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Las Divinas Místicas defendiendo al Bombón Inglés con Uñas y Dientes
Directo Al Corazón Cap. I
By Rossy Castaneda—Bienvenido a America Grantchester —su amigo lo recibió con un fuerte apretón de mano.
—Gracias Anthony, es bueno volver al lugar que me vio nacer después de tantos años —Respondió el guapo Inglés con una sonrisa.
—Ah si, es cierto, tu naciste aquí en New York, lo había olvidado —Anthony se rascó la cabeza y rió.
Ambos jóvenes ingresaron al carruaje que aguardaba por ellos y se dirigieron a la Mansion Ardley.
Por la ventana Terry observaba la ciudad, todo lucía tan diferente de lo que recordaba. ¿Pues como no? Ya han pasado mas de 20 años tonto —su yo interno se burló.
Y era cierto, tenía a penas cuatro años cuando su madre finalmente renunció a su carrera actoral y se centró en su rol de Duquesa de Grantchester. —suspiró para sus adentros —Su madre le había contado como era su vida antes y a él le parecía lo mas fascinante. De adolescente leía las obras de Shakespeare y se memorizó la gran mayoría de ellas, en especial Romeo y Julieta, un amor que nació entre dos jóvenes que pertenecían a dos familias que se odiaban a muerte. Su favorita por cierto. ¿Cuanto le hubiese gustado disfrutar de aquel habiente? Pero no! A él le había tocado vivir bajo un estricto régimen que marcaba la aristocracia en donde su vida y sus actos debían ser intachables. Algo por lo demas aburrido y frustrante para un joven de su edad y mas ahora que a su padre se le había ocurrido la formidable idea que ya era hora que buscara entre las jovencitas aristócratas una que fuera la adecuada para desposarla. Le había dado un plazo para que lo hiciera por su cuenta y pasado ese tiempo si no lo lograba, él, su padre lo haría..¡Por Dios! —él no era un niño a quien debían decirle que hacer y que no. Durante años lo toleró, pero ahora a sus veinticuatro años, no lo haría mas, mandaría todo al diablo y si tenia que renunciar a su apellido por ser él mismo, lo haría encantado de la vida, estaba harto de la monotonía de aquel habiente superficial de la aristocracia en donde las personas te sonreían cuando estaban frente a ti y tan pronto les dabas la espalda, como hienas te devoraban con sus afiladas lenguas viperinas.
—Es hermosa ¿verdad? —dijo Anthony sacándolo de sus pensamientos.
—Es realmente fascinante —respondió él con un brillo en sus ojos.
—Y deja que veas Broadway —dijo Anthony con una sonrisa al recordar que alguna vez Terry le contó que soñaba con ser un actor de teatro algún día —Tengo dos boletos para el estreno de Antonio y Cleopatra —sonrió —pero antes que eso suceda debemos prepararnos para la fiesta de cumpleaños de la complicada de mi hermana.
—¿En verdad lo es, o es una exageración tuya? —preguntó Terry incrédulo.
—Deja que la conozcas y entonces me darás la razón—respondió Anthony apoyando su cabeza en el respaldo del asiento —Su mal humor ha incrementado desde que, a su regreso de Londres, la Tia abuela Elroy le dijo que aprendiera de sus amiga, que ya era hora de que ella también buscara un pretendiente entre los chicos de edad casadera o ella se encargaría de hacerlo.
Terry suspiró. Entendía perfectamente el sentir de aquella pobre chica, pues él estaba en la misma situación.
—¿Y tu hermano Albert que dice? —preguntó el castaño después de unos segundos.
—Él apoya a Candy totalmente.
—Por lo menos —siseó Terry entre dientes —yo hubiera deseado tener a un hermano mayor tan comprensivo —suspiró.
—Pero estás aquí —Anthony palmeó su hombro —podrás hacer todo lo que te plazca lejos de las miradas de la aristocracia —rió pícaramente.
—Tienes razón —Terry se unió a su risa —por fin me siento libre y haré lo que se me plazca sin rendirle explicaciones a nadie, tu invitación no pudo ser mas oportuna.
—Me debes una ¡eh! —Ambos rieron.
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Enfurecida y mal humorada por la sentencia de su Tia, Candy caminaba a grandes zancadas para estar lo mas lejos posible de aquella asfixiante casa.
¿Quien se creía su Tía para decirle aquellas cosas? —¡Por Dios! Ella ya no era una niña, tenía veintitrés años y podía hacer con su vida lo que le placiera y unir su vida a en matrimonió por conveniencia no entraba en sus planes. Ella era testigo ocular de los desastroso que aquella práctica entre los miembros de la alta sociedad. ¡Oh no! Ella no se uniría a nadie sin amor. Su Tía le repetía cada vez que tenía la oportunidad, que aprendiera de sus amigas que estaban comprometidas con sus primos Stair y Archie. ¡Por Dios! — eso era precisamente lo que ella estaba haciendo. El compromiso entre su amigas y sus queridos primos era POR AMOR Y NO POR CONVENIENCIA , ¿es que acaso era tan difícil de discernir ? —Bastaba solo ver la manera como se miraban cuando creían que nadie lo observaba, para comprender lo mucho que se amaban.
Se dejó caer en el pasto dejando a un lado todos sus modales de dama de sociedad.
Si su Tía Elroy la mirara, le daría un paro cardíaco —rió —estaba segura cuales serian sus palabras.
"Candice, eso no es propio de una dama" —imitó sus movimientos.
Tonterías, todo las reglas que marcaba la sociedad eran solo eso.. TON —TE —RI —AS repitió pausadamente —todos eran unos hipócritas que escondían su verdadero sentir por temor a ser criticados por expresar lo que realmente pensaban. —¡Bah! —Bufó —ella no seguiría esas tontas normas. Ella era un alma libre. Siempre lo fue y las cosas no tenían porque cambiar a estas alturas de su vida. Si su Tía insistía con aquella tontería de buscarle marido, no le dejaría mas opción que revelarse abiertamente a ella. Hablaría con Albert y lo pondría al tanto de lo que su Tía pretendía hacer. Él siempre la apoyaba y esta vez no tendría por que ser diferente ¿ o si? —negó con la cabeza —no, Albert sería la última persona que fallaría —se mordió el labio inferior, necesitaba estar preparada por si lo hacía —Bien, si su hermano mayor quien era su tabla de salvación le fallaba, no le dejaría otra opción que buscar su propio camino.
—Eso es —se dijo poniéndose de pie —buscaría su propio camino con o sin el apoyo de su familia, lo haría.
Con aquello en mente, Candy emprendió su camino de regreso a casa, en donde estaba segura le esperaba una reprimenda, por haber salido de aquella manera cuando lo que debía haber hecho era prepararse para la fiesta de su cumpleaños número veintitrés.
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Tal y como lo predijo, su Tía la recibió con el mismo parloteo el cual ignoró y se limitó a sonreírle de manera forzada para que no advirtiera nada y no truncara sus planes de libertad. No tenía de otra mas que mostrarse sumisa y complaciente esa noche, porque a partir de ahí las cosas cambiarían y ella tomaría las riendas de su vida.
—Candice, un día de estos me matarás de un disgusto
—Lo lamento Tia Elroy, no volverá a pasar.
—Eso espero niña —siseó la mujer —esta noche debes mostrar tus buenos modales, no se te ocurra hacer ninguna tontería ¿te ha quedado claro?
—Si Tía Elroy, me ha quedado claro.
—Eso espero niña, no toleraré que hagas una de las tuyas, William te ha malcriado demasiado.
—Si Tia Elroy, haré todo lo que me ha pedido..
—¡Ah! Lo olvidaba, Anthony a invitado a un amigo suyo, espero te comportes como una dama y seas amable con él — ¿es mucho pedirte eso?
—Si Tía Elroy seré amable con el amigo de Anthony..
—Eso espero —Elroy entrecerró los ojos —Algo andaba mal, su sobrina estaba actuando demasiado sumisa —ahora sube a tu habitación, enviaré a Dorothy para que te asista con tu arreglo personal, debes lucir radiante.
—Si Tia Elroy, se hará como usted decida.
Mientras subía las escaleras, Candy suspiró ..Que difícil era ser sumisa y aparentar ser alguien que no era en realidad.. pero su libertad bien merecía aquel pequeño sacrificio.
Arggggg! —Cuanto extrañaba Chicago, en especial Lakewood en donde podía andar libremente siendo ella misma y no una chica superficial y hueca, pero aquello estaba por llegar a su fin —sonrió al imaginar el sin número de aventuras que viviría después de esa tortuosa noche.
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Tal y como lo había prometido, Candy hizo uso de todos los años de enseñanzas del Real Colegio San Pablo, sobre el comportamiento de una dama. Saludaba de manera apropiada, respondía de manera correcta cuando le era requerido, mostraba una sonrisa encantadora. Aunque al decir verdad, de tanto hacerlo, ya le dolían los músculos de su encantador rostro.
Cuando le presentaron al amigo de su hermano, hizo una perfecta reverencia y le sonrió de manera encantadora. Fue amable con él en todo tiempo, aceptó su invitación a unas cuantas piezas de baile y le sonría de manera amistosa.
Cansada de ser quien no era, salió del salon de baile que se encontraba abarrotado por todo tipo de gorrones que no hacían mas que tragar y beber todo cuanto se les cruzaba.
Dirigió sus pasos al balcón. Soltó su cabello de aquel ajustado peinado y dejó que este cayera libremente por su espalda. Extendió sus manos y aspiró el aire con total libertad.
—Ahh! Que bien se siente —dijo sosteniéndose de la barandilla del balcón
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Cuando ingresó al salon de baile, su mirada se cruzó con la suya. Por Dios! Era la chica mas hermosa dentro de aquel salon de baile, su sonrisa era realmente encantadora y era capaz de mantener una amena charla.
Sus ojos azules contemplaron su silueta, realmente era una preciosura, una parte muy reservada de su anatomía dio un brinquito de aprobación. Reprendió aquellos pensamientos, él no estaba ahí para buscar esposa sino para divertirse, tenía una vida por delante la cual quería disfrutar a su gusto.
Casi se fue de bruces cuando su amigo Anthony se la presentó
—Terrence, ella es mi molesta hermana Candice Ardley
Ella fulminó a su hermano con la mirada y luego lo miró a él e hizo una perfecta reverencia y lo saludó respetuosamente
—Encantada de conocerle.....
—Terrence, Terrence Grantchester —se presentó él tomando su mano, depositando un beso en su dorso enguantado y mirándola a los ojos..—!que ojos! —pensó —..¿La hermana de Anthony soltera para siempre? ¡Qué desperdicio! Pensó tras ver con discreción su cuerpo..—era realmente hermoso, tentador —removió la cabeza para ahuyentar los recuerdos de la primera impresión que aquella joven le dio.
Cuando Anthony se refería a ella y su resistencia a casarse, se la imaginó diferente, algo por demás muy lejos de la realidad.
—Hola
Terry giró su rostro para ver quien lo saludaba. Maldijo internamente, pues desde su llegada aquella chica rubia de ojos azules no paraba de batir sus pestañas y abanicar su rostro con coquetería.
—¿Me invitas una pieza de baile?
—Lo siento milady, soy un mal bailarín
—No me lo pareció cuando bailaba con Candice.
Sin quedarle otra salida Terry aceptó su mano extendida y la llevó a la pista de baile.
—¡Aush! —Se quejó ella.
—Lo lamentó milady, pero le advertí que era un pésimo bailarín
—Ahora me doy cuenta que no mentía —dijo la chica enarcando una ceja.
Cuando la pieza de baile terminó, Terry la acompañó.
—Lamento los pisotones.
—Esta bien —respondió ella coquetamente —Mi nombre es Susana Marlowe —se presentó
Y a mi que me importa quien seas —pensó Terry pero se obligó a sonreír
—Encantado de conocerle milady, Terrence....—se detuvo para lugo agregar —Graham, soy Terrence Graham.
—¿Es usted soltero? —le preguntó.
Que diantres le importaba su estado civil —pensó el castaño.
—¿Tiene alguna relevancia si lo soy o no? —preguntó enarcando una ceja.
—No por supuesto —respondió ella abanicando exageradamente sus pestañas.
Al ver que la chica comenzaba a parlotear, Terry se disculpó con ella.
—Si me disculpa, debo retirarme ahora, necesito respirar un poco de aire fresco.
—Puedo acompañarlo al jardín —se ofreció ella.
—No gracias —Terry miró abierta la puerta que llevaba al balcón —Alguien aguarda por mi —guiño un ojo antes de retirarse y dejar a Susana suspirando..
—Que chica tan empalagosa —se dijo para sí mientras avanzaba.
Mientras caminaba entre la multitud, Terry cochó con algo o mejor dicho alguien. Se giró y se encontró con dos mujeres, una mayor y una joven.
—Es nuevo en la ciudad ¿verdad?
—Si —respondió Terry —bueno de echo he venido de Londres.
—Londres —la mas joven suspiró
—¿y que le ha traído a America teniendo lugares tan impresionantes allá? —dijo la mayor.
Terry rodó los ojos mentalmente.
—America también los tiene o ¿me equivoco?
—Bueno si, pero nada comparado a Londres —la anciana se encogió de hombros.
—¿Es usted soltero? —le preguntó.
¡Por todos los cielos! ¿Es que acaso las damas dentro de aquella fiesta no tenían otra pregunta que formular? —pensó
—A que debo el interés de su pregunta bella dama —gesticuló forzando una sonrisa.
—Ah bueno, hay muchas chicas disponible y sin duda usted sería un exelente partido para cualquiera.
Terry retrocedió..
¿En realidad había escuchado aquellas palabras?
—Lo siento milady, pero el matrimonio no está en mis planes.
—Pues debería, un hombre necesita despertar junto al caliente cuerpo de una mujer.
—¡Abuela! —Dijo la joven azorada abanicando su sonrojado rostro.
—Tal vez —respondió Terry —pero en lo que a mi respecta no me hace falta.
—No fue eso lo que percibí mientras devoraba con la mirada a Candice.
La hubiera querido devorar con otra cosa mas que con su mirada. ¡Ay no! —Se reprendió. ¿Que demonios estaba pensando?
—No sé de que habla, señora...
—O'brian, Martha O'brian y ella es mi preciosa nieta Patricia. —se presentó.
Terry hizo una reverencia y besó de manera caballerosa el dorso de sus manos.
—¿Es usted la prometida de Stair?
—¿Lo conoce? —preguntó la chica.
—Si, fuimos compañeros en Oxford —respondió el castaño con una genuina sonrisa—Ahora si me disculpan, debo retirarme.
—Candice es muy hermosa y está en edad casadera —dijo la abuela Martha con picardía guiñándole un ojo.
Muy hermosa —pensó Terry y suspiró involuntariamente provocando que la abuela Martha riera
¡Diablos! —se reprendió una vez más —debía de deja de pensar en la preciosa hermana de Anthony
—Hasta donde tengo entendido por su hermano Anthony, a la señorita Ardley no le interesa el matrimonio.
—Bueno será porque aun no aparece el candidato adecuado —dijo la abuela Martha con una traviesa risilla.
Terry se giró dispuesto a retirarse. ¡Por Dios! —necesitaba alejarse lo antes posible de aquella atrevida y picara anciana.
—Candice es muy afortunada
Terry aceleró el paso para alejarse de una vez y escuchó como la señora Martha O'brian reía entre dientes.
Al atravesar la puerta del balcón —sus ojos se abrieron al ver en la oscuridad de aquel discreto lugar la silueta de una dama, que alzaba sus manos y aspiraba el aire fresco de la noche. Hizo un recorrido a la figura femenina frente a él.
Cabellera larga y ondulada, con un poco de luz que se filtró en ese momento advirtió que era rubia. Hombros angostos al igual que su cintura, sus caderas condenadamente encantadoras. ¿Como será su rostro? —su curiosidad se despertó.
Extendió su mano para tocarla y entonces... ella se giró y dio un respingo. Al hacerlo trastabilló y estaba a punto de caer de bruces y para evitarlo, se agarró de su corbata con tanta fuerza que ambos cayeron sobre unos arbustos al otro lado del balcón.
Sentir su delicioso cuerpo debajo del suyo, provocó que una parte de la anatomía de Terry diera muestras de vida.
Ella, alzó la rodilla dispuesta a golpear sus nueces, algo que él advirtió y pudo evitarlo sujetándole la rodilla con fuerza y al hacerlo sintió la suavidad de su piel.
—¿Que demonios cree que hace? —protestó ella en la oscuridad de la noche —me está aplastando —intentó removerlo pero no consiguió moverlo ni un ápice.
—¡Ay no! Esto no me puede estar ocurriendo a mi, no esta noche —protestó ella al escuchar la voz de dos de las reporteras mas chismosas de todo el país, si la descubrían en aquella escena tan comprometedora, sus planes de libertad se irían al mismísimo infierno —aléjese ahora mismo.
—Por favor, no hable ni se mueva. Creo que estamos bien escondidos. O al menos eso esperaba.
Terry alzó el rostro y vislumbró a las dos mujeres muy cerca al lugar donde estaban ellos. En cualquier momento podían girarse y descubrirlos.
Candy gimió quedamente al sentir algo rozando sus piernas
—¿Lo has escuchado, Daisy? —preguntó Sandra.
—Si —respondió la castaña, creo que ha venido de allá —dijo señalando el lugar en donde Terry y Candy se encontraban.
—¿Puede callarse de una maldita vez o quiere ser el centro de cotilleo de esta ciudad?
—Apártese de mi —le ordenó ella con los dientes apretados.
Ante la negativa de ella de permanecer callada, Terry decidió hacer algo para callarla de una maldita vez.
La hizo rodar para alejarse un poco del peligro, posó luego sus labios sobre los de ella y el efecto fue arrollador e inesperado para ella.
te mando un abrazo.
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