Mi escrito... A LA ESPERA
Cuando Bert apenas contaba con la edad suficiente para saber la diferencia entre lo bueno y lo malo, lo gris de un dia nublado y las gamas de colores que habían en un dia despejado, tuvo la mala suerte de encontrarse con una enorme ave tirada en el suelo, batiendo sus alas fieramente sin conseguir la tan anhelada acción de volar.
-¿Qué te pasa amiguita?-le preguntaba este al precioso animal cuando en una de esas escuchó voces lejanas que se confundían una con otras a través de la distancia. Miró por encima de su hombro y al no ver a nadie que se acercara continúo observando al ave.
El jovencito intentaba ganarse la confianza del ave para de una forma u otra poder ayudarla, pero esta simplemente no le hacia la tarea fácil: berreaba, batía fieramente sus alas y usaba su largo pico para defenderse de su aparente enemigo. Como el niño que era, Bert se las ingenió para tranquilizar a la eufórica ave y poder llegar al fin a ver el problema: le habían lastimado-combino cuando al mismo tiempo de ver la pequeña herida escuchó un disparo a no muy lejos.
-¡Cazadores! -exclamó el nene, y sin pensárselo siquiera arrastró por las patas al ave hacia la escondite que un dia, vagando por el bosque, encontró.-Te han disparado, amiguita, ¡Esos hombres malos te han hecho daño!-con lagrimas que no tardó en derramar miraba la tristeza bailar en los ojos casi taciturno del ave.
Los disparos seguían detonándose a ráfagas afuera, mientras Albert se encontraba haciendo una especie de tiras con lo que hace poco había sido su camisa para tapar la herida de Beth, nombre que le gustaba mucho, no porque se le pareciera al diminutivo con el que le llamaba cariñosamente su hermana mayor, sino por su significado: Vida. Porque ella, sin saberlo ni mucho menos èl, le había regalado un nuevo significado y un propósito que, en unos años, se vería.
Bert esperó a que esos mal hechores se esfumaran para salir de su rinconcito, con la promesa de regresar pronto con comida y mas utensilio. Fue a su casa corriendo, siendo lo mas sigiloso posible para no ser intervenido por la dictadora de su tia-abuela a quien amaba con locura.
Bert iba a visitar a su pequeña amiga al menos una o dos veces por dia. Aunque era aun muy pequeño, en èl recaía el fuerte peso de cargar con aquel imperio por si un dia su padre faltara, y de eso su Tia-abuela Elroy se encargaba.
En la actualidad Albert se encontraba con esa pequeña caja de pandora, y en ella veía el como todo empezó: con un ave realmente terca pero herida, que no se dejaba ayudar ni por la inocencia de aquel pequeño que no traía consigo ni una pisca de maldad, y aun asi, a pesar de las picaduras que le dio Beth a èl, Williams Albert Andrew se arriesgó hasta que un buen dia su amiga sanó y emprendió el vuelo.
No pudo evitar comparar la situación de aquel Bert con la Candice que, como su antiguo yo, se empeñaba, en su inocencia, restablecer la vida de aquel ogro. Sabia que no era la misma situación, porque su amiga de aquel entonces era tan solo un ser que se manejaba por la intuición, y que, por pura sobrevivencia, lanzaba su pico a modo de defensa; al contrario de aquel hombre, quien era una persona sumamente racional, que tenia experiencia en la vida y que por lo tanto debia reconocer a sus enemigos.
No cabia duda que ese hombre sabia con quien se metia, había obligado a la pobre de Candice a contraer matrimonio con su único hijo para atraer las atenciones e influencias de los Andrew, hijo que traía consigo un gran secreto y que este descubrió. Francisco era un hombre realmente machista, ambicioso, orgulloso; y que su hijo fuera un amanerado lo destruyó realmente hasta el punto de que maltratará a su sangre a tal punto que el chico no soportó mas y acabó con su vida.
Todo particular y familiar lo abandonaron, solo Candice quedó con él para consolarlo.
-¡Vete!-le había dicho este a la rubia que hace apenas segundos estaba llorando entre los brazos de Albert y que se había despegado para ofrecerle su pecho al dolido padre-¡No te necesito ni a ti ni a nadie! ¡Déjenme! - fue lo ultimo que dijo el viejo antes de echarse a llorar en la caja que sostenia a su hijo.
Candice hizo caso omiso a las palabras de Francisco y recargó su cuerpo en la
espalda del hombre. Bert solo se quedó viendo la escena, intentando comprender al padre en su dolor, pero ya había pasado año y medio desde eso y ese hombre aun seguía en las mismas, y Candice aguantándole las cosas.