CAPÍTULO IX VENGANZA
En el hospital Monte Sinaí en Manhattan, Susana Marlow había recobrado el conocimiento, aún se encontraba débil, no obstante, los médicos le practicaban diferentes estudios para descartar alguna secuela o daño por el veneno ingerido, las noticias no eran alentadoras, por lo que las visitas no estaban permitidas, situación que se hizo del conocimiento al duque de Grandchester, quien junto con Eleanor se encontraba en la sala de espera.
— ¡Richard! — Dijo con tono suave la rubia, — ¿Qué esperamos? ¿Por qué no pedimos que nos informen cuando Susana se encuentre en condiciones de declarar? — El duque un tanto pensativo respondió, — ¡Querida!, es necesario saber lo que dirá esa muchacha, de hecho, no deben tardar los abogados para informarnos sobre las indagatorias, ¡Conserva la calma!, ¡Esto terminará pronto, te lo prometo! — ¡Lo siento! Es sólo que permanecer aquí no me agrada, sobre todo cuando recuerdo todo lo que esta joven ha sido capaz de hacerle a nuestro hijo y que ninguno de los dos haya estado con él para apoyarlo, tal vez si hubiésemos… — ¡Eleanor! ¡Mírame! Sé que no hemos sido los mejores padres, hemos cometido muchos errores, ¡Más yo que tú!, pero por ello la vida en este momento nos permite estar presentes para resolver esta situación y hacer lo posible para que nuestro hijo sea feliz, ¡Que él a diferencia de nosotros pueda tomar la mejor decisión para su futuro! ¡Ahora, no es el momento para recriminarnos todo lo que dejamos de hacer!, ¡Es la hora de actuar como verdaderos padres! — ¡Tienes razón! Pero ¡Me duele tanto, que mi hijo no sea feliz!, ¡Que se haya sentido solo contra todo y contra todos que…! — ¡Lo sé querida, lo sé! ¡Yo también me lamento mucho el no haberlo disfrutado!, ¡Permitir que Lucrecia lo haya lastimado…! — Al escuchar ese nombre Eleanor se levantó de súbito mirando molesta al hombre, quien sorprendido se puso también de pie. — ¿Qué? ¿Qué has dicho? ¿Permitiste que esa mujer lastimara a Terry? ¿Cómo pudiste Richard? ¡Cuando te lo llevaste pensé que le darías todo el amor que no podía darle yo!, ¡Que tú sustituirías el cariño de ambos!, ¡Que esa mujer no se entrometería en su crianza!, ¡Así me lo hiciste saber en la carta que me mandaste tiempo después de que lo apartaras de mí! — Reparó la mujer esperando la respuesta de él. Richard iba a responder a sus preguntas, pero guardó silencio, ya que en ese momento entraban los cuatro abogados que llevaban el caso de Terrence, al tiempo que el doctor salía a dar el parte médico. Los letrados aguardaron para enterarse al mismo tiempo del estado de salud de la joven, cuando el duque con una mano les indicó que esperaran.
El galeno llevaba el expediente de Susana en la mano, un tanto nervioso acomodaba con el dedo índice sus gafas para después hablar. — ¡Madame!, ¡Su excelencia! La señorita ha despertado, se le han practicado varios estudios, derivado de los resultados ¡Lamento comunicarles, que el corazón de la chica ha quedado severamente dañado! ¡Esta situación es un poco extraña!, sobre todo ¡Por la edad de la paciente!, ¡Es muy joven para presentar problemas de esta naturaleza! Pensamos, que la señorita llevaba mucho tiempo consumiendo pastillas para dormir, ya que los estudios muestran un ineficiente bombeo de sangre al corazón, lo que ocasiona una falla cardiaca, ¡Lo cual se agudizó con la ingesta del frasco completo de píldoras!, es decir, una parte del músculo del corazón se ha dañado, al grado de alterar la acción del bombeo de sangre. ¡Esta cardiopatía, lamentablemente es irreversible! Por lo que respecta al raticida que consumió, esto no ocasionó mayores daños, debido que se practicó el lavado de estómago oportunamente. — Concluía el médico ante la mirada expectante de los presentes.
— ¿Entonces es grave el estado de Susana, doctor? — Preguntó Eleanor con tono preocupado. — ¡Por ahora no!, ¡Ya que se le ha tratado!, pero ¡Desafortunadamente la falla cardiaca es definitiva! Al momento no se cuenta con mayores avances en la materia, que postule algún tratamiento que revierta el daño que ha sufrido el corazón de la joven, ¡Incluso es posible que con el paso de los meses su estado empeore! — Respondió el galeno mirando a Richard, quien tomándose la barbilla con su mano cuestionó; — ¿No podrá declarar ante los agentes? — El doctor se volvió para mirar a los uniformados que esperaban, algo retirados de la sala. — ¡Usted, no tiene por qué saberlo!, pero la madre de la paciente acusó a mi hijo de intento de homicidio, por lo que es necesario que declare para el esclarecimiento de los hechos. — Aclaró el duque. — Como su médico tratante, ¡Yo aconsejaría que el interrogatorio no fuera exhaustivo!, ¡La chica aún está débil por el lavado de estómago!, ¡Si ahora tiene emociones fuertes puede desencadenar la cardiopatía! Los agentes pueden hablar con ella, procurando no alterarla, ¡Solo, así podría ser! — Comentó el doctor. —
Richard se dirigió al grupo de abogados, que habían escuchado el parte médico. — ¿Hablaron con el jefe de la comandancia? ¿Quién y cuándo vendrá a tomar la declaración de la señorita Marlow? — Cuestionó en su habitual tono dominante, que no admitía respuestas vagas, acostumbrado a obtener lo que quería, — ¿Qué información más han obtenido? ¿Ya tienen elaborada la defensa de mi hijo? — Barton iba a responder, pero el abogado de la corona, Paul Mitchell se adelantó; — ¡Su excelencia!, hemos analizado el asunto y desde el ángulo de la aristocracia, no pueden hacer nada en contra del joven marqués, dado que se convertiría en un problema de índole diplomático, eso no conviene al gobierno de éste país. — Pero, ¡A mi consideración no es pertinente dejar un asunto así!, lo he platicado con los señores, insistiendo en que se debe limpiar la imagen del Sr. Graham. —Reparó el abogado de Terrence.
— ¡Richard! — Habló la diva. — ¡Creo que el Sr. Barton tiene razón!, ¡No quiero que Terry sienta algún tipo de obligación con las Marlow!, ¡Que tampoco por ser parte de la corona británica, la ley no se cumple!, ¡Más, cuando la decisión fue tomada por esa muchachita! — ¡Tienes razón querida! — Asintió Richard, añadiendo; — ¡Señores! ¡Realicen todo cuanto sea necesario para limpiar el nombre de mi hijo! Acuerden con la policía local, que la declaración de esta chica sea tomada a la brevedad, en tanto se quedarán pendientes por si la joven está en condiciones de hablar. — El grupo de letrados sin esperar más se retiró de nuevo a la comandancia para acelerar lo requerido por el duque. En tanto Richard se dirigió de nuevo al médico. — ¿Cuándo podré hablar con la joven? ¡Conociendo su estado de salud, sólo pretendo conversar con ella! — El doctor respondió; — ¡Hoy dormirá por los sedantes!, ¡Yo le recomendaría que sea mañana! — ¡Muy bien!, ¡Aquí estaré a primera hora! — Contestó Richard para después tomar a Eleanor por el brazo. — ¡Vamos, querida! ¡No es necesario que permanezcamos aquí! — Al dirigirse a la salida, iban caminando por el pasillo, cuando una enfermera los interceptó para preguntarles; — ¿Ustedes son familiares de Susana Marlow? — Tanto Richard como la rubia se detuvieron expectantes, sin embargo, el duque sondeó, — ¡No, no lo somos! Pero estamos al tanto de su salud, ¿Qué se le ofrece? — ¡Bueno!, sucede que la chica está muy inquieta, ¡No deja de preguntar por su madre! Y en su estado ¡No puede tener emociones fuertes!, ¡Tal vez ustedes le podrían avisar a la señora Marlow para que venga con ella! — Comentó la enfermera. El duque prosiguió caminando, no sin antes decir. — ¡Por el momento la señora Marlow no podrá venir!, pero ¡Nosotros estaremos al tanto de la salud de la paciente! — Eleanor esperó a que estuvieran en el auto para preguntar, — ¿No dejarás que venga la madre de Susana a verla? — ¡No, claro que no! ¿Para que entre las dos confabulen en contra de Terrence? ¡Obvio que no, querida! ¡Esas dos han abusado de la manipulación!, ¡Ahora les toca recibir algo de lo que ellas mismas generaron! — Apuntó él con un sesgo de intolerancia pintado en su rostro. — Pero, entonces ¿Qué pasará con esa mujer?, ¡Me refiero a la mamá de Susana! — ¡Eso es algo que arreglaré por la tarde! — Respondió Richard sin más comentarios.
Carolina Marlow se encontraba encerrada en una habitación, que, contaba con lo elemental, no disfrutaba de ningún tipo de lujo, al que últimamente estaba acostumbrada, después de que Terry se mudara con ellas, por el contrario, el cuarto contaba solo con una lámpara, cama, silla y una mesa, sobre la que aún permanecían los alimentos, que la mujer no había querido consumir. Se había cansado de demandar, mediante gritos que se le dejara salir, pero por más que lo hacía nadie acudía a su llamado. En un principio pensó que el duque la llevaría a una de sus propiedades para convencerla de retirar los cargos en contra del actor, pero al darse cuenta en donde la habían encerrado, que el tiempo pasaba, sin noticias de los padres de Terrence, los nervios comenzaron a apoderarse de ella, sabía de la grave falta que cometió al retar al duque, de las consecuencias de la demanda en contra de Terry, de la pelea con Eleanor, pero sobre todo estaba consciente del nocivo afán por complacer a su hija y su deseo por pertenecer a la alta sociedad, lo que las llevó a cometer errores imperdonables, cargados de excesos en contra del eterno prometido de Susana. No sabía que pasaría, tampoco si su hija, ya había recobrado el conocimiento, eso la desconcertaba. Necesitaba hablar con el padre de Terrence, pero éste no aparecía, lo que provocó que su desesperación se incrementara conforme pasaban las horas. Trataba de calmarse, de antemano sabía que de su comportamiento y astucia dependía que salieran bien libradas de todo, pero nunca se imaginó lo que el primo del rey de Inglaterra tenía planeado para ellas.
La noche parecía no acabar, tantas situaciones se estaban viviendo simultáneamente que nadie imaginaba el pequeño infierno que vivían los directamente involucrados. En la habitación de Candy; Patty no daba crédito a todos los enredos generados a raíz de la embriaguez de su amiga, más aún, no entendía como pudo confundir a Terry con Archie, por lo que preguntó. — ¡A ver!, ¡Déjame ver si entiendo! ¡Tú estabas tan borracha! ¡¿Qué, no notaste la diferencia entre ambos hombres?! ¡¿Archibald, acaso no se dio cuenta de qué estabas ebria?!, ¿Por qué no hiciste todo lo posible por aclarar las cosas con Annie?, ¿Por qué no acudiste a Albert?, ¿Por qué no nos hablaste a nosotros?, ¡Candy dejaste que las cosas tomaran el matiz que ahora tienen! — Indicó la chica acomodándose sus gafas y con la consternación pintada en su cara.
— ¡Patty, Patty, no me atormentes más, por favor! ¡Cuando quise alcanzar a Annie, mis pies no respondían! ¡Daba tumbos de lo mareada que me encontraba!, ¡Estaba a punto de caer cuando Archie me sostuvo evitando que me desplomara!, ¡Me dijo que no me preocupara, que él iría tras de ella para aclarar las cosas!, pero ¡Ella se negó a hablar!, ¡Simplemente pidió a uno de los choferes que la llevara a su casa! ¡Él pensó, que era lo mejor! ¡Darle tiempo para que se calmara y pudiéramos hablar los tres!, ¡Después me ayudó a llegar a mi habitación!, ¡Yo estaba demasiado inquieta!, sin embargo, ¡Los estragos del alcohol hicieron que no pudiera levantarme de la cama!, ¡Todo me daba vueltas!, ¡Intenté pararme varias veces, pero el mareo impidió que lo hiciera! ¡Finalmente me quedé dormida! — Explicaba la rubia. — Al siguiente día, ¡El dolor de cabeza era insoportable!, aun así, ¡Fui en busca de Archie para acudir a casa de Annie! ¡Él estuvo de acuerdo!, no obstante, cuando llegamos a la residencia, ¡La señora Britter, no me permitió entrar!, ¡Sólo dejó que pasara Archie! Cuando salió me comentó que la mamá de Annie ¡Lo atacó con muchas preguntas!, ¡Quería saber el por qué su hija había roto su compromiso! y ¡¿Qué tenía que ver yo en el asunto?!, él no quiso aclarar nada con la señora, ¡Solo le pidió que le permitiera hablar con Annie para aclarar las cosas!, pero ella se negó rotundamente, la señora ¡Amenazó con exigir una satisfacción a los Ardlay por la ofensa, cualquiera que esta haya sido en contra de su hija! ¡Dijo que nos obligaría a confesar qué daño le hicimos a Annie! En ese momento, Archie optó por no decir palabra alguna y salir de la mansión. ¡Cuando vi su rostro!, ¡Lo noté desencajado, con el coraje contenido! El trayecto de regreso fue en total silencio, al llegar me comentó todo. ¡Patty tu siempre has sabido que no soy del agrado de la señora Britter!, ¡No me perdona ser el constante recordatorio de que su hija, también salió del Hogar de Ponny!, ¡Considera que yo influencié a Annie para que reconociera que ella también es adoptada! ¡Los dos estábamos muy contrariados por lo sucedido!, aún con todo eso ¡Fuimos en muchas ocasiones a buscarla! ¡Siempre quisimos explicarle todo! Uno de esos días, Annie, aceptó ver a Archie, ¿Qué sucedió?, ¡No lo sé!, ¡Él sólo se concretó a decirme lo desagradable que había sido la conversación!, ¡Que ella no reconsideraría su decisión! ¡Lo peor, que no quería verme! ¡Una cosa llevó a la otra! — Continuaba la rubia, pero fue interrumpida por Patty. — ¡Candy debiste insistir!, ¡Buscar la manera de hablar con ella!, ¡Explicar que confundiste a Archie con Terry! Aunque ¡La verdad, yo sigo sin entenderlo!, ¡Son tan diferentes los dos que…! — ¡Bueno, Patty! Entiendo, no tendrías por qué saberlo, pero los disfraces de Romeo y Julieta son muy significativos para nosotros desde el Festival de Mayo, ¡¿Lo recuerdas’!, ¡Fueron esos trajes con los que pude participar en los festejos!, ¡A la vez que me permitieron estar con Terry en la segunda Colina de Ponny!, ¡Ahí bailamos y…! ¡Nos besamos por primera y única vez! — Rebatió ella hablando rápidamente.
Patricia se llevó las manos al pecho viendo la cara ruborizada de su amiga, no pudo evitar imaginarse ese momento tan romántico, que solo les competía a los dos. Ellos siempre fueron tan irreverentes que, no le extrañaba esa confesión, al contrario, ella misma deseo ser como Candy, libre y valiente, para hacer lo mismo con Stear; en muchas ocasiones se imaginaba en la misma situación con su novio, pero de momento sacudió la cabeza, al notar que también se había ruborizado. — ¡Ohh Candy! — Exclamó, — ¡Su historia de amor siempre fue única!, ¡Que no entiendo cómo pudieron separarse! — Las dos chicas se miraron a los ojos, una comenzaba a comprender, mientras que la otra sentía una punzada en su pecho, después del comentario de Patty, faltaba tanto por platicar que Candy no creía acabar durante la noche.
En otra ala de la mansión Neal abría intempestivamente la puerta de la recamara de Elisa. — ¿Por qué no tocas? — Le reprochó la pelirroja a su hermano — ¡Bah, es lo de menos, hermanita! ¡Te traigo noticias que te alegrarán el corazón! — Comentó el moreno, sin dar importancia al reproche de su hermana, mostrando una mueca, que semejaba una sonrisa. — ¡Habla ya! — Reparó ella, — ¡No querida! ¡Si me vas a tratar de esa manera me largo y no te enterarás de nada! — Respondió el chico un tanto molesto, no acababa de acostumbrarse al cambiante carácter de la joven. — ¡Bueno, ya!, ¡Está bien!, ¡Dime querido hermanito! ¿De qué noticias hablas? ¡No me dejes con la incertidumbre! — ¡Así es diferente! — Musitó de nuevo él, cruzando los brazos, mientras se recargaba en el tocador frente a la cama. — ¡¿Sabes que Grandchester está hospedado en una de las cabañas de la mansión?! — ¡¿Era eso?! ¡Estás retrasado en noticias, Neal! ¡Pensé que era algo más importante! ¡Te diré que ya fui a verlo! — Indicó ella con un tono de fastidio. — ¡Se me olvidaba lo rápida que eres! ¡No en balde la fama que tienes en Chicago! — Reparó él, sarcásticamente. Ella le aventó un almohadón que asestó en la cara del joven, — ¡Mejor lárgate, Neal! ¡No tengo humor para tus estupideces! — ¡Eso no es todo! ¡Lo que no sabes es que Terry y Candy tuvieron una cena romántica en la cabaña!, ¡Parece que él vino por ella y hará todo lo posible para recuperarla! Y ¡No le importa que ella este esperando un hijo de otro hombre! — ¡¿Cómo te enteraste?! — ¡Yo mismo lo escuché cuando se lo contaba a Stear! — Decía Neil, mirando la expresión de su hermana, quien de inmediato se levantó para caminar por la recámara tomándose la barbilla con sus dedos y quedarse pensativa.
El joven supo reconocer el destello de maldad en la mirada de su hermana, así que decidió salir de la habitación y dejarla sola con sus elucubraciones. Neil Leagan, aún se sentía herido por el rechazo de Candy, ¡Más por la vergüenza que pasó cuando fue cancelado su compromiso ante la alta sociedad de Chicago!, cuando lo recordaba sentía arder la sangre en sus venas por el coraje, pero ¡¿Qué podía hacer en ese momento?! Se preguntaba. Su llanto de niño con el paso del tiempo se convirtió en lágrimas y dolor de hombre, ¡No, no todavía no lo superaba! Por momentos, también, se daba cuenta, que el amor por la rubia no había mermado, por el contrario, procuraba verla sin que ella se diera cuenta, se conformaba con mirar sus actitudes, sus gestos, sus risas. Fue por ello, pero más por orgullo, que buscó convertirse en alguien exitoso; estudió, se preparó para estar al frente de los negocios de su padre, ahora era reconocido por eso, pero no le había alcanzado para llegar a ella. A veces se reprochaba su comportamiento hacia Candy, ¡Tal vez si él hubiese sido agradable con ella, todo fuese diferente! ¡Y ella por lo menos no lo odiaría! Esos pensamientos acompañaban al moreno, que caminaba por los jardines de la mansión. A su mente llegaban recuerdos del cariño, que Anthony mostró a la pequeña niña, desde que la conoció, al igual que los Cornwell, ¡¿Por qué él no lo había hecho?! No lo recordaba a ciencia cierta, pero de algo estaba seguro, ¡Nadie le enseñó a comportarse de otra manera!, contrariamente, su madre siempre solapó sus travesuras, lo mismo pasó con Elisa, pero ella a diferencia de él, nunca sentiría empatía por alguien de otro estrato social. Su hermana era así, para ella nadie tenía derecho a introducirse en la alta sociedad si no era por nacimiento o nuevo rico, a excepción de sus parientes, solo Albert, Anthony, Stear y Archie se mezclaban con personas venidas a menos. En su sociedad se maquillaba entre buenas maneras y costumbres las actividades, que por humillantes o desastrosas que fueran les eran dispensadas, mientras no atentaran contra ese círculo tan cerrado. A pesar de todo eso, él se enamoró de esa chica, que ahora era la principal heredera del clan Ardlay. Desafortunadamente, para él ya era tarde, pensaba, que sus intentos nunca fueron aceptados por la rubia, aun con el notorio cambio de él. Decía para sus adentros, — Ahora todo ha cambiado, ella se ha comprometido con Archie, ¡Yo nunca fui su opción!, ¡Sabía que con Grandchester tenía todas las de perder!, pero ¡¿Con Cornwell?! ¡Bah! Si Elisa hace algo, para impedir ese compromiso ¡Yo… yo tal vez pueda…! —
Sin darse cuenta que sus pasos lo llevaron hasta la entrada de la mansión, el olor del portal de las rosas anegaba su respiración, se detuvo un poco a disfrutar de ello, cuando observó que una persona esperaba en un auto, — Pero ¿Por qué no ha entrado?, ¿Quién será? — Se preguntó acercándose para observar mejor. Cerca del portal vio que se trataba de Annie, quien aguardaba por alguien, pensó que sería Archie. — ¡Esa chica está como yo! ¡No quiere perder! Pero ¡Ya no se puede hacer nada querida! — Dispuesto a retirarse, se paró en seco cuando observó, que quien salía al encuentro era, — ¡¿Grandchester? — Dijo en voz alta, ocultándose, ya que el mencionado había volteado. — ¿Qué diablos hace con Annie? ¡Esto se pone cada vez más interesante! — Susurró tratando de escuchar lo que decían esos dos.
A la tía abuela le llamó la atención escuchar que alguien aguardaba en la entrada de la mansión, sin embargo, pensó que se trataba de los arreglos florales que aún no llegaban. No había querido cenar, estaba apurada con los preparativos de la fiesta, pero se le hizo extraño que ninguno de sus nietos pasara a darle las buenas noches, así que decidió ir en busca de Albert, quien últimamente estaba demasiado condescendiente con ella y sus deseos de fastuosidad para el evento del día siguiente, le intrigaba tanta disposición de él. Algo no encajaba, pero mientras la fortuna de los Ardlay quedara en familia, lo demás era lo de menos. Aunque la protegida de su nieto no contaba con su aprobación, el comportamiento de Candy se había tornado más convencional, ahora, sus modales, así como su imagen parecían refinados, aunado a los cambios físicos sufridos en la joven le hacían verse como una distinguida dama de sociedad.
La anciana había procurado en todo momento que Albert desconociera a la chica como hija adoptiva, pero ahora ya no insistía, era difícil aceptarlo, pero ¡Candy no representaba mayor problema!, mucho menos casándose con uno de los Cornwell. Parecía que sus nietos, salvo Albert, ya tenían definido su destino, Stear con Patricia Obrien dentro de poco, sólo faltaban Neal y Elisa para que estuviera tranquila, dado que para ella era mejor que la cabeza del clan se tomara su tiempo para elegir esposa. Ensimismada en sus pensamientos llegó al despacho, donde se encontraba William y George, sin tocar pasó.
— ¡William! — Habló la anciana. — ¡Ya es tarde! ¿Acaso no piensas dormir? ¡George! ¿Usted tampoco? — Ambos hombres se pusieron de pie, Albert por su parte se acercó a la mujer. — ¡Lo mismo digo, tía! ¿Qué andas haciendo levantada? ¡Me dijeron que no bajaste a cenar! — Indagó el rubio — ¡No! ¡Con todos los preparativos se me fue el apetito!, pero ¡Me extrañó no ver a ninguno de mis nietos hoy!, ¡Nadie me ha ido a dar las buenas noches!, ¡Pensé que tal vez hubiese ocurrido algo y yo no estuviera enterada! — ¡Nada de eso! ¡Todo está bien!, ¡Vuelve a la cama, anda! ¡Mañana será un día muy ajetreado!, ¡Es mejor que descanses!, ¡Vamos, te acompaño! Ahora vuelvo George. — ¡Todo cambiará William! ¡Por fin estaré tranquila de que la fortuna de la familia no quedará en otras manos! — ¡Eso dices, tía!, pero ¡En caso de que Candy me diga que rehúsa a casarse!, ¡No dudaré en apoyarla! — ¡No, por favor! ¡Eso nos condenaría al escándalo! ¡No lo puedes permitir! — Exclamó la anciana antes de entrar a la habitación. Albert no quiso decir más, sólo se concretó a darle un beso en la frente a su tía y decir, — ¡Eso ya se verá! ¡Ahora descansa, has abusado de tu vitalidad! — La mujer, guardó silencio, no quería iniciar una discusión, asintió con la cabeza y observó cómo su sobrino salía de su aposento.
Albert bajaba las escaleras cuando se encontró con Neal, que subía rápidamente. — ¿A dónde te diriges con tanta prisa? — Cuestionó el rubio observando el disimulado nerviosismo del moreno; — ¡Voy a ver a mi hermana, tío, antes de que se duerma!, ¡Quiere que le acompañe mañana a ver algo de última hora! ¡Y si no lo hago, ya ves cómo se pone! —Respondió el chico evitando la mirada del hombre mayor, — ¡Bien!, nos vemos mañana, Neal ¡No hagan travesuras ehh…! — Advirtió el patriarca con cierta burla en su tono de voz y continuó su camino. Al llegar al salón se dio cuenta que casi era la media noche y todavía no tenía noticias de la conversación entre Candy y Terry, por lo que se dirigió a la cabaña para hablar con su huésped, pero al dar la vuelta por los jardines observó como un vehículo se alejaba y el actor venía caminando meditabundo en esa dirección. — ¿Tuviste visita? — Cuestionó al inglés, quien se notaba contrariado por la plática que sostuvo con Annie. Al ver a su amigo se detuvo. — ¡Ven, Albert tenemos que platicar! — Invitó Terry posando su brazo en los hombros de su anfitrión.
Continuará…
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