has espantado! – grito cuando me doy la vuelta, esa voz la logro reconocer en donde sea.
- Candy soy tu padre y ni porque vivimos cerca me visitas – refiere el encarándome, ¿por qué no entré por atrás?
- He tenido trabajo… - respondo, pero ni yo me lo creo.
- No tienes ningún trabajo Candy… - me dice, que poco conoce a sus súbditos, al parecer Patty no le ha contado nada.
- Pues no se supone que Annie cubría todas ¿tus atenciones? Pues ¡quién te entiende! – le digo sin detenerme a pensar que esto le dolería.
- Hija en ese momento era otro hombre, ahora… - mi padre intenta explicar lo que ahora era.
- Ahora eres igual – respondo indicándole que me deje pasar y al hacerse a un lado.
- Y si te dijera que estoy en etapa terminal de una rara enfermedad – confiesa, pero Patty nunca mencionó eso y sí sucediera, ella no se iba a quedar callada.
- Patty ya nos hubiese contactado, no creo que eso suceda – refiero, por supuesto que ya nos hubiésemos enterado.
- ¿Y sí, así fuera? – cuestionó Albert.
- Si así fuera, te contestaría: ¿tú cuándo me visitaste cuando yo me moría? – respondí, pero di a entender otra cosa.
- Espera, espera Candy, ¿estás enferma? – mi padre denotaba preocupación.
- No Albert estoy bien, siempre he estado bien – respondo afirmativamente.
- ¿A dónde vas? – me preguntó de nueva cuenta obstaculizándome el paso.
- Mañana tengo una entrevista de trabajo. Ahora si me disculpas… - me estaba hartando.
- No salgas por la puerta del jardín, que no muerdo… - me advirtió soltando la puerta del coche del que hace unos momentos estaba saliendo.
- ¡Adiós! – me despedí sin voltear a verle.
- ¡Ay hija, si tú supieras! – susurró Albert.
- ¡Ay Albert si tu supieras…! – y yo hice lo mismo.
Continuará…
- ¡Sólo fue por si las dudas, si puedo embarazarme! – le juré, con la enfermedad de mi esposo… tenía tanto miedo que lo que hice fue tomar precauciones.
- Pero nadie sabe de tu enfermedad – mencionó de nueva cuenta Patty.
- No y espero que nadie lo sepa ya y nunca – le dije, medio sonriendo, pero no sé si en realidad quería que se supiera, en definitiva.
- ¿Entonces? Tengo un nuevo puesto para ti, vienes a visitarme mañana y te enseño las instalaciones – me ansió rápidamente.
- Está bien, pero ¿cómo le hago para llegar? – definitivamente Patty tenía cierto poder de convencimiento, que ni me lo creería.
- Te mando la ubicación y preguntas por mí – reafirmó.
- Bien, estaré allí a primera hora – respondo, ¿qué es lo que me podrían decir? ¡Que no!
- No podía creerlo, sólo así de sencillo tenía trabajo, ¿cómo había sucedido eso? – me pregunté.
- Bien, tenía muchas cosas por hacer y que más que prepararme – le comenté cuando me despedía de ella.
Cuando llegué a mi casa, mi padre al parecer no se encontraba en la suya, pero sólo por un momento, cuando de pronto me salió al paso.
- ¿Cuándo piensas verme? – me preguntó alguien detrás de mí, rápidamente.
- ¡Albert, me has espantado! – grito cuando me doy la vuelta, esa voz la logro reconocer en donde sea.
- Candy soy tu padre y ni porque vivimos cerca me visitas – refiere el encarándome, ¿por qué no entré por atrás?
- He tenido trabajo… - respondo, pero ni yo me lo creo.
- No tienes ningún trabajo Candy… - me dice, que poco conoce a sus súbditos, al parecer Patty no le ha contado nada.
- Pues no se supone que Annie cubría todas ¿tus atenciones? Pues ¡quién te entiende! – le digo sin detenerme a pensar que esto le dolería.
- Hija en ese momento era otro hombre, ahora… - mi padre intenta explicar lo que ahora era.
- Ahora eres igual – respondo indicándole que me deje pasar y al hacerse a un lado.
- Y si te dijera que estoy en etapa terminal de una rara enfermedad – confiesa, pero Patty nunca mencionó eso y sí sucediera, ella no se iba a quedar callada.
- Patty ya nos hubiese contactado, no creo que eso suceda – refiero, por supuesto que ya nos hubiésemos enterado.
- ¿Y sí, así fuera? – cuestionó Albert.
- Si así fuera, te contestaría: ¿tú cuándo me visitaste cuando yo me moría? – respondí, pero di a entender otra cosa.
- Espera, espera Candy, ¿estás enferma? – mi padre denotaba preocupación.
- No Albert estoy bien, siempre he estado bien – respondo afirmativamente.
- ¿A dónde vas? – me preguntó de nueva cuenta obstaculizándome el paso.
- Mañana tengo una entrevista de trabajo. Ahora si me disculpas… - me estaba hartando.
- No salgas por la puerta del jardín, que no muerdo… - me advirtió soltando la puerta del coche del que hace unos momentos estaba saliendo.
- ¡Adiós! – me despedí sin voltear a verle.
- ¡Ay hija, si tú supieras! – susurró Albert.
- ¡Ay Albert si tu supieras…! – y yo hice lo mismo.
Continuará…
¡ARRIBA PECOCITAS !
y un fuerte abrazo 