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ENCERRADOS
RESUMEN:El teatro puede ser algo realmente helado en las noches de invierno, pero ¿Hará calor con la persona adecuada? –Lemmon.
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PARTE I
PARTE I
Los timbrazos que de cuando en cuando se escuchaban al fondo del teatro significaban una sola cosa… lo habían arruinado, y Robert Hathaway no era precisamente el padre de la paciencia en esos instantes. En ese momento varios actores se echaron al suelo exhaustos, era quizás la octava vez que repetían una misma escena, y como si fuera poco el reporte del clima anunciaba tormentas y probables inundaciones en varias partes del país, lo que significaba era que no solo saldrían tarde, sino que se empaparían para poder llegar a casa.
—¡Oh, maldición! —Dijo un actor tirándose al suelo, estaba exhausto y con hambre, pero en definitiva no quería llegar tarde a casa —Temo que no llegare a casa seco.
—Te acompaño en tu sentimiento, Terry —Se unió otra chica a su lamento mientras se soltaba el pelo para terminar de echarse en el suelo —Mi gata debe estar hambrienta ¿Y si Robert me deja limpiando el teatro?
—Oh, ni que lo digas, Karen ¡Esa sería la peor de las maldiciones! —Vocifero el muchacho con pánico.
Uno de los castigos preferidos del director, era poner los nombres de todos sus actores en un sombrero de mago y el que sacara sería el encargado de limpiar con un cepillo de cerdas pequeñas el escenario, el cual, era pulido incluso con cera, lo cual era una actividad laboriosa.
—Mejor levantémonos, no le demos motivos a Hathaway para que nos diga algo —Rápidamente se levantó y se sacudió las ropas para tomar su lugar, quería terminar rápido para poder irse a su casa. Pero primero, pasaría buscando a su novia al hospital para dar un paseo.
Su amada Candy, todavía sonreía cuando recordaba que ella vivía en el departamento de al lado de su mismo edificio, pero de cuando en cuando dormía en su departamento, era su modo de ocultar que eran una pareja que se amaba. Solamente estaba esperando tener un poco más de dinero ahorrado para comprar algo más grande y proponerle matrimonio. Esa atolondrada se había ido detrás de él y se había hecho de una carrera, apenas tuvo su título lo busco, y el contento la acepto, pero estaba esa condición.
No vivir juntos hasta que fueran marido y mujer.
Sin embargo, esa misión era casi imposible, Terry todas las noches soñaba con ella y sus pensamientos iban a lo más oscuro que requería masturbarse o darse un baño de agua fría para no correr al departamento de junto y hacerla suya. Pero por ahora, iba a tratar de salir con vida del teatro. Porque al salir de ahí, todas sus fantasías se hacían realidad.
—¡Hola Terry! —Saludo una actriz rubia acercándose al actor —¿Cómo estás? Sí que hace frio.
—Susana, por una vez en la vida ¿Podrías dejar de ser una ofrecida? No olvides que Terry está comprometido. —reclamo Karen tomando a Terry de los hombros para alejarlo de ella —Además, puede que te dejen limpiando esta noche si sigues portándote como zorra fina.
—¿Cómo me has llamado?
—¿Qué? ¿No es así como actúas cada que vez a Terry? —volvió a explicar Karen empujando a Terry, ella sabía que no estaba seguro al lado de Susana.
Fue empujado a otro sitio para evitar que estuviera un segundo más cerca de esa mujer, sin embargo, Terry iba riéndose de su amiga que le defendía a capa y espada. En definitiva, esa era su mejor amiga haciendo de chaperona, en especial, siendo una conciencia, que aunque molesta cumplía con su misión.
—¡No te rías, Terry!
—Lo siento, es que me fascina como pones a la gente en su lugar.
—Bueno, pronto he de tener el título de dama de honor en tu boda y será mi misión defenderte a ti y a tu encantadora novia de todos ¡Y ya imagino a los sobrinos! —Vitoreo la chica dando saltos divertidos.
Ese último pensamiento le saco una sonrisa a Terry, hijos, ya se imaginaba como serian junto con su pecosa. Hermosos niños tendrían los dos, ya que serían hechos con mucho amor. Esa quizás sería la mejor parte de la labor… hacerlos.
—¡Hey!
—¿Qué? —logro decir el inglés mientras hacia sus manos puños ante el pensamiento.
—Vaya, vaya ¡Creo que estas imaginando cosas! Eres un pervertido.
Terry vio a Karen sonriendo maquiavélicamente y posterior se vio asimismo, su entrepierna se había emocionado con el pensamiento, aquel había sido el colmo de los colmos.
—¡Cierra la boca, Claise!
—¡Ay, por favor! No eres un niño, ya es normal que eso te ocurra al pensar en tu novia.
—Si pero… no aquí, no ahora… —Dijo mientras se sonrojaba cada vez más y más. En definitiva tener a su pecosa viviendo al lado le generaba problemas hormonales, y solo había una manera de bajar esos impulsos.
—Aguarda amiguito. No te puedes comer el pastel antes.
—¡Mira quién lo dice!
—No somos los mismos personajes tu encantadora novia y yo. Así que debes ser adorable con ella —concluyo Karen adelantándose unos pasos hacia el escenario. Trago en seco ante esas últimas palabras de Karen, las cuales, parecían incitatorias.
…..
La rubia pecosa caminaba de un lado a otro por los pasillos de la emergencia, parecía un torbellino imparable, y aquello dejaba sorprendidos a todos, en especial sus jefes médicos y de enfermería ¡El torbellino de Chicago! Ese era un nuevo apodo que le habían brindado por su eficacia y velocidad, y en comparación a los que Terry le ponía, no era tan ofensivo.
—¡Ten cuidado, Candy! —Exclamo una enfermera al casi impactar con Candy que como siempre, solo podía correr de un lado a otro —Si ensucias algo te colgaran de los pulgares.
—¡Lo siento, lo siento, Dolly! Es que no quiero dejar nada pendiente, quiero esperar a mi novio para ir de paseo.
—Tu novio ¿O prometido?
—Bueno… un poco de ambos —dijo la chica con un sonrojo, volviendo a imaginarse las cosas que ocurrían en la ducha —¡Me muero de emoción! Ya quiero ser su esposa.
—¡Oh! Qué bonito. Y qué bueno que él te respete tanto.
—Sí, él es el amor de mi vida. Haría lo que fuera por el —contesto Candy sonrojándose más y más mientras caminaba a atender a algunos pacientes, sin embargo, no podía dejar de pensar que al vivir uno al lado del otro, y al compartir todas las noches una taza de té o un baile podían llegar a algo más íntimo.
En efecto, las clases de anatomía y ginecología se quedarían tontas ante lo que las personas podían llegar a hacer. De cuando en cuando, mientras se duchaba, usaba sus manos y su imaginación para darse placer, quería imaginar a profundidad lo que podría llegar a hacer Terry si la tocaba, por supuesto, ella estaba más que segura de que no la tocaría todavía Y aunque tenía curiosidad sabía que ese era un límite que ella no podía atravesar… o al menos, no por el momento.
—Se avecina una tormenta —dijo un anciano mirando hacia la ventana —Y será grande.
—¿Qué? —Candy se dirigió hacia la ventana y confirmo con sus propios ojos lo que el anciano decía, y era cierto, las nubes negras habían oscurecido el cielo. Se sorprendió, quizás no le daría oportunidad de llegar a su encuentro con Terry.
Volvió a correr a la estación de enfermería en donde estaba su colega y hablo con prisa, solo ella podía ayudarla.
—¡Nancy! Debo irme ya.
—¿Cómo dices? —Dijo la otra enfermera ante la solicitud de Candy.
—Yo… ¡Debo irme! Se avecina una tormenta y se me hará tarde para encontrarme con Terry, mi novio ¡Por favor! —Suplico la rubia —Juro que pagare este favor.
—Candy, sabes perfectamente que no puedo permitirte salir antes de la hora… pero solo por esta vez creo que accederé.
—¿En serio?
—Sí, porque creo que ya hiciste todas tus actividades —respondió la enfermera cruzándose de brazos al ver a Candy casi al punto de arrodillarse frente a ella —¿Y qué esperas? Cámbiate y vete antes de que la lluvia te agarre de camino.
Candy abrazo a la enfermera y fue a cambiarse de ropa rápidamente, el corazón le latía rápido ante la idea de que fuera ella quien visitaría a Terry. No tardó mucho en ponerse su ropa de civil sin despedirse salió corriendo del hospital, quería esperar el tranvía, pero veía el reloj y los minutos de espera serian agotadores, por lo que se decidió a emprender carrera hacia Broadway.
Justo en el instante cuando cayó la primera gota de lluvia.
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Gracias Maxine
