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Hola queridas niñas lectoras del foro rosa. Carmín y yo queremos agradecerles una vez más por sus lecturas y comentarios. Con este capítulo le decimos adiós a la Guerra Florida, gracias por tanto cariño a La reina. La historia como ya les he mencionado la continuaremos en Wattpad y si se puede seguir subiendo en el foro entonces la terminaremos también acá. Igual la pueden seguir por medio de las narraciones en el canal de Sinceramente Apasionadas. Mil gracias por todo chicas y nos vemos el próximo año si Dios nos lo permite. Como siempre fue un placer participar y compartir con ustedes. Les mando besos y abrazos a la distancia
LA REINA
CAPÍTULO 26: ACUERDOS DE MALDAD Y LAZOS DE AMOR
—Así que Terry —Amelia miraba a la pareja cubierta solo por las sábanas, con sus ojos ardiendo en furia.
—Madre puedo explicarlo —Susana palideció, era consciente que no era buena idea mentirle a su madre, en el fondo le temía, sabía de lo que era capaz.
—¿Ah sí? Adelante —espetó Amelia cruzándose de brazos mientras Neal la miraba detenidamente sin emitir ninguna palabra ni gestó.
—Yo… —Susana enmudeció, la verdad era que no tenía una respuesta para explicarle a su madre por qué Neal estaba en su cama.
—Bueno, dejémonos de dramas —soltó Neal exasperado por quedarse dormido y ahora tener que lidiar con la monarca, se puso en pie sin importarle su desnudez, ante el sonrojo de Susana y la mirada iracunda de Amelia.
—¡Maldito! Acaba de abusar de mi hija —Soltó Amelia, llena de rabia por el comportamiento desvergonzado del príncipe, levantó su mano para golpear el rostro del español, pero este fue más rápido y la sostuvo en el aire.
—Ni se le ocurra golpearme, “Majestad” —se mofó Neal, pero su mirada de advertencia paralizó a Amelia— Vamos, llame a todos los guardias y a los patéticos anfitriones que tenemos, dígale al rey y a…—Neal sonrió— A Terry, el hombre con quien desea casar a su hija, dígale que un hombre estaba completamente desnudo en la cama de su “inocente hija”, pero no olvide decirles que ella igual estaba sin una sola prenda. Si gusta, podemos llamar al obispo y que él nos dé su opinión. Yo diré la verdad, que su hija me invitó a pasar la noche en sus aposentos, ningún hombre despreciaría semejante ofrecimiento, a cualquiera que le pregunte estoy seguro de que pensará igual que yo, que la dama no era más que una libertina de dudosa reputación que solo disfruta y gusta divertirse con los hombres.
Dígale a su sobrino, el rey de las tierras germánicas —Neal acercó su rostro a la mujer y dijo esto último casi con burla —Hágalo, para que tenga una larga charla conmigo, ya que es un amante de las palabras. —Neal sonrió de medio lado con maldad sin soltar la mano de Amelia, la cual apretaba con fuerza, ella por su parte lo veía con aversión. Sabía que Neil tendría todas las de ganar y que su hija saldría muy mal parada y más ahora que Terry era libre para casarse con ella. Revelar la vergonzosa situación de Susana, significaba decirle adiós a la corona inglesa; ni toda su magia revertirá esto, sería la muerte de su amada hija, o volver a sus tierras en la más absoluta deshonra y ningún reino la querría desposar.
—¿Ama a mi hija? ¿Acaso quiere ser su esposo? —preguntó Amelia suavizando un poco su mirada, quizás podía cambiar de estrategia y afianzar una buena alianza con España, su hija se casaría de igual forma con un heredero a la corona, aunque este fuese el trono de España.
—¿Casarme, yo? ¿Con su hija? —Neal soltó una carcajada y la miró casi divertido —Ja, ja, ja. Señora mía, ¿cómo se le ocurre? No, claro que no quiero casarme con su hija y menos después de ver lo fácil que es seducirla —la espalda de Neal fue golpeada con fuerza por la frustrada Susana, este sin soltar a su madre la empujó de nuevo a su cama con su mano libre.
—¡Eres un maldito!, dijiste que me amabas —reclamó Susana en medio de lágrimas.
—¡Ah! ¿Entonces te revuelcas con todo el que te dice que te ama? Y con los que te rechazan también, digo esto porque veía los indebidos acercamientos que tenías hacia el que aún era mi cuñado. Le coqueteabas de la forma más descarada a un hombre casado y frente a todos, si eso hacías en público, puedo imaginar lo que hacías cuando estaban a solas —Neal la miró con desprecio— Créeme, los rumores de tu dudoso comportamiento con los hombres se comentan en los muros de este castillo y fuera de ellos, no será difícil convencerlos de que tú me sedujiste, ya que estás ansiosa por cazar un príncipe o… —Neal le sonrió con malicia— ¿los quieres tener a todos? Qué traviesa resultaste, Susanita.
Susana apretaba las sábanas contra su pecho, derramando lágrimas amargas por ser tan estúpida y meterse con alguien cómo el despiadado príncipe español. Su madre la veía con reproche, con el ceño fruncido, como diciéndole “te lo mereces”. No obstante, sus ojos se posaron de nuevo en Neal y hablándole con frialdad.
—¿Qué quieres por tu silencio? Ya veo que no es a mi hija a quien quieres, ¿Qué deseas? ¿Dinero? ¿Alianzas? — preguntó la germánica derrotada.
—Una alianza estaría bien —Neal comenzó a soltar el agarre de la mano de la mujer— podemos trabajar juntos, claro que deseo que el maldito Terry se case con su hija —el español comenzó a vestirse frente a las dos mujeres—. Será nuestro secreto, deben casarse pronto, la princesa debe unirse a él lo antes posible, no sabemos qué sorpresa llegará en pocos meses —su mirada cínica recorrió el cuerpo de Susana, ella y su madre se veían desconcertadas— Y nosotros reinaremos desde las sombras —terminó por decir Neal.
—¿Y qué te hace pensar que nosotros queremos una alianza contigo? ¿En qué nos puede beneficiar? —preguntó Amelia mientras se reponía del extraño momento, discretamente se había fijado en el musculoso cuerpo del guerrero español, entendía perfectamente lo que llevó a Susana a compartir su lecho con él.
—Es simple, por dos grandes razones que yo les puedo dar. La primera y que ya estoy llevando a cabo es embarazar a Susana, créame, si no lo hacen pronto Richard no tendrá los cuatro años de paciencia que ha tenido con mi hermana, a Susana la eliminará de su camino más pronto. El hombre está desesperado por un heredero, Susana debe hacer que su esposo pase la noche de bodas en su lecho y de embarazarla me encargo yo, con eso asegurará la corona y el reinado. Esta primera acción beneficiará a Susana y la segunda…—Neal miró a Amelia con su rostro lleno de maldad —Le haré un gran favor, mataré a su sobrino y usted podrá reinar en sus tierras.
Los ojos de Amelia se iluminaron y miraron con agrado al hombre, aunque de nuevo su rostro se volvió severo.
—No es tan fácil. Si mi sobrino muere hay una larga lista que el difunto rey dejó, para que cualquiera tomé mi lugar, menos yo —la molestia en la mujer era evidente.
—No si consigo una aprobación del propio Papa, para que usted sea la reina y España le dé su apoyo e Inglaterra también por su hija, que estará reinando sola, con mi hijo en su vientre —Neal sonrió triunfante—. Bueno, el hijo de Terry, que para ese entonces será el difunto rey.
—NO. No quiero que él muera —intervino Susana levantando la voz, cortando por breves segundos la charla de su madre y su amante.
—¡Cállate Susana! —gritó Amelia, mientras miraba a Neal y le sonreía—. Me agrada Neal, futuro rey de España —los ojos de Amelia ardían celebrando la nueva alianza.
—Y usted a mí, majestad —exclamó Neal dándole una sonrisa de supremacía—. Creo que este es el comienzo de una gran amistad y muchas cosas por hacer juntos.
Neal besó la mano de la mujer mayor que se notaba más que complacida con el español. Susana los contemplaba sin poder creerlo, para ellos era como si la rubia no estuviera presente.
—Estaré encantada de tener tratos con usted —Amelia apretó la mano de Neal con fuerza mientras él se llevaba la suya a la boca, para besarla, sin dejar de mirarla fijamente. Dejando a Susana solo como una expectante.
—Me gustan las mujeres con carácter indomables e inteligentes. No es una virtud muy común en ustedes, las mujeres, pero cuando aparece es como una joya invaluable —los ojos de Neal estaban fijos en la reina, que lo veía con agrado—. Y usted, mi querida dama, tiene las tres. Debemos conocernos mejor —Neal le guiñó un ojo sin que Susana se diera cuenta, a lo que Amelia sonrió.
—Por supuesto, cuando guste estaré más que dispuesta, será todo un placer conocerlo más.
Susana estaba impactada, se sintió usada como una marioneta, ahí estaban dos personas decidiendo su destino sin importarle lo que ella quisiese en realidad. Y luego de ver cómo su madre y el hombre que la tomó por primera vez, tenían un claro coqueteo, se sintió herida y traicionada, su corazón se quebró en ese momento, pues nunca imaginó que su propia madre hiciera eso.
—Mi estimada reina, creo que no es apropiado salir por la ventana, puedo ser visto. Qué le parece si usted me salva de dar una incómoda explicación, en el supuesto de que alguien me vea salir.
—Pero, por supuesto, saldré con usted. Diré que Susi se sentía mal y usted tiene conocimientos de medicina, y que al comentarle de mi preocupación usted solo quería ver si era grave— Amelia miró a su hija que estaba perpleja en su cama, cubierta con las sábanas— Susi, quédate en cama. Informaré a todos que no te sientes bien y no saldrás hoy.
—Pero madre… —refutó la joven.
—Es una orden —Amelia se acercó a su hija con molestia, como pocas veces Susana la vio dirigirse hacia ella—. Agradece que no te doy el castigo que mereces. Te portaste como una cualquiera, afortunadamente elegiste bien a tu amante, de lo contrario en estos momentos ya habrías conocido mi verdadero poder—Amelia vio el miedo en los ojos de su hija, estos se veían reflejados en los suyos y le sonrió—. Tranquila, yo no te haré daño, pero siempre haz lo que yo te pida, así que hoy no sales —Ordenó, Susana, asustada, solo pudo asentir.
—Vamos, demos un paseo, debemos conocernos mejor. Además, con los preparativos de la boda de Anthony y su hermana todo es un caos —mencionó con ligereza la reina, retomando su atención en el español.
—Sí, tiene razón, los próximos días serán caóticos, organizar una boda tan rápida como la de mi hermana y Anthony no es fácil. Richard tiene a todo el castillo trabajando en ello. Sabe, a mí no me interesa que mi hermana sea reina, lo único que quiero es verla feliz —expresó con sinceridad, saliendo con la mujer, pero antes volteó y le lanzó un beso a una desconcertada Susana.
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Candy salió a horas muy tempranas de su hogar, junto a su madre. La noche fue larga y sabía que Terry y Eleanor, su madre, tenían que estar a solas y charlar. Así que despidiéndose de Terry, aún adormilado, le dijo que daría un paseo con su madre y que volvería cerca del mediodía.
Terry dudó en dejar salir a Candy sola, pero Circe lo convenció de que cuidaría de ella y que estarían bien, mientras compartían una taza de agua con manzanilla y menta. Salieron dejando a un intranquilo Terry, que la acompañó hasta la entrada mientras su madre comenzaba a preparar pan y guisado para, cuando volvieran, Candy y Circe. Terry no solo estaba intranquilo de que su amada pecosa saliera de su vista, también tenía temor de estar con su madre a solas, no sabía si todo estaba dicho o no.
Ese día el sol salió y brilló como no era usual en esas tierras. Candy recogía fresas, moras y toda clase de frutos silvestres que encontraba, trepaba a los árboles como le enseñó su madre cuando era pequeña, aun cuando esta le pedía que tuviese cuidado por su estado que, aunque no hubiera todavía síntomas ni fuera notorio, ellas sabían que ya estaba en cinta. Sin embargo, Circe, o Lane, se veía feliz por ver a su hija de nuevo como años atrás. Candy dejó que el tiempo pasara y al llegar nuevamente a la cascada soltó la canasta con frutos y se quitó su capa, quedando con un vestido de tela suave y delgada, así se sumergió en la cálida agua, nadaba plácidamente en ella cuando una voz la sobresaltó.
—Al fin te veo de nuevo.
Era Anthony a espaldas de unas desconcertadas Candy y Circe, esta última no emitió sonido para no alertar a Terry y a su madre, que saldrían de inmediato si escuchaban algo raro. Tendría que actuar ella de ser necesario. Anthony miró que la ninfa de sus sueños estaba en el agua y el ave que lo impactó estaba en aquella roca, los dos seres que captaron su atención en aquel lugar estaban nuevamente allí, juntos, eso le pareció extraño. Candy quiso sumergirse para huir, pero él al percatarse le advirtió que no lo hiciera.
—No lo hagas o lastimaré a tu ave. —Amenazó Anthony con voz grave, ella se giró solo un poco dejando ver parte de su rostro y el príncipe vio el semblante asustado de la joven, eso lo desarmó, levantó sus manos para mostrarle que no traía nada que pudiera lastimarla— Espera, no voy a hacerte daño, solo dime ¿Quién eres? Quiero conocerte, no sales de mi cabeza desde el día en que te vi.
Ella volvió su cara al frente, para no ver los ojos azul cielo que suplicaban por una oportunidad de conocerla.
—Solo soy una campesina, señor. Alguien que pasea en ocasiones por estos bosques —contestó Candy con el temor de que Terry saliera y fueran descubiertos. Candy con desconcierto después de un corto silencio sintió cómo algo se sumergió en las aguas, llegando hasta donde ella estaba sin que Circe les quitara la mirada, expectante de que Terry o su madre no salieran.
Los ojos de Anthony se clavaron en los de Candy qué turbada, vio la cálida y hermosa sonrisa del rubio frente a ella y también como su mirada era un dulce reflejo de su alma. Entendió que el corazón de Anthony no era malo, solo tuvo a las personas equivocadas en su vida, sintió mucha pena por él.
—Qué hermosa eres —dijo él, hipnotizado por las gemas verdes.
—Su Alteza, no es apropiado que esté aquí, usted debería estar en su castillo —habló Candy ante la mirada sorprendida del rubio.
—¿Me conoces entonces? —Anthony se acercó más a Candy y ella retrocedió— ¿Me temes?, no lo hagas —volvió a acortar la distancia acariciando la mejilla de Candy y su corazón palpitó con más fuerza.
—Alteza, sé quién es usted, creo que todo el reino lo sabe, dentro y fuera del castillo Su Majestad, los príncipes y la princesa, son reconocidos. Por favor no me lastime. Sé que usted es el segundo hijo del rey de estas tierras y… —Candy se sintió extraña y retrocedió más— Sé que mañana se casará.
El rostro de Anthony pasó de emoción por encontrarla a una cara de incomodidad y notable molestia.
—Me tendieron una trampa, fue mi hermano, para librarse de su esposa y casarse con Susana, la princesa germánica que nos visita. Él hizo que su esposa me sedujera para así poder quedar libre a costa de mi maldición —el menor de los príncipes hablaba con rencor de Terry— Sin embargo, te encontré y no cumpliré sus caprichos, ni tengo por qué recibir sus sobras. Quiero que escapes conmigo, tienes que creerme cuando te digo que no dejo de pensar en ti desde que te encontré, creo que fue una señal divina la que te puso en mi camino —Anthony notó como el rostro de Candy se descomponía.
—Pero… Usted no me conoce, ¿cómo me pide tal cosa? —la rubia estaba perpleja por la petición de Anthony.
—Eso no tiene importancia, ya tendremos tiempo de conocernos, pero por favor huye conmigo hoy mismo. Tengo todo listo para irme lejos y tener una buena vida, sin las imposiciones de mi familia.
Confesó Anthony, que veía a Candy suplicante. Ella se sentía abrumada por enterarse de que Terry les tendió una trampa para finalizar su matrimonio, se sintió decepcionada y un dolor en su corazón, pero lo ocultó.
El ave bajó hasta el agua y se posó en una de las piedras quedando frente a ellos. Candy la miró y Circe captó toda la atención de Anthony, para permitir que Candy huyera. Candy se sumergió en las aguas y nadó hasta la entrada, mientras Anthony estaba hipnotizado por el ave, luego pasó por donde no golpeaba la cascada y se adentró en la guarida.
Circe silbó para sacar de su trance a Anthony, que apenas recobró el conocimiento, buscó a Candy por largos minutos, emitiendo un grito de rabia, el cual Terry escuchó mientras veía a Candy que acababa de entrar mojada y asustada. Temiendo lo peor, corrió hacia ella y la agarró por los hombros con suavidad.
—Candy, ¿qué pasó? —inquirió Terry, el pulso de ella estaba acelerado.
—Tu hermano me descubrió —dijo ella.
Al escuchar el motivo de la turbación de Candy, Terry se llenó de ira e intentó salir, pero Circe entraba en ese momento y lo detuvo.
—No lo hagas, Terry, se irá pronto. Le dejé una alucinación en su cabeza para que piense que fue un sueño, está en la orilla dormido. Debes llevarlo y decir que lo encontraste en el camino, que probablemente alguien le dio opio o algún brebaje para que alucinara.
Terry, no muy convencido, asintió.
—Amor, vendré esta noche. Ya que nuestra vida está a punto de cambiar para siempre —el heredero la miró con ilusión.
—¿Por qué? ¿Qué pasará hoy? —pronunció Candy, Terry la observó y sonrió.
—Hoy serás mi esposa, ante Dios y los hombres.
Continuará…
LEE EL CAPÍTULO 25 AQUÍ
Lady y Carmín en esta aventura. 
Gracias a todas y a Lady 
por ser mi compañera en esta aventura. 
de escribir. 
tiene que hablar con Terry, además Circe fue testigo de lo que sucedió. Esa Amelia es una verdadera bruja y ya le echó el ojo a Neil 
