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BANDOLERAS DE TERRY/ JillValentine. Si ella supiera.
Capitulo 11
—Venga ya, como si yo pudiera predecir las cosas… —Susan se puso a explicar los planes que viéndolo bien había hecho sin haberme comunicado nada—. De todas maneras, tuve que ingeniarmelas para conseguir la tercera recomendación. Quería que fuera una persona destacada, pero no estaba segura de que fuera a aceptar; al final resultó que sí y tuve listos los papeles.
—¿Has dicho que era un trabajo de cine? Y que no hablaste con el mayor inversionista. Solo con el director.
—Trabajaría directamente con el director más que para la empresa. Tengo entendido que da muchas conferencias de prensa y entrevistas. Muchas giras. Además, ahora tiene mucha presión, se está implicando más en expansión y quiere tener la seguridad de mantenerse siempre dentro del éxito, por eso quiere nuevas caras.
—¿Quién es el mayor inversionista ? Susan calló un instante.
—Antes de que te lo diga, ten presente que aún no me han ofrecido completamente el papel. Y no sé si lo aceptaré, llegado el caso. Todavía no conozco todos los detalles.
—¿Por qué no me lo dices simplemente? —Porque no quiero que te molestes.
—¿Por qué me iba a molestar? Empezó a retorcer las manos.
—Porque lo conoces. En realidad, has trabajado en algunas de las inversiones de su empresa. Enseguida até cabos.
—¿No será Stanford?
—Pues sí —confirmó, casi avergonzada. Recordé lo mal que me lo había hecho pasar; también recordé la afición que tenía él mayorista por acostarse con las mujeres de su compañía.
—Ya sabes que a ese tipo le gusta tener a varias mujeres, ¿verdad? Y su empresa no es bien aceptada en el sector.
—Por eso quiere disponer de nuevas caras, para dar otra imagen en las relaciones públicas.
—¿Y no te sentirías incómoda trabajando para una persona así?
—No lo sé. Todavía no me he reunido con él. Espero causarle buena impresión.
—¿Cuántas horas a la semana prevés trabajar? No quise decir nada sobre la buena impresión, que para mi era una insinuación.
—Bueno, ahí está el problema —respondió—. Es un trabajo a tiempo completo, y probablemente también haya que viajar un poco por las giras.
—¿Sin volver a dormir a casa?
—Es lo que se entiende por viajar, ¿no?
—¿Y Katherine?
—Que pasa con ella? Además ella está bien — Le di una mirada fría
— ¿vale? No nos precipitemos antes de tener nada en concreto. Por ahora.
—Por supuesto —acepté recordando que mi hija estaba escuchando .
—Tengo que comunicarte algo. —Dije recordando la fiesta de la graduación.
— Qué?
— Habra una fiesta con un empresario muy importante, es para conocer a los nuevos estudiantes que tuvieron su maestría en negocios, postulado a derecho. Puede ser una oportunidad para tener el apoyo en la compañía.
— Pero no es seguro, Además. ¿por qué me lo dices?
— Quiero que me acompañes.
— Yo?
—Eres mi esposa, por supuesto que tú.
— Cuando es la dichosa fiesta. —Preguntó con indiferencia .
— El próximo viernes.
— No se si estaré ocupada con Stanford.
— Que quieres decir? Pregunté conteniéndome de no elevar mi vos, por mi hija.
— Acaso no es obvio. Si me dan el papel en el cine, voy a estar muy ocupada.
—Y no puedes arreglarlo.
—No creo que se vea bien empezar a pedir días. Hay mucha demanda en el lugar que quiero y no puedo desperdiciar la oportunidad, por una fiesta de graduación. El miércoles opté por llevar a mi hija al parque después de desayunar, pero me resultaba imposible acallar el creciente enfado que sentía con respecto al trabajo de Susan. Apenas habló de sus entrevistas. Explicó que era porque no quería ilusionarse, pero parecía confiada, y cuando le hablé de las citas que había para la semana siguiente, estaba francamente distraída. Era como una señal. El jueves no vía a Susan en todo el día y mi humor era de perros. Quizá se debía a que Susan no había respondido a mis mensajes y a que tampoco la encontré en casa cuando llegué. La impresión inicial de extrañeza se transformó en preocupación, pero no la llamé ni le mandé un SMS porque sabía que no podría disimular mi enfado, lo cual estropearía la cena. No era de extrañar que no hubiera respondido ni llamado. Había estado ocupadísima. Susan llegó Al final del día con bolsas de tiendas. Al igual que las veces anteriores, hubo de efectuar varias idas y venidas para descargar todo lo que había comprado; cuando terminó no pude quedarme callado.
— Parece que has tenido un día ocupado.
—Sí. Después de terminar la entrevista, he estado corriendo de una tienda a otra. Al final solo tenía ganas de volver a casa y descansar.
—¿Tienes hambre? Dije cuando Katherine entro al salón, conteniendome de los comentarios que tenía en la legua. — He comprado y puesto a calentar la parrilla.
—¿Ah, sí? ¿Para esta noche?
—¿Algún problema? Supuse que tendrías hambre.
—Ya he comido. — Susan vio mi expresión, porque empezó a ponerse a la defensiva—. No sabía que tuvieras intención de preparar algo de cenar. Si me hubieras avisado.
—No has respondido. Podrías haberme llamado.
— He estado corriendo todo el día.
—¿Tanto que ni siquiera podías mirar el teléfono?
—Tampoco lo digas con ese tono —dijo con un suspiro. ¿Cómo era posible que mi mujer no sintiera la necesidad de saber cómo estaba su hija?
—¿Adónde vas?
—Me voy a acostar, porque quiero estar tranquila. Si quieres puedes venir, pero si quieres volver a discutir, es mejor que te quedes en otra parte. Era el colmo que tuviera que aguantar esto, no entendía que pasaba en mi matrimonio, que era lo que hacía mal. Por cómo iban las cosas no podía confiar en que Susan me acompañará a la fiesta. Pero quizás ... Una idea me vino de pronto.
Candy.
El sábado a la mañana, desayunamos en casa. Albert hizo panqueques. Tenía un delantal que tenía un patrón de espátula por todos lados. Me senté en la mesa de la cocina mientras él daba vuelta los panqueques en la cocina, luego se sentó y atacamos.
—Estas trabajando todos los días de la semana y los fines de semana. — Comentó Albert de pronto.
—Quieres decir, cada noche y día de la semana y los fines de semana. — Dije sarcásticamente.
—Exactamente. — Dijo sonriendo —No pretendo que trabajes todas las noches ni todos los días. Hazme saber cuando quieras tiempo libre.
—No me quejo —dije—. El dinero es bueno. Por cierto— dije recordando algo —El juez dijo que quiere que lo acompañe a Cannes en mayo para el festival. Dijo que te pregunte si está bien contigo .
—Ya estuve allí antes —dijo Albert—. Son unos días de dinero a lo grande. Ganarás una fortuna allí si haces buenas conexiones. Tienes que ser inteligente para que no te dejen fuera de los círculos sociales dónde están los hombres más ricos del mundo.. La conexión. Las inversion allí son con gente de todo el mundo.
—¿Ganaste mucho con clientes potenciales?
—Me fue bien. Me quedé con un hotel caro. Me encantó allí, y me encantó el hotel. Lo vendí a la semana por tres millones. Hubiese traído más a casa si no hubiese tomado unas vacaciones y si no hubiese comprado tanto como compré.
—Suena genial.
—Es mucho trabajo. Reconoció .
—¿Te arriesgarías a ir? Pregunté .
—No puedo hacerlo —dijo mientras se reía.
—¿Qué?
—Creo que quieres ir. Reí, también.
—Me viene bien el descanso, seguro.
—Solo eres tú saliendo a trabajar mientras estás de vacaciones allí.
—Eres abogada. Dime tú: ¿estoy equivocado?
—No, pero admite que quieres ir.
—Lo pensaré —dijo Albert comiendo—. Se acerca época de vacaciones. Hace tanto que no tomó ninguna.
—Podemos divertirnos —dije, emocionada.
—Es divertido, pero todo es negocios, fiestas, lo más importante, cinematográfico.
—Espero que vayas,.
— Espero que tú vayas, pero solo si estarás cómoda y no mirando todo rosita. Reí.
—Querido, en el trabajo, tengo ese problema constante. Quizá en el sur de Francia no tenga que preocuparme como me preocupo acá. —Estaba totalmente convencida de eso. —Lo manejaré. No te preocupes por eso.
—De ninguna manera voy a no preocuparme por eso —dijo Albert, sonando más serio de lo que realmente estaba. —Ahora que eres abogada, hermosa e inteligente. Lo suficientemente hermosa para modelar. Lo suficientemente inteligente para aprobar el examen de admisión profesional. Pero tienes un corazón que puede ser tu perdición.
Continuará...
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