Un abrazo a todas las administradoras que han hecho de este lugar un refugio para el talento de ideas, de letras, de fanarts, de ediciones y de hacer volar nuestra imaginación.
MUY CONTENTA de participar por segundo año con las BANDOLERAS DE TERRY. Esta historia está ambientada en la Guerra Civil estadounidense.
En una mañana muy fresca y serena de abril de 1845, nació una linda niña, tan dulce, tan tierna, que llegó para inquietar el matrimonio Giddings.
Henry Giddings estaba con los nervios de punta, esperando el nacimiento de su quinto bebé. En los anteriores partos de su mujer, Grace Giddings, parecía un hombre de hierro, con nervios de acero, que no se inmutaba fácilmente, tal cual lo aprendió desde soldado en la milicia.
—¿Qué hace diferente este alumbramiento de los otros? —le preguntó el doctor Samuel Potter a la mucama de la señora Giddings.
—El patrón tiene ya cuatro hembritas y según él, el que viene en camino será el varón que tanto quiere tener.
Grace, con los dolores a flor de piel, intervino en la charla y dijo:
—¡Ay, ay, ay! Así es doctor, mi esposo sabe que será un niño y se llamará Paul, en honor a su abuelo inglés. Un varón para que continúe el apellido.
Admirado, se limitó a decir el médico —qué idea tan descabellada, en especial porque no es un hombre el que da a luz, sino una mujer. ¿Y cómo lo sabe?, la ciencia no ha avanzado tanto aún para decir con exactitud el sexo de un bebé.
Otra de las mujeres que se hallaba en la habitación asistiendo en el parto le respondió:
—«En el Antiguo Egipto, hay papiros que demuestran que si una mujer quería saber si podía concebir o podía estar embarazada orinaba sobre semillas de trigo y cebada por varios días. Si la cebada brotaba primero, era un niño, pero si crecía el trigo, era una niña».
El médico se giró de inmediato para prestar atención a la mujer y esta al igual que él sostuvo su mirada fijamente sin bajarla y siguió:
—«De hecho, un tiempo después, en el período medieval en adelante, se colocaba una aguja en la orina de una mujer que se volvía roja o negra si estaba embarazada».
—«En efecto, estas pruebas podían hacerse bajo la supervisión de un médico o sin él. Pero, no sé si usted tenga conocimiento que desde su fundación en 1518, el Colegio Real de Médicos de Londres prohibió a las curanderas practicar la medicina, incluyendo las uroscopías, ¿usted es curandera, o partera?
Con respecto a las pruebas de las semillas, descritas en el Antiguo Egipto como ‘mágicas’ se puso a prueba la teoría, aunque no hubo ninguna correlación con el sexo del bebé».
—«Ni curandera ni partera, ni estamos en Londres, soy una mujer que le gusta leer e investigar. Mi cuñado se emocionó e hizo prácticas con lo que le conté sobre las semillas y vio lo que solo él quería creer. En ningún momento dije que funcionase así», le manifestó Faith, su cuñada..
Un grito desgarrador interrumpió el debate de conocimientos en aquella habitación. Las contracciones eran más seguidas. El galeno pedía la colaboración a su paciente, que siguiese pujando fuerte y respirase porque su bebé ya estaba por salir.
—Me temo mi estimada señora Giddings que deberán agregarle tres letras más al nombre: «i, n, a» porque esta criatura es una niña.
El llanto de la bebé hizo caer de las manos la pipa que fumaba el general Giddings.
Mandó llamar de inmediato a uno de sus sirvientes para que le diese la gran noticia que tanto esperaba después del parto de su mujer. Nadie se atrevía a salir de la habitación por temor a su reacción.
George no era un hombre déspota ni cruel con sus sirvientes ni esclavos negros, pero cuando se ponía de mal humor era mejor estar a tres millas de distancia.
Faith le abrió la puerta, le sonrió y lo felicitó. Era la única persona con la que no podía discutir porque saldría perdiendo de una u otra manera un debate por el impetuoso carácter de la dama.
—Cuñado, ahí tienes a tu hija.
El hombre desencajó su rostro en dos. Por un lado alegría, pero por otro, incertidumbre, como si se preguntase –«qué pasó con lo de las semillas de trigo y cebada que me platicó Faith».
Aprovechando el estado de ánimo del nuevo papá y de cómo Faith manejó la situación, se acercó para entregarle a la bebé en los brazos.
—Paulina sería un bonito nombre —sugirió el doctor— y haría honor a su apellido Giddings.
—¿¡Paulina!?, susurró...
CONTINUAŔA...
*P.D.: Crédito del arte: Betty Graham
Última edición por BettyJesse el Miér Mayo 01, 2024 7:56 pm, editado 3 veces