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SEPTIMO APORTE – PELOTON PECOCITAS
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Los personajes de Candy Candy pertenecen a sus creadores Kyōko Mizuki y Yumiko Igarashi respectivamente. Todo se ha escrito sin fines de lucro, solo para entretenimiento, y lo que se presenta son simplemente ideas de una servidora, y ha sido escrito para celebrar el cumpleaños del Príncipe de la Colina. Saludos a todas mis compañeras del Pelotón Pecocitas, especialmente a mi querida amiga y compañera Nerckka Andrew por ayudarme a preparar todos los años los regalos para todas ustedes y a mi querida amiga Maravilla121 de Fanfiction quien siempre me apoya leyendo mis borradores. Gracias, amigas, de verdad les agradezco todo su apoyo.
Un Cambio de Destino
Capitulo - 3
— Sí su joven esposa —, dirigió su mirada hacia donde Albert tenía sus manos, él sin darse cuenta estaba “auscultando” una parte de la zona de los pechos. Rápidamente Albert retiró sus manos, y rojo como la grana levantó la vista y se encontró con una Candy roja como un tomate, que lo veía muerta de vergüenza. — Nosotras miramos el accidente, es joven esposa es tan bella. Está bien ¿verdad? Si no se siente bien, nosotras vivimos muy cerca de aquí, pueden acompañarnos a nuestra casa para que su joven esposa pueda descansar, y le pueda limpiar las heridas. También puede tomar una limonada, está haciendo mucho calor y así podrá recuperarse—, comentó la amable mujercilla, así evitaran curiosos —, dirigió su mirada a la gente que los miraba curiosos.
Albert tragó seco inmediatamente al darse cuenta de la situación. Había puesto a Candy en un predicamento con sus acciones en público, era un idiota. Él había llamado “amor,” y “mi vida” a Candy durante toda la confusión; su corazón se aceleró, todo era un lío. Para rematar sin querer había tocado partes de Candy que no debía de tocar en público. ¡Dios en público! ¿Qué rayos le pasaba? Rojo como un tomate se llevó su mano a la cabeza y contestó totalmente avergonzado.
— Ggracias…creo que mi…mi esposa está bien. Gracias a Dios, el automóvil no la golpeó, solo…fue el golpe de la caída, unos pequeños golpes, ¿verdad mi amor? —, volteó a verla. Candy abrió los ojos como plato y lo miró como si tuviera dos cabezas. Esposa, ¿qué rayos estaba pasando? Se llevó las manos a la boca preocupada. —, él aprovechando su mutismo beso cariñoso su mejilla y se llevó sus manos a la boca.
— Creo que, sí le acepto su ofrecimiento, mi bella esposa todavía no está bien —, era mejor que pensaran que Candy era su esposa a que creyeran otra cosa, había demasiados curiosos. — Muchas gracias, pero antes que nada déjeme presentarme, me llamo Albert…Albert White — volteó a verla sonriendo, rogando que Candy no lo desmintiera. La joven tragó seco, se veía tan seductor, Dios la amparara; de seguro estaba soñando. — Ella es mi amada Candy White, es un placer conocer a dos bellas damas —, besó galantemente a las dos mujeres. Candy boquiabierta miraba la escena horrorizada. Su ahora “esposo” parecía un príncipe de cuentos. Se tocó la frente y la cabeza de nuevo. Sí de seguro estaba soñando o alucinando. De seguro el carro sí le pegó.
Ajenas a las dudas internas de la rubia, las dos amables ancianas contestaron rápidamente.
— Mucho gusto Albert y Candy —. La más joven le dio la mano amigablemente a ambos.
—Somos las Señoritas Brissaud, ella es mi hermana Margaret, yo me llamo Helen. Nosotras vivimos en aquella pequeña casa con la reja de metal que está en aquella calle —, Albert se sorprendió al ver la lejana “pequeña casa” era una mansión. La simpática mujer se giró para darle instrucciones al sirviente que estaba a su lado, para que trajera el vehículo. — Por favor, acompáñanos, Albert —. Él asintió con una amplia sonrisa. Tomó a Candy en brazos con delicadeza y las siguió. En cuestión de minutos llegaron a la “pequeña casa” con las mujercillas.
Candy cerró los ojos y se dejó llevar en los brazos de Albert. Nunca había estado tan cerca de Albert. Antes la había abrazado, pero había sido un abrazo de hermanos, pero esto era totalmente diferente. Sentía que su corazón iba a estallar de felicidad. Sí, ahora sí estaba segura, algo había cambiado en su corazón, le pertenecía únicamente a Albert.
— Te amo Albert, no sé cuándo, ni cómo ni fue, lo único que sé es que te amo, y me encantaría ser tu esposa de verdad. Si esto es un sueño, no quiero despertar.
Albert por su lado al igual que Candy, iba feliz por llevar entre sus brazos a la mujer que adoraba.
— Mi esposa, sí mía, solo mía —, pensó posesivo. Inconsciente besó con ternura la frente de su amada “esposa.” Candy abrió sus ojos al sentir su beso, ambos se sonrojaron y ella volvió a acurrucarse a su pecho.
— Pasen jovencitos, siéntanse como si estuvieran en su casa. Enseguida les ordenaré que les traigan alcohol, algodón, y cremas para limpiar las heridas. También traerán una limonada.
Albert puedes colocar a tu bella esposa en uno de los sofás para que descanse. Él se sorprendió ante la elegancia del lugar, las señoritas Brissaud eran unas mujeres muy sencillas, pero eran personas de dinero.
Él recostó a la joven en el sofá junto a él; mientras las dos las dos viejecillas desaparecieron. Albert acarició el cabello de Candy con cariño, besó tiernamente su frente. La rubia nerviosa seguía haciéndose la dormida. No sabía que hacer estaba histérica, Albert se estaba tomando atribuciones que no le correspondían, pero a ella le estaba encantando que lo hiciera.
— ¿Qué hago? Le digo que esto no está bien, o lo dejo que haga lo que quiera conmigo —, se preguntaba inquieta.
Candy ignoraba que el dueño de su corazón estaba igual de nervioso que ella, pero aun así no quería dejar de acariciar a su dulce enfermera.
— Candy, eres tan hermosa, no sé cómo decirte que me has robado el corazón con tu bondad y cuidados. No sé cómo decirte que te amo desde hace tiempo, que mi corazón es solo tuyo. Como quisiera decirte que este hombre sin memoria quisiera hacer un futuro junto a ti —, pensaba mientras acariciaba el cabello y besaba con dulzura la frente de la adormecida jovencita.
El joven escuchó a las ancianas acercarse y se levantó con cuidado a auxiliarlas, ellas mismas traían las cosas. Candy se incorporó de inmediato al verlo partir, se arregló las ropas, rápidamente. Se volvió a recostar cuando escuchó ruidos. Albert sonrió la había visto, Candy estaba despierta, ¿pero desde cuándo? ¿Se habría dado cuenta que la había besado? ¿Estaría haciéndose la dormida?
Se acercó a ella, le quitó un rizo de su cara, y decidió probar su teoría. Se inclinó a ella y besó tiernamente su boca, Candy se estremeció, pero mantuvo sus ojos cerrados. Albert sonrió, Candy no lo había rechazado, seguía haciéndose la dormida. Decidió seguirle la corriente.
— Candy, pequeña despierta, por favor. Necesito curarte. .
— Mhm…¿qué? —, entreabrió sus verdes ojos y se encontró con unos brillantes ojos celestes muy cerca de ella. La joven se ruborizo intensamente al tener al joven tan cerca. Él volvió a quitar un travieso rizo de su cara, y la miró intensamente. La joven tragó seco, él la estaba mirando diferente, lucía endiabladamente tan seductor. ¿Qué estaba pasando? ¿Dónde estaba su Albert serio? Este Albert era demasiado, demasiado ¿sensual? ¿Acaso seguía soñando? ¿Sería acaso que había descubierto que ella había fingido estar dormida todo este tiempo? Ella bajó la vista confundida. Albert sonrió, ante la confusión causada en su princesa. Tal vez sí tenía una oportunidad con ella.
El joven terminó de curar a una confundida jovencita ante la atenta mirada de las simpáticas ancianas que en ningún momento los dejo solos. Candy nunca dejo de estar sonrojada. Cada toque durante la curación fue para ella una caricia prohibida dada por él. Al terminar las señoritas Brissaud los invitaron a cenar. Albert volteó a ver a su “esposa” quien seguía atormentada por lo acontecido ese día, ella no entendía nada.
— Candy, amor, ¿quieres quedarte a cenar? —, ella lo miró dubitativa, pero asintió con una tímida sonrisa. Sí, claro que quería quedarse en esa casa. Era su única oportunidad para representar el papel de su esposa, sería la esposa de Albert unas horas más.
La cena transcurrió en una atmósfera familiar, las señoritas Brissaud eran encantadoras. Les platicaron que vivían solas. Sus sobrinos más cercanos se habían marchado, su sobrina Monique vivía en California con su esposo y de Marcellus había marchado a Europa. Candy curiosa se había levantado a ver una foto de un joven rubio de ojos verdes muy parecido al color suyo. Margaret se le acercó.
— ¿ Marcellus era muy guapo verdad?
Candy se sonrojó, y solo sonrió a la amable mujer que veía con amor la foto. Ella volteó a ver a Albert quien hablaba con Helen ajeno a la plática de ellas. Sí, el joven era atractivo, pero nadie era más atractivo que su Albert. Escuchó un profundo suspiro y se giró de inmediato, miró los ojos de la anciana mujer llenarse de lágrimas.
— ¿Se siente mal?
— No hija, es que, es que…Marcellus, está desaparecido. Hubo un ataque en la guerra y no saben dónde está —, Candy se quedó boquiabierta —, él es uno de los hijos de mi hermana Juliette, ella es la más pequeña de la familia, éramos una familia de ocho, pero solo quedamos nosotras dos y ella. Margaret se le quedó mirando fijamente a Candy. —, Es curioso, tus ojos son idénticos a los de Marcellus y Juliette, ellos también pecas como tú —, guardo silencio por un momento. — La pequeña Michelle también los tenía —, mencionó melancólica.
Candy le sonrió con dulzura
— ¿Sus otros sobrinos viven cerca? —, Margaret la miró confusa.
— Me refiero a los otros hijos de sus otros hermanos.
— Ah, no mis hermanos murieron cuando eran bebés, y Juliette tuvo solo tres hijos, Marcellus, Monique, y la pequeña Michelle, pero mi pequeña Michelle fue secuestrada cuando era una bebé, mi cuñado es un hombre muy importante. Sus padres siguen buscándola, pero desgraciadamente hasta este momento no sabemos nada de ella. Ahora con la tragedia de Marcellus, mi pobre Juliette está como loca.
Candy impulsiva como siempre la abrazo, Margaret se quedó sin palabras, pero se dejó abrazar. Necesitaba tanto ese consuelo, su querida Monique lo hacía antes, pero no la veía desde que se casara y extrañaba esos arrebatos de cariño. Albert y Margaret las miraron sorprendidos, él quiso pararse preocupado, pero Helen lo detuvo, su hermana necesitaba desahogarse.
Las horas pasaron rápidamente y era hora de marcharse, la pareja se dispuso a irse, pero en eso el mayordomo se acercó a Margaret a informarle algo. La mujer se llevó la taza a la boca y sonrió contenta.
— Rudolph, me ha indicado que ha caído una tormenta, está cayendo granizo en este momento.
Candy asustada, agarró el brazo de Albert, él le tomó la mano y la besó con dulzura.
— No temas, esperaremos a que pase y nos marcharemos.
Las dos hermanas se miraron sonriendo.
— ¿Por qué no pasan la noche aquí? —, preguntó, inocentemente mientras se llevaba la taza a la boca.
Continuará
Última edición por stormaw el Mar Abr 21, 2020 7:04 am, editado 1 vez
¡Qué emoción! ¡Candy va a encontrar a su familia! 
Y mi Albert tan tierno y bello... Ahora seguirán con la mentirita blanca 
ve que no lo rechaza y quiere saber ¿qué tanto escuchó de lo que le dijo mientras se hacía la dormida? 
La señora le cuenta de sus hermanos y sobrinos.... 
¿será que Michelle es la hija que fue raptada y que están buscando sus padres? 
un fuerte abrazo. 
