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Respondiendo a un reto de la dueña de mis quincenas virtuales, Wendolyn, y también a manera de despedida, les dejo este breve escrito que espero les guste.
¡¡Hasta pronto!!
~~ PERDIDO ~~
Desde el momento de mi nacimiento todo estuvo marcado. Ya de pequeño fui consciente del dolor y la tragedia, pues a donde quiera que mis ojos volteaban no había más que guerra y miseria. Fui testigo de la furia de los hombres arrasando sin piedad villas y aldeas. Y yo mismo, en algún momento me perdí, estaba completamente vacío y solo me enfocaba en sobrevivir cada día.
Fue así que vagué por incontables lugares, anduve por cientos de caminos y cada vez olvidaba el sendero por el que había pasado el día anterior. Solo, sin familia ni hogar, nada, ¿qué más daba dónde me encontrara? Con que tuviera ese día un trozo de pan que llevarme a la boca bastaba, pero muchas veces tuve que pelear, pues siempre en todos los sitios había alguien que trataba de conseguir alimento sin el mínimo esfuerzo.
Sin embargo, hubo un tiempo en el que fui feliz, o al menos creí que lo era. La ilusión me envolvió por completo, esa cabellera de fuego me hechizó al instante provocando que me entregara sin cuestionar nada. Pero Eliza no hizo más que utilizarme, me hizo pelear por ella y su familia, me hizo arriesgar la vida para protegerlos ¿Cómo es que fui tan ciego? Todos en la región les temían y los odiaban, la miseria en la que mantenían viviendo a todos era inhumana. Y no les creí, me decía a mí mismo que les tenían envidia por la fortuna que había logrado amasar aún con tanto saqueo, cada día me repetía que Eliza era buena, noble, amorosa. Enfrenté a tantos por ellos, por ella, para que una mañana, cuando apenas regresaba luego de haber sofocado un intento de rebelión, me topara con la noticia de que mi “amada” acababa de contraer nupcias con el hijo del jefe de un clan vecino, lo que les garantizó extender sus tierras y fortuna. Y claro, como yo ya no les era útil, me expulsaron con la amenaza de cortar mi cabeza si en algún momento me atrevía a volver. Estúpidamente busqué su mirada, alguna señal de que todo era un error, o al menos de que había sido obligada, pero lo único que obtuve fue su burla y su desprecio; sus ojos me dijeron que era verdad cuando me decía que solo me usó para estar segura, que no había significado nada para ella, que cada beso caricia mía no le provocaron más que asco y que ahora que no le era útil, esperaba jamás volver a ver mi patético rostro. Y ciertamente así me sentí, miserable y patético.
Volví a vagar por valles y montañas bajo la fría lluvia, rumiando mi coraje y vergüenza por todo lo que hice por ellos, hasta que un día me harté y entonces me convertí en una especie de demonio vengador, descargando mi furia sobre todos aquellos que abusaban de los más débiles. Aunque en realidad no estaba consciente del bien o el mal que hacía. Las cicatrices se iban acumulando en mi cuerpo y mi alma ya nada sentía, incluso hubo un tiempo en el que pensé que ya me había abandonado, ya no tenía alma, mi cuerpo solo era un contenedor vacío. Pero jamás olvidé ese sitio donde fui más miserable que en cualquier otro, donde me humillaron hasta el cansancio. Con el tiempo me acerqué, ya nadie me reconoció, pues hasta mis ojos habían cambiado, con frecuencia escuchaba susurros que decían que mi mirada era de hielo, no estaban equivocados, pues así me sentía, era un frío profundo que jamás se terminaba. Y arrasé con su fortuna, no los maté, ni siquiera a ella ni al imbécil de su esposo, tenían que aprender, y sería mi mano la que les enseñaría lo que era la miseria. Vivirían cada día con la angustia de la venganza de todo aquel al que habían maltratado o que casi habían matado de hambre. Ver en sus rostros la angustia y su mirada suplicante había sido mi mayor deseo por mucho tiempo. Cuando estuve satisfecho me alejé sin mirar atrás.
Por un tiempo seguí vagando, sintiéndome un fantasma que deambula entre las penumbras de un viejo cementerio, alejado de todo, alejándome de mí mismo, de la vida. Pero llegó un día, o mejor dicho, una noche donde todo cambió. Fue justo cuando sentía que había llegado al tope de mis fuerzas, sin deseos de continuar, solo quería morir ahí, bajo el cielo infinito en medio de la nada, sin preocuparme por el hecho de que no habría nadie que derramara una sola lágrima por mí.
La noche era obscura, me sentí un poco desolado al no haber podido ver nuevamente las estrellas mientras mis ojos se iban cerrando poco a poco. Rogaba porque Dagda fuera benevolente conmigo y me arrancara la vida rápidamente. Ya no más por favor, ya no más, ese era mi ruego.
Y justo cuando creí que por fin podría ir al más allá, un susurro me obligó a abrir nuevamente los ojos. Entonces fue como si el cielo gris se abriera y me permitiera ver el brillo de la luna y las estrellas. La voz, aunque débil, era clara. Sí, con total claridad escuché como me llamaba “William, ven, ven, por favor, ven…”
William, hacía tanto que no usaba ese nombre que mi madre me había dado al nacer y que abandoné aún siendo un niño, justo después de colocar unos cardos sobre su tumba.
- ¡¡¿Quién eres?!! ¡¡¿Qué quieres de mí?!!
Solo obtuve silencio en respuesta, pero eso fue suficiente para volver a ponerme en pie. Estaba vivo de nuevo, tal vez más vivo que nunca. Fuera quien fuera, me estaba llamando y yo tenía que ir. Debía ir sin importar que.
Un calor se apoderó de mí, respiré con profundidad llenando mis pulmones, el viento frío de las Highlands me hizo doler el pecho pero no importó, incluso lo agradecí. Con cada respiro que daba los miedos y el dolor se disipaban, poco a poco mi pasado iba desdibujándose, dejaría todas mis sombras atrás para emprender la búsqueda. No importaba el tiempo que eso me llevara.
Los temores se borraron esa noche, pues a partir de ahí, cada vez que dormía, en el silencio de la noche volvía a escucharla, llamándome, diciéndome que mi clan, mi verdadera familia me esperaba, que ella aguardaba mi regreso.
Y hoy finalmente, sé que me encuentro cerca, muy cerca, hoy soy consciente de que estaba ciego y ahora finalmente puedo ver de nuevo la luz del amanecer; las sombras quedaron tan atrás, que ya casi se borran por completo mis recuerdos.
Hoy la puedo escuchar sin necesidad de estar bajo el dulce trance del sueño, hoy su voz resuena más clara y fuerte que nunca.
- William, ven, sigue, no te detengas, estás ya tan cerca.
Sé que lo estoy, puedo sentirlo, mi búsqueda está por llegar a su fin, y cuando eso suceda, mi cuerpo ya no será un contenedor vacío, pues mi alma habrá vuelto y estaré con ella.
¡¡Hasta pronto!!
~~ PERDIDO ~~
Desde el momento de mi nacimiento todo estuvo marcado. Ya de pequeño fui consciente del dolor y la tragedia, pues a donde quiera que mis ojos volteaban no había más que guerra y miseria. Fui testigo de la furia de los hombres arrasando sin piedad villas y aldeas. Y yo mismo, en algún momento me perdí, estaba completamente vacío y solo me enfocaba en sobrevivir cada día.
Fue así que vagué por incontables lugares, anduve por cientos de caminos y cada vez olvidaba el sendero por el que había pasado el día anterior. Solo, sin familia ni hogar, nada, ¿qué más daba dónde me encontrara? Con que tuviera ese día un trozo de pan que llevarme a la boca bastaba, pero muchas veces tuve que pelear, pues siempre en todos los sitios había alguien que trataba de conseguir alimento sin el mínimo esfuerzo.
Sin embargo, hubo un tiempo en el que fui feliz, o al menos creí que lo era. La ilusión me envolvió por completo, esa cabellera de fuego me hechizó al instante provocando que me entregara sin cuestionar nada. Pero Eliza no hizo más que utilizarme, me hizo pelear por ella y su familia, me hizo arriesgar la vida para protegerlos ¿Cómo es que fui tan ciego? Todos en la región les temían y los odiaban, la miseria en la que mantenían viviendo a todos era inhumana. Y no les creí, me decía a mí mismo que les tenían envidia por la fortuna que había logrado amasar aún con tanto saqueo, cada día me repetía que Eliza era buena, noble, amorosa. Enfrenté a tantos por ellos, por ella, para que una mañana, cuando apenas regresaba luego de haber sofocado un intento de rebelión, me topara con la noticia de que mi “amada” acababa de contraer nupcias con el hijo del jefe de un clan vecino, lo que les garantizó extender sus tierras y fortuna. Y claro, como yo ya no les era útil, me expulsaron con la amenaza de cortar mi cabeza si en algún momento me atrevía a volver. Estúpidamente busqué su mirada, alguna señal de que todo era un error, o al menos de que había sido obligada, pero lo único que obtuve fue su burla y su desprecio; sus ojos me dijeron que era verdad cuando me decía que solo me usó para estar segura, que no había significado nada para ella, que cada beso caricia mía no le provocaron más que asco y que ahora que no le era útil, esperaba jamás volver a ver mi patético rostro. Y ciertamente así me sentí, miserable y patético.
Volví a vagar por valles y montañas bajo la fría lluvia, rumiando mi coraje y vergüenza por todo lo que hice por ellos, hasta que un día me harté y entonces me convertí en una especie de demonio vengador, descargando mi furia sobre todos aquellos que abusaban de los más débiles. Aunque en realidad no estaba consciente del bien o el mal que hacía. Las cicatrices se iban acumulando en mi cuerpo y mi alma ya nada sentía, incluso hubo un tiempo en el que pensé que ya me había abandonado, ya no tenía alma, mi cuerpo solo era un contenedor vacío. Pero jamás olvidé ese sitio donde fui más miserable que en cualquier otro, donde me humillaron hasta el cansancio. Con el tiempo me acerqué, ya nadie me reconoció, pues hasta mis ojos habían cambiado, con frecuencia escuchaba susurros que decían que mi mirada era de hielo, no estaban equivocados, pues así me sentía, era un frío profundo que jamás se terminaba. Y arrasé con su fortuna, no los maté, ni siquiera a ella ni al imbécil de su esposo, tenían que aprender, y sería mi mano la que les enseñaría lo que era la miseria. Vivirían cada día con la angustia de la venganza de todo aquel al que habían maltratado o que casi habían matado de hambre. Ver en sus rostros la angustia y su mirada suplicante había sido mi mayor deseo por mucho tiempo. Cuando estuve satisfecho me alejé sin mirar atrás.
Por un tiempo seguí vagando, sintiéndome un fantasma que deambula entre las penumbras de un viejo cementerio, alejado de todo, alejándome de mí mismo, de la vida. Pero llegó un día, o mejor dicho, una noche donde todo cambió. Fue justo cuando sentía que había llegado al tope de mis fuerzas, sin deseos de continuar, solo quería morir ahí, bajo el cielo infinito en medio de la nada, sin preocuparme por el hecho de que no habría nadie que derramara una sola lágrima por mí.
La noche era obscura, me sentí un poco desolado al no haber podido ver nuevamente las estrellas mientras mis ojos se iban cerrando poco a poco. Rogaba porque Dagda fuera benevolente conmigo y me arrancara la vida rápidamente. Ya no más por favor, ya no más, ese era mi ruego.
Y justo cuando creí que por fin podría ir al más allá, un susurro me obligó a abrir nuevamente los ojos. Entonces fue como si el cielo gris se abriera y me permitiera ver el brillo de la luna y las estrellas. La voz, aunque débil, era clara. Sí, con total claridad escuché como me llamaba “William, ven, ven, por favor, ven…”
William, hacía tanto que no usaba ese nombre que mi madre me había dado al nacer y que abandoné aún siendo un niño, justo después de colocar unos cardos sobre su tumba.
- ¡¡¿Quién eres?!! ¡¡¿Qué quieres de mí?!!
Solo obtuve silencio en respuesta, pero eso fue suficiente para volver a ponerme en pie. Estaba vivo de nuevo, tal vez más vivo que nunca. Fuera quien fuera, me estaba llamando y yo tenía que ir. Debía ir sin importar que.
Un calor se apoderó de mí, respiré con profundidad llenando mis pulmones, el viento frío de las Highlands me hizo doler el pecho pero no importó, incluso lo agradecí. Con cada respiro que daba los miedos y el dolor se disipaban, poco a poco mi pasado iba desdibujándose, dejaría todas mis sombras atrás para emprender la búsqueda. No importaba el tiempo que eso me llevara.
Los temores se borraron esa noche, pues a partir de ahí, cada vez que dormía, en el silencio de la noche volvía a escucharla, llamándome, diciéndome que mi clan, mi verdadera familia me esperaba, que ella aguardaba mi regreso.
Y hoy finalmente, sé que me encuentro cerca, muy cerca, hoy soy consciente de que estaba ciego y ahora finalmente puedo ver de nuevo la luz del amanecer; las sombras quedaron tan atrás, que ya casi se borran por completo mis recuerdos.
Hoy la puedo escuchar sin necesidad de estar bajo el dulce trance del sueño, hoy su voz resuena más clara y fuerte que nunca.
- William, ven, sigue, no te detengas, estás ya tan cerca.
Sé que lo estoy, puedo sentirlo, mi búsqueda está por llegar a su fin, y cuando eso suceda, mi cuerpo ya no será un contenedor vacío, pues mi alma habrá vuelto y estaré con ella.
