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ENCERRADOS
PARTE II
PARTE II
Las horas de ensayo se habían terminado, pero ahora, en vista del trabajo que habían hecho durante los ensayos, al director le tocaba escoger quien se quedaría a limpiar el escenario, Robert Hathaway traía con malicia el sombrero de mago y revolvía los papeles con los nombres de todo su elenco.
—Bueno, bueno, veamos quien será la mano inocente. —dijo con malicia el director mientras que iba revolviendo los nombres, metió su mano en el sombrero y extrajo un trozo de papel con un nombre.
Y el resultado le saco una risa maliciosa.
—Bien, bien, Terrence Graham, déjame decirte que esas lindas manitas tuyas serán las que limpien el escenario hoy.
—¿Qué? ¡Ay no! —El simple hecho de que fuera el quien tuviera que quedarse en el teatro no le beneficiaba en nada. ¡Se supone que debía ir a buscar a su pecosa! No le había jamás fallado en ningún instante, siempre iba a buscarla para compartir con ella —Robert, no me puedes hacer esto.
—No lo digo yo ¡El sombrero decidió! Así que, puedes ir apresurándote si no quieres que te agarre la lluvia.
Lo único que recibió Terry en ese instante fueron risas burlistas de sus compañeros. Y al ver que nadie sentía piedad de él, le toco resignarse a su destino. Ni siquiera Karen había querido quedarse a ayudarle, incluso la fastidiosa de Susana se había ido, a ninguno le agraciaba ese trabajo. Maldijo su existencia al saber que le tocaría hacer todo el trabajo solo.
La lluvia había empezado a caer de forma torrencial, y él seguía adentro, limpiando el escenario, odiando su suerte. Recitaba los poemas que quizás le hubiera dicho a Candy en su paseo, o quizás mientras escuchaban la radio mientras bailaban al compás de alguna canción romántica. Que terrible se sentía al no haber ido a buscar a su pecosa, esperaba poder compensar su falta ese día.
Escucho una puerta rechinar en algún lugar del teatro. Se retiró el pelo de la cara y se limpio el sudor para así ponerse de pie.
—¿Quién anda ahí? —Se bajó del escenario para encaminarse por las gradas a investigar quien había entrado al lugar —¡Salga en este instante!
Siguió caminando por el pasillo principal y estaba dispuesto a enfrentarse a quien sea. Y no es hasta que observo a una chica rubia empapada de pies a cabeza turada en el suelo quitándose los zapatos y gritando aterrada al verse descubierta.
—¡TERRY! —Vocifero la chica rubia poniéndose de pie rápidamente, sonrió con ternura al ver al actor, quien no tardo en estrecharla entre sus brazos.
—¡Ay por Dios, pecosa! —Exclamo el actor acariciándole la espalda —Estas empapada.
—Es que… quería verte.
—No debiste —La estrecho entre sus brazos nuevamente. Estaba congelada, ella se había atrevido a salir en medio de la lluvia por él, la tomo de una mano y la guio por el pasillo —Ven, déjame ayudarte a secar.
Rápidamente Terry la llevo a su camerino, cada día se sorprendida por las hazañas y alcances de su pecosa, al llegar, le ofreció una manta y trato de que se mantuviera caliente. Afuera, la tormenta seguía reciando, por lo que dudaban incluso que esa noche iban a poder salir del teatro.
—Estas congelada, te vas a resfriar.
—Descuida, estoy bien. —La chica se frotaba los brazos mientras el pelo le goteaba agua.
—No estás bien. Estas temblando por tener esa ropa mojada —dijo Terry tratando de encontrar entre las ropas de teatro algo seco para su pecosa. Candy tomo las manos de Terry y se sorprendió lo delicadas que eran y el trabajo que estaban haciendo en ese momento con el piso del escenario.
—No sirves para labores domésticas. ¡Mira tus manos!
—Sí, lo sé. Pero así me amas ¿No?
—Claro que si —dijo la chica, Terry volvió a su labor de secarle el pelo al mismo tiempo que le llenaba de besos el cuello —¡Ay Terry!
—Descuida. Es una de mis muestras de afecto, además, no quiero que te enfermes.
—Ay Terry. Creo que me consentirás mucho si algún día vivimos juntos.
—¿Te suena descabellada la idea acaso? —Pregunto el actor mientras se acercaba a ella para secarle el pelo a la chica.
—Para nada… quiero vivir contigo —dijo la chica con rostro sonrojado —¿te dejaron como castigo?
—Sí, pero no importa en este momento, porque te tengo aquí haciéndome compañía.
Un sonoro trueno provoca que las luces del teatro se apaguen, dejándolos en la inmensa oscuridad. Candy se arrojó a los brazos de Terry jadeando de miedo al verse envuelta en la oscuridad, pero la sonora carcajada de Terry borro todo atisbo de miedo, reemplazándolo por ira.
—¡No te rías!
—Lo siento, lo siento. Es que me hiciste recordar viejos tiempos —dijo el actor riéndose con todas sus fuerzas mientras abrazaba a Candy, quien se sentía feliz de que Terry le abrazara de esa manera aun cuando le hacía rabiar. —Como extraño esos días de San Pablo.
—También yo. —Respondió esta vez ella con nostalgia —¿Qué crees que estaríamos haciendo en este momento?
—No lo sé. Quizás yo me colaría en tu cuarto en cuanto tuviera la oportunidad.
—Repentinamente, la chica sintió la respiración del actor en su cuello, la punta de la nariz le provoco escalofríos ¿desde cuándo Terry le enloquecía de esa manera?
—¿Para qué?
—Bueno, no lo sé. A estas alturas no me imagino todo lo que pudimos hacer en San Pablo, y lo que implicaría —Candy alzo la mirada hacia Terry, no se podían ver en la oscuridad, pero podían sentirse, podían tocar sus cuerpos sentir tanto frio como calor —Pecosa…
—¿Si?
—¿Quieres cambiarte de ropa? A estas alturas no creo que pueda terminar de limpiar el escenario con la oscuridad. Y ya que no podemos salir, podemos al menos hablar a la luz de las velas.
Candy asintió, y tanteando entre las cosas de Terry lograron encontrar velas, un encendedor bien escondido con una cajetilla de cigarrillos que el actor trato de esconder para que la pecosa no se diera cuenta que todavía fumaba y algunos otros artilugios para al menos estar cómodos, haciendo así un ambiente tenuemente iluminado mientras la tormenta se hacía más y más fuerte afuera del teatro. Unas cuantas goteras caían del techo, por lo que ambos se encargaron al menos de colocar cualquier cosa debajo de estas para evitar que el piso se mojara.
El escenario era una tenebrosa oscuridad, pero el camerino de Terry era otra historia, la pareja de rebeldes se hacía compañía mutua a espera de que cediera la lluvia. Candy se cambiaba de ropa detrás de una mampara mientras que Terry afuera soportaba las ganas de verla. Cuantas veces no quiso aunque sea ver un poco más de esa tersa piel que tuvo la oportunidad de admirar aquella vez en San Pablo mientras se cambiaba de traje.
>>Te vi, pero no te mire<<
Esas palabras fueron el detonante de las pasiones nocturnas de Terry desde ese día. Sentía que no podía resistirse a tener a su pecosa en ese momento en presencia y sentimiento, la quería en todo sentido de la palabra.
—¿Cómo me veo? —escucho decir a la chica, se dio la vuelta y lo que veía, era algo que solamente en sus sueños más húmedos pudo haber visto, y eso le encanto.
Candy se había puesto un vestido de aspecto celta que bien resaltaba sus atributos, el frio había provocado que sus mejillas se sonrojaran, y las luces tenues la hacían verse simplemente celestial. Terry trago en seco y toda su piel se erizo, pero no era solamente por el frio, era la presencia de su pecosa quien provocaba todo eso, se veía como Julieta… su Julieta, esa que le robo el alma en el Mauritania y que desde ese momento no podía dejar de imaginar un mundo sin ella.
—¿Cómo me veo? —volvió a preguntar la chica, sacando a Terry de sus ensoñaciones, se relamió los labios y sintió como la parte frontal de sus pantalones se sentía apretada. Bajo la mirada y se dio cuenta de que su miembro también se había emocionado con Candy.
—¡Maravillosa! —exclamo al tiempo que se movió rápidamente hacia un sofá, tomo un almohadón y se lo coloco encima mientras apoyaba su rostro en su mano izquierda emitiendo una sonrisa nerviosa acompañada de un sudor frio que le empezó a correr por todo el cuerpo —Me encanta como se te ve. Eres toda una Julieta.
—¡Gracias! —La rubia se acercó a él y le dio un beso en la frente —¿Qué te pasa? ¿Estás bien? Sudas como si estuvieras en un horno.
—¡No te preocupes, Tarzan con pecas! —dijo burlista mientras pensaba en mil y un cosas para para que se le bajara la emoción a su miembro —Qui… ¿Quieres comer algo? Tengo café frio y… galletas.
—Eso me gusta. Pero tengo un método especial para calentar el café con un par de velas. —fue la respuesta de la pecosa. Y como siempre, la sonrisa de Candy termino de iluminar su mundo y termino por encenderlo.
La pareja se sentó frente a frente, Candy le enseñaba a Terry sus propios trucos, aprendidos en su travesía para llegar hacia América, él y había escuchado esa historia pero era de sus preferidas. Sintiéndose todos los días orgullo de esa chiquilla que había recorrido continentes únicamente para encontrarlo. El frio se hacía cada vez más molesto, se frotaba los brazos y nuevas goteras iban descubriendo en su estancia en el teatro. Definitivamente sabía que esa noche no sería fácil, sobre todo sin suministro eléctrico, y era muchísimo peor con su pecosa incitando a sus pensamientos oscuros.
Afuera, la lluvia y los truenos hacían de las suyas, pero en el camerino, lo que más se encendía era la pasión de los rebeldes, porque en un instante cuando Terry decidió leerle algo a Candy para no aburrirse en su encierro improvisado, sin embargo, el ambiente seguía siendo propicio y romántico para los dos.
Entre risas y sonrojos, había un fuego distinto al de las velas.
Ambos leían un libro que Terry tenia bien resguardado para sus lecturas privadas, se llamaba “La Venus de las pieles” Candy se sonrojaba cada que había algún párrafo subido de tono, el hecho de abochornarse provocaba carcajadas en el inglés y de cuando en cuando se respondían entre besos y caricias. Y en cada toque, algo nuevo estallaba dentro de ellos.
—No sabía que la gente escribía cosas así.
—Oh si, pecosa. Y lo mejor de todo es que saben el efecto que provocan —Explico Terry mientras se ponía cómodo, Candy se apoyaba de su hombro para poder leer mejor —Los autores saben que usamos para hacer nuestras fantasías realidad.
—¿Tienes fantasías?
—Si… y tú eres y has sido siempre la protagonista de ellas —susurro Terry cerca de la boca de Candy. Por más que controlara sus impulsos, no podía seguir un segundo más guardando todo lo que sentía por su pecosa. —Incluso, puedo asegurar que hay parte del libro que se parece a ti. Impulsiva y descarada.
—¿Cómo dice?
—Déjese usted llevar por los impulsos de su naturaleza, pero nunca a medias. Si no puede usted ser una mujer buena y honrada, sea usted un demonio. —Cuando Terry repitió esas palabras, afuera resonó un trueno que hizo temblar la tierra.
Candy se aferró del cuello de Terry asustada por el estruendo, él la tomo entre sus brazos y al principio, todo fueron risas y sustos, pero después, cuando se vieron a los ojos, ambos descubrieron lo que llevaban escondido dentro de su ser. El deseo mutuo.
—Pecosa… —dijo Terry tragando saliva, sobre todo al sentir su miembro elevarse nuevamente. Se giró para ver mejor a Candy, sin pensar que, ese instinto que ella llevaba dentro pedía a gritos por él. —Estas helada. —logro decir a duras penas, estaba embriagado por la presencia de su pecosa.
Se subió a su pelvis, esperando ser protegida, pero también lo sintió duro y erguido hacia ella, la chica llevo una mano al pecho del inglés, y casi podía contar los latidos de su corazón.
—Terry… Tu pecho… siento como late —Logro decir, pero las palabras fueron insignificantes en ese momento. Terry atrapo su boca con ansias, Candy jadeo al sentir como le besaba con tantas ansias, como si su cuerpo la anhelara desde hacía tanto tiempo.
Candy no puede resistirse a esos besos que no sabía desde cuando eran tan deliciosos, sobre todo cuando una de las manos de Terry empezaron a dirigirse hacia su trasero y la otra hacia su intimidad, ese simple toque fue suficiente para encenderla.
—Te… Terry…
—Sshh, tranquila pecosa. Disfrutalo —dijo entre jadeos el actor mientras su mano hacia movimientos circulares en la intimidad de la rubia, la quería excitada, quería conocer a esa Candy apasionada que ella llevaba dentro, mantenía sujeta a a chica con una de sus manos y con la otra le daba placer. Aquello en definitiva no estaba escrito en los libros de anatomía y ginecología, y todo se estremeció cuando Terry introdujo un dedo dentro de ella, dio un respingo al saberse invadida, pero no quería que el parara, quería seguir unida íntimamente a él, se abrazó del actor y se dejó invadir por aquellas nuevas sensaciones que Terry provoco.
Un gemido casi doloroso broto de su garganta cuando sintió algo fluir de su intimidad, se reclino de uno de los hombros, terminando por encender la llama de la pasión en ellos, Terry la estrechaba mucho más a su cuerpo, quería sentir su calor, todo de ella lo quería en ese instante… no iba a soportar a que fuera su esposa ¡La quería en ese momento!
—¡Terry! —jadeo la chica entre sus brazos. Terry la fue depositando entre los almohadones, y las luces de las velas le daban un aspecto sublime y adorable. Candy se sonrojo, esta vez era Terry quien le había masturbado y se sentía increíble compartir ese momento tan íntimo don él.
Por su parte, no dejaba de besarla y acariciarla, la anhelaba en ese momento, y solo quería su aprobación, llevo una mano a su mejilla y la otra al centro de su pecho… solo quería un sí. —Me duele el pecho… mi corazón late tan rápido que duele.
—También el mío —Se inclinó sobre ella y le beso los labios con ternura. Nuevamente los truenos estremecían a la chica cada que retumbaban en la tierra, Terry se encargaba de llenarla confianza, pero requería una respuesta de ella —Pecosa mía… de verdad te deseo, y de verdad deseo hacerte el amor como no tienes idea. Tantas fantasías que tengo contigo, de verdad… quiero hacerte el amor.
En ese instante, cuando el frio se empezaba a colar por las paredes del teatro, el calor que sentían sus cuerpos se incrementó, Candy se puso de pie mientras lo besaba, se colocó en medio del camerino y se fue soltando el vestido. El mismo, cayó de su cuerpo, quedando desnuda y perfecta para Terry, cuyas pupilas se dilataron, aquello era la respuesta certera de Candy y él bien estaba dispuesto a unirse a ella.
continuara...
fuego con los rebeldes del Sna Pablo
