- ¿Qué estás haciendo por aquí? -le preguntó ella.
-El señor Withman no va a venir. Todas las villas son mías.
-No te creo -respondió
Mientras daba un sorbo de su vaso, lo observó. Era una persona tan fría, tan controlado, tan calculador. Sintió un cosquilleo en la espalda. Miró sus facciones agitanadas, absorbiendo la perfecta simetría de cada una de ellas. Su mirada fria, la fina y arrogante nariz, la curva de su boca. En aquellos momentos, Terry era para ella un completo extraño, con un aire de autoridad y mando que parecía algo innato en él. No era el Terrance Grandchester que ella recordaba. ¿O sería que lo miraba con otros ojos?
—Candice....
—Nadie me llama así —murmuró Candy. Aquel encuentro se estaba convirtiendo en una pesadilla. A los dieciséis años había estado muy enamorada de Terry. Le había dicho y hecho cosas que ninguna mujer en su sano juicio le gustaría recordar en su madurez. Le había declarado su amor hasta la muerte. En aquel tiempo no era Candy la que cerraba la puerta de su habitación, para evitar que él entrara, sino que era Terry el que cerraba la suya. Aquellos recuerdos la hicieron sentirse mal.
—Mírame... —le dijo, mientras le acariciaba la mano—. Por favor Candice...., poniendo cara de incredulidad. Terry dibujó una sonrisa en su boca sensual.
-Es verdad. Yo te traje aquí, porque quería verte otra vez.
- ¿Por qué? -la cabeza empezó a darle vueltas.
-Porque eres mi esposa. A lo mejor he tardado mucho tiempo en recordártelo, pero has de saber que eres mi esposa -le dijo Terry.
-Cuando regrese a Inglaterra solicité la anulación del matrimonio -le respondió-. ¿No recibiste los papeles?
-Terry se limitó a sonreír de nuevo.
- ¿Los enviaste?
-Como yo era menor de edad, mi madre se ocupó de todo...
- ¿Eso es lo que te dijeron?
- ¡Mira, yo sé que esa ceremonia la declararon nula!
-Pues te han engañado -le replicó. Su cara se encendió de ira. Su insistencia la enfurecía.
-Cuando vuelva a Inglaterra, yo te los enviaré. Lo que sí te garantizo es que no estamos casados.
-La verdad es que nunca lo estuvimos, como los adultos lo están, me refiero -concedió Terry. Candy palideció al revivir en su memoria la última vez que había visto a Terry. Lo vio en brazos de otra mujer, una rubia muy guapa, de pelo rubio, mientras lo besaba, con su cuerpo pegado al de él. Desde entonces no lo había vuelto a ver-. Me arrepiento de la forma en que nos separamos -Candy se puso rígida. Clavó sus ojos en la mesa. Casi no podía creerse que estuviera otra vez con Terry. Con renovada decisión, intentó borrar los recuerdos que se le venían a la mente-. A lo mejor no te lo tenía que haber dicho tan pronto, pero siento que es como un muro entre nosotros -comento Terry.
Aquel comentario disparó la imaginación de Candy otra vez. Dibujó en su cara una sonrisa de desprecio.
-Creo que te estás imaginando cosas raras -levantó el hombro con desdén-. Y ahora, si de verdad esas villas son tuyas, hablemos de negocios.
-Ya veo que has estado fuera de aquí mucho tiempo -Terry hizo una señal al camarero-. Esa no es la forma de hacer negocios aquí. Primero tomamos algo, luego hablamos y a lo mejor te invito a casa a cenar. Después de cenar, a lo mejor, podemos hablar de negocios.
-Yo no voy a ir a cenar a tu casa... -protestó.
-Espera primero a que te invite -contestó Terry.
-Todo esto es una broma .
-Recuerdo que te gustaba lo inesperado -Terry se recostó de forma indolente en la silla, sin prestar atención a su creciente ira y frustración.
-Yo era una cría entonces...
-Sí, pero en aquel momento no te cansabas de repetir que eras mujer -le recordó Terry, con su voz profunda. Candy se sonrojó aún más.
-Bueno, dime -le dijo, intentando cambiar de asunto --, ¿te dedicas ahora al negocio del turismo?
-Sí y no --con los ojos entornados, levantó un poco el hombro y le sonrió.
Era absurdo que ella no conociera a lo que aquel hombre se dedicaba, absurdo que supiera tan pocas cosas del hombre con el que se casó. Cuando se casó con él, todo lo que sabía era que Terry era el sobrino del profesor del pueblo donde vivía con su abuelo y que durante la semana estudiaba y trabajaba en un banco en Escocia, donde tenía también un apartamento.
Pero se dedicase a lo que se dedicase Terry en aquellos momentos, estaba claro que le iba muy bien. Llevaba un traje muy caro. Sin embargo, ella no estaba acostumbrada a verlo con ropa tan formal. Cuando iba a visitarla los fines de semana, siempre llevaba vaqueros y camiseta. Se había convertido en todo un hombre de negocios, muy sofisticado. Aquello la desconcertaba. Terry la estaba observando con los ojos entrecerrados.
-Tenía mis razones al elegir un sitio tan discreto para hablar.
- ¿Sí?
-Creo que estás de vacaciones y me gustaría que te hospedaras en mi casa -propuso Terry. Candy se lo quedó mirando con los ojos como platos y se le escapó la risa.
- ¿Me estás tomando el pelo?
- ¿Por qué lo iba a hacer?
-He venido sólo de paso. Tengo que irme a Italia -le dijo, sin acabarse de creer que le hubiera hecho esa invitación-. Así que me temo que tendremos que hablar de negocios ahora, o nunca.
-A mí me importan un comino las villas -contestó Terry.
-Pues a mí no, porque ése es mi trabajo -aquella situación cada vez le parecía más irreal. ¿Para qué quería Terry hablar con ella, después de tanto tiempo?
¿Por curiosidad? Estaba claro que había averiguado en qué trabajaba en Londres. ¿Había sido por eso, por lo que le habían ofrecido las villas a Carson Travel? ¿Cómo habría descubierto Terry dónde trabajaba?
Continúara..