Hallo schöne Kämpfer (Hola hermosas combatientes) Hoy me toca defender al precioso Terry, Es un minific de dos capítulos, espero que les guste.
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—¡Chispita! ¡Chispita! — exclamó Terry mientras buscaba a su amazona alemana.—¿En dónde te has metido, Chispita?
El hermoso actor juraría que estaba aquí hace sólo unos momentos y de un instante a otro desapareció. Hasta ahora seguía sorprendiéndole la asombrosa rapidez con las que sus amazonas actuaban, por algo dominaban la velocidad de la luz, ¿no?
—¿Me buscabas, mein reizvoll? —escuchó una repentina voz que venía atrás suyo, haciendo que volteara a ver quien era.
Y ahí estaba Luana, que había aparecido quien sabe en que momento.
—Te toca ofensiva hoy, y no has presentado nada todavía. — protestó Terry, cruzándose de brazos. —Presenta mi defensa de una vez, Chispita.
—No te comportes con el ánimo de jefe, Liath. Porque sabes lo que me pasa cuando te pones así.
—¿Empezarás con las amenazas, Chispita? —sonrió burlonamente para nada intimidado.
—No, ya empezaré con mi defensa ahora, pero ya verás que lo te sucederá luego...
Terry amplió su sonrisa, muy deseoso por saber que le había traído hoy.
By: Luana Hoffman (Sundarcy)
NOTAS DE LA AUTORA: Este historia se desarrolla en la trama original hasta el inicio de las vacaciones en Escocia, siguiendo el manga y el CCFS, en donde Terry besa a Candy en el Festival de Mayo, y justamente es en esa fecha cuando Candy pierde por fin su miedo a los caballos. Sin nada más que decir, espero les guste.
¡Oh, el verano! ... para algunos la mejor época del año, y si me lo preguntan a mí, diría que es de mis estaciones preferidas.
El Sol cada día en todo su esplendor, brindando su cálida presencia todas las mañanas, y destellando en un muy claro cielo azul en el que se resaltan las esponjosas blancas y nubes. ¿Acaso no hace querer suspirar? Yo ya lo estoy haciendo de sólo pensarlo, y ni siquiera he terminado de describirlo.
¿Cómo olvidar el viento de verano? Tan suave en esa agradable brisa que trae el maravilloso perfume de las flores, de aquellos otrora capullos que ahora rebozan de vida, estando tan radiantes y hermosos mientras se mecen con el aire. Ni qué decir sobre esos valles y colinas llenos de un verdor sin igual que junto al canto de las aves desplazándose por el campo, fascinarían a cualquier persona. ¿No es una visión demasiado encantadora?
Todo ello crea un tiempo tan mágico que es incluso capaz de evocar música, tan conmovedor como un primer beso de amor o entusiasta como las risas de los niños.
Esta era la estación que marcaría el inicio de muchos acontecimientos en las vidas de algunas personas, y todo comienza justamente con esto…
Un hermosísimo joven de largos cabellos castaños y profundos ojos color mar, caminaba por el bosque de Edimburgo en el renombrado país de las Highlands, Escocia. Su nombre era Terrence G. Grandchester, pero muchos lo conocían como Terry; el bellísimo Terry, poseedor de un linaje aristocrático envidiable y dueño de una gallarda figura que era capaz de atraer las miradas por donde sea que iba. Estaba claro que este hombre nunca pasaría desapercibido, al ser una absoluta visión de belleza hasta para los ojos más cansados.
Dando pasos firmes a través de los árboles con ese caminar elegante que poseía, pero sin tener ningún destino fijo en mente todavía, él sólo se regocijaba en el cálido ambiente que se le otorgaba en este día. Llevaba un libro en una mano y en su precioso rostro portaba una de sus muy características sonrisas ladeadas, al estar pensando en cierta rubia pecosa que casi nunca salía de sus pensamientos, aunque, claro que eso era algo que no admitiría abiertamente.
Ahora que estaba de vacaciones la idea de tener tiempo libre resultaba vigorizante, sin embargo, la mejor y más atrayente de las perspectivas era pasar tiempo con ella, con Candy, la rubia pecosa en la que tanto pensaba. De hecho, esa era la razón por la que estaba tan alegre, esperaba encontrarla por aquí recorriendo el bosque, conociéndola como la conocía seguro que estaba lanzándose de árbol en árbol como todo el tarzán que era.
Su fuerte risa resonó en todo el lugar al imaginarla colgándose sobre las hojas con esa asombrosa maestría que poseía, e inmediatamente paró su caminata para alzar sus preciosos ojos hacia los árboles y buscar entre sus ramas a esa mona rubia de una especie muy rara como él decía, por ser ella tan única y especial.
Sus ansiosos ojos la buscaron con impaciencia, deseando más que nada encontrarla sin demora. Le parecían años desde que se habían visto, aunque en realidad, no había observado ese pecoso rostro desde antes de las vacaciones cuando ella lo encontró tocando el piano en aquel salón de música, sonrió inconscientemente al recordarlo. ¿Cómo no hacerlo si en esa ocasión ella le había dicho que ya no le tenía miedo a los caballos? Pocas palabras, es cierto, pero que para él significaban tanto.
Así que impulsivamente, le pidió que lo visitara en su villa, aunque Terry no supo si la joven lo pudo escuchar o no, sólo que ya no podía negar ese incontrolable deseo de buscar siempre una continua cercanía con ella, mucho más ahora que sólo quería verla nuevamente.
Después de varios segundos de infructífera búsqueda entre tantas ramas, bajó la mirada suspirando un poco decepcionado de no encontrarla.
“Tal vez está en el lago.” — pensó un momento después, luego de mantener la mirada fija en el suelo por largo rato.
Sus ojos chispearon contentos ante esa súbita idea, y lentamente, se alzaron hasta enfocarse en el horizonte, mientras sus labios se curvaban en una hermosa sonrisa, una sonrisa que francamente dejaría sin respirar a muchas que se quedarían hechizadas bajo el irresistible encanto de ese hombre, y era una verdadera lástima que no hubiera alguien cerca para ver semejante visión.
Aunque por ahora ya no habrá tiempo para ahogarnos en la decepción porque Terry ya no siguió quedándose inmóvil, y acto seguido, continuó su camino animadamente con destino al lago que se encontraba no muy lejos de ahí.
No fue mucho tiempo hasta que llegó a una pequeña colina muy cerca de la orilla, desde donde se podía tener una magnífica vista de todo el lugar. Desde ahí Terrence podía vislumbrar cómo el lago reflejaba el cielo azul encima suyo, así como los cientos de árboles que estaban a su alrededor, notando que mirar a través de las aguas del lago era como mirar a través del más brillante y perfecto cristal. ¿Cómo no quedar fascinado con este paisaje?
Este lugar, que conocía desde la tierna infancia, encerraba tantos recuerdos para él que siempre terminaba refugiándose aquí cada vez que venía de vacaciones a Escocia. Cerró sus ojos brevemente, liberando un suspiro por un momento, se sentía muy tranquilo de estar aquí y tuvieron que pasar algunos instantes antes de volver a observar a su alrededor.
En cuanto abrió sus ojos y miró nuevamente al paisaje se percató que no había nada fuera lo común, excepto por los tres botes que se encontraban sobre el lago. Primero se fijó en los dos botes más alejados de la orilla, hacia donde sus ojos se enfocaron en uno que era compartido por la Tímida y el Elegante.
—Nada raro. — murmuró, observando como Annie lucía extremadamente feliz de estar ahí, todo lo contrario de Archie que sólo tenía cara de circunstancias.
Sin tiempo ni muchos deseos de averiguar la razón detrás del gesto del Elegante, Terry desvió sus ojos hacia el otro bote más cercano en donde estaban el Inventor y la Gordita, luciendo como toda una pareja a juego.
—Diría que son perfectos el uno para el otro. — sonrió, imaginando que Candy tenía mucho que ver con esa formación de parejas, aunque poco después sólo sacudió su cabeza, consternado. —Ni siquiera sé porque me intereso en ellos.
Él únicamente estaba buscando a una sola persona que al parecer no estaba por ningún lado, si Candy no estaba con sus primos y sus amigas, entonces… ¿en dónde estaba?
Sin llegar a muchas respuestas, de pronto se dio cuenta que aún no había visto el tercer bote que flotaba en el lago; en cuanto decidió fijar su mirada en él, fue en ese momento que vio algo que lo dejó tieso, haciendo que sus ojos casi salieran de sus órbitas apenas lo notara y que sus dedos soltaron inconscientemente el libro que traía en la mano, pues lo que veía no lo creía posible.
“¿Acaso el mundo se ha puesto al revés?” — se llevó sus manos a su rostro para frotarse las palmas contra sus ojos y asegurarse de ver correctamente. —“¿No es Candy la que está en un bote con los hermanos Leagan?”
Precisamente eso era lo que sucedía, por más que le resultara absurdo, sus ojos no lo engañaban; Candy, Eliza y Neal iban juntos en un bote que navegaba mucho más cercano a la orilla que los otros. Como si eso no fuera lo suficientemente inverosímil, Candy lucía muy tranquila, con su codo apoyado sobre su rodilla y su barbilla recostada sobre el dorso de su mano, casi como si estuviera perdida en sus pensamientos y sin prestar atención a los bufidos indignados de Eliza por tenerla como compañera de bote.
¡Imagínense! Si eso le parecía raro a Terry, pues mucho más extraño le resultaba a Candy, quien era la que estaba viviendo esa ilógica situación, y se venía haciendo la misma pregunta desde hacia rato. ¿Cómo es que terminó en un bote con Eliza y con Neal de entre todas las personas?
“Supongo que este será otro de los grandes misterios de la vida.” — se dijo a ella misma, encogiendo los hombros, muy desconcertada al no poder responder la pregunta. ¿Quién sabía si algún día ella enteraría qué clase de misteriosa fuerza la había llevado ahí, justamente ahora?
—¡Oh, es Terry! — exclamó la pelirroja, de pronto, a la par que sus ojos se iluminaban con emoción en dirección a la colina un poco más allá de la orilla del lago.
La voz chillona de Eliza en esa repentina exclamación sacó a Candy de su contemplación, había estado distraída pensando en su situación como para ser consciente de lo que sucedía a su alrededor. Así que, rápidamente, desvió sus ojos al mismo lugar que señalaba Eliza, y fue ahí cuando lo vio.
—Terry… — susurró muy despacio, sintiendo cómo su corazón comenzaba a palpitar fuertemente en su pecho con sólo mirarlo.
Fue así como esmeraldas y zafiros se fundieron a la distancia, negándose a desviar sus miradas ni un solo instante.
—¡Míralo, es él! ¡Terry está mirando hacia aquí! — Eliza sacudió los hombros de su hermano en desesperación.
—¡Eliza, suéltame! — Neil a duras penas lograba hablar entre tanta sacudida que le daba su hermana.
—¡Cálmate, por favor!
—¿Cómo quieres que me calme? — le lanzó una mirada furiosa a su hermano. —Terry me estaba buscando, de seguro, y ya me acaba de encontrar. ¿No ves que está que me mira con insistencia?
Lo declaraba con una seguridad que sólo hacía que su voz sonara más insoportable que nunca.
—¡Neal, haz algo ya! — bramó la pelirroja mientras se paraba en la cubierta del bote intempestivamente.
—¡Ten cuidado, Eliza! — advirtió Neal ansiosamente en cuanto notó la acción de su hermana.
—Hay que regresar a la orilla ahora. — su hermana siguió sin prestarle atención. — ¡De una vez! — concluyó, estampando con fuerza una pisada en la barca.
—¡Espera! — Neil sintió el corazón en la boca. —¡No te vayas a mover más, Eliza!
Demasiado tarde dijo esa última advertencia, nada pudo evitar que Eliza hiciera otra de sus tremendas pisadas llena de aires prepotentes, perdiera el equilibrio e hiciera desbalancear el bote, y junto con él todos los que estaban ahí también cayeran al lago.
—¡Candy! — gritaron al unísono Annie, Patty, Stear y Archie, quienes seguían mucho más alejados del bote de ella.
Terry, quien seguía en la pequeña colina cerca de la orilla, palideció de repente, sintiendo cómo su corazón se le paraba en el acto al ver lo que sucedió. Con la adrenalina corriéndole por la venas, corrió con asombrosa rapidez hacia la orilla, tirándose al lago para nadar como el experto nadador que era.
Candy sabía nadar y muy bien podría haber ayudado a los otros que cayeron al lago junto con ella, pero lamentablemente ahora sólo le quedaba luchar por respirar, pues Eliza la había tomado de los hombros para sostenerse, hundiéndola en el agua y evitando que la rubia lograra salir a la superficie a obtener el ansiado oxígeno.
—¡Auxilio! ¡Me ahogo! — gritó Eliza histérica, aunque no tenía nada que temer, flotaba muy bien con Candy como su flotador al que no dejaba de zambullir hacia el fondo.
Terry nadaba como si su vida dependiera de ello, y lo hacía, porque su pecosa estaba punto de ahogarse por esa loca que tenía por prima.
Para la rubia, su cabeza estaba palpitando sin control mientras sus pulmones gritaban por oxígeno. En los angustiosos segundos que pasaba aún bajo el agua, ella siguió luchando hasta que sintió que su cabeza iba explotar.
Un miedo profundo invadía su cuerpo, no podía ni pensar, lo único que quería era tomar aire al menos una última vez. Así lo intentó y por alguna razón, la cabeza ya dejó de dolerle y ya no tenía más miedo. En realidad, de un momento a otro todo le resultaba muy tranquilo, casi como si todo a su alrededor empezara a desvanecerse, así fue como luego comenzó a caer y a caer más profundo en una oscuridad que amenazaba con cubrirla por completo.
Justo en ese momento, llegó Terrence hasta donde estaban, más que dispuesto a ayudarla, pero para su mala suerte, Eliza fue la primera en verlo cerca e hizo lo mejor que se le ocurrió, saltó a los brazos de su futuro héroe.
—¡Viniste a salvarme, Terry! — exclamó la pelirroja, aferrándose al cuello del inglés, mientras dejaba a Candy a la deriva para que iniciara por fin su subida hacia la superficie.
—¡Que alguien me la saque de encima! — vociferó el hermoso joven, tratando de desenmarañarse de esos pegajosos brazos que lo detenían en su deseo de ayudar a Candy, que lucía aparentemente inconsciente flotando sobre el agua.
Archie y Stear iban nadando en estilo libre en dirección hacia ellos, Terry había estaba tan concentrado en llegar a Candy que había perdido el momento en que los otros chicos habían saltado al agua también para salvarla.
En cuanto llegaron a ellos, Stear no dudó en liberar a Terry del firme agarre que tenía Eliza sobre su cuello; ya una vez liberado, el inglés no perdió más tiempo antes de nadar rumbo a Candy, tomándola en el agua para llevarla hacia el bote y subirla en él nuevamente.
—¡No! ¡Déjame! ¡Terry! Terry me… salvará. — entre jadeos, Eliza daba de manotazos a su primo Stear para que la soltara. —¿A dónde vas, Terry? Vuelve aquí por mí, mi salvador. ¡Mi héroe no te alejes!
Se zafó del agarre de su primo, dispuesta a nadar hacia Terry para hacerle recordar que no debía olvidarse de salvarla. Todos se quedaron sorprendidos al verla nadar en dirección a Terry. ¡Así que sí sabía nadar después de todo!
Stear volvió a tomarla de los brazos y la obligó a irse con él, llevándola al bote en el que momentos antes había estado solo con Patty, ahí ella se tiró sobre la barca fingiendo desmayarse, para que la pobre Patty comenzara a abanicarle rápidamente creyendo su juego. Mientras tanto Archie hizo algo parecido con el siguiente náufrago, Neal, trasladándolo hasta el bote que compartía con Annie.
Terry remaba con gran velocidad, estando muy ansioso por llegar a la orilla lo más rápido posible para poder ver bien cómo estaba Candy. No había tenido mucho tiempo para verificar su estado, pero ahora sólo viéndola, se sentía sumamente angustiado al observar que ella lucía tan pálida, yaciendo inconsciente en el bote.
Una vez llegaron a tierra, el inglés no perdió más tiempo antes de cargarla en brazos y recostarla sobre el suelo.
—Pecosa… — murmuró casi sin voz, comenzando a acariciar su precioso rostro en afán de despertarla.
—Vamos, Candy.
El corazón de Terry latía con fuerza al no ser capaz de aliviar esa profunda angustia que lo invadía. Tragó duramente, intentando ahogar sus miedos. Apretó sus labios una última vez y su voz se quebró cuando habló.
—Por favor, Pecosa, despierta…
Pero para mayor desesperación de él, su pecosa no despertaba…
Continuará…
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—¡Chispita! ¡Chispita! — exclamó Terry mientras buscaba a su amazona alemana.—¿En dónde te has metido, Chispita?
El hermoso actor juraría que estaba aquí hace sólo unos momentos y de un instante a otro desapareció. Hasta ahora seguía sorprendiéndole la asombrosa rapidez con las que sus amazonas actuaban, por algo dominaban la velocidad de la luz, ¿no?
—¿Me buscabas, mein reizvoll? —escuchó una repentina voz que venía atrás suyo, haciendo que volteara a ver quien era.
Y ahí estaba Luana, que había aparecido quien sabe en que momento.
—Te toca ofensiva hoy, y no has presentado nada todavía. — protestó Terry, cruzándose de brazos. —Presenta mi defensa de una vez, Chispita.
—No te comportes con el ánimo de jefe, Liath. Porque sabes lo que me pasa cuando te pones así.
—¿Empezarás con las amenazas, Chispita? —sonrió burlonamente para nada intimidado.
—No, ya empezaré con mi defensa ahora, pero ya verás que lo te sucederá luego...
Terry amplió su sonrisa, muy deseoso por saber que le había traído hoy.
UN INICIO DE VERANO DIFERENTE
By: Luana Hoffman (Sundarcy)
NOTAS DE LA AUTORA: Este historia se desarrolla en la trama original hasta el inicio de las vacaciones en Escocia, siguiendo el manga y el CCFS, en donde Terry besa a Candy en el Festival de Mayo, y justamente es en esa fecha cuando Candy pierde por fin su miedo a los caballos. Sin nada más que decir, espero les guste.
o-O-o-O-o-O-o
¡Oh, el verano! ... para algunos la mejor época del año, y si me lo preguntan a mí, diría que es de mis estaciones preferidas.
El Sol cada día en todo su esplendor, brindando su cálida presencia todas las mañanas, y destellando en un muy claro cielo azul en el que se resaltan las esponjosas blancas y nubes. ¿Acaso no hace querer suspirar? Yo ya lo estoy haciendo de sólo pensarlo, y ni siquiera he terminado de describirlo.
¿Cómo olvidar el viento de verano? Tan suave en esa agradable brisa que trae el maravilloso perfume de las flores, de aquellos otrora capullos que ahora rebozan de vida, estando tan radiantes y hermosos mientras se mecen con el aire. Ni qué decir sobre esos valles y colinas llenos de un verdor sin igual que junto al canto de las aves desplazándose por el campo, fascinarían a cualquier persona. ¿No es una visión demasiado encantadora?
Todo ello crea un tiempo tan mágico que es incluso capaz de evocar música, tan conmovedor como un primer beso de amor o entusiasta como las risas de los niños.
Esta era la estación que marcaría el inicio de muchos acontecimientos en las vidas de algunas personas, y todo comienza justamente con esto…
Un hermosísimo joven de largos cabellos castaños y profundos ojos color mar, caminaba por el bosque de Edimburgo en el renombrado país de las Highlands, Escocia. Su nombre era Terrence G. Grandchester, pero muchos lo conocían como Terry; el bellísimo Terry, poseedor de un linaje aristocrático envidiable y dueño de una gallarda figura que era capaz de atraer las miradas por donde sea que iba. Estaba claro que este hombre nunca pasaría desapercibido, al ser una absoluta visión de belleza hasta para los ojos más cansados.
Dando pasos firmes a través de los árboles con ese caminar elegante que poseía, pero sin tener ningún destino fijo en mente todavía, él sólo se regocijaba en el cálido ambiente que se le otorgaba en este día. Llevaba un libro en una mano y en su precioso rostro portaba una de sus muy características sonrisas ladeadas, al estar pensando en cierta rubia pecosa que casi nunca salía de sus pensamientos, aunque, claro que eso era algo que no admitiría abiertamente.
Ahora que estaba de vacaciones la idea de tener tiempo libre resultaba vigorizante, sin embargo, la mejor y más atrayente de las perspectivas era pasar tiempo con ella, con Candy, la rubia pecosa en la que tanto pensaba. De hecho, esa era la razón por la que estaba tan alegre, esperaba encontrarla por aquí recorriendo el bosque, conociéndola como la conocía seguro que estaba lanzándose de árbol en árbol como todo el tarzán que era.
Su fuerte risa resonó en todo el lugar al imaginarla colgándose sobre las hojas con esa asombrosa maestría que poseía, e inmediatamente paró su caminata para alzar sus preciosos ojos hacia los árboles y buscar entre sus ramas a esa mona rubia de una especie muy rara como él decía, por ser ella tan única y especial.
Sus ansiosos ojos la buscaron con impaciencia, deseando más que nada encontrarla sin demora. Le parecían años desde que se habían visto, aunque en realidad, no había observado ese pecoso rostro desde antes de las vacaciones cuando ella lo encontró tocando el piano en aquel salón de música, sonrió inconscientemente al recordarlo. ¿Cómo no hacerlo si en esa ocasión ella le había dicho que ya no le tenía miedo a los caballos? Pocas palabras, es cierto, pero que para él significaban tanto.
Así que impulsivamente, le pidió que lo visitara en su villa, aunque Terry no supo si la joven lo pudo escuchar o no, sólo que ya no podía negar ese incontrolable deseo de buscar siempre una continua cercanía con ella, mucho más ahora que sólo quería verla nuevamente.
Después de varios segundos de infructífera búsqueda entre tantas ramas, bajó la mirada suspirando un poco decepcionado de no encontrarla.
“Tal vez está en el lago.” — pensó un momento después, luego de mantener la mirada fija en el suelo por largo rato.
Sus ojos chispearon contentos ante esa súbita idea, y lentamente, se alzaron hasta enfocarse en el horizonte, mientras sus labios se curvaban en una hermosa sonrisa, una sonrisa que francamente dejaría sin respirar a muchas que se quedarían hechizadas bajo el irresistible encanto de ese hombre, y era una verdadera lástima que no hubiera alguien cerca para ver semejante visión.
Aunque por ahora ya no habrá tiempo para ahogarnos en la decepción porque Terry ya no siguió quedándose inmóvil, y acto seguido, continuó su camino animadamente con destino al lago que se encontraba no muy lejos de ahí.
No fue mucho tiempo hasta que llegó a una pequeña colina muy cerca de la orilla, desde donde se podía tener una magnífica vista de todo el lugar. Desde ahí Terrence podía vislumbrar cómo el lago reflejaba el cielo azul encima suyo, así como los cientos de árboles que estaban a su alrededor, notando que mirar a través de las aguas del lago era como mirar a través del más brillante y perfecto cristal. ¿Cómo no quedar fascinado con este paisaje?
Este lugar, que conocía desde la tierna infancia, encerraba tantos recuerdos para él que siempre terminaba refugiándose aquí cada vez que venía de vacaciones a Escocia. Cerró sus ojos brevemente, liberando un suspiro por un momento, se sentía muy tranquilo de estar aquí y tuvieron que pasar algunos instantes antes de volver a observar a su alrededor.
En cuanto abrió sus ojos y miró nuevamente al paisaje se percató que no había nada fuera lo común, excepto por los tres botes que se encontraban sobre el lago. Primero se fijó en los dos botes más alejados de la orilla, hacia donde sus ojos se enfocaron en uno que era compartido por la Tímida y el Elegante.
—Nada raro. — murmuró, observando como Annie lucía extremadamente feliz de estar ahí, todo lo contrario de Archie que sólo tenía cara de circunstancias.
Sin tiempo ni muchos deseos de averiguar la razón detrás del gesto del Elegante, Terry desvió sus ojos hacia el otro bote más cercano en donde estaban el Inventor y la Gordita, luciendo como toda una pareja a juego.
—Diría que son perfectos el uno para el otro. — sonrió, imaginando que Candy tenía mucho que ver con esa formación de parejas, aunque poco después sólo sacudió su cabeza, consternado. —Ni siquiera sé porque me intereso en ellos.
Él únicamente estaba buscando a una sola persona que al parecer no estaba por ningún lado, si Candy no estaba con sus primos y sus amigas, entonces… ¿en dónde estaba?
Sin llegar a muchas respuestas, de pronto se dio cuenta que aún no había visto el tercer bote que flotaba en el lago; en cuanto decidió fijar su mirada en él, fue en ese momento que vio algo que lo dejó tieso, haciendo que sus ojos casi salieran de sus órbitas apenas lo notara y que sus dedos soltaron inconscientemente el libro que traía en la mano, pues lo que veía no lo creía posible.
“¿Acaso el mundo se ha puesto al revés?” — se llevó sus manos a su rostro para frotarse las palmas contra sus ojos y asegurarse de ver correctamente. —“¿No es Candy la que está en un bote con los hermanos Leagan?”
Precisamente eso era lo que sucedía, por más que le resultara absurdo, sus ojos no lo engañaban; Candy, Eliza y Neal iban juntos en un bote que navegaba mucho más cercano a la orilla que los otros. Como si eso no fuera lo suficientemente inverosímil, Candy lucía muy tranquila, con su codo apoyado sobre su rodilla y su barbilla recostada sobre el dorso de su mano, casi como si estuviera perdida en sus pensamientos y sin prestar atención a los bufidos indignados de Eliza por tenerla como compañera de bote.
¡Imagínense! Si eso le parecía raro a Terry, pues mucho más extraño le resultaba a Candy, quien era la que estaba viviendo esa ilógica situación, y se venía haciendo la misma pregunta desde hacia rato. ¿Cómo es que terminó en un bote con Eliza y con Neal de entre todas las personas?
“Supongo que este será otro de los grandes misterios de la vida.” — se dijo a ella misma, encogiendo los hombros, muy desconcertada al no poder responder la pregunta. ¿Quién sabía si algún día ella enteraría qué clase de misteriosa fuerza la había llevado ahí, justamente ahora?
—¡Oh, es Terry! — exclamó la pelirroja, de pronto, a la par que sus ojos se iluminaban con emoción en dirección a la colina un poco más allá de la orilla del lago.
La voz chillona de Eliza en esa repentina exclamación sacó a Candy de su contemplación, había estado distraída pensando en su situación como para ser consciente de lo que sucedía a su alrededor. Así que, rápidamente, desvió sus ojos al mismo lugar que señalaba Eliza, y fue ahí cuando lo vio.
—Terry… — susurró muy despacio, sintiendo cómo su corazón comenzaba a palpitar fuertemente en su pecho con sólo mirarlo.
Fue así como esmeraldas y zafiros se fundieron a la distancia, negándose a desviar sus miradas ni un solo instante.
—¡Míralo, es él! ¡Terry está mirando hacia aquí! — Eliza sacudió los hombros de su hermano en desesperación.
—¡Eliza, suéltame! — Neil a duras penas lograba hablar entre tanta sacudida que le daba su hermana.
—¡Cálmate, por favor!
—¿Cómo quieres que me calme? — le lanzó una mirada furiosa a su hermano. —Terry me estaba buscando, de seguro, y ya me acaba de encontrar. ¿No ves que está que me mira con insistencia?
Lo declaraba con una seguridad que sólo hacía que su voz sonara más insoportable que nunca.
—¡Neal, haz algo ya! — bramó la pelirroja mientras se paraba en la cubierta del bote intempestivamente.
—¡Ten cuidado, Eliza! — advirtió Neal ansiosamente en cuanto notó la acción de su hermana.
—Hay que regresar a la orilla ahora. — su hermana siguió sin prestarle atención. — ¡De una vez! — concluyó, estampando con fuerza una pisada en la barca.
—¡Espera! — Neil sintió el corazón en la boca. —¡No te vayas a mover más, Eliza!
Demasiado tarde dijo esa última advertencia, nada pudo evitar que Eliza hiciera otra de sus tremendas pisadas llena de aires prepotentes, perdiera el equilibrio e hiciera desbalancear el bote, y junto con él todos los que estaban ahí también cayeran al lago.
—¡Candy! — gritaron al unísono Annie, Patty, Stear y Archie, quienes seguían mucho más alejados del bote de ella.
Terry, quien seguía en la pequeña colina cerca de la orilla, palideció de repente, sintiendo cómo su corazón se le paraba en el acto al ver lo que sucedió. Con la adrenalina corriéndole por la venas, corrió con asombrosa rapidez hacia la orilla, tirándose al lago para nadar como el experto nadador que era.
Candy sabía nadar y muy bien podría haber ayudado a los otros que cayeron al lago junto con ella, pero lamentablemente ahora sólo le quedaba luchar por respirar, pues Eliza la había tomado de los hombros para sostenerse, hundiéndola en el agua y evitando que la rubia lograra salir a la superficie a obtener el ansiado oxígeno.
—¡Auxilio! ¡Me ahogo! — gritó Eliza histérica, aunque no tenía nada que temer, flotaba muy bien con Candy como su flotador al que no dejaba de zambullir hacia el fondo.
Terry nadaba como si su vida dependiera de ello, y lo hacía, porque su pecosa estaba punto de ahogarse por esa loca que tenía por prima.
Para la rubia, su cabeza estaba palpitando sin control mientras sus pulmones gritaban por oxígeno. En los angustiosos segundos que pasaba aún bajo el agua, ella siguió luchando hasta que sintió que su cabeza iba explotar.
Un miedo profundo invadía su cuerpo, no podía ni pensar, lo único que quería era tomar aire al menos una última vez. Así lo intentó y por alguna razón, la cabeza ya dejó de dolerle y ya no tenía más miedo. En realidad, de un momento a otro todo le resultaba muy tranquilo, casi como si todo a su alrededor empezara a desvanecerse, así fue como luego comenzó a caer y a caer más profundo en una oscuridad que amenazaba con cubrirla por completo.
Justo en ese momento, llegó Terrence hasta donde estaban, más que dispuesto a ayudarla, pero para su mala suerte, Eliza fue la primera en verlo cerca e hizo lo mejor que se le ocurrió, saltó a los brazos de su futuro héroe.
—¡Viniste a salvarme, Terry! — exclamó la pelirroja, aferrándose al cuello del inglés, mientras dejaba a Candy a la deriva para que iniciara por fin su subida hacia la superficie.
—¡Que alguien me la saque de encima! — vociferó el hermoso joven, tratando de desenmarañarse de esos pegajosos brazos que lo detenían en su deseo de ayudar a Candy, que lucía aparentemente inconsciente flotando sobre el agua.
Archie y Stear iban nadando en estilo libre en dirección hacia ellos, Terry había estaba tan concentrado en llegar a Candy que había perdido el momento en que los otros chicos habían saltado al agua también para salvarla.
En cuanto llegaron a ellos, Stear no dudó en liberar a Terry del firme agarre que tenía Eliza sobre su cuello; ya una vez liberado, el inglés no perdió más tiempo antes de nadar rumbo a Candy, tomándola en el agua para llevarla hacia el bote y subirla en él nuevamente.
—¡No! ¡Déjame! ¡Terry! Terry me… salvará. — entre jadeos, Eliza daba de manotazos a su primo Stear para que la soltara. —¿A dónde vas, Terry? Vuelve aquí por mí, mi salvador. ¡Mi héroe no te alejes!
Se zafó del agarre de su primo, dispuesta a nadar hacia Terry para hacerle recordar que no debía olvidarse de salvarla. Todos se quedaron sorprendidos al verla nadar en dirección a Terry. ¡Así que sí sabía nadar después de todo!
Stear volvió a tomarla de los brazos y la obligó a irse con él, llevándola al bote en el que momentos antes había estado solo con Patty, ahí ella se tiró sobre la barca fingiendo desmayarse, para que la pobre Patty comenzara a abanicarle rápidamente creyendo su juego. Mientras tanto Archie hizo algo parecido con el siguiente náufrago, Neal, trasladándolo hasta el bote que compartía con Annie.
Terry remaba con gran velocidad, estando muy ansioso por llegar a la orilla lo más rápido posible para poder ver bien cómo estaba Candy. No había tenido mucho tiempo para verificar su estado, pero ahora sólo viéndola, se sentía sumamente angustiado al observar que ella lucía tan pálida, yaciendo inconsciente en el bote.
Una vez llegaron a tierra, el inglés no perdió más tiempo antes de cargarla en brazos y recostarla sobre el suelo.
—Pecosa… — murmuró casi sin voz, comenzando a acariciar su precioso rostro en afán de despertarla.
—Vamos, Candy.
El corazón de Terry latía con fuerza al no ser capaz de aliviar esa profunda angustia que lo invadía. Tragó duramente, intentando ahogar sus miedos. Apretó sus labios una última vez y su voz se quebró cuando habló.
—Por favor, Pecosa, despierta…
Pero para mayor desesperación de él, su pecosa no despertaba…
Continuará…