Buen domingo a todxs, hace unos días Wendo hizo un llamado a las Alberfans para venir a participar en nombre del Wero. He de confesar que mi inspiración está medio mensa y no he tenido muchas ganas de escribir, pero creo que me salió algo más o menos bueno. Es un oneshot pequeñito que espero les guste. Seguiré buscando al muso para no dejar al rubio tan abandonado.
Las abrazo y espero que el "pinche bicho" no haya sido tan cruel con ustedes. Y ya... aquí el mini:
Las abrazo y espero que el "pinche bicho" no haya sido tan cruel con ustedes. Y ya... aquí el mini:
Su fantasma.
Un par de días, solo un par de días bastaron para que fuera consciente de lo mucho que la necesitaba. Y esa seguridad, acompañada de una punzada en el centro del pecho, fue creciendo dentro de él hasta volverse una tormenta, incansable y furiosa que, a medias, se apaciguaba cuando dedicaba todas sus energías para concentrarse en cualquier cosa que no fuera ella.
Pero, justo era confesar que su recuerdo siempre lograba colarse por las rendijas de su más férreo propósito, y como en aquel momento, mientras más la pensaba, más clara era la infinidad de veces que había notado aquel aguijonazo entre la boca del estómago y el corazón. Lo había sentido tanto en los últimos meses, que era imposible ocultarlo, sin embargo, había decidido, desde el inicio, experimentarlo como un tipo de afecto fraternal de protección. De compañía, de profunda amistad. Pero ahora…, ahora le era obvio que se había estado engañando a sí mismo. La echaba de menos. ¡Dios, cuánto la echaba de menos!
Extrañaba el sonido de su risa; su constante, franco e hilarante atolondramiento; el brillo intenso de sus ojos cuando hablaba de algo que amaba… de alguien a quien amaba. Extrañaba su compañía y el cariño con el que siempre lo trataba; la paciencia con la que lo había ayudado a sentirse cómodo en su piel. Extrañaba aquellos momentos en los que ella le contaba cada una de las aventuras que habían vivido juntos, esas que él había olvidado y que le daban siempre un poco de paz, porque, si una persona tan maravillosa como ella había decidido tenerle cariño, era porque él era una buena persona, ¿cierto? Tenía que ser una buena persona, ella así lo había decidido, aunque él mismo no recordara si lo era o no.
La extrañaba a ella, completa. Con su maravillosa habilidad para quemar el agua y curar un corazón herido. La extrañaba completa. Mucho más de lo que había esperado, y mucho menos de lo que la extrañaría al día siguiente.
Pero él había decidido dejarla. Lo decidió cuando ella salió de su departamento con una maleta en mano, un boleto de ida a Nueva York y la más hermosa de sus sonrisas. Cuando sintió de verdad el primer aguijonazo profundo y desgarrador que susurraba constante y amargamente: “ama a otro”. Cuando la mentira que se estaba contando a sí mismo comenzó a quebrarse y, por sus hendiduras, sus sentimientos se derramaron de a poquito, sin ser correspondidos.
Su determinación le falló cuando ella regresó con sus sueños rotos y se refugió en sus brazos mientras lloraba… por otro. Pero se obligó a ser firme cuando los aguijonazos se volvieron más vehementes e impetuosos. Ella necesitaba a un amigo, y, muy a su pesar, él ya no podía serlo, no del todo, no sin luchar consigo mismo todos los días para no gritarle que estaba ahí, para ella, para amarla y ayudarla a salir adelante. Él estaba ahí, la quería y daría la vida para hacerla feliz. De eso estaba seguro, pero ella… Ella se merecía a alguien mejor, alguien menos egoísta. Alguien… alguien que en ese momento no era él.
Reencontrar a George le dio el pretexto perfecto para alejarse; y comenzar a recordar le ayudó a tomar la decisión y huir.
Había recordado que durante buena parte de su vida había sido su protector, distante y oculto, y podía volver a serlo. Así que un día, sin decir nada, tomó sus pocas pertenencias y se fue, sin decirle nada. No tuvo el valor para decirle adiós.
Por eso, llenó sus días de actividades para no pensar en ella, pero por las noches en el silencio de su despacho, en la soledad de su habitación, en la quietud de sus recuerdos; en cualquier lugar en el que la nostalgia pudiera filtrarse, llegaban ella y su fantasma y, sin aviso alguno, lo dejaban sin aire para respirar. En ocasiones, volvía a la necedad de mentirse a sí mismo y juraba que daría cualquier cosa para borrar ese sentimiento de melancolía, pero luego despuntaba el alba, y le quedaba claro que lo que maldecía no eran las memorias, sino la mañana, porque con los primeros rayos de sol y el inicio de sus actividades los recuerdos de ella y su fantasma desaparecían, dejándolo vacío y completamente solo. ¡Si hubiese sido más valiente! ¡Si se hubiese permitido la osadía de ser más egoísta!
Lo atormentaba pensar que había tenido una oportunidad para confesarle todo, para gritarle que la amaba, que recordaba ya quién era, y, ¡demonios! ¡QUE LA AMABA! Pero no había podido. En vez de gritarlo se lo había dicho todo mientras dormía, con voz bajita, sin despertarla. Con las luces apagadas, mientras acariciaba su cabello. La arropó en su cama y le rogó a su mente que apagara las voces de su cabeza que suplicaban coraje para decir la verdad, cuando ella lo estuviera escuchando. Le murmuró saber que no podía hacerla amarlo porque ella le había entregado su corazón a alguien más, que no podía hacerla sentir algo que no sentía. ¡Lo sabía! Y recostando su frente contra la de ella, completamente resignado, cerró los ojos para no ver el amor, que ella no sentía por él, reflejado en las lágrimas que ella había llorado por alguien más. Respiró su aroma, para recuperar un poco de fuerza, y hacer lo que sabía que era lo correcto, rendirse y esperar que ella fuera feliz. Musitó su amor mientras la arrullaba y con un beso en la frente le dijo adiós.
Fue su decisión, pero ¡Dios!, ¡cuánto la echaba de menos!
Le bastaron un par de días para darse cuenta de ello, y como penitencia acepto estoicamente el tormento de los aguijonazos que acompañaban su recuerdo, y que esa mañana, no lo habían dejado un solo instante. Le había costado tanto trabajo concentrarse que pidió lo dejaran solo unos momentos para darse la oportunidad de sumergirse completamente en la melancolía y, después, salir de ella. En todo eso pensaba cuando un alborotó lo trajo de vuelta a la realidad. Alguien abrió de golpe la puerta de su oficina y entró como un bólido furioso, pequeño y dorado para decirle unas cuantas verdades.
Su cuerpo la reconoció antes que su mente. El aguijonazo entonces fue distinto y el vacío en su interior se llenó de golpe.
La miró y observó en su rostro las emociones pasar de la ira a la sorpresa. Y en la brillante luz de la mañana la vio a ella, completa, mucho más hermosa y humana que nunca antes. Y lo único que pudo decir fue:
- En el medio del caos de mi vida, estabas tú. Ayudándome a respirar. Siempre has sido tú.
La expresión de ella se suavizó y todo volvió a estar en paz en el momento mismo en que ella corrió a sus brazos, hundió su cabeza en su pecho y su risa lo inundó todo de la alegría que se había resignado a no volver sentir más.
La idea de este mini relato (sin patas ni cabeza) me vino de dos canciones y se las dejo aquí por si quieren escucharlas:
Tu fantasma de Tres de Copas; y I can't make you love me de Josh Groban
Tu fantasma de Tres de Copas; y I can't make you love me de Josh Groban