Fic. Un Rayito De Esperanza
Art. Betty Graham
—¿Te lo puedes creer? Danny les puso pegamento a las trenzas de Lesly, porque le parecían que estaban muy separadas. ¡La pobre niña no paró de llorar durante horas! ¡Ese niño es un pequeño demonio! — Le explicó Annie, su compañera de trabajo y mejor amiga mientras hablaban por teléfono.
—No sé de dónde sacan esas ideas. — Candy mezclaba la masa para galletas, mientras que sostenía el teléfono entre su oreja y su hombro.
—Yo te lo diré; de unos padres que no se involucran en la educación de su hijo por estar tan sumergidos en el trabajo.
—Annie... — La reprendió antes de gemir de dolor al sentir la patada de sus pequeños. Una contracción siguió al pequeño movimiento haciéndola quejar y apoyarse en la mesa.
—¡Candy! ¿Estás bien? —Preguntó preocupada su amiga al escucharla quejarse.
—Sí es solo... Ha sido una pequeña contracción.
—¿Contracción? ¡Oh, Dios mío!
—¡Tranquila, Annie! No es la primera. He estado toda la noche sintiéndolas.
—¿Y Terry te ha dejado sola sabiéndolo? ¡Le voy a matar!
— Terry no sabe nada, no he querido decírselo para no asustarle. —Explicó— Estoy bien, el ginecólogo me dijo que era algo normal. A medida que se vaya acercando la fecha las iré notando más.
El sonido de las sirenas le hizo desviar la vista hacia la televisión que estaba puesta, pero estaban pasando anuncios, por lo que dedujo que habría sido en la calle.
— Terry se enfadará cuando se entere, lo sabes ¿Verdad?
—Por eso le estoy haciendo sus galletas favoritas. —Confesó haciéndola reír.
De nuevo, el sonido de las sirenas llamó su atención. Se aproximó de nuevo hasta la ventana y observó pasar a toda velocidad cuatro ambulancias y varios camiones de bomberos.
—¿Candy, sigues ahí?
—Sí, es solo que...creo que ha ocurrido algo grave. Hace un momento escuché el ruido de una sirena y ahora acabo de ver a unos cuantos camiones de bomberos.
—Habrá sido algún accidente, ya sabes que en esta ciudad siempre pasan cosas. —Explicó su amiga.
—Puede ser... —Las palabras se quedaron atoradas en su garganta y el tazón la masa de galletas que tenía en sus manos cayó al suelo al ver las imágenes que la pantalla de la televisión ofrecía.
El corazón del World Trade Center aparecía en primer plano y en él, se podían observar dos inmensos agujeros en ambas torres, columnas de humo saliendo de las ventanas...Las palabras de la locutora hicieron que su alma se encogiera.
Noticias de última hora. Dos aviones con pasajeros se han estrellado contra las Torres gemelas, otro acaba de hacerlo con el Pentagono y la alerta se mantiene ante un cuarto vuelo desaparecido. Lo que en un principio se creía que podía ser un fatal accidente se confirma como un atentado contra la nación. .
— Terry... —Susurró llevando las manos a su boca para calmar el sollozó que escapó de ella. El teléfono cayó a sus pies olvidando la conversación con Annie.
Terry estaba allí, hoy tenia reunión allí. Sintió como sus piernas se doblaban haciéndola caer al suelo. Necesitaba saber que estaba bien, tenía que estar bien. La imagen que ofrecía la televisión no podía ser real.
Con manos temblorosas volvió a coger el teléfono y cortando la llamada de Annie, sin despedirse, marcó el número de su marido. Esperó impaciente una respuesta al sonar cada tono.
—¡Hola! Soy Terry Grandchester, en este momento no puedo atenderte, deja tu mensaje después de la señal.
—¡No puede ser! —Volvió a marcar intentando contener las lágrimas, pero volvió a recibir el mensaje del buzón de voz.
—¡No, no, no! ¡Terry, por favor! —Insistió una vez más pero no obtuvo respuesta. Desesperada llamó directamente a la oficina, pero el resultado fue el mismo.
Sentía como la presión en su pecho crecía y las lágrimas rodaban por sus mejillas. Los calambres en su vientre se estaban intensificando haciendo que tuviera que sostenerse para no caer.
El timbre de la puerta sonó y abrió los ojos esperanzada. Seguro que era Terry que volvía a casa.
Como pudo llegó hasta ella y ver el rostro desencajado de su Hermano Albert, tiró por tierra todas sus ilusiones.
Como si fuera una niña pequeña se abrazó a él.
—¡Albert! ¡Es horrible! Dicen que han atacado las torres y... No consigo hablar con Terry.. —Explicó rota por el llanto— En la oficina tampoco responden y... ¡Tiene que estar bien, Albert!
—Cariño, tranquila. No puedes alterarte en tu estado. —Intentó calmarla Albert.
Tienes que llevarme allí, Albert. Necesito encontrar a Terry, necesito saber que está bien. —Como pudo se deshizo del agarre de su hermano dispuesta a salir a buscarlo.
— Pequeña no puedes ir hasta allí. No nos van a dejar pasar. George se ha acercado y está intentando averiguar qué ha pasado y dónde se encuentra. En cuanto sepa algo nos avisará.
—¡No! Yo... ¡Tengo que ir allí! Yo... ¡Ah! —Gritó doblándose por el dolor que atravesaba sus entrañas.
—¡Candy! Cariño, ¿Estás bien? — Albert corrió hasta ella asustado al verla así.
—¡No! —Jadeó agarrándose el vientre— Creo...creo que me estoy poniendo de parto.
Albert intentó controlarse y no entrar en pánico, lo último que necesitaba su hermana era que él se pusiera nervioso.
— Escucha, pequeña. Nos tenemos que ir al hospital.
—¡No, Albert! ¡No puedo! ¡No puedo tener a mis bebés sin saber si Terry está bien! Tenemos que ir allí y averiguar... —Lloraba.
— Pequeña, escúchame. —Pidió sosteniendo su rostro e intentando tranquilizarla— Tenemos que ir al hospital. George se está encargando de buscar a Terry, tú, en tu estado no puedes hacer nada. Estás de ocho meses, los bebés se está adelantando. ¿Entiendes, Candy ?
Las palabras de su hermano la hicieron tomar conciencia de la realidad; sus bebes podía no estar preparados para nacer, no era el momento y, sin embargo, estaba dispuestos a venir al mundo.
Continuará ..