CAPITULO 5
Quiero agradecer a todas por tan bonitos comentarios a esta pequeña historia, ha salido desde el fondo de mi corazón, he llorado mucho con ella y agradezco sinceramente el apoyo que me le han dado a esta novata que deja parte de su alma en las letras.
Desde su punto de vista, esta gira era la peor que había tenido en los últimos seis años, retrasos del tren, malas condiciones en los teatros, algunos compañeros enfermos, y él con la poca paciencia que tenía, sentía que en cualquier momento explotaría, el colmo fue cuando le llegó un telegrama urgente de la señora Marlow donde le decía que Susana estaba delicada y tuvieron que hospitalizarla, últimamente estaba peor, según los médicos tenía muy pocas posibilidades de recuperarse, unos años atrás enfermó gravemente a consecuencia del crudo invierno, fiebres altas, dificultad para respirar, y aunque fue atendida a tiempo por los mejores médicos de la ciudad su salud quedo deteriorada, así que, aquí estaba él, de nuevo, dejando el trabajo para estar con ella.
Regresó a Nueva York tres semanas atrás, estaba cansado, se la pasaba en el hospital casi todo el día, solamente salía a darse un baño y comer algo, de vez en cuando visitaba a su madre, antes de regresar al hospital, daba un pequeño paseo por Central Park para relajarse, para evitar ser reconocido usaba su vieja chaqueta, una boina y lentes, no podía usar su bufanda pues la temperatura no lo ameritaba, le gustaba contemplar el lago desde el puente, mirar a la gente en los pequeños botes y perderse en sus recuerdos, al parecer no era el único, había notado a una chica que siempre estaba junto a un árbol, a veces leyendo, otras simplemente con la mirada perdida, cada que la veía sentía un vuelco en el corazón, no le había visto la cara, ella siempre estaba con la cabeza inclinada o de espaldas, una chica delgada, de rubios y cortos cabellos rizados, por un momento le recordó a “ella”, desechó la idea, pues “ella” era delgada pero no tanto, y el cabello lo tenía más largo, era alegre, traviesa, nunca estaba quieta, no como aquella mujercita que parecía una muñeca, siempre pensativa e inmóvil, además no tendría nada que hacer ahí, según su madre vivía en chicago, él no hubiera querido saber pero Eleonor siempre le hacía algún comentario acerca de ella o de la familia Ardley, lo cual le molestaba pues no quería saber, procuraba no leer chismes de sociedad y enterarse que tenía algún pretendiente, prometido o peor aún se había casado, pensar en eso lo ponía furioso, no quería ni imaginar que podría hacer de enterarse que otro hombre pudiera estar con ella, pero ahí estaba su madre, cuando la visitaba, soltándole información como si nada, en ocasiones se molestaba y emprendía la retirada en otras hacía como que no la escuchaba, su madre solo sonreía y no comentaba nada más.
Ese día después de comer e ir a darse un baño a su departamento, pasó al parque antes de regresar al hospital, caminó al puente recargo los brazos sobre él y se quedó contemplando el lago, perdido en sus pensamientos, miró hacia el árbol junto al puente y ahí estaba ella de nuevo, de espaldas, recargada en el árbol, mirando hacia la nada, tenía un bonito vestido azul cielo, sin mangas, de talle largo hasta la cadera y falda plisada hasta debajo de las rodillas, y un gracioso sombrero cloché, él se preguntaba ¿Qué hacía ahí una chica como ella?
-Pues lo mismo que tú seguramente- dijo el castaño-sólo pensar
Se volteó a mirar de nuevo hacia el lago, el tiempo se le iba sin darse cuenta, escuchó un rítmico taconeo, giró la cabeza y la chica del árbol estaba caminando distraídamente en dirección suya, por primera vez le vio el rostro y sintió un vuelco en la boca del estómago, esa chica… ¿era Candy?, ¡no! Sus ojos lo engañaban, no podía ser ella, sin embargo, al pasar junto a él un dulce
aroma a rosas le llego a la nariz golpeando sus sentidos, se quedó inmóvil, al reaccionar caminó hacia ella y con esa voz profunda que tenía y con un ligero temblor en la voz, la llamó:
- ¿Candy? …
El miércoles de la última semana teniendo todo listo para su viaje a Londres se pasó la tarde mirando pasar a la gente desde su lugar favorito del parque, el árbol cerca del lago, ese día se sentía inquieta, en estado de alerta y ansiosa, antes de que la noche cayera se dispuso a regresar al departamento, iba caminando por el puente para ir hacia el auto, Jacob unos pasos detrás de ella cuando de repente escucho una voz muy conocida y por muchos años añorada.
- ¿Candy?
Ella se detuvo en seco, sus hermosas esmeraldas abiertas cuán grandes eran ¡No puede ser! ¡esa voz, su voz! ¿cómo era posible que él estuviera ahí? Se supone estaba de gira, pensaba la chica mientras volteaba a ver al hombre parado junto a ella y mirándola con una interrogación en la cara.
Se quedaron mirándose a los ojos, esmeraldas y zafiros brillando de emoción, la voz de Jacob los sacó de su ensimismamiento,
- ¿Pasa algo señorita Candy? - preguntó el chofer
- ¿El señor la está molestando?
- ¡No Jacob! - se apresuró a contestar la chica volteando a verlo rompiendo el contacto visual
Terry al escuchar su voz dulce y suave se presentó con el hombre que lo miraba con desconfianza
-Terrence Graham a sus órdenes señor…-hablo el joven con el ceño fruncido, extendiendo la mano esperando la respuesta
-Jacob Walker señor Graham, soy el chofer y guardaespaldas de la señorita Ardlay- contestó el hombre extendiendo la mano la cual Terry apretó relajándose.
Candy los miró presentarse, y cayó en cuenta que era Terry el que estaba ahí, de repente sintió ganas de vomitar y salir corriendo, estaba asustada, dio media vuelta y comenzó a caminar rápidamente.
- ¡Candy! - le llamo el joven castaño
-Señorita Ardlay- se escuchó la voz de Jacob
Los dos hombres la siguieron casi corriendo para alcanzarla, Terry fue el primero que llegó y la tomó del brazo para detenerla, ella, al sentir el contacto de su mano pego un brinco y dio un paso hacia atrás abrazándose a sí misma, Jacob al ver su reacción se interpuso entre ella y el castaño.
-Creo que debo llevar a la Señorita a su casa señor Graham
-Entiendo-contestó el joven mirando a Candy con tristeza pensando en que ella seguramente no querría dirigirle ni media palabra, pero, no podía quedarse así, tenía muchas preguntas y al parecer el destino le estaba brindando una oportunidad la cual no desaprovecharía, la había tenido cerca durante un par de semanas sin darse cuenta y no estaba dispuesto a dejar pasar un minuto más sin hablar con ella
-Candy, ¿podrías concederme unos minutos por favor? - preguntó el joven mirándola fijamente
- ¿Señorita Ardley? - preguntó el chofer al mirar a la chica algo pálida y con cara de susto
Candy respiro profundamente para calmar sus nervios, tenía la cabeza baja, no quería mirar a Terry a los ojos, se sintió pequeña, sucia y culpable, el recuerdo de las pesadillas en donde él la miraba con desprecio y la dejaba a merced de Archie la hicieron soltar un audible sollozo, lo cual asustó a Terry y puso en alerta a Jacob
-Nos retiramos señor Graham, la señorita no se siente bien-dijo Jacob empujando suavemente a Candy la instó a caminar
Terry al ver el estado de la rubia, se sintió terriblemente culpable, aun así, insistió
-Por favor Candy, solo un momento y te juro que jamás volveré a molestarte-suplicó
La chica al escuchar el tono suplicante en su voz, lo miró de nuevo a los ojos, sus hermosos ojos azules oscurecidos, no pudo resistirse al embrujo de esos zafiros que la miraban suplicantes.
-Te cortaste el cabello- comentó la chica en voz baja
-Tú también
Los dos se sonrieron con complicidad, por un momento volvieron a ser los chiquillos del colegio
- ¿Podemos entonces hablar?
-No creo que sea correcto-dijo la chica bajando la mirada nuevamente-pero está bien, solo un momento- Era ahora o nunca, le quedaban dos días en esa ciudad y en américa, posiblemente ya no regresaría, se despediría de él como no pudo años atrás, ahora sí, definitivamente.
-Gracias-contestó el joven respirando de alivio, este era el momento que había esperado por seis años, una oportunidad para hablar con ella, de pedirle perdón por haberla dejado ir y si era posible decirle que la amó, que la amaba y que nunca la olvidaría.
-El señor Walker puede venir también- sugirió el castaño señalando a Jacob
-Le agradezco señor Graham, pero los esperaré en el auto, con su permiso, estaré cerca señorita Candy- contestó el chofer declinando cortésmente la invitación, al darse cuenta la forma que esos jóvenes se veían,al parecer se conocían y tenían asuntos pendientes, apreciaba a su patrona, era una chica dulce, a leguas se veía que sufría aunque ella intentara disimularlo, esos meses a su cargo se había dado cuenta que la joven tenía un gran pena, posiblemente mal de amores, al ver su reacción cuando vio al joven castaño, así que decidió darles esa oportunidad.
Los jóvenes caminaron en silencio hacia una pequeña banca cerca del lago, por la hora que era, ya no había muchas personas ahí, tomaron asiento y por un momento, sin saber cómo comenzar, se quedaron en silencio.
Continuará…
el día de mañana capitulo final