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Desde la fundación K-G Amazonas de Terry —Haremos Arder El Cosmos Por Terry
La Respuesta De Candy
Capítulo III
By Rossy Castaneda
—Por favor ayúdeme, no quiero morir ahogada, no se nadar —gritaba la joven castaña.
—Sujétese fuerte, no la dejaré caer.
La joven castaña miró hacía abajo y un inmenso terror se apoderó de ella.
—No me quiero morir, no me quiero morir —gritaba con desesperación.
—Si no deja de moverse, no habrá nada que yo pueda hacer –le dijo la joven rubia mientras la sujetaba; y sabiendo que no podría resistir por mucho tiempo le preguntó:
—¿Cree que puede sostenerse sola de la valla por unos minutos en tanto voy por ayuda, no podré hacerlo sola?
—Lo intentaré —respondió la joven castaña —pero por favor dese prisa.
Candy asintió y salió a toda prisa en busca de ayuda. En el camino se encontró con Albert quien iba en su búsqueda.
—Albert.. Albert...ayuda.. —Con la respiración agitada, Candy inclinó su cuerpo hacía el frente sosteniendo su estómago que dolía a causo del gran esfuerzo que había hecho. En su interior reconoció que estaba realmente fuera de forma, hacía mucho no corría como lo había hecho en ese momento.
Albert la tomó de los hombros y miró a todos lados para ver si alguien la seguía, pero no había nadie en aquel lugar, salvo ellos dos.
—Cálmate pequeña, inhala, exhala —le decía el guapo rubio para tranquilizarla, no entendía nada la razón de su sobresalto.
—Albert necesitamos tu ayuda —dijo la rubia con la respiración un poco más acompasada.
—¿Quienes? —preguntó Albert ladeando el rostro.
—Sígueme —ordenó ella —no hay tiempo que perder.
Candy se echó a correr seguida por un confundido Albert.
—¡Por Dios! —gritó Albert al ver como una joven castaña se encontraba colgada de la valla de protección del transatlántico.
En el pasado, Albert había visto de todo, excepto a una loca tratando de saltar de un transatlántico en medio del océano. ¿Qué demonios le pasa a las damas de hoy? —se preguntó.
—Albert que haces ahí parado como estatua —Dijo Candy sacándolo de sus pensamientos —esa pobre chica necesita de nuestra ayuda no podemos permitir que caiga al mar.
—¡Pobre! —Albert bufó —una demente es lo que es, mira que lanzarse....
—No es lo que estás pensado —Candy lo interrumpió
—¡Ah No! —¿Entonces como explicas que esté colgada al otro lado de la valla de protección?
—¡Albert por Dios! —Deja de emitir un juicio sin saber los detalles de lo que realmente sucedió, te desconozco, tu no eres así —lo reprendió Candy.
Al sentirse como un niño regañado luego de hacer una travesura, Albert finalmente se acercó a la joven castaña quien se veía bastante agotada por el gran esfuerzo que hacía por sostenerse.
—Tranquila ya estamos aquí, le ayudaremos —le musitó Candy
—¡Gracias al cielo! —dijo la joven en cuanto escuchó la voz de Candy.
—Hazte a un lado Candy, yo me haré cargo —dijo el rubio sosteniendo uno de los brazos de la joven castaña.
—Por favor ayúdame no quiero morir ahogada, no sé nadar.
"Eso debió pensar antes de lanzarse" —pensó Albert.
—En ese caso, necesito que se tranquilice —le dijo Albert con suavidad para ganar confianza. —No podré evitar que caiga si sigue moviéndose de esa manera.
La suavidad en el tono de voz de aquel hombre hicieron que la joven castaña se relajara.
—De acuerdo —dijo más calmada.
—Extenderé mi otro brazo, cuando lo haga, necesito que se sujete con su otra mano ¿de acuerdo? —instruyó Albert al sentir como el agarré de ella se relajaba.
En cuanto las dos manos de ella sujetaron sus brazos, de un tirón, Albert la atrajo hacía él y por la fuerza aplicada, ambos terminaron en el suelo, quedando ella encima de él completamente inconsciente.
—Lo que me faltaba —masculló Albert —se ha desmayado
—Vamos a llevarla a mi habitación —dijo Candy —cuidaré de ella hasta que despierte.
Albert no estaba tan de acuerdo ¿ y si aquella demente chica intentaba hacerle algo a Candy?
—No creo que sea buena idea —dijo el rubio desde el suelo, soportando el peso del cuerpo de aquella loca suicida, sin prestar la más mínima atención de su rostro
—¿No pretenderás que la dejemos aquí en medio de la nada ¿verdad? —Candy lo fulminó con la mirada al tiempo que se cruzaba de brazos.
—¿Y si su familia la está buscando? —preguntó Albert para salir de la responsabilidad para con aquella loca.
—Puedes volver a este lugar en cuanto la dejes en mi habitación —respondió Candy encogiéndose de hombros.
—Está bien, se hará como dices —dijo Albert derrotado, para él no era algo nuevo la terquedad de Candy y sabía que cuando algo se le metía en la cabeza no había nada ni nadie que le impidiera llevarlo acabo y menos tratándose de un indefenso, por que sí, a la vista estaba que Candy veía como una criatura indefensa a la joven que yacía totalmente inconsciente sobre él, aplastándolo.
Con la joven demente en brazos, Albert ingresó a la habitación de Candy y recostó a la joven castaña en la cama.
Sus ojos azul cielo estuvieron a punto de salir de sus cuencas al reconocer a la que consideraba una demente luego que Candy removiera el cabello castaño que cubría su rostro.
¡Por Dios! —Aquello no podia ser cierto —la joven a quien acababa de salvarle la vida no era una demente como él creía sino la una de las mejores actrices de teatro de todo el Pais. Alguien a quien él admiraba y por quien algún día consideró su amor platónico. Su corazón se aceleró como un condenado adolescente. ¡Por Dios! él ya no lo era, tenía 36 años, era un hombre hecho y derecho cargado de muchas responsabilidades.
Candy lo observó detenidamente, y ante la falta de respuesta, palmeó frente a su rostro para hacerlo regresar de donde quiera que su hubiese ido.
—¿Te sientes bien Albert? —le preguntó Candy al advertir su semblante turbado.
—Es, es —comenzó a balbucear el rubio
—Si, si, ya sé, es una demente que trató de saltar del barco —Candy repitió sus palabras.
Albert negó con la cabeza
—Bueno si... digo no —se corrigió al instante —Es Roselyn Turner —dijo finalmente.
—¿La conoces? —le preguntó Candy imaginando que se trataba de la hija de algún socio.
—¡Por Dios! —Todo el mundo la conoce —dijo Albert incrédulo que ella no supiera nada de la chica que acababan de rescatar.
—Pues seré la excepción —dijo Candy colocando sales aromáticas en la nariz de la joven haciendo que esta volviera en sí interrumpido la charla que mantenía con Albert quien no salía de su asombro.
—¿Que me pasó? —preguntó la joven pasando las manos por su rostro.
—Estuvo a punto de caer del transatlántico —le recordó Candy.
—¡Oh Dios! —la joven cubrió su rostro con ambas manos al recordar aquel espantoso momento y comenzó a temblar.
—Tranquila, ya esta a salvo, ¿que fue lo que sucedió?
—Me encontraba disfrutando del aire fresco y de pronto me maree. —sus ojos se humedecieron.
Candy le dirigió una mirada a Albert, en donde el rubio pudo discernir claramente que le decía: "Te Lo Dije"
—Tranquila —Dijo Candy con suavidad —ya está a salvo.
—Y todo gracias a usted y a su esposo.
Ante el repentino ataque de tos de Albert por las palabras de la joven frente a ella, Candy se echó a reír.
—Yo no hice nada —dijo Candy con una cálida sonrisa —fue él quien realmente la salvó y por cierto no es mi esposo sino mi hermano.
—¿Su..Su... hermano? —se ruborizó
—Si —respondió Candy guiñándole un ojo —es muy apuesto y está soltero —agregó la rubia al ver como ella se había sonrojado.
—Disculpa, creí que... —otro sonrojo evitó que siguiera hablando.
—Está bien, descuide —Candy tomó una de sus manos —su familia debe estar muy procurada por usted, si nos permite, podemos acompañarla para que se reúna con ellos.
—No hace falta —respondió ella tras reponerse —viajo solo con mi asistente.
—Pues a esta hora su asistente debe de estar buscándola por todos lados.
—No lo creo, Isabell debe estar bien entretenida —dijo recordando a su hermana menor quien hacia el rol de su asistente desde hacia unos años.
—En ese caso puede tomar la merienda con nosotros ¿verdad Candy?.
—¡Eh! —musitó Candy atónita por la propuesta de Albert
—No me gustaría causar molestias, apenas nos conocemos.
—Eso tiene solución. Yo soy William Albert Ardley —se presentó el rubio tomando la mano de la joven y depositando un beso en su dorso provocando un fuerte rubor en las mejillas de la castaña.
—Yo soy Candy
—Roselyn Turner —Se presentó ella —Encantada de conocerlos, aunque por mi descuido las circunstancias han sido las peores —esbozó una sonrisa —y por favor, pueden tutearme, me harán sentir menos mayor de lo que en realidad soy.
Candy sonrió
—No te disculpes fue un lamentable accidente.
Luego de las explicaciones y las presentaciones, Roselyn aceptó finalmente la invitación de los dos rubios que le habían salvado la vida. Todo marchaba tan bien hasta que llegaron al comedor del Transatlántico. Roselyn estuvo a punto de sufrir una baja de presión ante los que sus ojos color miel vieron a la distancia.
—¡Oh Dios Mio! —Musitó cubriendo su rostro y tambaleándose .
—¿Te sientes mal? ¿Has vuelto a marearte?, será mejor que le preguntemos al capitán si hay algún médico a bordo —dijo Candy sosteniéndola.
—Lo que necesito es tomar algo fuerte, —¡por todos los cielos!, un día de estos va a matarme de una vergüenza.
Albert y Candy se miraron uno al otro sin comprender a que se refería Roselyn.
El grito de alguien a quien ellos conocían muy bien los hizo quitar la mirada de Roselyn y dirigirla al lugar de donde provenía.
—Eres una estúpida insolente, me has echado a perder mi vestido, ahora deberas pagarlo.
—Y usted es una solterona amargada —respondió una joven castaña de ojos almendrados —y para que lo sepa, no voy a pagarle nada, ya me he disculpado con usted, lo sucedido fue un accidente —dijo con mirada inocente
—¿Accidente? —Elisa casi escupió la palabras —lo has hecho a propósito porque te dije que esta era mi mesa.
—Yo jamás haría tal cosa —respondió la joven con una exagerada exclamación —he tropezado mientras me levantaba de su mesa—dijo tomando una servilleta y comenzando a limpiar el vestido.
—Mira lo que has hecho estúpida —Elisa estaba furiosa, la pequeña mancha se había esparcido por toda la tela color marfil de la falda de su vestido.
—Solo trataba de limpiar un poco —se excusó la joven con cara de inocencia, aunque por dentro reía a carcajadas. La verdad era que no había tropezado cuando se levantó de la mesa. Como venganza, fingió que trastabillaba derramando a propósito su taza de te caliente sobre aquella engreídas chica que le dijo que esa era su mesa y que por lo tanto debía moverse ¿Quien demonios se creía aquella pelos de zanahoria para darle órdenes? . Y luego hizo como si iba a limpiar su desastre, pero en realidad su intención era esparcir la pequeña mancha por el resto de la fina tela de la falda de aquella arrogante y antipática pelos de zanahoria.
Las carcajadas de Archie, Niel y la risa contenida de Annie de cinco meses de embarazo, enfurecieron más a Elisa.
—De que demonios se ríen —espetó furiosa.
—Oh vamos Elisa, la señorita ya se ha disculpado contigo e incluso ha intentado ayudarte —Archie estalló en carcajadas al ver el desastre en la falda de Elisa.
—¿Ayudarme? —¿de que demonios hablas? —lo ha empeorado todo, y estoy segura que lo ha hecho a propósito —Elisa lo fulminó con la mirada y se dirigió a Niel —¿Niel has algo?
—¡Oh vamos Elisa!, deja el drama, regresa a tu habitación y cámbiate —dijo Niel suspirando.
Al no encontrar apoyo en quien en el pasado fuera su cómplice, Elisa comenzó a lanzar todo tipo de improperios. Desde el compromiso fallido con Candice, para su desgracia, su hermano había cambiado radicalmente. Durante la visita de los Ardley a Florida para la inauguración de uno de los hoteles de su padre, el maldito ex vagabundo había obligado a su madre a disculparse públicamente con aquella maldita huérfana. Ver a su madre humillada de aquella manera la enfureció y buscó la ayuda de su hermano para vengarse de aquella humillación pública hecha a su madre, pero el muy cretino se negó a ayudarla, diciéndole que dejará de una vez a Candice en paz y que se dedicara a vivir su vida al margen de la de ella de lo contrario se convertiría en una amargada solterona. Algo que no hizo. —Idiota, ¿Como se atrevía a decirle aquellas cosas?
—Isabell
La susodicha se giró y se encontró con la mirada fulminate de su hermana mayor.
Isabell Turner, era la hermana menor de Roselyn Turner; y fue la razón por la que la actriz se alejó del medio artístico por algún tiempo.
Tras la muerte de sus padres, la joven Isabell de apenas 15 años, fue a parar a una casa hogar, de donde después de un año de lucha constante, Roselyn consiguió sacarla de aquel lugar al ganar su custodia luego de comprobar que su pequeña hermana era maltratada física y psicológicamente por algunos encargados de aquel lugar el cual fue clausurado luego de su disputa legal.
Cuando Isabell cumplió los dieciocho años, Roselyn, volvió a los escenarios en donde su hermana hacía la función de su asistente, aquella fue la manera que Roselyn encontró para tenerla siempre cerca de ella y protegerla, pagándole un sueldo por su trabajo, por supuesto. Isabell resultó ser una excelente asistente, en los seis años como su asistente personal, le tenía todo sus asuntos al corriente y nada se le escapaba, pero no todo era perfecto. Su pequeña hermana era de armas tomar. Sabía como cobrarse cualquier desplante que le hicieran y la joven pelirroja frente a ella era la prueba clara que así era.
—Hola Rose —Isabell mostró una sonrisa inocente.
—¿Roselyn Turnes? —los ojos de Niel y Archie estuvieron a punto de salir de sus cuencas.
La Respuesta De Candy
Capítulo III
By Rossy Castaneda
—Por favor ayúdeme, no quiero morir ahogada, no se nadar —gritaba la joven castaña.
—Sujétese fuerte, no la dejaré caer.
La joven castaña miró hacía abajo y un inmenso terror se apoderó de ella.
—No me quiero morir, no me quiero morir —gritaba con desesperación.
—Si no deja de moverse, no habrá nada que yo pueda hacer –le dijo la joven rubia mientras la sujetaba; y sabiendo que no podría resistir por mucho tiempo le preguntó:
—¿Cree que puede sostenerse sola de la valla por unos minutos en tanto voy por ayuda, no podré hacerlo sola?
—Lo intentaré —respondió la joven castaña —pero por favor dese prisa.
Candy asintió y salió a toda prisa en busca de ayuda. En el camino se encontró con Albert quien iba en su búsqueda.
—Albert.. Albert...ayuda.. —Con la respiración agitada, Candy inclinó su cuerpo hacía el frente sosteniendo su estómago que dolía a causo del gran esfuerzo que había hecho. En su interior reconoció que estaba realmente fuera de forma, hacía mucho no corría como lo había hecho en ese momento.
Albert la tomó de los hombros y miró a todos lados para ver si alguien la seguía, pero no había nadie en aquel lugar, salvo ellos dos.
—Cálmate pequeña, inhala, exhala —le decía el guapo rubio para tranquilizarla, no entendía nada la razón de su sobresalto.
—Albert necesitamos tu ayuda —dijo la rubia con la respiración un poco más acompasada.
—¿Quienes? —preguntó Albert ladeando el rostro.
—Sígueme —ordenó ella —no hay tiempo que perder.
Candy se echó a correr seguida por un confundido Albert.
—¡Por Dios! —gritó Albert al ver como una joven castaña se encontraba colgada de la valla de protección del transatlántico.
En el pasado, Albert había visto de todo, excepto a una loca tratando de saltar de un transatlántico en medio del océano. ¿Qué demonios le pasa a las damas de hoy? —se preguntó.
—Albert que haces ahí parado como estatua —Dijo Candy sacándolo de sus pensamientos —esa pobre chica necesita de nuestra ayuda no podemos permitir que caiga al mar.
—¡Pobre! —Albert bufó —una demente es lo que es, mira que lanzarse....
—No es lo que estás pensado —Candy lo interrumpió
—¡Ah No! —¿Entonces como explicas que esté colgada al otro lado de la valla de protección?
—¡Albert por Dios! —Deja de emitir un juicio sin saber los detalles de lo que realmente sucedió, te desconozco, tu no eres así —lo reprendió Candy.
Al sentirse como un niño regañado luego de hacer una travesura, Albert finalmente se acercó a la joven castaña quien se veía bastante agotada por el gran esfuerzo que hacía por sostenerse.
—Tranquila ya estamos aquí, le ayudaremos —le musitó Candy
—¡Gracias al cielo! —dijo la joven en cuanto escuchó la voz de Candy.
—Hazte a un lado Candy, yo me haré cargo —dijo el rubio sosteniendo uno de los brazos de la joven castaña.
—Por favor ayúdame no quiero morir ahogada, no sé nadar.
"Eso debió pensar antes de lanzarse" —pensó Albert.
—En ese caso, necesito que se tranquilice —le dijo Albert con suavidad para ganar confianza. —No podré evitar que caiga si sigue moviéndose de esa manera.
La suavidad en el tono de voz de aquel hombre hicieron que la joven castaña se relajara.
—De acuerdo —dijo más calmada.
—Extenderé mi otro brazo, cuando lo haga, necesito que se sujete con su otra mano ¿de acuerdo? —instruyó Albert al sentir como el agarré de ella se relajaba.
En cuanto las dos manos de ella sujetaron sus brazos, de un tirón, Albert la atrajo hacía él y por la fuerza aplicada, ambos terminaron en el suelo, quedando ella encima de él completamente inconsciente.
—Lo que me faltaba —masculló Albert —se ha desmayado
—Vamos a llevarla a mi habitación —dijo Candy —cuidaré de ella hasta que despierte.
Albert no estaba tan de acuerdo ¿ y si aquella demente chica intentaba hacerle algo a Candy?
—No creo que sea buena idea —dijo el rubio desde el suelo, soportando el peso del cuerpo de aquella loca suicida, sin prestar la más mínima atención de su rostro
—¿No pretenderás que la dejemos aquí en medio de la nada ¿verdad? —Candy lo fulminó con la mirada al tiempo que se cruzaba de brazos.
—¿Y si su familia la está buscando? —preguntó Albert para salir de la responsabilidad para con aquella loca.
—Puedes volver a este lugar en cuanto la dejes en mi habitación —respondió Candy encogiéndose de hombros.
—Está bien, se hará como dices —dijo Albert derrotado, para él no era algo nuevo la terquedad de Candy y sabía que cuando algo se le metía en la cabeza no había nada ni nadie que le impidiera llevarlo acabo y menos tratándose de un indefenso, por que sí, a la vista estaba que Candy veía como una criatura indefensa a la joven que yacía totalmente inconsciente sobre él, aplastándolo.
Con la joven demente en brazos, Albert ingresó a la habitación de Candy y recostó a la joven castaña en la cama.
Sus ojos azul cielo estuvieron a punto de salir de sus cuencas al reconocer a la que consideraba una demente luego que Candy removiera el cabello castaño que cubría su rostro.
¡Por Dios! —Aquello no podia ser cierto —la joven a quien acababa de salvarle la vida no era una demente como él creía sino la una de las mejores actrices de teatro de todo el Pais. Alguien a quien él admiraba y por quien algún día consideró su amor platónico. Su corazón se aceleró como un condenado adolescente. ¡Por Dios! él ya no lo era, tenía 36 años, era un hombre hecho y derecho cargado de muchas responsabilidades.
Candy lo observó detenidamente, y ante la falta de respuesta, palmeó frente a su rostro para hacerlo regresar de donde quiera que su hubiese ido.
—¿Te sientes bien Albert? —le preguntó Candy al advertir su semblante turbado.
—Es, es —comenzó a balbucear el rubio
—Si, si, ya sé, es una demente que trató de saltar del barco —Candy repitió sus palabras.
Albert negó con la cabeza
—Bueno si... digo no —se corrigió al instante —Es Roselyn Turner —dijo finalmente.
—¿La conoces? —le preguntó Candy imaginando que se trataba de la hija de algún socio.
—¡Por Dios! —Todo el mundo la conoce —dijo Albert incrédulo que ella no supiera nada de la chica que acababan de rescatar.
—Pues seré la excepción —dijo Candy colocando sales aromáticas en la nariz de la joven haciendo que esta volviera en sí interrumpido la charla que mantenía con Albert quien no salía de su asombro.
—¿Que me pasó? —preguntó la joven pasando las manos por su rostro.
—Estuvo a punto de caer del transatlántico —le recordó Candy.
—¡Oh Dios! —la joven cubrió su rostro con ambas manos al recordar aquel espantoso momento y comenzó a temblar.
—Tranquila, ya esta a salvo, ¿que fue lo que sucedió?
—Me encontraba disfrutando del aire fresco y de pronto me maree. —sus ojos se humedecieron.
Candy le dirigió una mirada a Albert, en donde el rubio pudo discernir claramente que le decía: "Te Lo Dije"
—Tranquila —Dijo Candy con suavidad —ya está a salvo.
—Y todo gracias a usted y a su esposo.
Ante el repentino ataque de tos de Albert por las palabras de la joven frente a ella, Candy se echó a reír.
—Yo no hice nada —dijo Candy con una cálida sonrisa —fue él quien realmente la salvó y por cierto no es mi esposo sino mi hermano.
—¿Su..Su... hermano? —se ruborizó
—Si —respondió Candy guiñándole un ojo —es muy apuesto y está soltero —agregó la rubia al ver como ella se había sonrojado.
—Disculpa, creí que... —otro sonrojo evitó que siguiera hablando.
—Está bien, descuide —Candy tomó una de sus manos —su familia debe estar muy procurada por usted, si nos permite, podemos acompañarla para que se reúna con ellos.
—No hace falta —respondió ella tras reponerse —viajo solo con mi asistente.
—Pues a esta hora su asistente debe de estar buscándola por todos lados.
—No lo creo, Isabell debe estar bien entretenida —dijo recordando a su hermana menor quien hacia el rol de su asistente desde hacia unos años.
—En ese caso puede tomar la merienda con nosotros ¿verdad Candy?.
—¡Eh! —musitó Candy atónita por la propuesta de Albert
—No me gustaría causar molestias, apenas nos conocemos.
—Eso tiene solución. Yo soy William Albert Ardley —se presentó el rubio tomando la mano de la joven y depositando un beso en su dorso provocando un fuerte rubor en las mejillas de la castaña.
—Yo soy Candy
—Roselyn Turner —Se presentó ella —Encantada de conocerlos, aunque por mi descuido las circunstancias han sido las peores —esbozó una sonrisa —y por favor, pueden tutearme, me harán sentir menos mayor de lo que en realidad soy.
Candy sonrió
—No te disculpes fue un lamentable accidente.
Luego de las explicaciones y las presentaciones, Roselyn aceptó finalmente la invitación de los dos rubios que le habían salvado la vida. Todo marchaba tan bien hasta que llegaron al comedor del Transatlántico. Roselyn estuvo a punto de sufrir una baja de presión ante los que sus ojos color miel vieron a la distancia.
—¡Oh Dios Mio! —Musitó cubriendo su rostro y tambaleándose .
—¿Te sientes mal? ¿Has vuelto a marearte?, será mejor que le preguntemos al capitán si hay algún médico a bordo —dijo Candy sosteniéndola.
—Lo que necesito es tomar algo fuerte, —¡por todos los cielos!, un día de estos va a matarme de una vergüenza.
Albert y Candy se miraron uno al otro sin comprender a que se refería Roselyn.
El grito de alguien a quien ellos conocían muy bien los hizo quitar la mirada de Roselyn y dirigirla al lugar de donde provenía.
—Eres una estúpida insolente, me has echado a perder mi vestido, ahora deberas pagarlo.
—Y usted es una solterona amargada —respondió una joven castaña de ojos almendrados —y para que lo sepa, no voy a pagarle nada, ya me he disculpado con usted, lo sucedido fue un accidente —dijo con mirada inocente
—¿Accidente? —Elisa casi escupió la palabras —lo has hecho a propósito porque te dije que esta era mi mesa.
—Yo jamás haría tal cosa —respondió la joven con una exagerada exclamación —he tropezado mientras me levantaba de su mesa—dijo tomando una servilleta y comenzando a limpiar el vestido.
—Mira lo que has hecho estúpida —Elisa estaba furiosa, la pequeña mancha se había esparcido por toda la tela color marfil de la falda de su vestido.
—Solo trataba de limpiar un poco —se excusó la joven con cara de inocencia, aunque por dentro reía a carcajadas. La verdad era que no había tropezado cuando se levantó de la mesa. Como venganza, fingió que trastabillaba derramando a propósito su taza de te caliente sobre aquella engreídas chica que le dijo que esa era su mesa y que por lo tanto debía moverse ¿Quien demonios se creía aquella pelos de zanahoria para darle órdenes? . Y luego hizo como si iba a limpiar su desastre, pero en realidad su intención era esparcir la pequeña mancha por el resto de la fina tela de la falda de aquella arrogante y antipática pelos de zanahoria.
Las carcajadas de Archie, Niel y la risa contenida de Annie de cinco meses de embarazo, enfurecieron más a Elisa.
—De que demonios se ríen —espetó furiosa.
—Oh vamos Elisa, la señorita ya se ha disculpado contigo e incluso ha intentado ayudarte —Archie estalló en carcajadas al ver el desastre en la falda de Elisa.
—¿Ayudarme? —¿de que demonios hablas? —lo ha empeorado todo, y estoy segura que lo ha hecho a propósito —Elisa lo fulminó con la mirada y se dirigió a Niel —¿Niel has algo?
—¡Oh vamos Elisa!, deja el drama, regresa a tu habitación y cámbiate —dijo Niel suspirando.
Al no encontrar apoyo en quien en el pasado fuera su cómplice, Elisa comenzó a lanzar todo tipo de improperios. Desde el compromiso fallido con Candice, para su desgracia, su hermano había cambiado radicalmente. Durante la visita de los Ardley a Florida para la inauguración de uno de los hoteles de su padre, el maldito ex vagabundo había obligado a su madre a disculparse públicamente con aquella maldita huérfana. Ver a su madre humillada de aquella manera la enfureció y buscó la ayuda de su hermano para vengarse de aquella humillación pública hecha a su madre, pero el muy cretino se negó a ayudarla, diciéndole que dejará de una vez a Candice en paz y que se dedicara a vivir su vida al margen de la de ella de lo contrario se convertiría en una amargada solterona. Algo que no hizo. —Idiota, ¿Como se atrevía a decirle aquellas cosas?
—Isabell
La susodicha se giró y se encontró con la mirada fulminate de su hermana mayor.
Isabell Turner, era la hermana menor de Roselyn Turner; y fue la razón por la que la actriz se alejó del medio artístico por algún tiempo.
Tras la muerte de sus padres, la joven Isabell de apenas 15 años, fue a parar a una casa hogar, de donde después de un año de lucha constante, Roselyn consiguió sacarla de aquel lugar al ganar su custodia luego de comprobar que su pequeña hermana era maltratada física y psicológicamente por algunos encargados de aquel lugar el cual fue clausurado luego de su disputa legal.
Cuando Isabell cumplió los dieciocho años, Roselyn, volvió a los escenarios en donde su hermana hacía la función de su asistente, aquella fue la manera que Roselyn encontró para tenerla siempre cerca de ella y protegerla, pagándole un sueldo por su trabajo, por supuesto. Isabell resultó ser una excelente asistente, en los seis años como su asistente personal, le tenía todo sus asuntos al corriente y nada se le escapaba, pero no todo era perfecto. Su pequeña hermana era de armas tomar. Sabía como cobrarse cualquier desplante que le hicieran y la joven pelirroja frente a ella era la prueba clara que así era.
—Hola Rose —Isabell mostró una sonrisa inocente.
—¿Roselyn Turnes? —los ojos de Niel y Archie estuvieron a punto de salir de sus cuencas.
y vaya, que también Neal se pasó al bando de los buenos 
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