Bosque de Dean 1913
Temperance elevó el rostro hacia el cielo, se encontraba en medio de un claro, donde tenían su huerta, el sol del medio día bronceando su blanco rostro, la chica suspiró se limpió el sudor de la frente y continuó con sus labores, miró para todos lados, Moira no estaba cerca así que soltando sus utensilios de labranza se quitó el sombrero y la camisa de mangas largas que usaba para protegerse del sol.
La menuda chica cerró los ojos, se concentró en escuchar solamente el canto de los pájaros, las hojas de los árboles al moverse con el viento y el canto del agua proveniente del río, después dejó que las voces de sus antepasados hablaran.
Un pequeño resplandor iluminó el cuerpo de la aparente jovencita, de su espalda un par de alas tan blancas como la nieve que vestía el bosque en el invierno se desplegaron imponentes, los cabellos antes castaños cambiaron a un tono tan blanco como sus alas,sus ojos miel adquirieron el color del oro, la vestimenta antes sencilla ahora era una hermosa túnica aperlada.
- ¡¡Lo logré!! - exclamó la chica mirándose.
Al lograr su objetivo extendió las manos con las palmas abiertas hacia abajo, agitó un poco los dedos y la tierra a medio labrar ahora estaba lista, posteriormente sacó las semillas de un pequeño morral que había dejado en el piso y las lanzó, cada una de ellas cayendo exactamente en su lugar.
- Eso es trampa - expuso Moira parada a un lado, con el cuerpo recargado en el tronco de un gran árbol - si yo lo hiciera ya me habrías regañado - decía agitando su índice.
- Estoy practicando - se excuso la ojidorada.
-Ajá - fue la respuesta sarcástica de Moira - pues deja de practicar, debo decirte algo.
- ¿Que fue lo que viste ahora? - inquirió Temperance preocupada.
- El tiempo de las divinas místicas esta por llegar hermana, El emperador requiere de nosotras, debemos comenzar a preparar nuestra partida.
- ¿Las demás ya están de camino?
- Si hermana, ya todas nos reuniremos.
Temperance cerró de nuevo los ojos, el resplandor la cubrió de nuevo regresandola a su apariencia mortal, al abrirlos recogió sus cosas para encaminar sus pasos a la cabaña que habitaban dejando atrás su trabajo.
Moira observo el prado, se sorprendió de ver las hileras verdes apenas asomando por entre las filas, los poderes de su hermana estaban creciendo rápidamente, eso era bueno, El emperador las necesitaría más fuertes que nunca.
Link capítulo anterior.
El último aliento
Capítulo 7
El culpable soy yo
El gruñido salvaje de liberación salió de la garganta de Terry Grandchester, a pesar del frío viento colándose por la ventana él tenía el cuerpo bañado en sudor por el esfuerzo, sentía el corazón en la garganta, retumbando, a punto de salirse de su pecho, con cuidado liberó a su amante de su peso, se acomodó lo mejor que pudo en el sofá llevando el antebrazo a su rostro, tapándose los ojos, su respiración era agitada debido al pasional encuentro, la mujer a su lado se movió tratando de incorporarse.
– ¿Estás bien pecas? – inquirió el hombre todavía con los sentidos embotados hablando con voz pastosa como si estuviera ebrio.
La mujer no contestó, tan solo se levantó de su lado, se puso de pie y sin que él se diera cuenta se quedó junto a las gruesas cortinas.
– ¡Terry! ¿Dónde estás cielo? – cuestionó la voz tenue de Candy proveniente de un lugar lejano.
El hombre abrió los ojos con sorpresa, aún mareado se sentó paseando su mirada azul, acostumbro sus ojos a la oscuridad y entonces la vio, la mujer parada cerca de la ventana, desnuda, al igual que él.
– ¡Annie!
.
.
.
Las fiestas decembrinas se fueron en un abrir y cerrar de ojos, Candy completamente recuperada tomó su rol de señora de la casa para organizar la cena y los regalos para todos, incluso, aunque se supone no debía fue con Terry y Evan al hogar de Pony para llevar regalos, cena y ropa para todos los niños y las buenas mujeres del lugar quienes a pesar de regañarla por la osadía de salir y sacar al niño en medio de la nieve estaban más que felices de compartir con ella y su pequeña familia.
Terry por su parte se había volcado todavía más en cuidar y complacer a su esposa, habían sido días difíciles, todo el tiempo andaba meditabundo, el insomnio regresó después de mucho tiempo, se quedaba sentado en su cama observando dormir a su hijo y a Candy, a veces lloraba imaginando que los perdía, Candy se dio cuenta de su cambio pero lo justificaba, ellos pasaron por mucho antes de estar juntos y ahora con Evan era lógico para ella que él se viera afectado pues era muy aprensivo, pero Terry sabía bien el porqué de su miedo, ahora, días después su mente se iba aclarando, durante dos días estuvo tratando de dilucidar lo que pasó con él pensando que fue un sueño, que fue cosa de su imaginación, pero la actitud de Annie le mostró la verdad, ¡Se había acostado con la amiga de Candy! No tenía idea de cómo pasó, solo recordaba ese calor que lo invadió, la ansiedad, el deseo exacerbando, el dolor en su entrepierna, luego el alivio y la voz de Candy buscándolo, ahora sólo quería compensar su falta consintiendo más todavía a su mujer y pasando casi todo el día junto a su hijo porque el terror de perderlos se instaló en su estómago y no lo dejaba estar en paz.
Annie por su parte apenas despertar al día siguiente de los hechos con Terry se fue a su casa, aprovechó que Candy despertó temprano y que el hombre ese día en particular durmió hasta medio día debido a los efectos de lo que había ingerido, después de eso buscaba cualquier pretexto para no ir a casa de Candy la cual ya estaba al cien por cien de salud, aun así, le trajo más problemas con Archie. Este a su vez, no había vuelto a hablar ni a quedarse solo con Patty, temía por su cordura al tenerla cerca.
.
.
.
La cena de año nuevo en casa de los Andley en Chicago se engalanó con personas de muy alto prestigio para la tía abuela Elroy, la gran mansión de la que una vez Candice fue echada a pesar de estar muy enferma ese día la recibía con beneplácito, hoy, muchos años después la rubia era recibida cual hija pródiga, del brazo de su esposo, detrás de ellos los padres de Terry el duque Richard Grandchester y la actriz Eleonor Baker, Elroy casi se va de espaldas cuando supo quiénes eran los suegros de Candy, aunque escandalizada por el hecho de que no estaban casados y solo estaban ahí por el nieto, los recibió en su casa solo por ser quienes eran.
En el gran comedor la mesa estaba vestida con la mejor mantelería para recibir a todos los invitados, Elroy ubico a cada uno por orden de importancia, William a la cabecera por supuesto, ella a su izquierda y Candice a la derecha junto con su esposo y suegros, quienes departían amenamente con Archie y Annie, del lado de Elroy Patricia y su abuela seguidas de Neil quién de vez en cuando dirigía palabras galantes a Patty lo que incomodaba a la chica y enfurecía a Archibald que lo veía todo exactamente enfrente de ellos, la más enfurecida era Elisa, quién quedó rezagada al fondo junto con su esposo y padres.
Todo fue pláticas y alegría, nadie parecía darse cuenta del silencio tácito entre cuatro de los asistentes, Annie evitó a toda costa cruzar palabra o mirada alguna con Terry al igual que Patty con Archie.
Al momento de dar las doce los comensales estaban en el salón principal, cuando la última campanada sonó todos se desearon lo mejor para el nuevo año, besos, abrazos, palmadas en la espalda abundaron mientras la música de la orquesta comenzó a sonar, casi todos los implicados en el mudo silencio se ignoraron para la felicitación, casi, Archibald fue el único que se acero a Patricia solicitando un baile ya que Annie alegaba sentirse mal y no querer bailar, el hombre aprovechó para disimuladamente llevarse a la dama a uno de los balcones, ella sorprendida se dejó hacer creyendo que él quería disculparse una vez más por lo sucedido semanas atrás, sin embargo, no fue así.
– Se que te vas pasado mañana – dijo Archie tomando la mano de Patty.
– Si, ya no tengo nada que hacer aquí – respondió la chica para disimuladamente soltarse de Archie e ir de nuevo a la fiesta, dejándolo ahí con los puños apretados mirando hacia la oscuridad.
El malestar de Annie era verdadero, se sentía cansada y con náuseas, Emma le dijo que después de tanto tiempo de tomar las tisanas era un efecto secundario ahora que llevaba días sin hacerlo, después de lo que pasó con Terry cuando llegó a su casa lo primero que hizo fue tirar todo a la basura, lo que había hecho era una terrible aberración, engañó a su esposo, a su hermana y lo peor era que en su interior deseaba poder hacerlo una vez más.
.
.
.
Exactamente a los cuarenta días del nacimiento de Evan Grandchester la familia regresó a nueva York, el plan era regresar para el cumpleaños de Terry, pero éste alegó que el trabajo lo requería a lo cual Candy por supuesto accedió.
La verdadera razón era que el hombre ya no quería seguir viendo a Annie, el miedo de que Candy se diera cuenta aunado a los recuerdos de la noche de pasión desenfrenada con la amiga de su esposa lo tenían al borde del colapso, nervioso todo el tiempo, siempre alerta de lo que pudiera decir o hacer, desesperado por reanudar su vida marital con Candy y poder librarse de ese deseo que lo consumía, pero con ella, con su esposa.
.
.
.
Los días pasan y con el nuevo año muchos propósitos se trataban de cumplir, Annie no era la excepción, uno de ellos era tratar de salvar su matrimonio, era hora de dejar todo atrás, se casó con Archie enamorada, le costó años obtener su amor, era hora de recuperarlo, si los hijos no llegaban de manera natural tal vez lo harían cómo ella una vez llegó a la casa Brighton, por medio de la adopción.
– Maggie creo que las fiestas hicieron mella en mí, tendré que llevar a arreglar mis vestidos, tengo varios que casi no me cierran, tanto pavo y dulces me han hecho subir de peso – decía Annie tratando de meter el abdomen para que el vestido le cerrara.
– Si mi señora, he observado que sus mejillas están un poco más rechonchas – mencionó la mucama batallando por cerrar el botón del vestido de Annie.
– No sé cómo puedo subir de peso si las náuseas me hacen vomitar todo el tiempo – declaró Annie haciendo una señal a Maggie para que dejara de abotonarle la ropa – es por demás – dijo derrotada – hasta del busto me está quedando chica ¡Qué horror! – exclamó mirándose al espejo – ¡No quiero quedar como Elisa! ¿La viste el día de la fiesta de año nuevo? – inquirió la ojiazul – parecía una salchicha mal embutida con ese vestido, estoy segura que al menos subió dos tallas, no como Candy, ella quedo casi igual – concluyó la mujer entre risas.
– Disculpe mi atrevimiento por lo que voy a decir, pero si no supiera que el señor lleva meses si venir a usted me atrevería a decir que está embarazada – dijo la chica recogiendo la ropa que Annie descartó para luego sacar otra.
Annie abrió grande los ojos, parada frente al espejo con tan solo la ropa interior se observó, si, sus pechos estaban ligeramente más grandes, su cintura estaba un poco más ensanchada muy ligeramente, entonces trató de hacer memoria, su flujo ¿Cuándo fue la última vez? ¿Finales de noviembre? ¿Después del nacimiento de Evan el día veintitres? ¡Santo Dios! En diciembre no tuvo período; Annie quedó pálida, blanca como un papel, las náuseas presentándose de nuevo, agarro lo primero que estaba a su alcance y vomitó dentro.
– ¡Mi señora! ¿Qué le pasa? – indagó Margareth al verla tan mal – ¿Quiere que llame a un médico? ¡Parece usted un fantasma!
– ¡No! Un médico no, búscame un vestido, el más suelto que encuentres, quiero que me acompañes a ver a tu tía.
La chica obedeció los deseos de su ama, revisó entre el armario y sacó una pieza que le pareció conveniente.
Annie se vistió rápidamente, Maggie había acertado, la pequeña mucama le dejó sobre la cama un vestido que la tía abuela le había regalo en las pasadas fiestas decembrinas, el cual en su momento le pareció enorme, pero no dijo nada, tan sólo agradeció e hizo que Maggie la arrumbara en el rincón de su clóset, ahora mentalmente le agradecía a la vieja que se lo haya obsequiado.
pronto estuvieron en la casa de Emma, donde antes de que Annie emitiera palabra alguna la mujer le dio un efusivo abrazo cuando salió a su encuentro.
– ¡Felicidades señora Cornwell por fin lo logró! – exclamó la mujer.
– ¿Como dice? – inquirió Annie confundida, no sabía a qué se refería.
– A qué está usted embarazada – afirmó la mujer con una sonrisa.
– ¿Pero que está diciendo? – pregunta Annie empujando ligeramente a la mujer que la tenía abrazada
– Si mi señora, puedo verlo – decía la mujer dando un paso atrás al ver la mirada atónita de la dama – el brillo en su mirada delata su estado de gravidez, al igual que los cambios poco visibles en su anatomía, que no cualquier ojo entrenado los notaría – le hizo saber.
Annie comenzó a temblar y a sentir que el aire le faltaba, se llevó la mano a la cabeza sintiendo como la habitación no dejaba de girar.
Cuando la chica recobró el conocimiento, desorientada se sentó de golpe en la cama donde se encontraba, miró para todos lados topándose con los rostros asustados de Emma y Margareth.
Maggie se acercó para tomar la pequeña y helada mano de su señora.
– Se siente mejor señora Annie – preguntó la chica con voz tierna.
Annie negó con un movimiento de cabeza, gruesas lágrimas comenzando a rodar brotando como río desbordado de sus azules ojos.
– Trae una taza de té para la señora – pidió Emma a su sobrina – hace un momento preparé un poco – indicó.
– ¿Se encuentra usted bien señora Cornwell? – volvió a preguntar la mujer tomando el rostro pálido y lloroso de Annie.
La chica volvió a hacer un movimiento negativo.
– Pero ¿qué sucede señora? por fin logró concebir – expuso – es lo que usted quería ¿No es cierto? Así que no entiendo porque usted se ve tan asustada.
– ¡Es que usted no entiende! – exclamó Annie sollozando con fuerza.
– Trate de explicarme, a lo mejor y le puedo ayudar querida.
– ¡¡Este bebé no es de mi esposo!! – grito la chica.
Maggie que iba entrando a la habitación con la taza en sus manos la dejó caer y cubrió con sus manos su boca, sorprendida.
– Dame unos minutos a solas con la señora Maggie – solicitó Emma – por favor hija – suplicó.
La chica solo se dio la vuelta y salió del lugar, asustada.
– Cuéntame lo que pasó – pidió Emma volviendo a tomar la mano de Annie.
.
.
.
Al salir del hogar de la señora Green, donde las dos mujeres prometieron guardar el secreto que Annie les había confiado, tanto Annie como Maggie estaban en total silencio, cada una sumergida en sus propias cavilaciones.
¡Dios no sé cómo reaccionar ante tal regalo que me mandas!, pensaba Annie, ¿Qué voy hacer ahora cuando mi embarazo se empiece a hacer evidente? ¡¡ Archie!! ¡Oh por dios! ¿Cómo haré para explicarle? hace más de dos meses que él y yo no tenemos intimidad.
Las lágrimas volvían a surcar los ojos de Annie, su cuerpo convulsionando al pensar en Candy y cómo hacer para que la perdone cuando se enterara, y ¡¡Terry!! ¿Ahora como se lo diría? ¿Debía decirle? Se preguntaba limpiando sus ojos con el pañuelo blanco de fina seda, insuficiente para tan cuantiosas lágrimas.
Margareth por su lado no sabía cómo podría ocultarle a su patrón semejante noticia, ¿Como vería de nuevo a los ojos a la señora Candy y al marido de ésta sin que un colapso nervioso la delatara?
Al llegar a su casa Annie agradeció que su marido aún no hubiese llegado, ya que la últimas semanas había hablado con ella, pidiéndole su cooperación para tratar de arreglar su matrimonio; él prometió desayunar y cenar con ella para poder platicar y contarse sus cosas del día a día, la mujer no sabía cómo haría ahora para mirarlo a los ojos después de lo que acababa de descubrir.
Annie subió lo más pronto que pudo a su recámara y Maggie detrás de ella, debía ponerse presentable antes de que su marido llegara la viera en esas fachas y notara que había estado llorando.
Maggie le preparó el baño para que se relajara, salió de ahí cuando el agua ya estaba fría, gracias a que su mucama llegó para ayudarle con su arreglo.
Mientras la chica trabajaba Annie recordaba, cuando pasó lo de ella y Terry, dejó de ir a la casa Grandchester argumentando un mil cosas, pero no pudo salvarse cuando estos tuvieron que partir de nuevo a su casa de Nueva York un par de días atrás, no pudo evitar derramar lágrimas al despedirse de la rubia, pero sabía que era lo mejor ya que a toda costa evitaba encontrarse con ellos y más cuando estaba “él” al lado de Candy, cuando llegó el momento de despedirse de Terry, pretendía hacerlo de palabra, ya que se sentía incómoda estando cerca del castaño pues sus mejillas se teñían de rojo, pero no contaba con la efusividad de su rubia amiga que obligó a su esposo a despedirse de ella con un abrazo.
– Amor, creo que voy a resfriarme – se excusó Terrence – no quiero contagiar a Annie.
Pero Candy casi lo arrojó a los brazos de la pelinegra.
Al sentirse uno en los brazos del otro ambos temblaron, sintiendo que ardían en el infierno.
Annie se separó rápidamente parándose detrás de su esposo, esa despedida le pareció eterna.
.
.
.
Media hora más tarde Archie había ya arribado a su hogar, la chica se armó de valor para recibirlo con la mejor de sus sonrisas.
– Buenas noches querida ¿Qué tal tu día? – inquirió Archie besando la frente de su esposa.
La chica tomó aire para contestarle lo más tranquila que pudo.
– Muy bien Gracias ¿Y el tuyo?
– ¡Excelente! – contestó el castaño tomando del brazo a su esposa para dirigirse al comedor y tomar su cena.
El momento transcurrió en paz y quietud, cada uno exponiendo hasta el último detalle de educación, como si fuera una comida de negocios y no entre marido y mujer.
Pasado el trámite cada uno se fue a su habitación, el llevarse mejor no implicaba todavía compartir intimidad, al menos no por ahora.
Annie, ya sola en su recámara pensaba la forma de hacerle saber a Terry de su embarazo, mientras se ponía el camisón decidió mandarle una carta, pero no lo haría a su casa, no quería que Candy se enterara, investigaría la dirección del teatro donde el actor trabajaba, le diría a Maggie que escribiera el remitente para que no reconocieran su letra y así poder mandarla.
Por su parte Archie ya recostado recordaba el dulce rostro de Patty, su olor, el sabor de su boca, pasó la mano por su cara, debía olvidarla, ella era una chica decente y él era un hombre casado, jamás debió poner sus ojos en ella, no podía ofenderla con su cariño ni mucho menos la memoria de su hermano, lo mejor era recuperar su matrimonio, Annie no se merecía que él la engañara de esa manera, debía intentarlo, por su esposa, al fin y al cabo ella fue paciente con él durante mucho tiempo, había buscado por todos los medios darle un hijo, ella luchó, siempre lo hacía, luchó por él, por darle una familia, era su turno de pelear por su matrimonio, se lo debía, tal vez así se sentiría menos culpable.
Nueva York.
El cumpleaños del actor Terry Graham se acercaba, su esposa Candice a pesar de todo lo que tenía que hacer durante el día y la noche entre atender a su hijo y la casa pues esta no estaba trabajando le estaba organizando una cena en donde pretendía invitar a sus compañeros del teatro, su madre Eleonor y hasta su padre quien no se había regresado a Londres para estar con su nieto Evan Andrew Grandchester, lo que Terry no imaginaba era que este cumpleaños sería igual de catastrófico como siempre, con una noticia que lo dejaría helado.
Continuará...
gracias por leer
Por: Lexie (Esmeralda Graham) y Temperance (Primrose)
Para: GF 2020
Portada: Misti (Byul Hye)
Las divinas místicas de Terry
Cambiando el destino por Terry.
Lexie y su servidora Temperance les agradecemos el favor de su preferencia y les enviamos todo nuestro cariño afectuoso.
Temperance elevó el rostro hacia el cielo, se encontraba en medio de un claro, donde tenían su huerta, el sol del medio día bronceando su blanco rostro, la chica suspiró se limpió el sudor de la frente y continuó con sus labores, miró para todos lados, Moira no estaba cerca así que soltando sus utensilios de labranza se quitó el sombrero y la camisa de mangas largas que usaba para protegerse del sol.
La menuda chica cerró los ojos, se concentró en escuchar solamente el canto de los pájaros, las hojas de los árboles al moverse con el viento y el canto del agua proveniente del río, después dejó que las voces de sus antepasados hablaran.
Un pequeño resplandor iluminó el cuerpo de la aparente jovencita, de su espalda un par de alas tan blancas como la nieve que vestía el bosque en el invierno se desplegaron imponentes, los cabellos antes castaños cambiaron a un tono tan blanco como sus alas,sus ojos miel adquirieron el color del oro, la vestimenta antes sencilla ahora era una hermosa túnica aperlada.
- ¡¡Lo logré!! - exclamó la chica mirándose.
Al lograr su objetivo extendió las manos con las palmas abiertas hacia abajo, agitó un poco los dedos y la tierra a medio labrar ahora estaba lista, posteriormente sacó las semillas de un pequeño morral que había dejado en el piso y las lanzó, cada una de ellas cayendo exactamente en su lugar.
- Eso es trampa - expuso Moira parada a un lado, con el cuerpo recargado en el tronco de un gran árbol - si yo lo hiciera ya me habrías regañado - decía agitando su índice.
- Estoy practicando - se excuso la ojidorada.
-Ajá - fue la respuesta sarcástica de Moira - pues deja de practicar, debo decirte algo.
- ¿Que fue lo que viste ahora? - inquirió Temperance preocupada.
- El tiempo de las divinas místicas esta por llegar hermana, El emperador requiere de nosotras, debemos comenzar a preparar nuestra partida.
- ¿Las demás ya están de camino?
- Si hermana, ya todas nos reuniremos.
Temperance cerró de nuevo los ojos, el resplandor la cubrió de nuevo regresandola a su apariencia mortal, al abrirlos recogió sus cosas para encaminar sus pasos a la cabaña que habitaban dejando atrás su trabajo.
Moira observo el prado, se sorprendió de ver las hileras verdes apenas asomando por entre las filas, los poderes de su hermana estaban creciendo rápidamente, eso era bueno, El emperador las necesitaría más fuertes que nunca.
Link capítulo anterior.
El último aliento
Capítulo 7
El culpable soy yo
El gruñido salvaje de liberación salió de la garganta de Terry Grandchester, a pesar del frío viento colándose por la ventana él tenía el cuerpo bañado en sudor por el esfuerzo, sentía el corazón en la garganta, retumbando, a punto de salirse de su pecho, con cuidado liberó a su amante de su peso, se acomodó lo mejor que pudo en el sofá llevando el antebrazo a su rostro, tapándose los ojos, su respiración era agitada debido al pasional encuentro, la mujer a su lado se movió tratando de incorporarse.
– ¿Estás bien pecas? – inquirió el hombre todavía con los sentidos embotados hablando con voz pastosa como si estuviera ebrio.
La mujer no contestó, tan solo se levantó de su lado, se puso de pie y sin que él se diera cuenta se quedó junto a las gruesas cortinas.
– ¡Terry! ¿Dónde estás cielo? – cuestionó la voz tenue de Candy proveniente de un lugar lejano.
El hombre abrió los ojos con sorpresa, aún mareado se sentó paseando su mirada azul, acostumbro sus ojos a la oscuridad y entonces la vio, la mujer parada cerca de la ventana, desnuda, al igual que él.
– ¡Annie!
.
.
.
Las fiestas decembrinas se fueron en un abrir y cerrar de ojos, Candy completamente recuperada tomó su rol de señora de la casa para organizar la cena y los regalos para todos, incluso, aunque se supone no debía fue con Terry y Evan al hogar de Pony para llevar regalos, cena y ropa para todos los niños y las buenas mujeres del lugar quienes a pesar de regañarla por la osadía de salir y sacar al niño en medio de la nieve estaban más que felices de compartir con ella y su pequeña familia.
Terry por su parte se había volcado todavía más en cuidar y complacer a su esposa, habían sido días difíciles, todo el tiempo andaba meditabundo, el insomnio regresó después de mucho tiempo, se quedaba sentado en su cama observando dormir a su hijo y a Candy, a veces lloraba imaginando que los perdía, Candy se dio cuenta de su cambio pero lo justificaba, ellos pasaron por mucho antes de estar juntos y ahora con Evan era lógico para ella que él se viera afectado pues era muy aprensivo, pero Terry sabía bien el porqué de su miedo, ahora, días después su mente se iba aclarando, durante dos días estuvo tratando de dilucidar lo que pasó con él pensando que fue un sueño, que fue cosa de su imaginación, pero la actitud de Annie le mostró la verdad, ¡Se había acostado con la amiga de Candy! No tenía idea de cómo pasó, solo recordaba ese calor que lo invadió, la ansiedad, el deseo exacerbando, el dolor en su entrepierna, luego el alivio y la voz de Candy buscándolo, ahora sólo quería compensar su falta consintiendo más todavía a su mujer y pasando casi todo el día junto a su hijo porque el terror de perderlos se instaló en su estómago y no lo dejaba estar en paz.
Annie por su parte apenas despertar al día siguiente de los hechos con Terry se fue a su casa, aprovechó que Candy despertó temprano y que el hombre ese día en particular durmió hasta medio día debido a los efectos de lo que había ingerido, después de eso buscaba cualquier pretexto para no ir a casa de Candy la cual ya estaba al cien por cien de salud, aun así, le trajo más problemas con Archie. Este a su vez, no había vuelto a hablar ni a quedarse solo con Patty, temía por su cordura al tenerla cerca.
.
.
.
La cena de año nuevo en casa de los Andley en Chicago se engalanó con personas de muy alto prestigio para la tía abuela Elroy, la gran mansión de la que una vez Candice fue echada a pesar de estar muy enferma ese día la recibía con beneplácito, hoy, muchos años después la rubia era recibida cual hija pródiga, del brazo de su esposo, detrás de ellos los padres de Terry el duque Richard Grandchester y la actriz Eleonor Baker, Elroy casi se va de espaldas cuando supo quiénes eran los suegros de Candy, aunque escandalizada por el hecho de que no estaban casados y solo estaban ahí por el nieto, los recibió en su casa solo por ser quienes eran.
En el gran comedor la mesa estaba vestida con la mejor mantelería para recibir a todos los invitados, Elroy ubico a cada uno por orden de importancia, William a la cabecera por supuesto, ella a su izquierda y Candice a la derecha junto con su esposo y suegros, quienes departían amenamente con Archie y Annie, del lado de Elroy Patricia y su abuela seguidas de Neil quién de vez en cuando dirigía palabras galantes a Patty lo que incomodaba a la chica y enfurecía a Archibald que lo veía todo exactamente enfrente de ellos, la más enfurecida era Elisa, quién quedó rezagada al fondo junto con su esposo y padres.
Todo fue pláticas y alegría, nadie parecía darse cuenta del silencio tácito entre cuatro de los asistentes, Annie evitó a toda costa cruzar palabra o mirada alguna con Terry al igual que Patty con Archie.
Al momento de dar las doce los comensales estaban en el salón principal, cuando la última campanada sonó todos se desearon lo mejor para el nuevo año, besos, abrazos, palmadas en la espalda abundaron mientras la música de la orquesta comenzó a sonar, casi todos los implicados en el mudo silencio se ignoraron para la felicitación, casi, Archibald fue el único que se acero a Patricia solicitando un baile ya que Annie alegaba sentirse mal y no querer bailar, el hombre aprovechó para disimuladamente llevarse a la dama a uno de los balcones, ella sorprendida se dejó hacer creyendo que él quería disculparse una vez más por lo sucedido semanas atrás, sin embargo, no fue así.
– Se que te vas pasado mañana – dijo Archie tomando la mano de Patty.
– Si, ya no tengo nada que hacer aquí – respondió la chica para disimuladamente soltarse de Archie e ir de nuevo a la fiesta, dejándolo ahí con los puños apretados mirando hacia la oscuridad.
El malestar de Annie era verdadero, se sentía cansada y con náuseas, Emma le dijo que después de tanto tiempo de tomar las tisanas era un efecto secundario ahora que llevaba días sin hacerlo, después de lo que pasó con Terry cuando llegó a su casa lo primero que hizo fue tirar todo a la basura, lo que había hecho era una terrible aberración, engañó a su esposo, a su hermana y lo peor era que en su interior deseaba poder hacerlo una vez más.
.
.
.
Exactamente a los cuarenta días del nacimiento de Evan Grandchester la familia regresó a nueva York, el plan era regresar para el cumpleaños de Terry, pero éste alegó que el trabajo lo requería a lo cual Candy por supuesto accedió.
La verdadera razón era que el hombre ya no quería seguir viendo a Annie, el miedo de que Candy se diera cuenta aunado a los recuerdos de la noche de pasión desenfrenada con la amiga de su esposa lo tenían al borde del colapso, nervioso todo el tiempo, siempre alerta de lo que pudiera decir o hacer, desesperado por reanudar su vida marital con Candy y poder librarse de ese deseo que lo consumía, pero con ella, con su esposa.
.
.
.
Los días pasan y con el nuevo año muchos propósitos se trataban de cumplir, Annie no era la excepción, uno de ellos era tratar de salvar su matrimonio, era hora de dejar todo atrás, se casó con Archie enamorada, le costó años obtener su amor, era hora de recuperarlo, si los hijos no llegaban de manera natural tal vez lo harían cómo ella una vez llegó a la casa Brighton, por medio de la adopción.
– Maggie creo que las fiestas hicieron mella en mí, tendré que llevar a arreglar mis vestidos, tengo varios que casi no me cierran, tanto pavo y dulces me han hecho subir de peso – decía Annie tratando de meter el abdomen para que el vestido le cerrara.
– Si mi señora, he observado que sus mejillas están un poco más rechonchas – mencionó la mucama batallando por cerrar el botón del vestido de Annie.
– No sé cómo puedo subir de peso si las náuseas me hacen vomitar todo el tiempo – declaró Annie haciendo una señal a Maggie para que dejara de abotonarle la ropa – es por demás – dijo derrotada – hasta del busto me está quedando chica ¡Qué horror! – exclamó mirándose al espejo – ¡No quiero quedar como Elisa! ¿La viste el día de la fiesta de año nuevo? – inquirió la ojiazul – parecía una salchicha mal embutida con ese vestido, estoy segura que al menos subió dos tallas, no como Candy, ella quedo casi igual – concluyó la mujer entre risas.
– Disculpe mi atrevimiento por lo que voy a decir, pero si no supiera que el señor lleva meses si venir a usted me atrevería a decir que está embarazada – dijo la chica recogiendo la ropa que Annie descartó para luego sacar otra.
Annie abrió grande los ojos, parada frente al espejo con tan solo la ropa interior se observó, si, sus pechos estaban ligeramente más grandes, su cintura estaba un poco más ensanchada muy ligeramente, entonces trató de hacer memoria, su flujo ¿Cuándo fue la última vez? ¿Finales de noviembre? ¿Después del nacimiento de Evan el día veintitres? ¡Santo Dios! En diciembre no tuvo período; Annie quedó pálida, blanca como un papel, las náuseas presentándose de nuevo, agarro lo primero que estaba a su alcance y vomitó dentro.
– ¡Mi señora! ¿Qué le pasa? – indagó Margareth al verla tan mal – ¿Quiere que llame a un médico? ¡Parece usted un fantasma!
– ¡No! Un médico no, búscame un vestido, el más suelto que encuentres, quiero que me acompañes a ver a tu tía.
La chica obedeció los deseos de su ama, revisó entre el armario y sacó una pieza que le pareció conveniente.
Annie se vistió rápidamente, Maggie había acertado, la pequeña mucama le dejó sobre la cama un vestido que la tía abuela le había regalo en las pasadas fiestas decembrinas, el cual en su momento le pareció enorme, pero no dijo nada, tan sólo agradeció e hizo que Maggie la arrumbara en el rincón de su clóset, ahora mentalmente le agradecía a la vieja que se lo haya obsequiado.
pronto estuvieron en la casa de Emma, donde antes de que Annie emitiera palabra alguna la mujer le dio un efusivo abrazo cuando salió a su encuentro.
– ¡Felicidades señora Cornwell por fin lo logró! – exclamó la mujer.
– ¿Como dice? – inquirió Annie confundida, no sabía a qué se refería.
– A qué está usted embarazada – afirmó la mujer con una sonrisa.
– ¿Pero que está diciendo? – pregunta Annie empujando ligeramente a la mujer que la tenía abrazada
– Si mi señora, puedo verlo – decía la mujer dando un paso atrás al ver la mirada atónita de la dama – el brillo en su mirada delata su estado de gravidez, al igual que los cambios poco visibles en su anatomía, que no cualquier ojo entrenado los notaría – le hizo saber.
Annie comenzó a temblar y a sentir que el aire le faltaba, se llevó la mano a la cabeza sintiendo como la habitación no dejaba de girar.
Cuando la chica recobró el conocimiento, desorientada se sentó de golpe en la cama donde se encontraba, miró para todos lados topándose con los rostros asustados de Emma y Margareth.
Maggie se acercó para tomar la pequeña y helada mano de su señora.
– Se siente mejor señora Annie – preguntó la chica con voz tierna.
Annie negó con un movimiento de cabeza, gruesas lágrimas comenzando a rodar brotando como río desbordado de sus azules ojos.
– Trae una taza de té para la señora – pidió Emma a su sobrina – hace un momento preparé un poco – indicó.
– ¿Se encuentra usted bien señora Cornwell? – volvió a preguntar la mujer tomando el rostro pálido y lloroso de Annie.
La chica volvió a hacer un movimiento negativo.
– Pero ¿qué sucede señora? por fin logró concebir – expuso – es lo que usted quería ¿No es cierto? Así que no entiendo porque usted se ve tan asustada.
– ¡Es que usted no entiende! – exclamó Annie sollozando con fuerza.
– Trate de explicarme, a lo mejor y le puedo ayudar querida.
– ¡¡Este bebé no es de mi esposo!! – grito la chica.
Maggie que iba entrando a la habitación con la taza en sus manos la dejó caer y cubrió con sus manos su boca, sorprendida.
– Dame unos minutos a solas con la señora Maggie – solicitó Emma – por favor hija – suplicó.
La chica solo se dio la vuelta y salió del lugar, asustada.
– Cuéntame lo que pasó – pidió Emma volviendo a tomar la mano de Annie.
.
.
.
Al salir del hogar de la señora Green, donde las dos mujeres prometieron guardar el secreto que Annie les había confiado, tanto Annie como Maggie estaban en total silencio, cada una sumergida en sus propias cavilaciones.
¡Dios no sé cómo reaccionar ante tal regalo que me mandas!, pensaba Annie, ¿Qué voy hacer ahora cuando mi embarazo se empiece a hacer evidente? ¡¡ Archie!! ¡Oh por dios! ¿Cómo haré para explicarle? hace más de dos meses que él y yo no tenemos intimidad.
Las lágrimas volvían a surcar los ojos de Annie, su cuerpo convulsionando al pensar en Candy y cómo hacer para que la perdone cuando se enterara, y ¡¡Terry!! ¿Ahora como se lo diría? ¿Debía decirle? Se preguntaba limpiando sus ojos con el pañuelo blanco de fina seda, insuficiente para tan cuantiosas lágrimas.
Margareth por su lado no sabía cómo podría ocultarle a su patrón semejante noticia, ¿Como vería de nuevo a los ojos a la señora Candy y al marido de ésta sin que un colapso nervioso la delatara?
Al llegar a su casa Annie agradeció que su marido aún no hubiese llegado, ya que la últimas semanas había hablado con ella, pidiéndole su cooperación para tratar de arreglar su matrimonio; él prometió desayunar y cenar con ella para poder platicar y contarse sus cosas del día a día, la mujer no sabía cómo haría ahora para mirarlo a los ojos después de lo que acababa de descubrir.
Annie subió lo más pronto que pudo a su recámara y Maggie detrás de ella, debía ponerse presentable antes de que su marido llegara la viera en esas fachas y notara que había estado llorando.
Maggie le preparó el baño para que se relajara, salió de ahí cuando el agua ya estaba fría, gracias a que su mucama llegó para ayudarle con su arreglo.
Mientras la chica trabajaba Annie recordaba, cuando pasó lo de ella y Terry, dejó de ir a la casa Grandchester argumentando un mil cosas, pero no pudo salvarse cuando estos tuvieron que partir de nuevo a su casa de Nueva York un par de días atrás, no pudo evitar derramar lágrimas al despedirse de la rubia, pero sabía que era lo mejor ya que a toda costa evitaba encontrarse con ellos y más cuando estaba “él” al lado de Candy, cuando llegó el momento de despedirse de Terry, pretendía hacerlo de palabra, ya que se sentía incómoda estando cerca del castaño pues sus mejillas se teñían de rojo, pero no contaba con la efusividad de su rubia amiga que obligó a su esposo a despedirse de ella con un abrazo.
– Amor, creo que voy a resfriarme – se excusó Terrence – no quiero contagiar a Annie.
Pero Candy casi lo arrojó a los brazos de la pelinegra.
Al sentirse uno en los brazos del otro ambos temblaron, sintiendo que ardían en el infierno.
Annie se separó rápidamente parándose detrás de su esposo, esa despedida le pareció eterna.
.
.
.
Media hora más tarde Archie había ya arribado a su hogar, la chica se armó de valor para recibirlo con la mejor de sus sonrisas.
– Buenas noches querida ¿Qué tal tu día? – inquirió Archie besando la frente de su esposa.
La chica tomó aire para contestarle lo más tranquila que pudo.
– Muy bien Gracias ¿Y el tuyo?
– ¡Excelente! – contestó el castaño tomando del brazo a su esposa para dirigirse al comedor y tomar su cena.
El momento transcurrió en paz y quietud, cada uno exponiendo hasta el último detalle de educación, como si fuera una comida de negocios y no entre marido y mujer.
Pasado el trámite cada uno se fue a su habitación, el llevarse mejor no implicaba todavía compartir intimidad, al menos no por ahora.
Annie, ya sola en su recámara pensaba la forma de hacerle saber a Terry de su embarazo, mientras se ponía el camisón decidió mandarle una carta, pero no lo haría a su casa, no quería que Candy se enterara, investigaría la dirección del teatro donde el actor trabajaba, le diría a Maggie que escribiera el remitente para que no reconocieran su letra y así poder mandarla.
Por su parte Archie ya recostado recordaba el dulce rostro de Patty, su olor, el sabor de su boca, pasó la mano por su cara, debía olvidarla, ella era una chica decente y él era un hombre casado, jamás debió poner sus ojos en ella, no podía ofenderla con su cariño ni mucho menos la memoria de su hermano, lo mejor era recuperar su matrimonio, Annie no se merecía que él la engañara de esa manera, debía intentarlo, por su esposa, al fin y al cabo ella fue paciente con él durante mucho tiempo, había buscado por todos los medios darle un hijo, ella luchó, siempre lo hacía, luchó por él, por darle una familia, era su turno de pelear por su matrimonio, se lo debía, tal vez así se sentiría menos culpable.
Nueva York.
El cumpleaños del actor Terry Graham se acercaba, su esposa Candice a pesar de todo lo que tenía que hacer durante el día y la noche entre atender a su hijo y la casa pues esta no estaba trabajando le estaba organizando una cena en donde pretendía invitar a sus compañeros del teatro, su madre Eleonor y hasta su padre quien no se había regresado a Londres para estar con su nieto Evan Andrew Grandchester, lo que Terry no imaginaba era que este cumpleaños sería igual de catastrófico como siempre, con una noticia que lo dejaría helado.
Continuará...
gracias por leer
Por: Lexie (Esmeralda Graham) y Temperance (Primrose)
Para: GF 2020
Portada: Misti (Byul Hye)
Las divinas místicas de Terry
Cambiando el destino por Terry.
Lexie y su servidora Temperance les agradecemos el favor de su preferencia y les enviamos todo nuestro cariño afectuoso.