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QUERIDA TIA
—¿Sarah, que piensas de Candy? —preguntó de repente la tia-abuela al no dejar de pensar lo que presenció hace tres noches entre sus sobrinos, y aunque había disimulado no haber escuchado el motivo de su riña, no podía evitar sentirse acongojada por como veía que su perfecta familia se estaba
desintegrando por un problema que creyó resuelto con el casamiento de esta con el doctorcito.
Podía decirse que había aceptado la invitación a esa boda para ser testigo directo de como ese asunto con la tormentosa rubia era cosa del pasado y también para darle cierto gusto a William. En ese momento, al verla entrar tan bella, tan alegre, tan enamorada; un sentimiento de alivio la colmó y un par de lagrimas salieron de sus cansados ojos.
La intención de su sobrino menor de marcharse de la casa y el como William lo retenido y le aconsejaba que no se fuera revelando ahí mismo los motivos que animaban al castaño en marcharse, fueron un par de dagas que se clavaron en el pecho de la exhausta mujer quien no tuvo otra reacción que recargarse en la pared y sostenerse con su mano libre —puesto que la otra estaba apoyada en el bastón— en el pecho, porque que sintió como el aire abandonaba su cuerpo.
Lo peor fue el comportamiento de Archibald para con el patriarca: un empujón que hizo que el rubio se trastabillara fue lo que hizo que Elroy saliera de su escondite y evitara que otra escena como la que había escuchado que se dio en las afuera de la iglesia se repitiera. Disimuló que nada sabia, y preguntó,
como era propio de ella, por que tanto alboroto en horas tan tempranas, a lo que los chicos dieron una absurda respuesta que ella no contradijo para no darle más larga al asunto.
—Ya sabe mi opinión de ella, tia ¿Por qué la pregunta? —Ayudaba a la tía a ponerse en pie y sintió que en lugar de ese temple de ataño en su lugar se hallaba una masa flácida y temblorosa.
Su pecho se contrajo al sentirla tan débil, provocando que a su cabeza llegara vagas imágenes del día en que fue presentada a Elroy. Al principio, la joven Sarah no comprendió como esa mujer, de rostro de pocos amigos y carácter recio, pudo conquistar el corazón de su padre; después lo supo, el tiempo se había encargado de hacer que comprendiera muchas cosas y que la mujer, que pocas veces reía, tenia mucha belleza en su interior y una elegancia para hacer las cosas que ninguna otra institutriz ni otra mujer podía igualar.
Los años se habian encargado de añejar esa irradiación, pero nunca el cariño ni el respeto, mucho menos el agradecimiento, que le profesaba Sarah a esa gran mujer.
La molestia en su pecho se hizo cada vez mas insoportable, un sentimiento de angustia la embargó, por lo que no pudo retener ese quejido que esbozara.
Elroy se le quedó mirando extrañada, ambas se encontraban caminando hasta el jardín, donde sus invitados la esperaban para dar inicio a la fiesta por motivo a su natalicio, conversando acerca de la opinión que se tenía acerca de la huérfana, y de repente se puso así.
—¿Qué te pasa, hija?—preguntó la tia abuela, instando que Sarah la mirara, que detuvieran sus pasos en el umbral de la puerta
—Tia, yo… yo…—ahora lloraba, no sabia la razón de esa repentina necesidad de llorar. Ella no era una mujer débil, Elroy la había criado para ser fuerte, para camuflar sus penas; ni en el sepelio de su padre sintió el impulso de mostrar el dolor que luego drenó en la soledad de su habitación.
—Tranquila…—Elroy estaba preocupada, le tenia ambas manos sostenidas y la miraba con angustia. —Archie, Eliza ayúdenme, rápido—demandó la presencia de sus nietos quienes entraban por lugares opuestos al mismo tiempo.
—¿Tia que le pasa a mi madre?—preguntaba la pelirroja extrañada, nunca había visto a su madre de esa manera.
—No lo sé; estábamos conversando lo mas bien y de repente se volvió un manojo de llanto.—Explicó—Archie sostén a tu tia y llevala a la sala; Eliza ven aquí y ayúdame, por favor.
Ambos, como les fue ordenado, intercambiaron de personas sin mirarse siquiera, al menos por parte de ella que sentía el peso de la mirada divertida del castaño. Acomodaron a Sarah sobre un sofa y le dieron el agua que la tia les había señalado.
Elroy, preocupada como estaba, y ayudada por su consentida nieta, se posicionó a un lado de Sarah quien se hallaba tomando el agua que se le había pasado.
—Eliza, sube a mi habitación y busca unas pastillas que tengo para los nervios, por favor— demandó la matriarca.
—Si, tia-abuela—dijo la pelirroja con firmeza, y se retiró.
—Ire a ayudar a mi primita a buscar el medicamento, no vaya hacer que por los nervios traiga los equivocado—dijo despreocupadamente Archie quien esperó que Eliza saliera de la sala para proponer aquello.
—Está bien, hijo. Gracias. —consintió la tía-abuela.
—Disculpa por estropear de esta manera su fiesta, tia—dijo un poco mas dentro de si Sarah.
—No has arruinado nada, cariño. —una mueca que pretendía ser una sonrisa le dedicó Elroy—¿Sabes que las damas nos podemos expresar entre damas, verdad, cariño?—la instaba a que dijera aquello que la aquejaba, para evitar que episodio igual volviera a suceder.
La vio asentir.
Sarah reveló el origen de su inquietud, destacando en que veía a la tia cada vez mas decaída por no decirle envejecida y eso le causaba preocupación, miedo. Elroy la escuchaba, se la había acostado en el pecho y la mimaba como hacia cuando Sarah estaba enferma. Elroy sonreía al recordar sus años mozos, y se teletransportó por unos breves segundos a capítulos memorables de su vida y volvió a sonreír.
—Por eso, júreme que no se va a morir, quíteme esa angustia que me aflige—dijo Sarah, atrayendo a Elroy de sus recuerdos.
—La muerte es lo mas natural y mas seguro que tenemos en la vida, Sarita. —su rostro se encontraba relajado y sonriente. —Te lo prometo—al ver que su hijastra necesitaba escuchar aquello.
Y Sarah la abrazó y se permitió darle un beso en las arrugadas mejillas de su madre sin pedir consentimiento alguno, porque así era como la veía, como siempre lo había hecho, aunque no la llamara como tal por puro respeto.
—Hay un cumpleaños que hay que celebrar—dijo la mujer mostrando su mejoría.
—¿Ya te sientes mejor? —algo sorprendida y divertida, aceptando las manos que su hija adoptiva le extendía. —Archie y Eliza están durando mucho ¿No crees?
—Han de estar peleando como es su costumbre.
—Esos chiquillos. —en un bufido y rodando los ojos.
MATERIAL EXTRA.
0.0.0-
En efecto.
Archie y Eliza se encontraban enrollado en una pelea que Archie intencionalmente había provocado, pues se habian encerrado y demandaba «un beso» como intercambio para abrir la puerta; Eliza se negaba, hasta amenazaba con salirse por la ventana si no habría la jodida puerta, el castaño se reía con ganas y la azuzaba diciéndole:
—¿A que le temes, primita? ¿A un simple beso? —mostrándole la llave, Eliza amagaba en quitárselas y este las escondida y volvía amostrársela, provocando que la rabia en la pelirroja fuera en aumento.
—Si, le temo a ensuciar mi boca con tus labios. —se cruzó de brazos,
—No seas patética e infantil, primita, a lo que le temes es a confirmar tus sentimientos por mi—se apoyó de la hoja de madera.
—Ya tengo bien confirmado lo que siento por ti,pri-mi-to—entornó los ojos para dejar en claro su molestia, cosa que divertía al castaño.
—Si lo tienes tan claro y de verdad quieres salir de aquí, dame eso que te he dicho y te dejo tranquila.
—Y la infantil soy yo ¡Claro! —rodó los ojos—¿Quién diaria que el orgulloso Archivald Cornwell estaría mendigando un simple beso a la persona que mas detesta en el mundo? —se mofó
—Al menos soy valiente en mostrar mis sentimientos y que si me gustó besar tus rancios labios; no soy como otros que pretende ser algo que no es y que deseando las cosas no va por eso que se le antoja.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué siento algo por ti y no lo quiero admitir? —lo vio asentir—. Ya quisieras.
—¿Y por que le das tantas vueltas y no me lo demuestra? Mira que tu madre esta allá abajo enferma —
Y Eliza cayó en su provocación. Sin pensarlo, se acercó hasta él dispuesta a desmentir las saltas de sandeces que salían por su boca; lo tomó por la solapa y juntó sus labios con los de él.
Archie, sonrió, y se encargó de hacer ese beso mas atrevido y prolongado que el de la vez primera. La amarró en un abrazo con una mano, mientras que él, con la otra mano, le sostenía la barbilla y por rato se permitía recorrer el cuello de esta, en un tacto de posesion, de rudeza, de pasion. Ambos gemían, ambos estaban descubriendo entre roces y mordidas de labios y caricias poco atrevida sentimientos nuevos, sentimientos que jamás creyeron sentir por el otro.
Eliza cesaba el contacto de sus ardorosos e insaciables labios de apoco y le fue susurrando a su querido primo que debían parar si no darían mucho de que hablar, a lo que Archie, renuente como estaba, no tuvo de otra que aceptar. Abrió la puerta; Eliza le dio la espalda y en el preciso momento que se disponia a marcharse él la retuvo en un abrazó y le dijo:
—Esto apenas es el comienzo, prima—Eliza lo miró por el rabillo del ojo y sonrió con supremacía, dándole la razón con ese gesto.
Archie cerró la puerta y se recargó en la misma, asiandose el pelo hacia atras, dejandose llevar por los ardorosos sentimientos que lo colmaban al sentirse correspondido, al sentir que al fin habia encontrado a alguien que le seguia el ritmo, sonreia.
¡Era una locura!
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Gracias por leer. 
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