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Respira profundo antes de comenzar a leer.....
Nuestra golosa nos trae un.... Necesito hielo.....
Terrence rozó sus labios con su dedo índice, moría por besarlos arrebatadamente, pero prefería esperar a que ella también lo deseara. Toda ella era una obra de arte, ahora entendía la fascinación por esta rosa del desierto. Su pequeña nariz salpicada de pecas le daba un toque de inocente ternura a su piel ruborizada, pero los carnosos labios rojos aunque armonizaban con la hermosura de su rostro, eran la tentación del manantial en tierras áridas. Perdido como estaba en ellos, pasó saliva, la mirada de ella se clavó en el movimiento de la varonil garganta, en las clavículas expuestas del duque, en su camisa blanca, la cual se adhería sugestivamente a sus pectorales haciendo visible su excitación a través de sus pezones.
Terrence tomó su mano, besándola en el dorso, en esos enigmáticos símbolos de providencia según lo que había investigado. La cargó entre sus brazos llevándola sin problemas a la cama recordó que llevaba esas hermosas marcas también en sus pies, pequeños, poderosos, elegantes y se dio a la tarea de reverenciarlos con sus labios, ella hizo un débil intento por retraerlo, pero el arrastró su mano arriba del tobillo para tomarla más firmemente sin apartar la vista de sus ojos –Por favor, permíteme agradecerles el regalo de tu danza– para entonces estaba seguro que ella no sabía lo que le decía, pero sentía que le entendía. Ella soltó un suspiro entrecortado rindiéndose, recostando su cabeza.
No hubo parte de esos pequeños pies que no fuera recorrida por sus labios ocasionando en ella primero pequeñas risitas nerviosas, y después exhalaciones que para él significaban pequeños triunfos que se acumulaban. La ropa resultaba cada vez más incómoda. Se separó por un momento y terminó de abrir su camisa despegándola de su cuerpo. Los ojos de ella recorriéndolo, su curiosa mirada le quemaba la piel, llevó sus manos a su pantalón, pero ella lo detuvo, dándose la vuelta para que le ayudara a soltar los amarres de la parte superior de su atuendo, dándole a entender que deseaba estar en igualdad de circunstancias.
Él accedió más que fascinado, tomó entre sus manos la abundante cabellera dorada, no pudo evitar maravillarse con la textura entre sus dedos, los fragantes tirabuzones parecían coquetearle juguetones, frotó con sus yemas de los dedos el cuero cabelludo y separó la cascada en dos acomodando los mechones por sobre los hombros hacia el frente rozando levemente la sensible piel de la nuca y cuello que se había erizado instantáneamente. Al fin teniendo descubierta la espalda apenas podía creer que fuera en realidad tan pequeña y de apariencia frágil cuando había realizado toda clase de proezas durante su baile. Con cuidado desató las cintas que mantenían el exótico sostén en su lugar.
Candice pudo sentir la respiración cálida cerca de su oreja, él, su esposo olía muy bien a maderas y lavanda. Su toque contundente y delicado aunado a su legua que había resultado un prodigio para sus pies la tenían nerviosa, la piel le cosquilleaba asiosa por descubrir todo lo que ese apuesto extranjero tenía para ofrecerle en su noche de bodas. Apenas podía resistirse a la invasión a su espacio personal no tenía forma alguna de expresar lo que le transmitía, era un caballero eso le agradaba y tenía muchas ganas de pasar de igual manera sus manos por entre las hebras de su cabello y poder observar de primera mano los imposiblemente azulísimos ojos que le hablaban incesantes durante el tiempo que danzó.
Esa expresión para ella misma, sí así lo había decidido ella sabía perfectamente para qué estaba ahí, pero su primer acto como esposa de ese hombre había sido bailar para ella como amaba hacerlo. El destino le había llevado a tierras lejanas a desposar justo a ese hombre, a coincidir en ese momento para un propósito mayor el honor de servir a sus países y salvar vidas en el proceso y no solo ser casada al mejor postor intercambiada por camellos. Agradecía a Alá por haberle permitido tener tan gran propósito, estaba dispuesta a dar lo mejor de sí a unir lo mejor de sus culturas para que su matrimonio tuviera fuertes simientos y tenía muchas esperanzas de que el amor formara parte importante de su relación.
Sus pensamientos se cortaron de tajo al sentir que su esposo se acercaba pegando su pecho desnudo a la espalda ahora desnuda de ella, él le rodeó con sus brazos pasándolos por debajo de los de ella para poder sostener la prenda y evitar que se cayera, ya que había comprobado que esta era sumamente pesada por toda la pedrería que le adornaba, sin embargo eso les había dejado en una pose en la que parecía que acunaba sus senos y ella sintió un escalofrío recorrerla al imaginarse aquel toque directamente sobre sus montes blancos.
Terrence percibió el estremecimiento y respondió con una fuerte respiración, ¡por dios! Esta mujer lo estaba matando, una parte de él quería tomarla, beber insaciable de sus pechos, introducirse en ella y descubrir hasta el más recóndito de sus secretos de mujer, pero otra parte le exhortaba a lo sublime, a conocerla, abrazarla y demostrarle a través de su toque, de sus caricias que era merecedor de su entrega en un nivel más allá de lo carnal. En un osado movimiento, ella levantó su brazos mirándole de reojo dándose gusto mientras enterraba sus dedos en la castaña cabellera otorgándole libre acceso a sus pechos.
Estando así de juntos el rozó su nariz contra la suave mejilla de ella, cerró sus ojos por instantes y después dirigió su vista hacia abajo, mientras lentamente apartaba la prenda de los redondos senos dejándola de lado para revelar los erectos pezones que le hicieron contener la respiración por instantes. Encontró algo de desahogo apoderándose con su boca de un punto dulce en el femenino cuello.
Le rodeó justo debajo del cuello con el brazo izquierdo, al momento que el dorso de su mano se elevaba para recorrer la tersura del interior del brazo pasando por el hueco de la axila y deteniéndose a punto de tocar el nacimiento del seno derecho aunque al final decidió seguir de largo por el contorno del torso hasta llegar a la cadera aún cubierta por las cadenas de oro con las esmeraldas engarzadas. Extendió sus dedos pasándolos por entre las hileras de cuentas para tocar la piel expuesta atravesando su vientre.
Candice se sintió desfallecer cuando uno de sus dedos largos y ligeramente rasposos frotó su ombligo, en automático movió sus caderas y tensó los músculos de su abdomen al tiempo que soltaba un gritito de sorpresa. Terrence estaba cautivado por lo receptiva que era esta mujer. Candice percibió la bribona sonrisa en su cuello. Su esposo primero la apretó contra él y después fue separándose de ella hasta que dejó de tocarla.
Se puso de pie teniendo toda la atención de su esposa procedió a descalzarse y retirar sus medias, con pies desnudos y notó como la mujer se sentaba sin perder ninguno de sus movimientos. Los pechos de ella ahora eran cubiertos por su rubia cabellera, se veía adorable curiosa y como una tentadora eva dispuesta a ofrecerle el fruto prohibido al igual que él a ella.
Sin mayor preámbulo llevó sus manos a desatar sus pantalones.
oOoOoOo
¿Qué les digo chicas?? ¿Hielo?
Nuestra golosa nos trae un.... Necesito hielo.....
DESSERT ROSE | Cap. 2 - Parte 2 por Elby
Terrence rozó sus labios con su dedo índice, moría por besarlos arrebatadamente, pero prefería esperar a que ella también lo deseara. Toda ella era una obra de arte, ahora entendía la fascinación por esta rosa del desierto. Su pequeña nariz salpicada de pecas le daba un toque de inocente ternura a su piel ruborizada, pero los carnosos labios rojos aunque armonizaban con la hermosura de su rostro, eran la tentación del manantial en tierras áridas. Perdido como estaba en ellos, pasó saliva, la mirada de ella se clavó en el movimiento de la varonil garganta, en las clavículas expuestas del duque, en su camisa blanca, la cual se adhería sugestivamente a sus pectorales haciendo visible su excitación a través de sus pezones.
Terrence tomó su mano, besándola en el dorso, en esos enigmáticos símbolos de providencia según lo que había investigado. La cargó entre sus brazos llevándola sin problemas a la cama recordó que llevaba esas hermosas marcas también en sus pies, pequeños, poderosos, elegantes y se dio a la tarea de reverenciarlos con sus labios, ella hizo un débil intento por retraerlo, pero el arrastró su mano arriba del tobillo para tomarla más firmemente sin apartar la vista de sus ojos –Por favor, permíteme agradecerles el regalo de tu danza– para entonces estaba seguro que ella no sabía lo que le decía, pero sentía que le entendía. Ella soltó un suspiro entrecortado rindiéndose, recostando su cabeza.
No hubo parte de esos pequeños pies que no fuera recorrida por sus labios ocasionando en ella primero pequeñas risitas nerviosas, y después exhalaciones que para él significaban pequeños triunfos que se acumulaban. La ropa resultaba cada vez más incómoda. Se separó por un momento y terminó de abrir su camisa despegándola de su cuerpo. Los ojos de ella recorriéndolo, su curiosa mirada le quemaba la piel, llevó sus manos a su pantalón, pero ella lo detuvo, dándose la vuelta para que le ayudara a soltar los amarres de la parte superior de su atuendo, dándole a entender que deseaba estar en igualdad de circunstancias.
Él accedió más que fascinado, tomó entre sus manos la abundante cabellera dorada, no pudo evitar maravillarse con la textura entre sus dedos, los fragantes tirabuzones parecían coquetearle juguetones, frotó con sus yemas de los dedos el cuero cabelludo y separó la cascada en dos acomodando los mechones por sobre los hombros hacia el frente rozando levemente la sensible piel de la nuca y cuello que se había erizado instantáneamente. Al fin teniendo descubierta la espalda apenas podía creer que fuera en realidad tan pequeña y de apariencia frágil cuando había realizado toda clase de proezas durante su baile. Con cuidado desató las cintas que mantenían el exótico sostén en su lugar.
Candice pudo sentir la respiración cálida cerca de su oreja, él, su esposo olía muy bien a maderas y lavanda. Su toque contundente y delicado aunado a su legua que había resultado un prodigio para sus pies la tenían nerviosa, la piel le cosquilleaba asiosa por descubrir todo lo que ese apuesto extranjero tenía para ofrecerle en su noche de bodas. Apenas podía resistirse a la invasión a su espacio personal no tenía forma alguna de expresar lo que le transmitía, era un caballero eso le agradaba y tenía muchas ganas de pasar de igual manera sus manos por entre las hebras de su cabello y poder observar de primera mano los imposiblemente azulísimos ojos que le hablaban incesantes durante el tiempo que danzó.
Esa expresión para ella misma, sí así lo había decidido ella sabía perfectamente para qué estaba ahí, pero su primer acto como esposa de ese hombre había sido bailar para ella como amaba hacerlo. El destino le había llevado a tierras lejanas a desposar justo a ese hombre, a coincidir en ese momento para un propósito mayor el honor de servir a sus países y salvar vidas en el proceso y no solo ser casada al mejor postor intercambiada por camellos. Agradecía a Alá por haberle permitido tener tan gran propósito, estaba dispuesta a dar lo mejor de sí a unir lo mejor de sus culturas para que su matrimonio tuviera fuertes simientos y tenía muchas esperanzas de que el amor formara parte importante de su relación.
Sus pensamientos se cortaron de tajo al sentir que su esposo se acercaba pegando su pecho desnudo a la espalda ahora desnuda de ella, él le rodeó con sus brazos pasándolos por debajo de los de ella para poder sostener la prenda y evitar que se cayera, ya que había comprobado que esta era sumamente pesada por toda la pedrería que le adornaba, sin embargo eso les había dejado en una pose en la que parecía que acunaba sus senos y ella sintió un escalofrío recorrerla al imaginarse aquel toque directamente sobre sus montes blancos.
Terrence percibió el estremecimiento y respondió con una fuerte respiración, ¡por dios! Esta mujer lo estaba matando, una parte de él quería tomarla, beber insaciable de sus pechos, introducirse en ella y descubrir hasta el más recóndito de sus secretos de mujer, pero otra parte le exhortaba a lo sublime, a conocerla, abrazarla y demostrarle a través de su toque, de sus caricias que era merecedor de su entrega en un nivel más allá de lo carnal. En un osado movimiento, ella levantó su brazos mirándole de reojo dándose gusto mientras enterraba sus dedos en la castaña cabellera otorgándole libre acceso a sus pechos.
Estando así de juntos el rozó su nariz contra la suave mejilla de ella, cerró sus ojos por instantes y después dirigió su vista hacia abajo, mientras lentamente apartaba la prenda de los redondos senos dejándola de lado para revelar los erectos pezones que le hicieron contener la respiración por instantes. Encontró algo de desahogo apoderándose con su boca de un punto dulce en el femenino cuello.
Le rodeó justo debajo del cuello con el brazo izquierdo, al momento que el dorso de su mano se elevaba para recorrer la tersura del interior del brazo pasando por el hueco de la axila y deteniéndose a punto de tocar el nacimiento del seno derecho aunque al final decidió seguir de largo por el contorno del torso hasta llegar a la cadera aún cubierta por las cadenas de oro con las esmeraldas engarzadas. Extendió sus dedos pasándolos por entre las hileras de cuentas para tocar la piel expuesta atravesando su vientre.
Candice se sintió desfallecer cuando uno de sus dedos largos y ligeramente rasposos frotó su ombligo, en automático movió sus caderas y tensó los músculos de su abdomen al tiempo que soltaba un gritito de sorpresa. Terrence estaba cautivado por lo receptiva que era esta mujer. Candice percibió la bribona sonrisa en su cuello. Su esposo primero la apretó contra él y después fue separándose de ella hasta que dejó de tocarla.
Se puso de pie teniendo toda la atención de su esposa procedió a descalzarse y retirar sus medias, con pies desnudos y notó como la mujer se sentaba sin perder ninguno de sus movimientos. Los pechos de ella ahora eran cubiertos por su rubia cabellera, se veía adorable curiosa y como una tentadora eva dispuesta a ofrecerle el fruto prohibido al igual que él a ella.
Sin mayor preámbulo llevó sus manos a desatar sus pantalones.
oOoOoOo
¿Qué les digo chicas?? ¿Hielo?
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