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Desde la fundación K-G Amazonas de Terry —Haremos Arder El Cosmos Por Terry —Rossy Castaneda Defendiendo al Bombón Inglés con uñas y dientes
¿Señorita Ardley o Señorita Pecas?
Capítulo IV
By Rossy Castaneda
Los insistentes toques a la puerta lo sacaron de sus pensamientos. ¿A quien se le ocurría tocar de esa manera? —pensó mientras abría.
—Hola Terry
—¡Albert! —lo saludó con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Vaya! Al parecer tuviste una buena noche.
—Digamos que si —respondió el castaño —y tu, ¿Que haces aquí tan temprano? Creí que estarías en el comedor con tu Tío, como cada mañana lo haces.
—No —se encogió de hombros —mi Tío tenía asuntos que resolver.
—Por cierto, ¿por que no me mencionaste que la hija del jefe de tu Tío viajaba con ustedes?
—¿Te refieres a la señorita Candy?
—Si, ella —respondió Terry fingiendo desinterés.
—¿Como sabes de ella? —Albert entrecerró sus ojos azules.
—La conocí anoche por casualidad —Terry se encogió de hombros —me confundió con alguien más.
—¡Ah si! —¿Te dijo con quien?
—No directamente, pero mientras me alejaba, alcance a escuchar que le decía a tu Tío que me había confundido con un tal Anthony, ¿puedes creerlo? —rió.
—¿Con el joven Anthony? —la voz de Albert era de clara sorpresa —miró a Terry detenidamente. ¿En que estaba pensado Candy para confundir a Terry con Anthony, ambos son tan diferentes? —se dijo el rubio para si.
—¿Le conoces? —interrogó el castaño.
—Tanto como conocerlo no, pero lo he visto un par de veces —respondió el rubio recuperándose de la impresión. —de echo él también está abordo junto a dos primos cercanos y a otros dos miembros de su familia.
—¿Por que no me lo dijiste?
—Porque no me lo preguntaste y tampoco creí que tuviera alguna relevancia —Albert se encogió de hombros.
—Es toda una fieresilla —musitó Terry después de un prolongado silencio.
—¿Te refieres a la señorita Candy?
—Si, a ella —respondió el joven castaño.
—Es extraño que digas eso, a mi me parece que es joven simpática y muy amable —respondió Albert.
—Entrometida querrás decir —Terry rió —¿has tratado con ella?
—No mucho —respondió el rubio —pero en las pocas ocaciones que lo he hecho me he dado cuenta que es una jovencita bastante agradable y linda.
—¡En serio! —No me di cuenta —Terry fingió desinterés una vez más. —lo que si noté fueron las graciosas pecas alrededor de su pequeña nariz —comenzando a reír —sabes, cuando me di cuenta que se movían cuando se enfadaba, la llamé Pequeña Pecosa y la embromé mas de lo debido.
Albert no pudo ocultar mas sus carcajadas.
—Seguro a esta hora debe estar pidiendo tu cabeza
—No lo creo, además tu Tío sabe quién soy y donde puede encontrarme. —¿Y que van hacer a Inglaterra?
—Hasta donde tengo entendido van a un prestigioso Colegió de Londres.
—Mmm interesante — ¿y sabes de casualidad el nombre del Colegio?
—¿Cual es tu interes en saberlo?
—Ninguno en particular —respondió el castaño encogiéndose de hombros —es solo curiosidad.
—Y tu, ¿en que Colegio me dijiste que estudias?
—Nunca lo he mencionado y me parece extraño que te interese saberlo ahora.
—¿Por que debería? —Albert fingió desinterés.
—No lo sé, dímelo tu —Terry se encogió de hombros.
—Simple curiosidad —respondió el rubio.
—Cuidado, he escuchado que la curiosidad mató al gato —Terry se echó a reír —¿listo para ir a desayunar?
—¿Hablas en serio? —hasta donde recuerdo jamás sales de tu habitación.
—Todos tenemos derecho a cambiar de opinion ¿no te parece? . Ademas solo estoy siguiendo tu consejo ¿no eres tu quien se la ha pasado diciéndome estos últimos días que salga de este encierro?
—Bueno si, pero ¿por que precisamente hasta hoy?
—Será porque es el último día a bordo de este barco y quiero disfrutarlo al máximo antes de volver a casa, escuchar la reprimenda de mi padre para luego volver a la cárcel donde he permanecido estos últimos años. —suspiró —jamás reconocería que lo que en realidad deseaba era ver por última vez a la dueña de aquel par de esmeraldas que lo cautivaron y lo acompañaron durante toda la noche.
******************
Los toque a su puerta hicieron que Candy diera un respingo tras regresar de un mundo mágico en donde el dueño de un par de ojos azules con destellos verdes eran el protagonista y causante de sus suspiros
—Buenos días Candy —la saludó Anthony con una radiante sonrisa.
—Buenos días —respondió ella devolviéndole la sonrisa.
—¿Sigues aún molesta?
—No —respondió la joven.
—Candy las cosas no son lo que parecen, Elisa solo estaba olfateando mi cuello cuando tu regresaste.
—¡Ah si! —Respondió la rubia distraídamente —te creo
Anthony la tomó de las manos
—Candy aún me debes una respuesta.
—Anthony, estuve pensado en todo lo que me dijiste anoche y llegué a la conclusión que tienes razón en lo que dijiste —se liberó de sus manos con suavidad.
—A que te refieres exactamente, dije muchas cosas anoche —respondió él entrecerrando los ojos dándose cuenta que había algo diferente en ella.
—Dijiste que sabias que era demasiado pronto para hacer tal propuesta y creo que tienes razón, así que lo mejor es esperar y que sea el tiempo quien decida la que va pasar entre nosotros.
—Candy —Anthony tomó sus manos.
—Por favor Anthony, dame un poco de tiempo y espacio, realmente lo necesito
—Esta bien Candy, tómate el tiempo que necesitas, yo sabré esperar —respondió el rubio sintiéndose derrotado por sus palabras, pero como el caballero que era concedería lo que ella pedía.
—Gracias por comprenderlo Anthony.
Ambos salieron de la habitación con destino al comedor para desayunar juntos como solían hacerlo.
Al llegar al comedor, se sentaron en la misma mesa en donde se encontraban Stair y Archie. Candy permaneció en silencio todo el tiempo. Mientras los chicos hablaban sobre la fiesta de fin de año, sus pensamientos estaban dirigidos al chico que había visto y a quien a primera vista había confundido con Anthony.
Estaba llorando, estoy segura que lo hacía —se dijo para si —a pesar de su tono burlón pude ver tristeza en su ojos ¿Que le habra pasado? ¿Y que hace viajando solo desde America si pertenece a una familia noble de Inglaterra? —negó con la cabeza —no debería de estar pensando en él, es un malcriado, pero muy apuesto —sonrió.
—Buenos días —la chillona voz de Elisa la sacó de sus pensamientos —Anthony, anoche me quedé esperando a que regresaras para limpiar tu traje.
—Lo siento Elisa, no me sentí bien de pronto y me retiré a mi habitación —se disculpó el rubio.
—¡Oh Dios mío! —dijo la joven pelirroja tocando la frente del joven rubio quien removió su rostro inmediatamente al sentir su contacto — ¿Te encuentras mejor ahora?
—Si, gracias por preguntar —respondió el rubio con frialdad.
—¿Y tú también te sentiste mal Candice? —preguntó Elisa fingiendo una preocupación que estaba lejos de sentir —te marchaste tras entregarme la servilleta.
—Si —respondió la rubia —creo que fue el efecto de la copa de champagne que bebí de manera inapropiada. No iba a decir nada sobre lo sucedido la noche anterior, además Anthony le había explicado lo que realmente había sucedido y ella había visto transparencia en los ojos de Anthony.
—Oh si, suele suceder y mas cuando no estas acostumbrada —Elisa sonrió comprensiva aunque por dentro estaba que daba saltos de alegría al deducir que si ambos metían era porque su plan había surgido efecto.
—¿Podemos sentarnos con ustedes?
Anthony estaba a punto de decir que no, pero Candy se adelantó.
—Por supuesto no veo razón para que no lo hagan —no iba a demostrar que si tenía mas de una razón para no permitir que los acompañaran.
De pronto el sonido de una risa burlona hizo que Candy volteara en dirección de donde provenía. Sus ojos estuvieron a punto de salir de sus cuencas. Era él y no viajaba solo como ella imaginaba. No podía ver el rostro de su acompañante puesto que le daba la espalda. Solo podia ver su cabello rubio.
¿Sera su padre? O ¿quizás es su hermano mayor? Podría ser. Por la manera como Grantchester ríe por algo que el rubio le dice, podría ser su hermano. —Apartó la mirada en cuanto sus ojos verdes se cruzaron con los ojos azules de él. —Le preguntaría a George cuando lo viera.
—¿Sucede algo Terry, te has puesto serio de pronto?
—No, todo esta bien, es solo que se me ha quitado el apetito —respondió el castaño sin apartar la mirada de la mesa delante de él. —arqueó la ceja al ver como aquel rubio tomaba la mano de la joven Pecosa y depositaba un beso en su dorso. —Creo que es hora de regresar a la habitación
Ante el cambio tan repentino de Terry y su ceja arqueada, Albert se giró ligeramente, siguió su mirada y miró cual era el motivo.
—¿Quieres marcharte ahora?
—Si —respondió el joven castaño —necesito preparar mis cosas.
¡Por todos los cielos! —¿como le iba hacer ahora para salir sin que Candy lo reconociera? Al tocar su lampiña mandíbula recordó que ya no tenia la barba y gracias a Dios no llevaba puesto los anteojos.
—De acuerdo —Albert se puso de pie
El cuerpo de Albert se tensó al ver como el joven castaño se desviaba en dirección a la mesa de los jóvenes Ardley.
—¿Terry que haces? —lo detuvo
—Iré a saludar a la pequeña Pecosa.
—Me meterás en un problema con mi tío.
—Adelántate entonces —Terry se soltó de su agarre y siguió su camino
—Hola pequeña Pecosa
¡Que demonios! —Anthony se puso de pie.
—Mas respeto cuando te dirijas a mi novia.
Tres quedaron sorprendidos con aquella revelación, pero uno supo ocultar su verdadero sentir tras una muy estudiada capa aristocrática.
Terry lanzó un silbido burlón.
—Amigo, debes de cuidar mejor a tu novia y no dejar que ande por ahi sola a mitad de la noche.
—Yo no soy tu amigo —masculló Anthony con el ceño fruncido.
—Bueno, tampoco es que me interesa que lo seas, —dijo el joven castaño con una risa burlona —para que te quede claro sé escoger muy bien mis amistades y te aseguro que tu no reúnes las cualidades para merecer tan preciado privilegio —lo miró de pies a cabeza —eres demasiado —Se detuvo acariciando su mentón con el dedo indice y el pulgar —Mmm como decirlo sin que te ofendas —¡ah ya sé! —dijo chasqueando sus dedos —demasiado sensible.
—Anthony —intervino Candy tomando su mano antes que el rubio respondiera a la provocación de aquel insolente chico.
—¿Porque no me dijiste nada? —le reclamó el rubio alzando un poco la voz
—Oye, no me hables así, es mi vida yo puedo hacer con ella lo que se me plazca, no tengo porque rendirte cuentas ni a ti ni a nadie de lo hago o dejo de hacer.
—Vaya modales.
El silbido burlón, su risa de medio lado y sus palabras pusieron de peor humor a la joven rubia
—Y tú cállate, nadie te ha metido en esto, entrometido.
—Jajaja quien lo diría, la pequeña Pecosa salió toda una fieresilla —se burló Terry.
—Deja de llamarme así, mi nombre es Candice Whiten Ardley ¿te quedó claro? —lo fulminó con la mirada.
—Si, si como digas Pequeña Pecosa —Terry se estaba divirtiendo de lo lindo.
—¿Eres sordo o que demonios te pasa? —Archie se puso de pie.
Terry lo miró de arriba a bajo.
—No sabia que los muñecos de trapo hablaban —sus carcajadas burlonas inundaran el lugar.
—¿A quien has llamado muñeco de trapo? —Archie estaba rojo de rabia.
—A ti obviamente —respondió Terry entre risas —mírate, con esa pose elegante pareces un maniquí de escaparate.
—Archie tranquilízate —Stair lo detuvo
—Déjame Stair le romperé la cara a ese idiota.
—Oye elegante, yo que tu le hacía caso al chico de lentes, se te pueden quebrar las uñas.
—Tu a mi no me dices lo que tengo que hacer —espetó Archie soltándose del agarre de su hermano —ahora veras —amenazó doblando las mangas de su camisa.
—Basta Archie —Candy se paró frente a él.
—Hazle caso a la Pequeña Pecosa
—Su nombre es Candice White Ardley y para ti es y será la Señorita Ardley —espetó Anthony tomando a Terry de la solapa.
—No me digas —de un fuerte tirón, Terry se liberó e invirtió los papeles.
—¡Basta! —Candy intervino antes que aquel par se fueran a golpes
Tras soltar a Anthony, Terry acomodó el cuello de su camisa
—Adios Señorita Pecas, fue un placer verte nuevamente lástima que en tan mala compañía —dijo burlón antes de darse media vuelta y marcharse.
Tan pronto aquel insolente cruzó la puerta de salida, una furiosa Candy se dirigió a Anthony.
—¿Que demonios te pasa, por que has dicho frente a él que eres mi novio?
—¿Acaso te interesa ese idiota?
—Por supuesto que no me interesa.
—Entonces ¿por qué te molesta que lo haya dicho frente a él?
—Porque sabes perfectamente que eso no es cierto, fui bien clara contigo hace unos minutos.
—Dijiste que necesitabas tiempo.
—Exactamente y eso no significa un “si” —espetó ella con los dientes apretados.
El enfado de Elisa se desvaneció por completo tras escuchar aquellas palabras, después de todo su plan había surgido el efecto que deseaba, la moza de establo y Anthony no eran novios.
—¿Es acosa por su causa que me has pedido tiempo?
—Eso a ti no te importa.
—Candy, no debes expresarte así, tu eres una dama
—Una dama —bufó la rubia —si el ser una dama implica callar lo que piensas, no me interesa serlo, estoy harta que me digan que debo y que no debo hacer —espetó furiosa dándose media vuelta y retirándose del comedor a grandes zancadas.
Al ingresar a su habitación se encontró con un huraño Klint.
—Klint, discúlpame —lo cargó en sus piernas —te he tenido olvidado estos últimos días ¿se te apetece salir un rato? —Los crujidos de alegría del pequeño coatí le indicaron que la idea le era magnifica —vamos —musitó abriendo la puerta —espera no corras.
Después de diez minutos de buscarlo finalmente lo encontró.
—Lo que me faltaba —musitó al ver que su pequeño amigo estaba en brazos de aquel insolente chico. —Klint —lo llamó —el pequeño coatí saltó de los brazos de él a los de ella.
—Debes cuidar mejor a tu pequeña mascota Pequeña Pecosa
—Mi nombre es Candice White Ardley y para ti soy la Señorita Ardley —espetó dándose la media vuelta y emprendiendo la marcha para alejarse de aquel insolente chico que tenía la capacidad de ponerla de mal humor.
—Adiós Señorita Pecas —dijo él entre risas burlonas mientras se alejaba.
—Mocoso insolente —Respondió ella ladeando el rostro y mostrándole la lengua.
Las carcajadas de Terry mientras se alejaba inundaron sus oídos, podía imaginar su rostro burlón.
—Idiota —alzó su pequeña nariz y aceleró el paso hasta perderse entre el pasillo agradeciendo que ese era el último día a bordo de Mauretania y por ende la última vez que vería a aquel insolente —aquel último pensamiento le causó una fuerte punzada en su corazón. Arggggg! Que le importaba aquello él era un insufrible —“te agrada no te hagas la tonta, ¿a quien tratas de engañar? Estás enfadada por la idea que no lo volveras a ver mas” —su yo interno le dijo.
@@@@@@@@
Jajajaja pobre Candy jajajaja
¿Señorita Ardley o Señorita Pecas?
Capítulo IV
By Rossy Castaneda
Los insistentes toques a la puerta lo sacaron de sus pensamientos. ¿A quien se le ocurría tocar de esa manera? —pensó mientras abría.
—Hola Terry
—¡Albert! —lo saludó con una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Vaya! Al parecer tuviste una buena noche.
—Digamos que si —respondió el castaño —y tu, ¿Que haces aquí tan temprano? Creí que estarías en el comedor con tu Tío, como cada mañana lo haces.
—No —se encogió de hombros —mi Tío tenía asuntos que resolver.
—Por cierto, ¿por que no me mencionaste que la hija del jefe de tu Tío viajaba con ustedes?
—¿Te refieres a la señorita Candy?
—Si, ella —respondió Terry fingiendo desinterés.
—¿Como sabes de ella? —Albert entrecerró sus ojos azules.
—La conocí anoche por casualidad —Terry se encogió de hombros —me confundió con alguien más.
—¡Ah si! —¿Te dijo con quien?
—No directamente, pero mientras me alejaba, alcance a escuchar que le decía a tu Tío que me había confundido con un tal Anthony, ¿puedes creerlo? —rió.
—¿Con el joven Anthony? —la voz de Albert era de clara sorpresa —miró a Terry detenidamente. ¿En que estaba pensado Candy para confundir a Terry con Anthony, ambos son tan diferentes? —se dijo el rubio para si.
—¿Le conoces? —interrogó el castaño.
—Tanto como conocerlo no, pero lo he visto un par de veces —respondió el rubio recuperándose de la impresión. —de echo él también está abordo junto a dos primos cercanos y a otros dos miembros de su familia.
—¿Por que no me lo dijiste?
—Porque no me lo preguntaste y tampoco creí que tuviera alguna relevancia —Albert se encogió de hombros.
—Es toda una fieresilla —musitó Terry después de un prolongado silencio.
—¿Te refieres a la señorita Candy?
—Si, a ella —respondió el joven castaño.
—Es extraño que digas eso, a mi me parece que es joven simpática y muy amable —respondió Albert.
—Entrometida querrás decir —Terry rió —¿has tratado con ella?
—No mucho —respondió el rubio —pero en las pocas ocaciones que lo he hecho me he dado cuenta que es una jovencita bastante agradable y linda.
—¡En serio! —No me di cuenta —Terry fingió desinterés una vez más. —lo que si noté fueron las graciosas pecas alrededor de su pequeña nariz —comenzando a reír —sabes, cuando me di cuenta que se movían cuando se enfadaba, la llamé Pequeña Pecosa y la embromé mas de lo debido.
Albert no pudo ocultar mas sus carcajadas.
—Seguro a esta hora debe estar pidiendo tu cabeza
—No lo creo, además tu Tío sabe quién soy y donde puede encontrarme. —¿Y que van hacer a Inglaterra?
—Hasta donde tengo entendido van a un prestigioso Colegió de Londres.
—Mmm interesante — ¿y sabes de casualidad el nombre del Colegio?
—¿Cual es tu interes en saberlo?
—Ninguno en particular —respondió el castaño encogiéndose de hombros —es solo curiosidad.
—Y tu, ¿en que Colegio me dijiste que estudias?
—Nunca lo he mencionado y me parece extraño que te interese saberlo ahora.
—¿Por que debería? —Albert fingió desinterés.
—No lo sé, dímelo tu —Terry se encogió de hombros.
—Simple curiosidad —respondió el rubio.
—Cuidado, he escuchado que la curiosidad mató al gato —Terry se echó a reír —¿listo para ir a desayunar?
—¿Hablas en serio? —hasta donde recuerdo jamás sales de tu habitación.
—Todos tenemos derecho a cambiar de opinion ¿no te parece? . Ademas solo estoy siguiendo tu consejo ¿no eres tu quien se la ha pasado diciéndome estos últimos días que salga de este encierro?
—Bueno si, pero ¿por que precisamente hasta hoy?
—Será porque es el último día a bordo de este barco y quiero disfrutarlo al máximo antes de volver a casa, escuchar la reprimenda de mi padre para luego volver a la cárcel donde he permanecido estos últimos años. —suspiró —jamás reconocería que lo que en realidad deseaba era ver por última vez a la dueña de aquel par de esmeraldas que lo cautivaron y lo acompañaron durante toda la noche.
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Los toque a su puerta hicieron que Candy diera un respingo tras regresar de un mundo mágico en donde el dueño de un par de ojos azules con destellos verdes eran el protagonista y causante de sus suspiros
—Buenos días Candy —la saludó Anthony con una radiante sonrisa.
—Buenos días —respondió ella devolviéndole la sonrisa.
—¿Sigues aún molesta?
—No —respondió la joven.
—Candy las cosas no son lo que parecen, Elisa solo estaba olfateando mi cuello cuando tu regresaste.
—¡Ah si! —Respondió la rubia distraídamente —te creo
Anthony la tomó de las manos
—Candy aún me debes una respuesta.
—Anthony, estuve pensado en todo lo que me dijiste anoche y llegué a la conclusión que tienes razón en lo que dijiste —se liberó de sus manos con suavidad.
—A que te refieres exactamente, dije muchas cosas anoche —respondió él entrecerrando los ojos dándose cuenta que había algo diferente en ella.
—Dijiste que sabias que era demasiado pronto para hacer tal propuesta y creo que tienes razón, así que lo mejor es esperar y que sea el tiempo quien decida la que va pasar entre nosotros.
—Candy —Anthony tomó sus manos.
—Por favor Anthony, dame un poco de tiempo y espacio, realmente lo necesito
—Esta bien Candy, tómate el tiempo que necesitas, yo sabré esperar —respondió el rubio sintiéndose derrotado por sus palabras, pero como el caballero que era concedería lo que ella pedía.
—Gracias por comprenderlo Anthony.
Ambos salieron de la habitación con destino al comedor para desayunar juntos como solían hacerlo.
Al llegar al comedor, se sentaron en la misma mesa en donde se encontraban Stair y Archie. Candy permaneció en silencio todo el tiempo. Mientras los chicos hablaban sobre la fiesta de fin de año, sus pensamientos estaban dirigidos al chico que había visto y a quien a primera vista había confundido con Anthony.
Estaba llorando, estoy segura que lo hacía —se dijo para si —a pesar de su tono burlón pude ver tristeza en su ojos ¿Que le habra pasado? ¿Y que hace viajando solo desde America si pertenece a una familia noble de Inglaterra? —negó con la cabeza —no debería de estar pensando en él, es un malcriado, pero muy apuesto —sonrió.
—Buenos días —la chillona voz de Elisa la sacó de sus pensamientos —Anthony, anoche me quedé esperando a que regresaras para limpiar tu traje.
—Lo siento Elisa, no me sentí bien de pronto y me retiré a mi habitación —se disculpó el rubio.
—¡Oh Dios mío! —dijo la joven pelirroja tocando la frente del joven rubio quien removió su rostro inmediatamente al sentir su contacto — ¿Te encuentras mejor ahora?
—Si, gracias por preguntar —respondió el rubio con frialdad.
—¿Y tú también te sentiste mal Candice? —preguntó Elisa fingiendo una preocupación que estaba lejos de sentir —te marchaste tras entregarme la servilleta.
—Si —respondió la rubia —creo que fue el efecto de la copa de champagne que bebí de manera inapropiada. No iba a decir nada sobre lo sucedido la noche anterior, además Anthony le había explicado lo que realmente había sucedido y ella había visto transparencia en los ojos de Anthony.
—Oh si, suele suceder y mas cuando no estas acostumbrada —Elisa sonrió comprensiva aunque por dentro estaba que daba saltos de alegría al deducir que si ambos metían era porque su plan había surgido efecto.
—¿Podemos sentarnos con ustedes?
Anthony estaba a punto de decir que no, pero Candy se adelantó.
—Por supuesto no veo razón para que no lo hagan —no iba a demostrar que si tenía mas de una razón para no permitir que los acompañaran.
De pronto el sonido de una risa burlona hizo que Candy volteara en dirección de donde provenía. Sus ojos estuvieron a punto de salir de sus cuencas. Era él y no viajaba solo como ella imaginaba. No podía ver el rostro de su acompañante puesto que le daba la espalda. Solo podia ver su cabello rubio.
¿Sera su padre? O ¿quizás es su hermano mayor? Podría ser. Por la manera como Grantchester ríe por algo que el rubio le dice, podría ser su hermano. —Apartó la mirada en cuanto sus ojos verdes se cruzaron con los ojos azules de él. —Le preguntaría a George cuando lo viera.
—¿Sucede algo Terry, te has puesto serio de pronto?
—No, todo esta bien, es solo que se me ha quitado el apetito —respondió el castaño sin apartar la mirada de la mesa delante de él. —arqueó la ceja al ver como aquel rubio tomaba la mano de la joven Pecosa y depositaba un beso en su dorso. —Creo que es hora de regresar a la habitación
Ante el cambio tan repentino de Terry y su ceja arqueada, Albert se giró ligeramente, siguió su mirada y miró cual era el motivo.
—¿Quieres marcharte ahora?
—Si —respondió el joven castaño —necesito preparar mis cosas.
¡Por todos los cielos! —¿como le iba hacer ahora para salir sin que Candy lo reconociera? Al tocar su lampiña mandíbula recordó que ya no tenia la barba y gracias a Dios no llevaba puesto los anteojos.
—De acuerdo —Albert se puso de pie
El cuerpo de Albert se tensó al ver como el joven castaño se desviaba en dirección a la mesa de los jóvenes Ardley.
—¿Terry que haces? —lo detuvo
—Iré a saludar a la pequeña Pecosa.
—Me meterás en un problema con mi tío.
—Adelántate entonces —Terry se soltó de su agarre y siguió su camino
—Hola pequeña Pecosa
¡Que demonios! —Anthony se puso de pie.
—Mas respeto cuando te dirijas a mi novia.
Tres quedaron sorprendidos con aquella revelación, pero uno supo ocultar su verdadero sentir tras una muy estudiada capa aristocrática.
Terry lanzó un silbido burlón.
—Amigo, debes de cuidar mejor a tu novia y no dejar que ande por ahi sola a mitad de la noche.
—Yo no soy tu amigo —masculló Anthony con el ceño fruncido.
—Bueno, tampoco es que me interesa que lo seas, —dijo el joven castaño con una risa burlona —para que te quede claro sé escoger muy bien mis amistades y te aseguro que tu no reúnes las cualidades para merecer tan preciado privilegio —lo miró de pies a cabeza —eres demasiado —Se detuvo acariciando su mentón con el dedo indice y el pulgar —Mmm como decirlo sin que te ofendas —¡ah ya sé! —dijo chasqueando sus dedos —demasiado sensible.
—Anthony —intervino Candy tomando su mano antes que el rubio respondiera a la provocación de aquel insolente chico.
—¿Porque no me dijiste nada? —le reclamó el rubio alzando un poco la voz
—Oye, no me hables así, es mi vida yo puedo hacer con ella lo que se me plazca, no tengo porque rendirte cuentas ni a ti ni a nadie de lo hago o dejo de hacer.
—Vaya modales.
El silbido burlón, su risa de medio lado y sus palabras pusieron de peor humor a la joven rubia
—Y tú cállate, nadie te ha metido en esto, entrometido.
—Jajaja quien lo diría, la pequeña Pecosa salió toda una fieresilla —se burló Terry.
—Deja de llamarme así, mi nombre es Candice Whiten Ardley ¿te quedó claro? —lo fulminó con la mirada.
—Si, si como digas Pequeña Pecosa —Terry se estaba divirtiendo de lo lindo.
—¿Eres sordo o que demonios te pasa? —Archie se puso de pie.
Terry lo miró de arriba a bajo.
—No sabia que los muñecos de trapo hablaban —sus carcajadas burlonas inundaran el lugar.
—¿A quien has llamado muñeco de trapo? —Archie estaba rojo de rabia.
—A ti obviamente —respondió Terry entre risas —mírate, con esa pose elegante pareces un maniquí de escaparate.
—Archie tranquilízate —Stair lo detuvo
—Déjame Stair le romperé la cara a ese idiota.
—Oye elegante, yo que tu le hacía caso al chico de lentes, se te pueden quebrar las uñas.
—Tu a mi no me dices lo que tengo que hacer —espetó Archie soltándose del agarre de su hermano —ahora veras —amenazó doblando las mangas de su camisa.
—Basta Archie —Candy se paró frente a él.
—Hazle caso a la Pequeña Pecosa
—Su nombre es Candice White Ardley y para ti es y será la Señorita Ardley —espetó Anthony tomando a Terry de la solapa.
—No me digas —de un fuerte tirón, Terry se liberó e invirtió los papeles.
—¡Basta! —Candy intervino antes que aquel par se fueran a golpes
Tras soltar a Anthony, Terry acomodó el cuello de su camisa
—Adios Señorita Pecas, fue un placer verte nuevamente lástima que en tan mala compañía —dijo burlón antes de darse media vuelta y marcharse.
Tan pronto aquel insolente cruzó la puerta de salida, una furiosa Candy se dirigió a Anthony.
—¿Que demonios te pasa, por que has dicho frente a él que eres mi novio?
—¿Acaso te interesa ese idiota?
—Por supuesto que no me interesa.
—Entonces ¿por qué te molesta que lo haya dicho frente a él?
—Porque sabes perfectamente que eso no es cierto, fui bien clara contigo hace unos minutos.
—Dijiste que necesitabas tiempo.
—Exactamente y eso no significa un “si” —espetó ella con los dientes apretados.
El enfado de Elisa se desvaneció por completo tras escuchar aquellas palabras, después de todo su plan había surgido el efecto que deseaba, la moza de establo y Anthony no eran novios.
—¿Es acosa por su causa que me has pedido tiempo?
—Eso a ti no te importa.
—Candy, no debes expresarte así, tu eres una dama
—Una dama —bufó la rubia —si el ser una dama implica callar lo que piensas, no me interesa serlo, estoy harta que me digan que debo y que no debo hacer —espetó furiosa dándose media vuelta y retirándose del comedor a grandes zancadas.
Al ingresar a su habitación se encontró con un huraño Klint.
—Klint, discúlpame —lo cargó en sus piernas —te he tenido olvidado estos últimos días ¿se te apetece salir un rato? —Los crujidos de alegría del pequeño coatí le indicaron que la idea le era magnifica —vamos —musitó abriendo la puerta —espera no corras.
Después de diez minutos de buscarlo finalmente lo encontró.
—Lo que me faltaba —musitó al ver que su pequeño amigo estaba en brazos de aquel insolente chico. —Klint —lo llamó —el pequeño coatí saltó de los brazos de él a los de ella.
—Debes cuidar mejor a tu pequeña mascota Pequeña Pecosa
—Mi nombre es Candice White Ardley y para ti soy la Señorita Ardley —espetó dándose la media vuelta y emprendiendo la marcha para alejarse de aquel insolente chico que tenía la capacidad de ponerla de mal humor.
—Adiós Señorita Pecas —dijo él entre risas burlonas mientras se alejaba.
—Mocoso insolente —Respondió ella ladeando el rostro y mostrándole la lengua.
Las carcajadas de Terry mientras se alejaba inundaron sus oídos, podía imaginar su rostro burlón.
—Idiota —alzó su pequeña nariz y aceleró el paso hasta perderse entre el pasillo agradeciendo que ese era el último día a bordo de Mauretania y por ende la última vez que vería a aquel insolente —aquel último pensamiento le causó una fuerte punzada en su corazón. Arggggg! Que le importaba aquello él era un insufrible —“te agrada no te hagas la tonta, ¿a quien tratas de engañar? Estás enfadada por la idea que no lo volveras a ver mas” —su yo interno le dijo.
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Jajajaja pobre Candy jajajaja
ay que bueno está esto!! 
duro y a la cabeza jeje...
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