CAPÍTULO 28, FATALIDAD
Los claros ojos azules de Annie habían cobrado un extraño resplandor, un destello luminoso de ansiedad, quería ver como esa chica que tantas veces la hubo protegido se perdía en la inconciencia, cada trago de vino significaba un paso a su venganza; con una traviesa voz le preguntó. — ¿Estás lista para irnos a la sombra del árbol? — ¡Sí, Vamos! — Respondió Candice que ya tenía las mejillas sonrojadas por los efectos del adulterado licor. Annie sabía que no saldrían de la cabaña, sin embargo, quería ver los reflejos de su amiga. — ¡Espera un poco voy al tocador y salimos! — Annie se metió a la recámara donde se encontraba Christian con señas le hizo entender que todo estaba listo. Desde la ventana Oliver veía todo, esperando el momento para entrar, las manos le temblaban, el portar el arma le hacían sentirse seguro, pero el nerviosismo se hacía presente al pensar en tener que usarla. Candy miraba por la ventana sus enormes ojos verdes reflejaban felicidad, alegría por lo que la vida le estaba dando en esos momentos, pensaba en Terry, a quien creyó perdido y que ahora estaba comprometida con él. Sintió que alguien se acercaba, no quiso voltear, pensó que se trataba de Annie, no obstante, la voz de un hombre resonó en sus oídos provocando que se volviera abruptamente. — ¡Estamos solos cariño! — ¿Qu…é?, ¿Quién es usted?, ¿Qué hace aquí?, ¡Esta es una propiedad privada!, ¡Annie, Annie!, ¿Estás bien? — Decía Candy dando dos pasos hacia atrás. — ¿Qué le ha hecho a mi amiga? — Christian no le contestaba nada, sin que ella hubiera notado su presencia la observó por la espalda detallando palmo a palmo su silueta, su estrecha cintura, los rizos dorados que caían como cascada, marcando el inicio de la torneada cadera; lo que veía le gustaba, pero al darse vuelta la chica, quedó totalmente impresionado, era una belleza diferente, ingenua e inocente, la transparencia que vio en los enormes ojos verdes cubiertos por espesas pestañas lo hicieron titubear, sin embargo, el candor de ella despertó un deseo insospechado por poseerla, era tan diferente a las muchas mujeres que habían pasado por su lecho, que de ninguna manera le costaría trabajo cumplir con su objetivo, era algo que haría con un placer absoluto. La intensidad de sus pensamientos se concentró en su mirada, misma que estaba obnubilada por la anticipación del encuentro, la cual mantenía fija en el rostro de la joven. En esos instantes olvidó el cometido de su empresa, quería disfrutar de su fechoría sin importar lo que sucediera después. Lentamente se acercó a ella, que prácticamente estaba acorralada contra la pared, una mueca que pretendió simular una sonrisa fue la antesala para detenerse frente a ella. — ¡Eres hermosa! — Le dijo rozando con su dedo índice la mejilla derecha. Candy giró la cabeza a un lado para evitar el contacto, pero sintió un mareo. — ¡No seas esquiva, seré cuidadoso, lo prometo! — La sutil línea que iba dibujando en el rostro de Candy lentamente fue bajando por el cuello hasta que descendió al nacimiento de su pecho. Ella que hasta ese punto estaba estupefacta reaccionó aventando la mano de él para intentar correr, pero un nuevo mareo la invadió con mayor fuerza por lo que solo alcanzó a alejarse de la pared y colocarse detrás de un sillón al cuál se aferraba para no caer, sus esfuerzos para dilucidar sus ideas eran en vano, una pesadez aletargaba sus movimientos, no obstante, con desesperación miraba en todas direcciones analizando cualquier espacio que le permitiera escapar de ahí. Christian sin quitar de su cara la sonrisa maliciosa, también miraba en la trayectoria en la que ella lo hacía. — ¡No hagas las cosas más difíciles!, ¡No quiero ser brusco contigo, es mejor que vengas a mí, preciosura! — ¡Aléjese o gritaré! — ¡Hazlo, estamos completamente solos en esta hermosa y acogedora cabaña en el bosque! ¡Anda ven a aquí! — ¡No, he dicho que no! — ¡Entonces haremos las cosas a mi manera muñequita! — Con un audaz movimiento Christian saltó del otro lado del sillón para atraparla, Candy en su intento por defenderse tomó una escultura que estaba en el mueble detrás de ella y antes de que él lo previera le asestó un fuerte golpe en la cabeza impidiendo que la atrapara, cuando quiso correr todo comenzó a darle vueltas estaba a punto de caer al piso cuando los fuertes brazos de Christian la sujetaron por la cintura. — ¡Ves cariño, yo puedo ser tu salvador! — ¡Suélteme, Annie, Annie!, ¡Auxilio! — Comenzó a gritar, pero él comenzó a besarla con tal brusquedad que ella poco podía hacer, sentía que se asfixiaba; con ambas manos le apartó el rostro, aunque fue por poco tiempo, ya que Christian la apretó más a su cuerpo para evitar que se moviera. — ¡Eres un dulce manjar, lamento que sea de este modo, pero estoy dispuesto a responderte! — Desde el umbral de la recámara Annie observaba con los ojos acuosos como Candy se debatía para soltarse, librarse de esa pesadilla, pero no, no haría nada, le parecía increíble ver como aquél hombre que debería hacerle daño caía rendido a sus pies dispuesto a compensar la deshonra de su amiga. En silencio avanzó al salón parada frente a la pareja, se deleitaba con el sufrimiento de la que fuera su hermana de crianza, una sensación de malsano y mórbido regocijo le impedía dejar de ver, en tanto que Candy en un intento más por liberarse del sujeto le enterró las uñas en las mejillas. — ¡No me lastimas primor, al contrario, tu resistencia hará que el premio se disfrute más! — Le musitaba al oído, al tiempo que con una mano la sujetaba y con la otra tiraba de la blusa con tal ímpetu que los botones de la misma rodaron por el piso. Candy apretó los parpados sintiéndose perdida, aunque, estaba invadida por los estragos del vino adulterado; su entereza estaba depositada en defenderse, preferiría morir antes de sucumbir a los embates de ese extraño. Con sus fuerzas mermadas por el desgaste del forcejeo abrió los ojos para encontrarse con los de Annie. — ¡Annie, ayúdame! — La aludida silente caminó hacia la puerta. — ¡Annie, Annie, por piedad! — ¡Lo siento Candice, ese es tú castigo por haberme robado todo en mi vida, pero más por quitarme al hombre que amo! — Se limitó a decir antes de salir y cerrar la puerta tras de sí.
Cuando Annie salió de la cabaña se quedó recargada en la puerta, un atisbo de arrepentimiento pasó por su mente, pero pudo más el rencor y el odio, que cualquier acto que la hiciera retractarse de lo que había hecho, se irguió y levantó la mano en señal de que todo estaba tal cual lo había planeado Elisa, quien junto con Neil esperaba su aviso para llevar a la tía abuela. — ¡Creo que es hora, vamos por la tía Elisa! — ¡No espera, falta que entre Oliver! — Neil por más que intentaba mantenerse tranquilo, no podía, de tan solo imaginar lo que estaba padeciendo Candy unas fuertes ganas de devolver el estómago se acumulaban en su garganta. — ¡Es mejor que entremos es posible que tú amigo haya desistido de participar! — ¡No digas estupideces Neil!, ¡Mejor dime que sufres por la huérfana!, o ¡Más bien, que desearías ser tú, quien estuviera en lugar de Christian! — Neil apretó los puños, porque no quería delatarse ante su hermana, lo único que anhelaba es que no le hicieran daño a Candy. — Pero, ¿Qué le pasa al estúpido de Oliver que no entra? — Las palabras de Elisa lo hicieron reaccionar. — ¡No sé, iré a ver! — ¡No, espera iré yo! — Lo detuvo la pelirroja encaminándose a la parte posterior de la cabaña, sin embargo, se escondió detrás de un árbol al escuchar caballos que se acercaban al galope.
El señor Britter y Stear avanzaban a gran velocidad por el camino que rodeaba los linderos de la propiedad de los Ardlay, aunque, se vieron obligados a disminuir la rapidez, debido que visualizaron un vehículo que estaba parado obstruyendo el camino, en sus ansias por llegar el señor Britter pitó en repetidas ocasiones para que se moviera el auto, pero no tuvo respuesta, lo iba a rebasar por un costado, pero la voz de Alistear lo hizo frenar de golpe. — ¡Espere, pare, pare! — ¡¿Qué demonios?! — Vociferó el padre de Annie. — ¡Es Susana Marlow, la chica que estaba con Annie en la casa de Elisa!, ¡El duque la estaba buscando, no sé qué hace aquí sola y conduciendo!, ¡Vamos con ella, tal vez nos pueda confirmar que Annie y Candy están en la cabaña! — Los dos bajaron del carro para hablar con Susana. — ¿Qué haces aquí Susana?, ¿A dónde te diriges? — La muchacha fingiendo ingenuidad respondió. — ¡Me dirijo a una cabaña que está en esa dirección, ahí me espera Terry! — ¿Terry? — ¡Sí, hablamos hace unos momentos en el hotel y me dijo que lo alcanzara ahí!, ¡Me pueden llevar por favor, el auto ya no quiso arrancar y como comprenderán se me dificulta caminar hasta allá! — Comentó señalando su prótesis. A Alistear no le pareció coherente lo dicho por la Marlow, pero era mejor tenerla a su alcance para que no se volviera escapar, así que le dijo. — ¡Tienes razón, con gusto te llevamos! — El señor Britter miró con cara de interrogación a Stear, pero el chico le guiño un ojo para que no comentara nada. Sin esperar más ayudaron a la chica a subir al auto y continuar con su camino.
El corcel extenuado por la rauda carrera a que lo había forzado Terry reparó en dos patas cuando el inglés jaló las riendas para que se detuviera al finalizar el espeso bosque dejando entrever una cabaña, a la zaga venían el duque, George y Albert, éste último espoleo su caballo al divisar su cabaña, previendo el sublevado carácter de Terrence quiso alcanzarlo para evitar cualquier exabrupto en caso de que estuviera ahí Candy; al ver la reacción de William los otros dos jinetes instigaron a sus alazanes para darle alcance. De un solo salto Terry bajó de su montura e iba directo a entrar a la cabaña, pero vio a Annie. — ¡Annie!, ¿Dónde está Candy? — La muchacha quiso echarse a correr, no quería enfrentar la furia del actor, que era por todos conocida, se arrepintió de quedarse ahí, debió hacerle caso a Elisa y largarse de inmediato, pero no, no lo hizo, ahora estaba ahí, obligada a dar explicaciones. — ¡Contesta!, ¡Salió contigo de la mansión!, ¿Qué le has hecho? — Le cuestionaba Terry sin delicadeza zarandeándola por los hombros. Mientras que ella se negaba a contestar con la cabeza volteada para evitar la mirada de él. — ¡Demonios, contesta o…! — ¡Terry, suéltala! — Le gritó Albert, que ya estaba al lado de ellos, deshizo el agarre de Terrence y tomando del brazo a la chica le instó. — ¡Contesta Annie! — ¡Está ahí dentro!, pero ¡Será mejor que no entren!, ¡No creo que sea de su agrado lo que verán! — ¡Maldita, si le has hecho algo a Candy te juro que me las pagarás! — Amenazó Terry haciéndola a un lado para abrir la puerta, pero estaba cerrada por dentro, Albert se le unió y entre los dos por medio de patadas tumbaron la puerta, al entrar lo que vieron les hizo hervir la sangre.
Elisa al ver que se habían precipitado las cosas, ya no le importó en qué momento entraba Oliver, de inmediato le ordenó a su hermano. — ¡Pronto, hay que ir ya, trae a la tía abuela! — ¡Tráela tú! — Respondió Neil que no esperó más, completamente agitado corrió en dirección a la cabaña, le urgía saber el estado de Candy. Elisa le gritó en repetidas ocasiones, pero él se alejó, por lo que prefirió ir por la anciana Elroy para con su presencia colocar la cereza al pastel de la perdición de Candice. — ¡Tía es hora, tenemos que presentarnos ya, ha llegado Albert! — ¡Ya era hora Elisa!, ¡Espero por tú bien y por el mío que todo salga según lo has planeado! — ¡De eso no tenga duda, querida tía! — Con la esperanza de que el plan diera el resultado anhelado las dos mujeres se acercaban al lugar, mientras eran observadas por los agentes de la policía, que se acababan de estacionar justo detrás del auto de Neil. — ¡Parece que tenemos reunión de los Ardlay! — Comentó el inspector. — ¡Así es jefe!, ¿Nos acercamos? — Cuestionó un oficial de menor rango. — ¡Sí, pero no tanto, hay que mantenernos alerta, para pescar a los secuestradores, pero hasta ahí!, ¡Si vemos que no se trata de nada de lo que estamos imaginando nos mantendremos al margen! — ¡Jefe!, pero ¿Si escapan por la parte trasera? — ¡Buen punto!, ¡Ustedes dos, vayan a vigilar de ese lado, nosotros nos mantendremos aquí! — ¡Como usted ordene, jefe! — Los uniformados bajaron del auto patrulla y sigilosamente se acercaron para ser observadores silenciosos de todo, tanto de los que entraban, como de los que llegaran. Del lado opuesto la señora Marlow sobresaltada miraba todo el movimiento en las afueras del bosque, pendiente de ver a su hija, contempló acercarse a Terrence cuando lo vio llegar, pero al ver que el duque también lo hacía se detuvo, no quería que las mandara a Australia, ya lo había pensado y era mejor irse con algunos familiares que tenía en Ohio, Columbus, al final el actor podría seguirles mandando la mensualidad para la manutención de Susana.
Candy estaba completamente mareada, sus brazos laxos, ya no representaban impedimento para que Christian la tuviera en su regazo y continuara acariciando sin prisas su cuerpo, besaba, mordisqueaba sus labios, pero ella seminconsciente no abría la boca, sus lágrimas corrían libremente al grado de mojar completamente su cuello; él chico ofuscado por el deseo y ávido por probar las delicias debajo de la blusa la abrió en su totalidad, regalando a su vista los níveos senos, se inclinó para tomarlos con la boca, pero un fuerte jalón se lo impidió; Terrence había entrado seguido por Albert, al ver al tipo con Candy entre sus brazos, los celos, la ira y dolor lo hicieron reaccionar de manera tan violenta que lo lanzó contra la pared, Christian que en un inició se sorprendió por el ataque, prontamente se repuso para responder a la agresión de Terrence, quien como una tromba le soltó un puñetazo en la mejilla provocando que se fuera para atrás cayendo sobre la mesa del comedor por el efecto del golpe, el malhechor ágilmente saltó del otro lado para evitar los embistes de Terry comenzando a lanzarle lo que encontraba a la mano, tomó una silla, la cual arrojó sobre el actor, pero él la sorteó agachándose, para después levantarse, arrojarse sobre Christian tumbándolo en el piso para ahorcajarse sobre él, levantó su puño y con toda la fuerza de su ser, como si fuera un mazo que cae sobre un yunque, estampó un golpe seco en el rostro del bandido, seguido por muchos más, uno tras otro, cada cual con mayor potencia se estrellaban en la cara del individuo, que ya sangraba profusamente; pero poco le importó al inglés, ya que quería deshacerlo con sus propias manos, aunque su contendiente ya no hacía nada por defenderse, eso no le importó a Terry, ya que todavía lo levantó por el cuello de la camisa para propinarle un rodillazo en el estómago, sacándole el aire, doblándolo del dolor, así inclinado como estaba, arremetió con un gancho a la mandíbula, que lo noqueó, iba continuar con su ataque, pero el duque y George que apenas entraban vieron la brutal golpiza que Terry propinaba a un desconocido, de inmediato intentaron quitárselo de encima, pero él no cedía ni un ápice, quería matarlo por haber lastimado a su pecosa. — ¡Hijo, déjalo ya lo vas a matar! — ¡Suéltenme!, ¡Si, voy a matar al mal nacido! — ¡Escucha, hijo, no te comprometas, lo refundiremos en la cárcel!, ¡Déjalo ya!, ¡Atiende a Candy! — Con tan solo escuchar el nombre de su amada, la irá dio paso a la preocupación. Se levantó y escupiendo el rostro del maltrecho delincuente le advirtió. — ¡Pagarás esto con lo que resta de tu miserable vida en la cárcel, infeliz! — De inmediato se dirigió a levantar a Candy, mientras que Richard y George se acercaban a ayudar a Albert. Esa distracción le permitió a Christian escabullirse, arrastrándose del otro lado de los sillones, para que a la primera oportunidad pudiera escapar.
Segundos antes, Oliver decidió entrar por la ventana para no ser visto por Elisa, apenas puso un pie en la habitación, escuchó el tumulto que se suscitaba en el salón, salió blandiendo en la mano la pistola para encañonar a Christian y liberar a Candy, al hacerlo fue visto por Albert, que sin dudarlo se lazó contra él para detenerlo; Oliver no esperaba encontrar a esos hombres ahí, así que se aferró al revolver que era lo único que tenía para amagar a Christian, no obstante, William estrelló una y otra vez su muñeca contra la pared hasta que soltó el arma, cuando lo hizo, ésta fue a parar cerca de la puerta; ya desarmado Albert aprovechó para iniciar una lucha cuerpo a cuerpo con el joven, que aguerridamente peleaba, ya que al igual que él, creyó que se trataba de otros cómplices de Elisa. El duque y George no prestaron atención al arma, se abocaron a separarlos, sin embargo, Oliver le gritaba a Terry. — ¡Suéltala maldito!, ¡No le hagas daño! — Vociferaba sin ver de quién se trataba, cuando el actor levantó la cara encontrándose con los ojos ámbar de Oliver. — ¡Tú maldito!, ¡¿Cómo pudiste?! — ¡Terry!, pero… — Terrence acomodó a Candy en el sofá, arrancó una de las cortinas para cubrirla y con la mirada enrarecida por la rabia se acercó al chico para arremeterlo a golpes. — ¡Espera Terry! — Intervino Albert. — ¡Déjame Albert!, ¡Estos infelices tienen que pagar por lo que han hecho! — ¡Yo no hice nada, quise defender a la joven! — Protestó Oliver. — ¡Espera hijo, todo lo que tenga que decir se lo dirá a la policía! — ¡No padre, no puedo pasar esto por alto! — ¡Escúchelo joven! — Medió George, que prosiguió. — Antes que nada, debemos saber quiénes son y por qué hicieron todo esto. ¡Lo tenemos que averiguar antes de que demos parte a las autoridades! — ¡Tiene razón George, Terry! — Intercedió Albert. Por unos instantes todos se quedaron callados, mirando el amor, la tristeza y delicadeza con la que Terrence limpiaba la mejilla de Candy que, aún inconsciente derramaba profusas lágrimas. — ¡Llevemos a estos hombres a las cabañas de la mansión, ahí los interrogaremos! — Ordenó el duque. — ¡Terry es mejor llevar a Candy a la casa para que la atienda un médico!, ¡George hay que amarrar a estos tipos! — Apuntó William.
George se dispuso a cumplir con lo solicitado por Albert, cuando se escuchó la potente voz de la tía abuela, que se encontraba con Elisa en el umbral de la puerta. — ¿Qué está pasando aquí? — Exclamó la anciana. — ¡Que va a pasar tía, acaso no vez que aquí hubo una pelea!, ¡Seguramente fue por la casquivana de Candice! — ¿Ustedes qué hacen aquí? — Cuestionó Albert. — ¡Vinimos a constatar que tu protegida es una mujerzuela! — ¡Tía no te permito! — Vociferó Albert. — ¿Qué me dirás ahora William? — ¡No tengo nada que decirte, tía!, ¡Hablaremos en la casa! — ¡De ninguna manera, esa mujer nunca pisará mi casa de nuevo! — ¡Cállese señora u olvidaré que es mujer! — Gritó Terry. — ¡Usted jovencito no es nadie para darme órdenes! — Contestó Elroy, que no se detuvo para continuar. — ¡Mejor debería alejarse de “esta mujer” y cuidar el buen nombre de los Grandchester! — ¡Mi nombre lo cuido yo señora! — Profirió el duque. — ¡Es mejor que mida sus palabras o se meterá en serios problemas con la corona británica! — ¡Su excelencia, usted no puede permitir esto, vea el estado en la que está la muchacha, es una indecencia! — Señaló con su dedo índice a Candy que yacía en el sofá con la blusa rasgada, al resbalar la cortina con que la hubiera cubierto Terry. — ¡No hay forma de que lo sigan negando tía, ahí están esos hombres, seguro son sus amantes! — Dijo Elisa señalando a Oliver y a Christian, éste último, con la cara ensangrentada y un ojo completamente cerrado por los golpes, sigiloso poco a poco se fue arrastrando hacia la puerta encontrando la pistola que momentos antes Oliver había soltado cuando fue forzado por Albert; Sin dudarlo la tomó en espera de que la discusión se hiciera más acalorada para escapar. Candy que en ese momento trataba de despertar por completo, dijo en apenas un susurro que solo Terry escuchó. — ¡Sácame de aquí! — Él de inmediato, se inclinó para decirle. — ¡Pecosa mía!, ¿Estás bien?, ¿Qué más te hicieron? — Ella estaba consciente de lo que había ocurrido, horrorizada por tan terrible experiencia solo quería salir de ahí, correr, gritar y desaparecer. — ¡Sácame de aquí! — Suplicó de nuevo con la mirada cristalina. Terrence se quitó la camisa para envolverla cual, si fuera un bebé, dejando al descubierto su esculpido torso, mismo que revelaba su fuerte musculatura; Elisa sintió que el deseo quemaba sus entrañas al ver cómo se marcaban los bíceps del apuesto inglés al cargar a Candy; la tía abuela no tardó en replicar airada. — ¿Qué está haciendo jovencito?, ¡Tápese inmediatamente no olvide que está ante unas damas! — ¡Cállese señora! — Reparó él, tomando a Candy entre sus brazos con tanta delicadeza y ternura que sorprendió a la anciana. — ¿No pretenderás llevarla a la casa de una familia decente, Terry? — Demandó Elisa, sin embargo, él no le hizo caso disponiéndose a salir de ahí, pero la voz de Oliver lo detuvo. — ¡Fue ella, Terrence!, ¡Fue Elisa quien planeo todo! — Terry se detuvo, hizo el intento de regresar sobre sus pasos para recostar a su pecosa en una recámara de la cabaña y aclarar toda esa situación, no obstante, Candice volvió a decir. — ¡Por favor, llévame a la casa, no quiero seguir aquí! — La furia instalada en su ser, traspasaba todo resquicio de cordura, las voces en su interior le cuestionaban, ¿Por qué tanto daño?, ¡Justamente a ella, que da todo por los demás!, sentía el dolor como propio, se reclamaba su ausencia, ¿Por qué no estuvo ahí para evitar todo esto?, no, no permitiría que Elisa se saliera con la suya en esta ocasión; no obstante, tenía que poner a Candy a salvo, necesitaba ser atendida por un médico, además de serenarse, finalmente, esa era su prioridad. Dio dos pasos a la salida, pero le taparon el camino Archie y Karen que recién llegaban, justo para escuchar la acalorada discusión que se iniciaba. — ¡Terry, dime que no le ha pasado nada! — Exclamó Archie, que vio en la mirada del actor la ira contenida, Karen perpleja por ver los destrozos en el lugar, se acercó a su compañero de tablas. — ¡Deja que la llevemos a casa! — Le pidió en un susurro. Él con la quijada contraída, apretó sus párpados para decir. — ¡Archie, llévenla por favor! — ¡De ninguna manera!, ¡Archibald, te prohíbo que lo hagas! — Arremetió Elroy acercándose a su sobrino para tomarlo del brazo, sin embargo, él se soltó de un jalón respondiéndole a la mujer. — ¡No!, ¡Basta, tía!, ¿Cuándo entenderás que Candy tiene todos los derechos de los Ardlay? — ¡No te atrevas de desafiarme! — ¡Lo siento! — Archie tomó a Candy en sus brazos.
Elisa que no se había despegado de la anciana, habló para desviar la atención de la acusación de Oliver. — ¡Esta visto tía abuela que todos están locos por la huérfana!, ¡Te lo dije es una vil mujerzuela!, ¡Tienes que convocar al consejo del clan para que la repudien, después de esto no habrá objeciones! — ¡No desvíes la conversación, Elisa!, ¿Qué tienes que ver en todo esto?, ¿Tú lo planeaste? — Demandó Albert. La pelirroja por milésimas de segundo se descolocó, pero haciendo gala de su agudeza mental contestó. — ¿Yo?, ¿Cómo se atreve a creer en un rufián como ese, tío?, ¡A leguas se ve que estos hombres son de la más baja calaña!, ¡Yo nunca me relacionaría con gentuza como esa! — ¡Bueno entonces será ante la policía que tendrás que responder y ellos se encargarán de investigar quién es el responsable! — ¡Está muy equivocado si cree que yo iré a la policía!, ¡A los que deben de llevarse son a estos andrajosos, que respondan ellos por sus actos! — Christian no daba crédito a las palabras de Elisa, que proseguía culpándolos. — ¡George ve por la policía, que vengan por estos hombres y Elisa! — ¡No lo permitiré William! — Se adelantó a decir la tía abuela. — ¡No vas a desautorizarme tía, se cumplen mis órdenes y punto!, ¡George haz lo que te digo! — ¡Tía no permitas esta humillación, tú sabes que yo no he hecho nada malo! — Decía Elisa, al tiempo que se aferraba al brazo de la anciana. El duque que estaba demasiado molesto intervino. — ¡Señorita Leagan, si no es culpable, no tiene nada que temer!, aunque, todo mundo sabe que ustedes escondieron a Susana Marlow, ¡De eso tendrá que dar también cuenta a las autoridades! — ¡Está equivocado, yo no conozco a esa tal Susana! — ¡Deja de mentir por una vez en tu maldita vida! — Vociferó Terrence, que con la mirada encendida de rabia miraba a la chica con ganas de estrangularla, ella no resistió ese brillo gélido que emanaba Terry por lo que se colocó detrás de Elroy. — ¡Tú, Neil Annie y Susana urdieron todo este malévolo plan para dañar la reputación de Candice! — ¡Es verdad, Terry! — Terció Oliver. — ¡Ella me contrató para que me hiciera pasar por uno de los amantes de la joven!, ¡Christian se supone sería otro de ellos! — ¡Mentira!, ¡Yo no los conozco, ustedes son unos maleantes! — ¡No!, ¡Todo lo que dice es mentira!, ¡Según su artimaña, las otras chicas fungieron como carnada para traer a la joven aquí y la otra para alejarte de su lado, Terry!, ¡Tienes que creerme! — Replicó Oliver. — ¡Está mintiendo para librarse de lo que hizo!, ¡Tienes razón, Terrence que se los lleven a la cárcel! — ¡Señorita Leagan, creo que ha quedado claro que fue usted la mente maquiavélica que urdió todo!, ¡Es mejor que sean las autoridades las que se encarguen de este asunto, Albert! — ¡No, el único culpable de todo esto eres tú Terrence! — Apeló Elisa. — ¿Yo?, ¡Por favor, no me hagas reír! — Respondió el inglés. — ¡Sí, tú!, porque si todo fue planeado como suponen, seguramente fueron las locas de Susana y Annie, ambas tienen los motivos perfectos para vengarse de la dama de establo, la primera porque la dejaste para venir por tu amorcito y la otra porque Archie la dejó también por ella, ¡Ves tía, la dulce Candy no es más que una ramera que seduce a todos los hombres! — ¡Basta ya, Elisa guarda tu lengua viperina! — Arremetió Terry. Archie y Karen que seguían ahí no pudieron abstraerse del intercambio de palabras, no obstante, cuando escucharon que serían la policía la encargada de averiguar, decidieron irse.
Por una de las ventanas, Neil veía todo, no sabía qué hacer, por un lado, tenía el mismo sentimiento de rabia que le recorría el cuerpo como si fuera un calambre que lo estuviera paralizando, por otro, una gran culpa se cernía en su conciencia por la condición en la que se encontraba Candy, si bien, ella nunca le hubo correspondido en sus afectos, si le había ayudado a romper sus paradigmas, dejar de ser un chico rico al que lo mantienen sus padres, jugador y bebedor consuetudinario para estudiar, superarse y convertirse en un hombre de negocios, ¿En qué momento le hice caso a Elisa?, ¡Dios!, ¿Cómo remediar esto?, ¿Cómo ayudar cuando todo está ya hecho?, se recriminaba, pero se mantenía estático mirando todo con un revolver en la mano, que no sabía para qué lo había comprado. La rebelión de sentimientos, donde el arrepentimiento pugnaba por ganarle al despecho y rencor, al ver el rostro pálido de Candy con marcas rojas que pronto se tornarían moradas, todo el amor que tenía resguardado por una muralla de egoísmo salió a flote, así que sin dudarlo entró a la cabaña para decir. — ¡Es verdad, Elisa planeó todo esto, con la venia de la tía abuela! — Lo dicho por el abatido chico, dejó pasmados a todos. — ¿Qué estás diciendo estúpido? — Reclamó Elisa. — ¡Lo siento hermana! — Sin decir más salió para ver cómo Archie esperaba que Karen trajera la yegua, quería acercarse a Candy para pedirle perdón, pero no se atrevía, seguro estaba de que no lo merecía.
El devenir de los sucesos fue como un cronómetro que marcaba rápidamente los segundos como si fueran el marco perfecto para la concatenación de eventos que sellarían las vidas de todos los involucrados. La tía abuela estaba pálida, sumergida en sus pensamientos, no sabía cómo actuar, ni qué decir, tampoco imaginaba el destino que le deparaba con Albert, en tanto que Elisa atónita por la traición de su querido hermano forzaba a su mente a encontrar una salida que la librara de los señalamientos. — ¡Por favor, no crean eso, si estuve enterada de todo, pero fueron Annie, Susana y estos delincuentes los que idearon todo, ellos son los que deben ir a prisión! — Christian se dio cuenta de que estaba perdido, no, él no iría a la cárcel, ni asumiría una responsabilidad que solo le correspondía a Elisa; ¿Cómo enfrentaría un proceso de esa naturaleza?, se preguntaba, consciente estaba de que su familia no contaba con los recursos para ayudarlo, ¡No, definitivamente, no esto no sería tan fácil para su amante, si caía él caería también ella, pensaba, mientras que apuñaba la pistola fuertemente. — ¡Esta vez, Elisa pagarás por toda tu maldad! — Exclamó Terry. — ¡No, están locos, yo no iré a prisión!, ¡Mi padre no lo permitirá!, pero si quieren vamos a la comandancia, ¡Se olvidan que soy una Leagan, me libraré de sus acusaciones!, ¡Ahí les demostraré, que estos hombres fueron contratados por Susana y Annie, ellos si se pudrirán en presidio! — La facilidad con la que Elisa los inculpaba, terminó por enfurecer a Christian, a quien nadie veía, así que poniéndose de rodillas apuntó el arma y disparó en repetidas ocasiones, el duque y Terry se tumbaron al suelo para protegerse, pero Oliver se levantó para abalanzarse contra Christian para detenerlo. — ¡Vuelve en ti, te meterás en más problemas! — ¡Déjame, no ves que nos culpa por todo! — ¡Lo sé, pero esto empeorará tú situación!, ¡Dame el arma! — ¡Esa maldita mujer nos refundirá en la cárcel!, ¡Tiene que pagar! — ¡No seas tonto! — Le decía Oliver, forcejeando aún con Christian, quien finalmente cedió tirándose al piso desolado, custodiado por Oliver.
Albert al estuchar los disparos se lanzó hasta su tía para protegerla, pero como si fuera en cámara lenta vio como la mujer caía herida por un proyectil. — ¡Noooooooo…! — Su grito ahogado se convirtió en desgarrador al ver cómo la sangre lentamente enmarcaba la cabeza de la anciana. A él no le importó que las balas pudieran herirlo, amaba a su tía, que lo había criado, por mucho daño que hubiese hecho, no quería que le pasara nada, sin titubear la quiso hacer reaccionar. — ¡Tía, tía, abre los ojos! — Elroy se mantenía inerte, a un costado de ella Elisa yacía desmayada también, su vestido que anteriormente era azul claro, se tiñó de color escarlata, mientras que de una de sus mejillas un líquido caliente y espeso brotaba cubriéndola por completo, sin que se pudiera ver con claridad el punto exacto de la lesión, Richard y Terry se levantaron para auxiliar a las mujeres, pero un disparo los alertó. — ¡Candy! — Exclamó Terrence, quien corrió a para comprobar que su pecosa estuviera bien, cuando salió observó cómo Annie sujetaba un revolver el cuál disparaba en dirección a Archie, que inclinado protegía con su cuerpo a su prima. Lo obscuro del saco que traía no permitía ver a simple vista que había sido blanco del ataque. Karen arrastrándose por entre el pasto llegó al lado de Archibald para auxiliarlo, la sangre brotaba de la espalda baja, ella, sin dudarlo apretó la herida para detener la hemorragia. Terry corrió hacia ellos, pero Annie con las lágrimas corriendo por sus mejillas le amenazó. — ¡Si das un paso más, también te dispararé a ti! — El inglés hizo caso omiso al ultimato prosiguiendo en su camino, iba llegando cuando sintió como una bala se impactó contra su cuerpo haciéndolo caer.
Momentos antes, Neil absorto en su arrepentimiento y preocupación por lo sucedido, no se percató de que Annie se le había acercado, desprevenido solo sintió como ella le sacaba la pistola que tenía en la parte trasera de la cadera atorada en su cinturón, quiso detenerla, pero la chica le dio un tiro en el abdomen para luego encaminarse hacía Archie que estaba por subir a Candy al corcel. — ¡Siempre fue ella!, ¡Nunca me amaste! — Le gritó a su ex novio, como un relámpago Archibald volteó para ver cómo le apuntaba con el arma. — ¡Baja eso Annie, hablemos! — El fluido salado brotaba de los ojos de ella, que enajenada dirigió el cañón al cuerpo de la que fuera su mejor amiga, sin más jaló el gatillo. — ¡Noooo! — Gritó Karen, que impresionada advirtió como Archie a pesar de recibir un primer impacto de bala, tiró intempestivamente de Candy que cayó al pasto, mientras que él la cubría con su cuerpo. — ¡Tanto la amas, pues seguirás amando un cadáver! — Con gritos entrecortados por las lágrimas que se atoraban en su garganta y con las manos temblorosas Annie siguió disparando, cuando apareció Terry preocupado por su amada, su envidia se tornó corrosiva, al comprobar el amor que inspiraba ella, sí Candice, la que, según ella, le había robado toda posibilidad de ser feliz. La desobediencia de Terrence de no dar un paso más y comprobar que no le importaba su vida sino la de Candy fue el detonante para descargar la última bala que tenía, misma que se impactó en el cuerpo del inglés que se tambaleó, pero no detuvo su camino. Cuando vio que no falló, poco a poco se dejó caer de rodillas con la pistola aun en su mano, ya no lloraba, veía sin ver, con la mirada fija a la nada se quedó quieta como una escultura de sal. Así la encontró el señor Britter, que llegaba junto con Stear y Susana.
Sigue en parte tres...
Última edición por Adry Grandchester el Sáb Oct 14, 2023 4:12 am, editado 1 vez