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ATADO A TI
CAPÍTULO XV PARTE I
BY ROSSY CASTANEDA
CAPÍTULO XV PARTE I
BY ROSSY CASTANEDA
Candy buscó, con los ojos cerrados, por la cama a Terrence, y, en cuanto se dio cuenta que estaba sola, se incorporó —. La vergüenza la invadió al ver una bañera en el otro extremo de la habitación, y ropa limpia.
—¡Genial! A estas alturas todos sabrán mi desvergonzada hazaña. —Se levantó y tocó el agua. Estaba tibia. Tras tomar un ligero baño ligero, se vistió mientras sonreía como una tonta. Se había convertido en una mujer completa, una, que había unido su destino al hombre que amaba.
Salió de la habitación con cuidado y se metió en la cocina. Dogh había horneado unos panecillos y en cuanto la vio, Dorothy le preparó un café. No dijo nada sobre... nada.
En cuanto terminó, se puso de pie, salió del lugar con incomodidad y se desplazó hasta la puerta de salida, y se encontró con Karen y la madre de Terrence.
—Buenos días —las saludó a ambas
—¿Qué tal tu noche, Candy? Preguntó Karen con una sonrisa ladina
—Candy, ¿Te gustaría acompañarme al racho de Terry? —Intervino Eleonor al ver el rostro sonrojado de la joven.
—¿En dónde se encuentra él?
—Salió para hablar con tu tío.
—¡Oh! —musitó con sorpresa
—Entonces, te gustaría acompañarme? Insistió la mujer. Aquello era un buen plan para alejar a la muchacha de la hacienda Kleiss en tanto Karen y Annie se ocupaban del resto de los preparativos.
—Por supuesto, me encarará hacerlo.
Se despidieron de Karen y se dirigieron a los establos, minutos mas tarde salieron a todo galope. Una hora mas tarde, ya en su destino y luego de apreciar el lugar, ambas rubias caminaban y conversaban, se detuvieron y contemplaron a un grupo de hombres dentro de una cerca tratando de domar un precioso caballo Pura sangre color azabache.
—Se ve un animal fiero. —Lo observó corvetear y rezumar con fuerza.
—Lo es, nunca antes vi a un caballo tan enfadado como este por obtener su libertad.
—¿Se atreven a tratar de montarlo?
—Si, es parte de su trabajo.
—Me gustaría intentarlo, siempre tuve mano con los caballos. Mi padre me enseñó a no temerles. Me decía que si me mostraba superior, ellos sabrían quién los sometería, pero dudo que con ese animal se aplique algo como eso —concluyó con una sonrisa la cual Eleonor correspondió al ver como uno de los empleados volaba por los aires.
—Hola —saludó una voz que Candy conocía muy bien. Se le erizó la piel. —Se giró y le ofreció una sonrisa brillante. Tan pronto como Karen le informó en donde se encontraban, Terrence se desplazó hasta dónde sería su nido de amor.
—Hola —lo saludaron ambas rubias al mismo tiempo.
—¿Estás bien? —le preguntó Terrence a su prometida. Ella sabía a qué se refería él concretamente. Los recuerdos de la madrugada saltaron a su mente para provocarle regocijo.
—Nunca he estado mejor.
—¿Te molestaría si te diese un beso?
Eleonor se retiró para darles privacidad.
—Estoy sorprendida —respondió la rubia con los ojos muy abiertos
—¿Y eso es un sí o un no?
Candy se acercó a él y le dio un ligero roce en los labios.
—Ya está —dijo esperando que fuese suficiente.
—¿A eso llamas tú un beso, Pecosa? —se burló él deliberadamente.
—A eso lo llamo yo, dejarte anhelante —refutó ella con una sonrisita ensoñadora.
—Esta noche te demostraré lo que es un beso, Candy, pero ahora debo trabajar.
—¿Terrence, a dónde vas? Preguntó con horror al ver el rumbo que tomaba.
—Voy a demostrarte lo que sé hacer —respondió con orgullo.
—No es necesario que expongas tu vida, sé que eres un gran guerrero —intentó detenerlo pero el siguió su camino. —No quiero que lo hagas —suplicó. Imaginar que a él le pudiese suceder algo... El corazón se le estrujó.
—La próxima vez, ten en cuenta que tú y yo no somos tan diferentes en cuanto a la preocupación por el otro.
—¡Dios mío!... —susurró ella.
Terrence se dirigió hacia el caballo sin pestañear. Nunca se le resistía ninguno. Aprendió a montar desde muy temprana, solía domar fieras salvajes. No tuvo que pronunciar palabra alguna para que sus hombres se hicieran a un lado. Era evidente que él hacía eso muy a menudo... El caballo tenía una cuerda anudada en su cuello. Terrence se acercó a él por delante y tomó el cabo. Lo tuvo rodando en círculos durante un rato.
Candy se acercó hasta Eleonor, quien observaba la acción de su aguerrido hijo.
—Te apuesto lo que quieras a que acaba en el suelo —dijo con burla uno de los empleados.
—Él no va a caer —sentenció Candy con convencimiento al verlo agarrar el flanco del caballo con fuerza y fue acompasando sus movimientos con sus embestidas, dispuesto a demostrarle que la lucha sería inútil.
Caballo y jinete lucharon durante lo que a Candy le pareció una eternidad. Y a cada momento que veía al caballo encabritado, deseaba cerrar los ojos. —Aunque el miedo estaba ahí, Candy no podía evitar sentir una admiración tan grande por él que no le cabía en su ser. Terrence era perfecto en todo lo que hacía.
Candy se tranquilizó cuando escuchó que Terrence daba la orden para que abrieran la portezuela, suspiro aliviada en cuanto lo vio salir a todo galope sobre el hermoso animal.
—No tardará demasiado. Ven, debemos preparar algo rápido para que disfrutéis de un tiempo a solas —le dijo Eleonor al tiempo que le guiñaba un ojo
—¡Oh! Muchísimas gracias, pero no es necesario. La verdad es que me siento como una princesa en este lugar.
—Tonterías —replicó Eleonor tomando una canasta. —Sabes, no había visto a mi hijo tan feliz... nunca. Él te necesitaba, Candy. No sé cómo explicarlo. Son sus ojos... La mirada que mi hijo tiene no había estado ahí hasta que tú llegaste a su vida. —Se tomó un instante y luego le preguntó—: ¿Crees en el destino?
—Supongo que sí que hay un plan para cada persona. ¿Y usted, cree en el destino? —le preguntó con complicidad.
—Sí —respondió la rubia mayor sin dudar—. Aunque debo confesar que ninguna historia es fácil, Candy.
—Al principio me enfadé muchísimo con mi destino.
—¿Qué te hizo mi hijo ? —preguntó con curiosidad Eleonor cerrando la canasta, había colocado todo cuanto se necesitaba para un Picnic.
—No. No hablo de ahora, ni de Terrence. De todos modos no he conocido jamás a un hombre como él. Sé que es incapaz de hacer daño a nadie. Es tan protector...
—Entonces, ¿A qué te referías?
—Mi familia está marcada por una maldición —suspiró —En la alta sociedad en la que fui criada, ningún hombre fue capaz de despertar mi interés, sin embargo, mi padre acordó dos veces mi matrimonio con dos nobles ingleses cuyas credenciales lo dejaron impresionado, creyendo que así, le pondría fin a todo, pero no funcionó. —Mejor olvidar la vergüenza que supuso todo aquello —sonrió —ahora me alegro, porque a estas horas yo podría ser la condesa de Astor ... o quizás la Duquesa de Granchester... y no sabría lo que es el amor, la libertad y la posibilidad de terminar con dicha maldición. Una suerte... —dijo con confianza.
—¿Has dicho Duquesa de...? —cuestionó Eleonor sin poder completar la frase, su rostro estaba pálido.
Gracias Por Leer
dime que no es lo que estoy pensando 
