Tu nombre
Muchas veces soñó con momentos como este: liberando ansias, sentimientos, deseos que tenía muy enterrados dentro de su corazón y mente. Su necesidad por marcarla, poseerla, lo estaba volviendo loco.
Lamia cual sediento esas dulces gotas de sudor, atrapando con su boca cada gemido de placer. Con la única mano libre, recorría cuanto podía de aquella nívea piel. Esta misma demencia lo obligaba a hundirse, en lo más profundo del centro de la mujer. Cada vez que embestía ese cálido y húmedo ambiente, tenía que apretar los dientes. Ella era tan estrecha y receptiva, siempre moviendo su pelvis, saliendo a su encuentro.
El contenido emocional y erótico era tan fuerte, que sentía que en cualquier momento estallaría. Pero no quería acabar, no quería volver a la normalidad, a su día a día, a su soledad.
Ante sus ojos, todo pasaba como en cámara lenta. Ella gemía, lloriqueaba. Con sus piernas le apretaba e impulsaba. Sus dulces ojos, nublados y extasiados. Su boca abierta, su sien mojada. La lujuria desatada, de todo se apoderaba. Pronto, continuas contracciones le atrapaban, por completo lo succionaba. El amargo final se acercaba y, sin poder controlarlo, con una lágrima soltó en un susurro el nombre del ser amado, ese que no estaba a su lado.
-Candy…
-¡Archieee…!
Con amargura escuchó el grito de Annie.