Índice
Portal
Últimas imágenes
Buscar
Conectarse
Hola chicas, pasando a dejar la cuarta entrega de mi fic, esperando sea de su agrado, gracias a quienes lo han leido.
DESPUÉS DE LA GUERRA
PARTE 4
Un viaje largo en tren desde Nueva York a Montreal, solo para tomar el ferry que nos llevará por el río San Lorenzo a través del archipiélago que forma Thousand Island para llegar hasta la Isla donde se encuentra la mansión que tienen los Andley, ¡no imaginaba el poderío de esa familia!, y yo que pensaba que mi padre con su título nobiliario podría tener todas las tierras que quisiera, ¡que equivocado estaba!, los Andley lucharon desde hace varias generaciones por hacerse de un nombre en la sociedad, mientras que los Grandchester solo vamos heredando el título y las tierras de generación en generación, por el simple hecho de pertenecer a la nobleza, vivir a costillas del pueblo, ¡que estupidez!, no pude dejar de reprocharme la cómoda posición que tenía años atrás, pero gracias a Candy emigré a los Estados Unidos para conseguir hacerme de un nombre y con mí propio esfuerzo, ¡qué gran satisfacción es poder ser autosuficiente!, pensaba mientras sentía la briza invernal que azotaba el caudal en el río.
- ¿Nostálgico? – cuestionó alguien a mis espaldas.
- Un poco – siquiera volteé a ver a Annie – no imaginaba que los Andley tuviesen propiedades en Canadá – añadí con curiosidad, en verdad quería saber más acerca de la familia que había acogido a Candy cuando niña.
- Son bastante acaudalados – expresó mientras se encogía de hombros y se acercaba junto a mí para recargarse en la baranda – sabes, Clark – Annie clavó sus ojos azules en los míos y sonrió, habíamos quedado que lo que durara el viaje y la estadía en la isla, no me llamaría Terry – cuando mencionaste que vendrías con nosotras, pensé que era una locura – dijo con cierto tono de recriminación.
- De hecho… pensé lo mismo que tú – volví mis ojos al paisaje.
- ¿Viniste porque sentiste culpa? – su pregunta me dejó helado - ¿Crees que, si no hubieran terminado ella no hubiese tomado la decisión de enlistarse? – siguió con sus cuestionamientos, ¿qué le pasa a Annie con semejantes preguntas tan incomodas?
- ¡No! – respondí de inmediato y sin titubear – yo vine aquí porque quiero estar con ella – alcé la voz – no porque me sienta culpable – los cuestionamientos de Annie me habían irritado.
- Señorita Britter – una persona de la tripulación nos interrumpió – la señorita Andley la está llamando – creo que escuchó nuestra conversación, la incomodidad en su rostro me lo dice.
- ¡Gracias! – Annie dio la vuelta – deberías de entrar al camarote, no vayas a pescar un resfriado… Clark – arrastró las últimas palabras, Annie bajó los escalones que la guiaban al interior del ferry, mientras yo volví mis ojos y pensamientos a la naturaleza.
- Annie… - dije en voz baja – yo vine con ustedes porque quiero que cuando Candy vuelva a ver, lo primero que sus ojos vean, sea a mí – dije para darle una explicación a la nada. Annie parece ser una bruja o un ave de mal augurio, tal como lo predijo, pesqué un resfriado, el flujo nasal en mí nariz no deja de brotar, además de que la garganta me hormiguea y duele, espero que el remedio que me dio alivie al menos un poco estas molestias – no quiero que este resfriado me incapacite con mis labores de mayordomo – sonreí un poco antes de tomar el remedio, que por cierto sabe tan asqueroso que tuve que engullirme un vaso de agua casi de inmediato para enjuagar mi boca y que se quitara ese mal sabor que había dejado en mí paladar, me recosté y me cubrí con la manta que estaba sobre la cama, tenía frío y sentía que empezaba temblar - ¡creo que me dará fiebre! – me acurruqué y envolví mi cuerpo con mis brazos hasta que poco a poco me fui quedando profundamente dormido.
- ¡Terry!, ¡Terry! – escuché una voz llamándome a la distancia, me sentía tan bien en el cálido lugar donde estaba - ¡Terry! – sentí una mano me movió – ya llegamos – Annie estaba sentada en la orilla de la cama.
- ¡Tan pronto! – me incorporé casi de inmediato, no me percaté en qué momento el Ferry atracó en el muelle de la isla – te dije que no me llamaras por mí nombre – susurré con cierto tono de reproche mientras miraba a Annie.
- ¡Lo siento! – se disculpó, al parecer se le había olvidado lo que pactamos.
- Soy Clark – le recordé mientras bajaba los pies y los ponía en el suelo.
- Bien – se puso seria – entonces señor Clark, sea tan amable de bajar el equipaje – se cruzó de brazos, dio la vuelta y salió de mí camarote, yo lancé un suspiro, bien, la hora hacer mi papel de mayordomo había empezado, solo esperaba no tener que hablar demasiado para no ser descubierto por Candy. El sol estaba casi por llegar al ocaso y eso que aún era temprano, pero en estos tiempos se oculta un poco más antes de lo habitual, en el muelle estaba el personal a cargo del servicio de la casa, los cuales ya estaban desembarcando el equipaje, pude observar a lo lejos a Annie llevar a Candy del brazo, descendí por las escaleras que fungían como puente de conecté del muelle con el ferry, cuando lo hice dos chicas del servicio se quedaron boquiabiertas al verme - ¡Maldición! – ¿por qué no pensé que me reconocerían?, me reproché, en ese momento una mujer de aspecto bastante pulcro se acercó a ellas y con una sola mirada les ordenó guardar silencio – creo que Annie ya habló sobre mí estadía aquí era incógnita. En verdad los Andley no dejan de impresionarme cuando siento que conozco todo de ellos, siempre aparece algo nuevo, dicho esto, no puedo dejar de admirar el imponente estructura arquitectónica que está en la isla y que ahora funge como mansión de la familia, de hecho me recuerda a algún palacio en Inglaterra, en el interior contaba con varias habitaciones y baños, comedor para más de doce personas, algunas terrazas y un amplio salón para fiesta, biblioteca, un estudio personal, sótano, y habitaciones para el personal de servicio; imaginé a toda esa gente moviéndose de un lado a otro en la gran cocina, en alguna de sus fiestas, en el exterior contaba con un extenso jardín y un pequeño bosque privado, también había un establo con algunos animales e incluso un par de caballos, un muelle, pero lo más impresionante una torre de vigía construida a las orillas de la isla, en medio del cauce del río, un puente y el pretil estaban hechos de piedra, y conectaban a la isla con la torre.
- ¡Es majestuosa! ¿Verdad? – Annie me sorprendía de nueva cuenta, se encontraba parada detrás de mí.
- ¡Mucho! – afirmé, mientras trataba de aterrizar mis pensamientos – esto es extraordinario, – expresé extasiado – Albert no deja de sorprenderme – exhalé para dejar salir un poco la emoción que había embargado mi pecho.
- Como no regresabas – Annie se encogió de hombros – vine a buscarte – explicó - ¡Señor, Clark! – se puso seria – acompáñeme – me ordenó – voy a mostrarle sus habitaciones – se burló.
- Bueno, supongo que me llevaré bien con el personal de servicio – sonreí con burla, la verdad que no me incomodaba en absoluto ser de ayuda. Annie no dijo nada y en silencio me guío por el camino de piedra de río, el cual conducía hasta el interior de la casa, cuando vi que Annie se desvió hacia la entrada principal me detuve - ¿no es por acá? – cuestioné señalando hacia donde estaban los cuartos de servicio.
- En apariencia eres un empleado – dijo mientras sacaba una llave del bolso de su vestido – pero sabes que no es así – abrió la puerta de madera y vidrió – Albert ordenó prepararan una habitación especial para ti – añadió, luego hizo un ademán para que entrara.
- ¡Gracias! – respondí un poco serio, no era que estuviera molesto, pero no sé si era buena idea que el supuesto mayordomo ocupara una habitación de huéspedes. Al entrar un gran vestíbulo nos recibía, sus paredes eran de estilo rustico en estas había algunas pinturas renacentistas, debajo de una pintura había un hermoso piano, en el fondo había un gran pasillo rodeado de arcos el cual guiaba hasta las escaleras que llevaban a los otros niveles de la mansión, creo que aún tengo la boca abierta de la impresión, cuando llegamos al segundo piso, dimos vuelta a la izquierda por el pasillo.
- Nosotras estaremos del otro lado – dijo mientras se detenía frente a una puerta de madera color blanco – esta será tú habitación – sacó una llave, abrió la puerta y me entregó la llave – cualquier cosa que necesites, solo tienes que llamar al servicio – añadió amable.
- Te lo agradezco – no pude más que decir eso, me parecía tan extraño ver de ese modo a Annie, la habían educado tan bien para ser una excelente ama de casa. Me adentré a la recamara, me quité el saco y lo dejé en el perchero, observé la habitación con detalle, tal cual pensé estaban llenas de lujo, decoradas con un exquisito gusto, la ropa de cama es muy fina además de abrigadora – me alegro de ello – pensé, ya que recordé que me quise resfriar – no quiero volver a tomar ese remedio que me dio Annie – hice una mueca al recordar su desagradable sabor. Me dispuse a bañarme y arreglarme para la cena, como lo dijo Annie – pero esa chica ¿qué se creé?, se supone que soy un mayordomo y quiere que me siente a la mesa con ellas – en ese momento pasó una idea por mí cabeza, abrí el velis donde llevaba mis pertenencias, de entre la ropa saqué unas prendas – ¡bien!, Terry – dije mientras me miraba al espejo – llegó la hora de hacer tú mejor papel – dije mientras me sobreponía el uniforme negro con colas. Candy y Annie aguardaban en el comedor a que yo bajara, de hecho, la misma Annie fue a llamarme, pero al no obtener respuestas desistió de que bajara a cenar con ellas, menuda sorpresa se llevará
- Señora Bellamy, sirva la cena – pidió Annie a la ama de llaves, pude escucharla hablar, desde el otro lado de la puerta.
- Annie, tengo mucha hambre – rezongó Candy a modo recriminatorio – ¿acaso esperamos a alguien?
- No, lamento haberte hecho esperar – tomó la mano de Candy.
- Y el mayordomo… Clark, ¿dónde está? – Candy al fin preguntó por mí, sentí mi corazón estremecerse.
- Debe estar terminando de instalarse – explicó Annie, en ese momento la señora Bellamy tocó mi hombro, estaba parada detrás de mí con cara de seriedad, tenía los brazos cruzados y con la mirada, me señaló una mesa donde estaba una sopera de plata, de inmediato adiviné sus pensamientos.
- ¡Haga su trabajo! – masculló la señora Bellamy. Creo que no me llevaré muy bien con ella, en fin, tomé la sopera y me dirigí al comedor.
- ¡Perdón por la demora! – fingí la voz, esperando que Candy no me reconociera. Annie volteó con sobresalto a verme uniformado y llevando la cena, no pude ver la reacción de Candy ya que ella me daba la espalda.
- Señor… Clark – dijo Candy con su cantaría voz – pensé que usted estaría descansando – me acerqué a ellas y comencé a servir la sopa.
- No vine a descansar – traté de ser breves con mis palabras, pero a la vez amable para que no sintiera que soy cortante – estoy a cargo de ustedes – apreté los labios, para ya no seguir hablando.
- Annie me contó del resfriado que pescó – ahora le serví la sopa a Candy – espero el remedio que le envié con ella le haya sido de ayuda – volteé a verla con sorpresa, así que ella la causante de que mi paladar degustara semejante brebaje, no si sentirme alagado o bromeado – no tiene muy buen sabor, pero es muy bueno.
- ¡Gracias! – dije mientras la observaba de cerca, como un tonto, sus mejillas estaban ruborizadas, su cabello estaba sujeto en una trenza ladeada amarrada con un cordón rojo, y su perfume floras, embriago mis sentidos.
- ¿Sucede algo? – cuestionó mientras se alejaba un poco de mí – tal vez no puedo ver, pero si sentir – dijo un poco incomoda – siento que usted me observa y muy de cerca – al fin reaccioné y me alejé de ella.
- Puede retirarse – ordenó Annie antes de que yo pudiera responder, sus ojos recriminaron mi acción, así que decidí retirarme, en eso estaba cuando escuché a Annie hablar – déjame ayudarte – ella sujetó la cuchara y le dio de sorber la sopa a Candy, yo… yo sentí que la sangre me hervía, luego tomó la servilleta y le limpió la boca, no pude con la escena y antes de explotar me dirigí hacia la cocina, casi azoté la sopera en la mesa, el ruido fue tal que los empleados voltearon a verme con desconcierto, la única que no se inmutó fue la señora Bellamy, recargué mis manos en la mesa y la aprisioné con toda la fuerza que emergió de mí mientras cerraba los ojos, después de unos segundos levanté la vista, mis ojos se cruzaron con los fríos ojos marrones de la ama de llaves, hubiera querido adivinar sus pensamientos al verme de esa manera, solo que mis ideas estaban girando en dirección a Annie Britter.
CONTINUARÁ….
Te sigo Astareth 🥰
. Deja de estar de metiche
excelente FIC 
pues la está haciendo una inútil a Candy.
[/url]
me encanta.