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No contestes, querido cap 3

4 participantes

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1No contestes, querido   cap 3 Empty No contestes, querido cap 3 Jue Abr 22, 2021 2:32 pm

LyricCinema

LyricCinema
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

En una mañana de fin de semana Tony se encontraba buscando tesoros perdidos en el ático de sus padres, lo cierto era que le gustaba hurtar las posesiones de su fallecido tío; Alistair Cornwell.

Estaba deseando agregar a su biblioteca el viejo ejemplar de física cuántica que había visto una vez entre las cosas empacadas del tío Stear, pero que su padre celosamente nunca había querido regalar, ni siquiera a su propio hijo.  

No, su padre era muy extraño cuando se trataba de su fallecido hermano mayor, su madre le había contado lo inseparables que eran y como en el funeral de Stear, Archie se había mantenido imperturbable, cuando poco tiempo antes si había llorado por la muerte de su primo Anthony.

Claro que, su padre era apenas un muchacho, uno muy testarudo, ese mismo día del entierro cuando todos ya se habían marchado el último en irse había sido Archie.

Creyendo que nadie le veía y como la costumbre lo marcaba, el chico decidió tocar una última canción de despedida para su hermano, una canción que apenas y pudo terminar puesto que ya se ahogaba en sollozos.
Archie no volvió a portar el traje escoces que usaban los Ardlay y tampoco había dejado que su hijo lo vistiera, quiso enterrar todas sus memorias sin excepción alguna y hasta la fecha lo había logrado con éxito.

El ático estaba lleno de polvo, cuando se había puesto de cuclillas para abrir algunas cajas el pantalón se le ensucio, y no solo eso, también había telarañas y una que otra pequeña rata cuidando no morir a manos del humano ahí presente.

Todas las pertenencias de Alistear Cornwell habían sido legadas a su hermano:  desde su ropa hasta sus cachivaches que él llamaba inventos, sus libros, sus gafas, su colección de boinas, fotografías de una famosa actriz americana de principios de 1900s y por demás fruslerías.

A comparación de su padre, el tío Albert había sobrellevado mejor la muerte de su hermana Rosemary, pero Tony había llegado a la conclusión de que las personas llevaban el duelo de diferentes maneras.
La primera caja que abrió estaba repleta de cartas y fotografías, muchas de las cuales eran de personas totalmente desconocidas para el muchacho.

Las mujeres vestían con crinolinas y de sus pechos pendían camafeos, tal como la abuela Britter, quien descansaba en paz desde hace algún tiempo ya.  Mientras que los hombres llevaban sombreros de bombín o chisteras con levita, entre un montón de gente con miradas altivas a la única que pudo reconocer fue a la tía abuela de su padre: Madame Elroy.

Que más allá de aquella mirada severa, tenía una expresión melancólica que le había proporcionado todos los decesos en su familia.  


Elroy Ardlay había enterrado a su hermano y la esposa de este cuando la pareja apenas eran padres de dos niños muy pequeños, por cuestiones de la vida, madame Elroy se volvió la tía solterona que se había hecho cargo de muchos niños Ardlay que sufrían de padres ausentes, incluido Archie y su hermano Stear.

Elroy les había visto crecer y morir y bien dicen que no hay nada peor a la muerte de un hijo, aunque no era la verdadera de madre de estos chicos era lo más cercano a una.

La abuela Britter siempre le dijo  que esa señora guardaba mucho dolor en su corazón.

Cuando madame Elroy se volvió demasiado vieja para valerse por sí misma sus enfermeras empezaron a comentar que madame hablaba sola, la anciana decía que Rosemary la visitaba por las tardes, otras veces eran Anthony y Stear, o incluso el señor William, su difunto hermano.

Y que cuando estaba pronta en morir, Elroy se veía en paz y ya no tenía más esa mortificación impresa en la frente por la que se caracterizaba desde siempre.

La tía Elroy había enterrado a su hermano William.
El tío Albert había enterrado a su hermana Rosemary.
Y su padre había enterrado a su hermano Stear…

Tony trago en seco cuando cayó en cuenta de los hechos, pero después se dijo a si mismo que los Ardlay no habían tenido mucha suerte y la familia Cornwell era diferente.

Él había sido el menor de dos hermanas que gustaban de jugar con el pretendiendo ser madres de Tony cuando era un bebé.

En su infancia no había muchos niños con quien jugar, sus hermanas ya eran dos jovencitas adolescentes en ese entonces, y los hijos del tío Albert también eran mayores, a consecuencia su padre lo llevaba a visitar a la tía Candy, al hogar de Pony, donde había muchos niños ansiosos por conocerle y el a ellos, aunque su madre no estaba del todo de acuerdo aludiendo a las diferencias sociales, al final nadie le hizo caso.

En el hogar de pony había hecho unos cuantos amigos que fueron desapareciendo conforme pasaron los años, algunos habían sido adoptados, otros se habían ido a casas de acogida y cuando Tony ingreso al colegio ya no tuvo tiempo para verles más.

En la segunda caja que abrió, encontró algunos diarios, bolígrafos inservibles y novelas de detectives, Tony sonrió mientras las hojeaba, después no hubo necesidad de seguir buscando más pues al fondo de la caja encontró el libro de física cuántica que quería.

Tony se marchó tratando de hacer el menor ruido posible y dejo las cosas como estaban pues su padre tenía la costumbre de subir al ático en el momento menos esperado.

No había mucho que hacer para el muchacho por aquellos días, las mañanas de remo se habían cancelado cuando su padre se hizo un esguince en la muñeca jugando tenis, por suerte el próximo fin de semana dejarían Chicago e irían a vacacionar a Newport, una tradición familiar de años.

Cada verano la familia iba a veranear a su casa de Newport, sus padres podrían aprovechar para ver a sus hijas Mabel y Dessie, con sus respectivos esposos, pues todos se movían por los mismos círculos.

A su madre le notaba más animada que de costumbre, Annie Cornwell vivía para los días donde la familia se juntaba, era su mayor satisfacción verles a todos reunidos en verano, pascua y las fiestas navideñas.

La señora Cornwell era la anfitriona perfecta, era una mujer hacendosa en su casa y su aspecto pulcro y elegante le ganaba muchos elogios de sus amistades importantes, también tenía un gusto exquisito para la decoración y tocaba el piano como los ángeles, Annie una madre amorosa y una esposa dócil que adoraba a su marido.

Cualquier hombre estaría feliz de tenerle a su lado, aunque Annie a veces sospechaba que Archie no le daba el valor merecido.

Podía notar cuando sus ojos seguían los pasos de alguna muchacha bonita cuando paseaban por el centro de la ciudad, ella la llamaba la fiebre de rubia, de repente todas las mujeres jóvenes e incluso no tan jóvenes se estaban tiñendo el pelo para lucir como una mala copia de Marilyn Monroe.

Tarde en la vida había descubierto que los hombres no buscaban una mujer refinada para pasar el resto de sus días, hubiese bastado con reír con los chistes malos y ser escandalosa y vulgar, siempre y cuando tuviera unos muslos bien formados y un pecho generoso. Los ojos de dormitorio eran puntos extras.

A veces la señora Cornwell se preguntaba si su esposo estaba engañándole, era de noche y los dos yacían sentados sobre la cama en pijama y leyendo con los bifocales.

Annie le miro de reojo, no pudo evitar sonreír pensando en lo guapo que seguía siendo, la secretaria de su oficina era más fea que un pie sin uñas, sus empleadas domésticas tampoco eran muy agraciadas y Candy estaba muy lejos viviendo en el hogar de Pony.

Annie era una mujer insegura, pero no le gustaba arriesgarse, aunque no se engañaba pues sabía que Archie conocía a mucha gente, las esposas de los socios de su marido siempre estaban batiendo las pestañas en frente de su esposo sin el menor respeto por ella.

Ni hablar de las dependientas de los almacenes donde la pareja acudía cuando tenían que comprar algún obsequio o cualquier fruslería.

La fiebre rubia había acabado con muchos matrimonios.

Pero nunca con el suyo, no, Annie era más lista que eso, tal vez podía ser que su esposo tuviera alguna aventura pasajera de la que ella no estaba al tanto, pero incluso si fuera así, Annie se tragaría su orgullo y seguiría siendo una esposa que regalaba sonrisas a su marido, y que tanto en la pobreza como en la riqueza y enfermedad.

Annie siempre cuidaría de él.

Cuando se hizo demasiado tarde la pareja apago las luces de las lámparas de las mesitas de noche.
Archie acerco su cuerpo al de su esposa y le beso la mejilla, después la abrazo hasta que se largó a dormir a su lado de la cama.

Por lo regular una vez que apagaban las luces los dos se dormían de inmediato y esa noche no parecía la excepción, la cena había pasado hace horas y el tiempo de lectura antes de dormir era casi un ritual de la pareja, los Cornwell vivían en un barrio muy tranquilo y exclusivo.

En Merry lane nunca había disturbios por música demasiado alta, o gritos de gente peleando afuera, en primera porque las propiedades tenían un jardín muy extenso que las separaba de la otra por muchos metros y en segunda porque la gente que vivía ahí eran ciudadanos respetables cuyos ingresos sobre pasaban por mucho a la familia de clase media.

En Merry lane jamás había patrullas de policías porque algún vecino era arrestado por cometer algún acto ilegal o actividad sospechosa, las historias sórdidas no existían ahí.

Era solo un barrio aburrido de clase alta donde ni siquiera las niñas exploradoras eran permitidas para vender sus productos.

Nadie perturbaba el sueño de ningún habitante de la calle Merry lane, pero cuando el reloj marco que eran las dos de la mañana un sonido furioso y repetitivo proveniente del único teléfono ubicado en el recibidor no paro de sonar.

Archie abrió los ojos con molestia, tenía días de que la gente no hacia bromas telefónicas y la única vez que se le había ocurrido contestar había recibido una muy pesada.

La gente decía que eran cosas de jóvenes, pero Archie estaba seguro que eran delincuentes en potencia.
Dejo que el teléfono sonara un poco más hasta que el sonido por fin desapareció, pero ya no pudo dormir, una hora después volvió a sonar.

El señor Cornwell miro a su esposa dormida tranquilamente y no le despertó, en cambio decidió bajar a atender el teléfono, se calzo con sus chinelas y se puso su bata de seda color purpura.

Cuando salió de la habitación encendió la luz del corredor para no tropezar en media de la noche, justo cuando bajaba las escaleras se encontró con su hijo Tony quien también parecía bajar por la misma razón.

— ¿Qué haces despierto? — pregunto en casi un susurro y visiblemente irritado,  

— El teléfono no ha dejado de sonar y pensé en contestar. — explico el muchacho encogiéndose de hombros hablando igual de bajito que su padre. — ¿Por qué reciben llamadas tan tarde?

Archie frunció el entrecejo y sin explicarle nada le mando a dormir a su habitación como si fuera un niño de seis años.

— Vuelve a tu habitación, yo contestare.

Tony no le discutió, e hizo lo que se le ordeno. Archie bajo las escaleras y camino hacia el recibidor donde el teléfono no paraba de sonar, el recibidor estaba oscuro al igual que casi toda la casa, por lo que Archie encendió una lámpara antes de contestar.  

Mañana por la mañana iría a la oficina de teléfonos y pondría una queja, probablemente alguna idiota tenía su número y quería jugar con su familia.

Lo cierto era que Archie estaba muy viejo ya para caer en bromas estúpidas, o para que le trataran de asustar a media noche, más que darle terror, le indignaba y le molestaba sobremanera que se atrevieran a perturbar su sueño de tal forma.
No pudo evitar sonar molesto cuando por fin contesto el teléfono.

— Diga.

Archie imagino que escucharía algunos chicos riendo al fondo de la línea, pero en lugar de ello solo escuchó la respiración de una persona, con una radio encendida al fondo, aunque no lograba entender que decía.

— ¿Diga?

La respiración se comenzó a hacer más fuerte, y aquello empezó a poner muy incómodo al señor Cornwell, pero por alguna razón que desconocía no se atrevió a colgar.

— ¿Quién demonios es? — pregunto dudoso

La radio dejo de sonar y Archie seguía escuchando el jadeo del otro lado de la línea, seguramente era un vago sin nada que hacer que quería perturbarle.

— Oiga imbécil, le voy a colgar y no quiero que vuelva a llamar a mi casa nunca más, ¿me entendió?

Como arte de magia dejo de escuchar la respiración de aquel sujeto, y escucho como la persona acomodaba su teléfono del otro lado.

— No me cuelgues, Archie, soy yo — dijo una voz muy familiar, una voz de muchacho que ya solo escuchaba en sueños porque solo así era posible. — Soy yo…

Archie se quedó de piedra en aquel instante, pero tan pronto reacciono casi como si el auricular le quemara, el señor Cornwell colgó inmediatamente.  La voz era idéntica, si…

Pero era imposible que Stear le estuviera marcando, su hermano había muerto muchos años atrás, Archie se puso pálido y empezó a sudar frio, se quedó mirando fijamente el teléfono esperando que volviera a sonar, pero ya no timbro.

Se dijo así mismo que era muy tarde ya, y que debía estar muy cansado para haber creído escuchar su voz apenas unos minutos antes.

El reloj del recibidor marcaba casi las cuatro de la mañana.




No contestes, querido   cap 3 891429

A Claudia Ceis y a Evelyn Rivera Strubbe les gusta esta publicaciòn

2No contestes, querido   cap 3 Empty Re: No contestes, querido cap 3 Jue Abr 22, 2021 3:34 pm

Claudia Ceis

Claudia Ceis
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

Omg omg  affraid affraid Stear? Será posible? Por favor no nos hagas esperar con la continuación :pray:  esta genial tu historia :clap::clap::clap:

3No contestes, querido   cap 3 Empty Re: No contestes, querido cap 3 Jue Abr 22, 2021 4:22 pm

Evelyn Rivera Strubbe

Evelyn Rivera Strubbe
Niño/a del Hogar de Pony
Niño/a del Hogar de Pony

OMG Estará vivo Stear? No contestes, querido   cap 3 498689  No contestes, querido   cap 3 498689

4No contestes, querido   cap 3 Empty Re: No contestes, querido cap 3 Vie Abr 23, 2021 3:55 pm

GEZABEL

GEZABEL
Guerrera de Lakewood
Guerrera de Lakewood

AAAAAAAAAAAAHHHH

Acaso sera Stear??

este capitulo me ha encantado, me da como una vision mas futurista de lo que ha sido de esa familia... me gusto mucho


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No contestes, querido   cap 3 Ige10
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