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CAPITULO 1 CAPITULO 1
CAPITULO 2 CAPITULO 2
EL SECRETO DEL ANILLO.
CAPITULO 3.
Candy había decidido ir con Terry al teatro para hacerle compañía, no conocía a nadie en la ciudad y la idea de pasar cada momento con Terry era fabulosa, habían pasado tanto tiempo separados que aquello era más que surreal. La noche anterior la había pasado con Karen, quien no dejaba de verla con ojos brillantes sobre todo cuando le tocaba a ella misma hablar de su amor hacia Terry, y todo lo que habían hecho para estar juntos, como ese día.
Un solo boleto, un boleto de ida, era el suficiente auguro para saber que no volverían a estar lejos el uno del otro, que nunca más iba a estar sola.
—¡Candy! —Escucho a alguien llamarla, se dio la vuelta en su asiento y era Karen que daba saltos cada que la veía —¿Cómo te sientes?
—Oh, increíble. No puedo creer que todo esto sea lo que Terry más ame en el mundo.
—No… no es esto precisamente lo que ama al borde de la locura. Sino a ti, ese amargado en otras circunstancias ni siquiera estuviera estirándose frente a los espejos, sino en su camerino leyendo libros o practicando vocalización.
—¿Terry tiene camerino?
—Todos los grandes actores tienen el suyo, y bien ganado por cierto ¿Quieres conocerlo? No le diré a nadie.
Candy se relamió los labios, miro a los lados y espero que a Terry no se le ocurriera seguirlas. La rubia asintió con la cabeza y siguió a Karen hasta un pasillo que daba al camerino del actor, se sentía como una niña traviesa en compañía de su nueva mejor amiga, todo parecía ser risas y diversión hasta que en el camino tropieza con Susana y la derriba al suelo.
—¿Estas ciega o qué?
—¡Lo siento, lo siento, lo siento! —Se disculpo Candy rápidamente, quien no tardo en agacharse para ayudar a Susana a ponerse de pie.
La otra rubia al ver con quien tropezó sintió odio al instante, de todas las personas con las que pudo tropezarse ¿Debía ser precisamente ella? Viéndola de cerca, podía ver los inmensos ojos verdes de Candy y aquel pelo rubio salvaje que a simple vista parecía ser sedoso. Candy le seguía ofreciendo la mano para poder levantarse, no le quedo más que aceptarla. Se dio cuenta de que tenía callos en las palmas, pero al mismo tiempo eran suaves, pero tan fuerte como para levantarla de un tirón suave. Quedo a su altura, y no eran muy distintas, salvo una extraña luz que emanaba de su ser.
Quizás, era esa luz que había encandilado a Terry para estar enamorado de esa chica, y ella misma se encargaría de apagarla.
—¿Estas bien? No ha sido mi intensión.
—Tu… ¿Qué haces aquí?
—Es la prometida de Graham, es obvio que tiene que estar cerca de su novio —Agrego Karen de forma tajante a la conversación —Deberías tener más cuidado, Susana. No queremos tener un accidente aquí. Además, que pregunta tan tonta le haces a Candy.
—¡Descuida Karen! —logro decir Candy dedicándole una sonrisa a Karen y posterior volteo a mirar a Susana —Te conozco… te vi en Chicago. Me atendiste en la entrada del hotel.
—Si… creo que te recuerdo. Pensé de alguna forma que eras alguna fanática y vaya que me sorprendo que eres la prometida de Graham… Supongo que eso es reciente.
—Diría que no tanto… —En seguida los ojos le brillaron a Candy, recordando aquel triste día donde admitió estar perdidamente enamorada de Terry y como lo había dejado ir una vez. Ahora estaba más que segura de no cometer ese error una vez más —Nos conocimos hace algún tiempo en Inglaterra, y el me espero por mucho tiempo hasta ahora.
—¡Oh! —Logro decir Susana, eso era una novedad… pero el tiempo no era favorecedor para los enamorados, sobre todo para el futuro de Candy. —Y ustedes… ¿Están muy enamorados?
—Como no tienes idea… lo que el y yo tenemos es íntimo, es perfecto, es la combinación perfecta entre el cielo y el pasto del verano. No creo que en otra vida pueda amar a alguien del mismo modo que amo a Terry, quien tanto se ha sacrificado para que este amor haya florecido así —El rostro de Candy nuevamente se ilumino ante los bellos pensamientos de amor que tenía. Su único motivo para estar allí era Terry, y esperaba quedarse siempre a su lado, ese sueño ya lo había tenido.
—¡Tarzán con Pecas! —La rubia volteo rápidamente la cabeza hacia donde provenía la voz que le llamo por aquel apodo tan gracioso —Pensé que habías huido.
—¿Y de cuando acá los monos huyen de los tigres?
Terry no tardo en ir hacia Candy, tomarla de la cintura para alzarla por encima de sus hombros, era su manera de decir que estaba feliz de tenerla. Susana se retiró de ahí furiosa, dejaría que disfrutara su tiempo feliz, porque desde el momento que se ponga el anillo, todo iría en picada y ella se quedaría con Terry.
—¿Qué le pasa? ¿Por qué se fue asi?
—No le prestes atención, pecosa. Ahora todo lo que deseo es que me acompañes.
—¿No te van a regañar?
—¿Hathaway a su protagonista estrella? Jamás… además —Terry tomo la mano de Candy y deposito un beso delicado que provoco que la chica se erizara —Esta cita nos la debemos ¿Aguardas un momento? Debo ir por algo.
Candy asintió con la mirada, recibiendo un nuevo beso por parte de Terry quien se apresuro a ir a su camerino, las manos le temblaban, era la propuesta mas importante que le haría a su pecosa. Le pediría matrimonio, le pediría que se quedara a su lado para siempre, y el mismo juraría amar todos los días de su vida a esa bella mujer que conoció aquella noche de año nuevo, aquella que le dio el sentido a su vida.
Encontró la cajita de terciopelo, aquella donde estaba el anillo para Candy, sin embargo, al tomarlo entre sus manos sintió un escalofrió que calo por todo su cuerpo, y un jadeo incomodo detrás suyo. Se dio la vuelta, se sintió aterrado, debía ser su imaginación o los nervios ante la propuesta, se espabilo y salió del camerino ante la mirada de Susana espiándolo, sonriendo por el hecho de que su plan había empezado a andar.
La pareja salió del teatro, caminando unos metros hasta un elegante restaurante donde al fin podrían estar solos y hablar. Tanto tiempo habían estado separados y hasta ese momento se anhelaron de un modo tan intenso que las palabras parecían que no alcanzarían.
—Candy yo… no se ni que decir en este momento.
—A mi me sorprendió que me cargaras en el teatro.
—Estaba eufórico y… lo sigo estando ahora. Te extrañe tanto, querida pecosa —Le tomo las manos y las beso nuevamente con intensidad, le aterraba tomar los labios ante una probable bofetada como aquella vez en Escocia, pero se conformaba con al menos sentir su piel así.
—¿Qué te pasa, Terry?
—Nada, es solo que ahora que estas aquí, solo pienso en todo lo bueno que se aproxima para nosotros… Como la vida se ha empeñado en alejarnos el uno del otro pero al mismo tiempo hemos derribado cualquier obstáculo que se ponga en medio de nosotros —Candy no pudo evitar sentir un nudo en la garganta ante las palabras que evocaba Terry para ella. Esta vez no eran ironías ni bromas pesadas, escuchaba la declaración de un hombre enamorado. —Te amo, y no se si con esa palabra podre darte el mundo entero y hacerte feliz toda la vida, pero quiero que todo entre nosotros inicie asi, como es debido.
—Terry… —Candy apretó sus manos con las de Terry, era la primera vez que lo decía con tanta fuerza que parecía ser un sueño hermoso —También te amo, mucho.
—Pecosa… tu me enseñaste de alguna manera a amar esta vida y a no avergonzarme de mis sueños. Por lo que deseo que a partir de este momento, accedas a ser mi eterna compañera y amante —Terry extrajo de su bolsillo la cajita de terciopelo y se la mostro a Candy, quien ya tenía ojos llorosos.
Pero, apenas Terry abrió la cajita y mostro el anillo, el ambiente cálido e iluminado se volvió gris y las luces a su
alrededor se encendieron y apagaron. Candy sin prestar atención a lo que ocurría a su alrededor solo pudo acercarse a Terry y abrazarlo con fuerza.
—Pecas… ¿Aceptas ser mi esposa amada?
—Si, si, si ¡Claro que sí! —Respondió Candy con alegría, Terry tomo el anillo y lo presento ante los ojos de su pecosa, ella se había quedado maravillada por su belleza.
Y en medio de la euforia, Terry se lo colocó en el dedo con una sonrisa radiante en su rostro. Pero apenas toco la piel de Candy, ella tuvo una sensación extraña en todo su ser, al ponérselo en el dedo, una ráfaga de viento helado recorrió la habitación. Por su parte, Terry no sintió la misma emoción y el mismo amor que tuvo cuando lo adquirió, algo en él parecía extraño, como si estuviera cargado de energía negativa… Sintió miedo.
—Candy… ¿Pasa algo?
—No… no lo sé Se sintió pesado el ambiente de repente y me dio frio. —Dijo la rubia frotándose los brazos y de repente, cuando alzo la mirada por encima de Terry, observo una sombra negra cuyo rostro le fue aterrador —¡Aaagh!
—¿Qué te pasa, Candy?
—Terry… Aléjate de esa cosa detrás de ti… ¡Vamos! —La chica atrajo a Terry detrás suyo para protegerlo, pero cuando Terry volteo, no había nada.
—Candy, tranquila pecosa. Yo estoy aquí —Intento calmarla al darse cuenta de que ambos llamaron mucho la atención en el restaurante.
—No… no me siento bien… Yo… quiero irme.
—Pero pecosa, vamos a comer algo primero y… —Los ojos de Terry se abrieron cuando de la nariz de Candy comenzó a caer un hilo espeso de sangre que mancho el hermoso vestido de la rubia —¿Pecosa? Escúchame…
Candy fijo su mirada en un solo sitio, no veía a Terry, solo las cosas aterradoras que estaban detrás de él, cosas que la señalaban y decían su nombre, las manos comenzaron a encalambrarse y lo único que llamo su atención fue el anillo cuya piedra negra parecía penetrar su piel hasta cambiar de color por completo. La rubia se desmayo en los brazos del actor, sin imaginar que todo eso apenas era el comienzo de su pesadilla.
Continuara…
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EL SECRETO DEL ANILLO.
CAPITULO 3.
Candy había decidido ir con Terry al teatro para hacerle compañía, no conocía a nadie en la ciudad y la idea de pasar cada momento con Terry era fabulosa, habían pasado tanto tiempo separados que aquello era más que surreal. La noche anterior la había pasado con Karen, quien no dejaba de verla con ojos brillantes sobre todo cuando le tocaba a ella misma hablar de su amor hacia Terry, y todo lo que habían hecho para estar juntos, como ese día.
Un solo boleto, un boleto de ida, era el suficiente auguro para saber que no volverían a estar lejos el uno del otro, que nunca más iba a estar sola.
—¡Candy! —Escucho a alguien llamarla, se dio la vuelta en su asiento y era Karen que daba saltos cada que la veía —¿Cómo te sientes?
—Oh, increíble. No puedo creer que todo esto sea lo que Terry más ame en el mundo.
—No… no es esto precisamente lo que ama al borde de la locura. Sino a ti, ese amargado en otras circunstancias ni siquiera estuviera estirándose frente a los espejos, sino en su camerino leyendo libros o practicando vocalización.
—¿Terry tiene camerino?
—Todos los grandes actores tienen el suyo, y bien ganado por cierto ¿Quieres conocerlo? No le diré a nadie.
Candy se relamió los labios, miro a los lados y espero que a Terry no se le ocurriera seguirlas. La rubia asintió con la cabeza y siguió a Karen hasta un pasillo que daba al camerino del actor, se sentía como una niña traviesa en compañía de su nueva mejor amiga, todo parecía ser risas y diversión hasta que en el camino tropieza con Susana y la derriba al suelo.
—¿Estas ciega o qué?
—¡Lo siento, lo siento, lo siento! —Se disculpo Candy rápidamente, quien no tardo en agacharse para ayudar a Susana a ponerse de pie.
La otra rubia al ver con quien tropezó sintió odio al instante, de todas las personas con las que pudo tropezarse ¿Debía ser precisamente ella? Viéndola de cerca, podía ver los inmensos ojos verdes de Candy y aquel pelo rubio salvaje que a simple vista parecía ser sedoso. Candy le seguía ofreciendo la mano para poder levantarse, no le quedo más que aceptarla. Se dio cuenta de que tenía callos en las palmas, pero al mismo tiempo eran suaves, pero tan fuerte como para levantarla de un tirón suave. Quedo a su altura, y no eran muy distintas, salvo una extraña luz que emanaba de su ser.
Quizás, era esa luz que había encandilado a Terry para estar enamorado de esa chica, y ella misma se encargaría de apagarla.
—¿Estas bien? No ha sido mi intensión.
—Tu… ¿Qué haces aquí?
—Es la prometida de Graham, es obvio que tiene que estar cerca de su novio —Agrego Karen de forma tajante a la conversación —Deberías tener más cuidado, Susana. No queremos tener un accidente aquí. Además, que pregunta tan tonta le haces a Candy.
—¡Descuida Karen! —logro decir Candy dedicándole una sonrisa a Karen y posterior volteo a mirar a Susana —Te conozco… te vi en Chicago. Me atendiste en la entrada del hotel.
—Si… creo que te recuerdo. Pensé de alguna forma que eras alguna fanática y vaya que me sorprendo que eres la prometida de Graham… Supongo que eso es reciente.
—Diría que no tanto… —En seguida los ojos le brillaron a Candy, recordando aquel triste día donde admitió estar perdidamente enamorada de Terry y como lo había dejado ir una vez. Ahora estaba más que segura de no cometer ese error una vez más —Nos conocimos hace algún tiempo en Inglaterra, y el me espero por mucho tiempo hasta ahora.
—¡Oh! —Logro decir Susana, eso era una novedad… pero el tiempo no era favorecedor para los enamorados, sobre todo para el futuro de Candy. —Y ustedes… ¿Están muy enamorados?
—Como no tienes idea… lo que el y yo tenemos es íntimo, es perfecto, es la combinación perfecta entre el cielo y el pasto del verano. No creo que en otra vida pueda amar a alguien del mismo modo que amo a Terry, quien tanto se ha sacrificado para que este amor haya florecido así —El rostro de Candy nuevamente se ilumino ante los bellos pensamientos de amor que tenía. Su único motivo para estar allí era Terry, y esperaba quedarse siempre a su lado, ese sueño ya lo había tenido.
—¡Tarzán con Pecas! —La rubia volteo rápidamente la cabeza hacia donde provenía la voz que le llamo por aquel apodo tan gracioso —Pensé que habías huido.
—¿Y de cuando acá los monos huyen de los tigres?
Terry no tardo en ir hacia Candy, tomarla de la cintura para alzarla por encima de sus hombros, era su manera de decir que estaba feliz de tenerla. Susana se retiró de ahí furiosa, dejaría que disfrutara su tiempo feliz, porque desde el momento que se ponga el anillo, todo iría en picada y ella se quedaría con Terry.
—¿Qué le pasa? ¿Por qué se fue asi?
—No le prestes atención, pecosa. Ahora todo lo que deseo es que me acompañes.
—¿No te van a regañar?
—¿Hathaway a su protagonista estrella? Jamás… además —Terry tomo la mano de Candy y deposito un beso delicado que provoco que la chica se erizara —Esta cita nos la debemos ¿Aguardas un momento? Debo ir por algo.
Candy asintió con la mirada, recibiendo un nuevo beso por parte de Terry quien se apresuro a ir a su camerino, las manos le temblaban, era la propuesta mas importante que le haría a su pecosa. Le pediría matrimonio, le pediría que se quedara a su lado para siempre, y el mismo juraría amar todos los días de su vida a esa bella mujer que conoció aquella noche de año nuevo, aquella que le dio el sentido a su vida.
Encontró la cajita de terciopelo, aquella donde estaba el anillo para Candy, sin embargo, al tomarlo entre sus manos sintió un escalofrió que calo por todo su cuerpo, y un jadeo incomodo detrás suyo. Se dio la vuelta, se sintió aterrado, debía ser su imaginación o los nervios ante la propuesta, se espabilo y salió del camerino ante la mirada de Susana espiándolo, sonriendo por el hecho de que su plan había empezado a andar.
La pareja salió del teatro, caminando unos metros hasta un elegante restaurante donde al fin podrían estar solos y hablar. Tanto tiempo habían estado separados y hasta ese momento se anhelaron de un modo tan intenso que las palabras parecían que no alcanzarían.
—Candy yo… no se ni que decir en este momento.
—A mi me sorprendió que me cargaras en el teatro.
—Estaba eufórico y… lo sigo estando ahora. Te extrañe tanto, querida pecosa —Le tomo las manos y las beso nuevamente con intensidad, le aterraba tomar los labios ante una probable bofetada como aquella vez en Escocia, pero se conformaba con al menos sentir su piel así.
—¿Qué te pasa, Terry?
—Nada, es solo que ahora que estas aquí, solo pienso en todo lo bueno que se aproxima para nosotros… Como la vida se ha empeñado en alejarnos el uno del otro pero al mismo tiempo hemos derribado cualquier obstáculo que se ponga en medio de nosotros —Candy no pudo evitar sentir un nudo en la garganta ante las palabras que evocaba Terry para ella. Esta vez no eran ironías ni bromas pesadas, escuchaba la declaración de un hombre enamorado. —Te amo, y no se si con esa palabra podre darte el mundo entero y hacerte feliz toda la vida, pero quiero que todo entre nosotros inicie asi, como es debido.
—Terry… —Candy apretó sus manos con las de Terry, era la primera vez que lo decía con tanta fuerza que parecía ser un sueño hermoso —También te amo, mucho.
—Pecosa… tu me enseñaste de alguna manera a amar esta vida y a no avergonzarme de mis sueños. Por lo que deseo que a partir de este momento, accedas a ser mi eterna compañera y amante —Terry extrajo de su bolsillo la cajita de terciopelo y se la mostro a Candy, quien ya tenía ojos llorosos.
Pero, apenas Terry abrió la cajita y mostro el anillo, el ambiente cálido e iluminado se volvió gris y las luces a su
alrededor se encendieron y apagaron. Candy sin prestar atención a lo que ocurría a su alrededor solo pudo acercarse a Terry y abrazarlo con fuerza.
—Pecas… ¿Aceptas ser mi esposa amada?
—Si, si, si ¡Claro que sí! —Respondió Candy con alegría, Terry tomo el anillo y lo presento ante los ojos de su pecosa, ella se había quedado maravillada por su belleza.
Y en medio de la euforia, Terry se lo colocó en el dedo con una sonrisa radiante en su rostro. Pero apenas toco la piel de Candy, ella tuvo una sensación extraña en todo su ser, al ponérselo en el dedo, una ráfaga de viento helado recorrió la habitación. Por su parte, Terry no sintió la misma emoción y el mismo amor que tuvo cuando lo adquirió, algo en él parecía extraño, como si estuviera cargado de energía negativa… Sintió miedo.
—Candy… ¿Pasa algo?
—No… no lo sé Se sintió pesado el ambiente de repente y me dio frio. —Dijo la rubia frotándose los brazos y de repente, cuando alzo la mirada por encima de Terry, observo una sombra negra cuyo rostro le fue aterrador —¡Aaagh!
—¿Qué te pasa, Candy?
—Terry… Aléjate de esa cosa detrás de ti… ¡Vamos! —La chica atrajo a Terry detrás suyo para protegerlo, pero cuando Terry volteo, no había nada.
—Candy, tranquila pecosa. Yo estoy aquí —Intento calmarla al darse cuenta de que ambos llamaron mucho la atención en el restaurante.
—No… no me siento bien… Yo… quiero irme.
—Pero pecosa, vamos a comer algo primero y… —Los ojos de Terry se abrieron cuando de la nariz de Candy comenzó a caer un hilo espeso de sangre que mancho el hermoso vestido de la rubia —¿Pecosa? Escúchame…
Candy fijo su mirada en un solo sitio, no veía a Terry, solo las cosas aterradoras que estaban detrás de él, cosas que la señalaban y decían su nombre, las manos comenzaron a encalambrarse y lo único que llamo su atención fue el anillo cuya piedra negra parecía penetrar su piel hasta cambiar de color por completo. La rubia se desmayo en los brazos del actor, sin imaginar que todo eso apenas era el comienzo de su pesadilla.
Continuara…
