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GUERRERAS APASIONADAS DE TERRY PRESENTAN: LA REINA CAPÍTULO 37 BY CARMÍN CASTLE Y LADY ARDLAY

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Carmín Castle

Carmín Castle
Rosa Roja
Rosa Roja

GUERRERAS APASIONADAS DE TERRY PRESENTAN: LA REINA CAPÍTULO 37 BY CARMÍN CASTLE Y LADY ARDLAY Portad21

CAPÍTULO 37: LA VOZ DE UN ÁNGEL


—Vaya, así que eres la hija de Circe, la bruja más famosa de estas tierras. Eso explica cómo llegaste hasta aquí —dijo Eliza acercándose como un felino a Candy al ver que estaba sola.

—Sí, cuéntanos, ¿cómo la hija de una servidora de Satanás llegó a ser la futura reina de Inglaterra? —se escuchó la voz de Susana, que la miraba con malicia.

Eliza, Amelia y Susana la rodearon como serpientes y otras mujeres de la corte, que claramente estaban molestas con la presencia de la rubia, se les unieron.

—Cuéntanos, cómo era el verdadero rostro de tu madre. Es cierto que estaba deforme—se mofaba una de las mujeres presentes.

—¿Crees que terminarás como ella? — preguntaba otra con burla.

—Enséñanos a atrapar un hombre como lo hiciste tú —mencionó Luisa que se metió en la charla.

—En la cama, claro, de qué otra forma pudo hacerlo —respondió Susana mirándola con asco.

—Mi hija tiene razón, apenas y se casaron y ya lleva el fruto del pecado en su vientre, tal vez ni siquiera sea del príncipe. Esta clase de mujeres son de temer, se valen de cualquier artimaña y brujería para hacer que un hombre pierda la cabeza por ellas —expresó Amelia en voz alta, todas miraron a Candy con ojos acusatorios y de molestia.

—Esto es el colmo, el rey debería saberlo. No deberían tener una mujer así entre nosotras —decían entre ellas con sorpresa y falsa moral santiguándose.

—Debemos informar y convencer al rey de que esta servidora de satanás de ninguna manera debe ser la futura reina y menos sentarse en el trono, un fruto del pecado. Es una bruja y tal vez sea un hijo del mismo satanás, debería arder en la hoguera —intervino Amelia, que lideraba el grupo de mujeres acusando a Candy. Circe se metió en medio de ellas para ahuyentarlas.

—¡Miren! Esto es una prueba, ella tiene de mascota a esa extraña ave que tiene el diablo dentro y nos quiere dañar, debemos matarlo antes de que ella lo haga —demandaba Amelia tratando de tomar a Circe.

Candy que permanecía en silencio, mareada por el murmullo de las mujeres que la rodeaban y le impedían levantarse, oyó el silbido de Circe, que estaba siendo atacada por Amelia y otras mujeres.

—¡No, déjenla en paz! —Gritó Candy, Annie solo miraba mientras sonreía detrás de un muro.

—¡Ya basta! —la fuerte voz de Stear que llegaba con Paty, asustó a las mujeres—. Paty llévate a mi hermana. Paty asintió y ayudó a Candy a ponerse en pie para sacarla del salón.

—No. Te lo prohíbo —gritó Eliza, obstruyendo el paso a Paty.

—Ella ya no seguirá tus órdenes, no será más parte de tus sirvientes. Pronto será mi esposa y ya no estará más a tus servicios —anunció Stear con sus dientes apretados frente a una perpleja Eliza —. Llévatela, desde este momento ya no estarás bajo las órdenes de nadie —enfatizó Stear.

Paty solo asintió, tomando a Candy de la mano y llevándola lejos con el ave volando encima de ellas. Antes de salir, Candy y Paty chocaron con Neil, que llegaba, y este miró a Candy fijamente, quién tenía sus ojos llenos de lágrimas y miró a Stear conteniendo a Eliza.

—¿Qué pasa aquí?, ¿Y por qué estás retando a mi hermana, maldito? —indagó Neil.

Stear con sus ojos llenos de furia, volteó y miró a Neil sin mostrarle el más mínimo miedo.

—Porque ofendió a mi hermana, la esposa del futuro rey. Con ayuda de estas mujeres y si nadie hace nada lo haré yo —espetó con voz fuerte y estruendosa Stear, dejando en silencio a todo el salón.

—Y ahora tú lo haces con la mía —contestó Neil.

—No te temo, si quieres lo arreglamos aquí y ahora. Tú también sangras —lo retó Stear empuñando la espada ante la consternación de todos. No pensaron que un ataque a Candy derivaría en un enfrentamiento de Neil y Stear.

—No es para ponerse así —intervino Amelia— No fue nuestra intención ofender a tu hermana, lo sentimos, solo teníamos curiosidad.

Los hombres seguían firmes, esperando quien sacaba primero la espada, mirándose fijamente.

—¿Qué escándalo es este? —preguntó Richard, que llegó con Terry.

—¿Dónde está Candy? —Terry se acercó a Annie.

—No sé, solo salí un momento y cuando regresé me encontré con esto, yo no hice nada — Annie miró a su hermano con ojos llorosos y miedo, pero por dentro disfruto del ataque a Candy.

Terry y Eleonor salieron en busca de Candy, mientras tanto Richard trató de calmar a Stear e indagar qué ocurrió, por su parte Amelia se llevó a Neil a regaña dientes.

—¿Qué pasa contigo? —preguntaba Georges a Anthony que se dejaba llevar como un muñeco.

—Él robó a la mujer que amo. Él me robó al hada de la cascada, yo la vi primero, ella sería mi esposa, tío —Anthony comenzaba a quebrarse ante un atónito Georges, que jamás pensó que ese día llegaría.

—Anthony, hijo —a Georges se le quebró la voz.

El muchacho lo vio derramando lágrimas.

—Hijo… —murmuró Anthony con una sonrisa triste—¿Sabes cuántas veces quise que fueras mi padre? —confesó Anthony poniendo sus manos en los hombros de Georges—, pero ahora me alegra que no lo seas, ya que estoy enamorado de tu hija.

—Anthony… eso no puede ser… —agregó George en un hilo de voz, se le quebraba el alma al reconocer los mismos sentimientos en Anthony que él tuvo por Rose Mary, y también por la confesión que le hizo el príncipe de su deseo en otros tiempos de que él fuese su padre.

—¿Qué pasa tío? ¿Qué me dirás? ¿Qué tu hija es la esposa de mi hermano y que yo tengo lo que quería, a Eliza y todo eso que me ha rondado la cabeza por estos días? Si es eso, no hace falta que lo digas, ya lo sé, no tienes que repetirlo, pero no puedo ocultar lo que tengo en mi corazón. Y sí, me equivoqué con respecto a Eliza, pensé que ella era la mujer que amaba, pero al ver a Candy todo cambió dentro de mí. No puedo sacarla de mi cabeza, es como si una extraña fuerza me impulsara a estar cerca de ella, a cuidarla y darle todo de mí; tío con ella es diferente, en verdad la amo —Anthony miraba a su tío, esperando que este lo comprendiera, el mutismo de George lo torturaba sobremanera, sentía que lo miraba con lástima y jugando su última carta añadió—. Tú amaste a mi madre y era una mujer prohibida, por favor, tío, entiéndeme —dijo Anthony suplicante.

—No, tú no entiendes…—Georges hizo una pausa, jamás sintió tanto temor de enfrentar a alguien— Tú debes aprender a conservar tu lugar y respetar a tu hermano mayor como su esposo y futuro rey.

—Estoy harto de escuchar lo mismo una y otra vez. La reina Isabel, mi madre…

—Ella no era tu madre —Georges interrumpió abruptamente a Anthony.

—Pero sí soy hijo de Rose Mary, una princesa francesa y de Richard, eso me hace tener más derecho al trono que a Terry, hijo de una sucia actriz.

—Ya basta Anthony, tú no tienes derecho como lo tiene Terry y menos a ser el esposo de mi hija.

—¿Qué quieres decir? —Anthony se notaba intrigado frente al misterio de su tío.

—Ven, acompáñame —el hombre mayor caminó y Anthony lo siguió.

—¿Qué hacemos aquí? —inquirió Anthony, algo confundido.

—No me digas que no conoces este lugar —Georges se aproximó hasta la pared y tras una roca falsa movió una palanca y el muro se movió—. No me mires así. Tú también conoces este lugar. Ven, quiero que veas algo —el guerrero llamó a Anthony con su cabeza mientras se adentraba al lugar, Anthony miraba a todos lados, esperando que nadie los viera.

Al ingresar Georges observó con nostalgia el cuarto secreto, el lugar estaba completamente vacío, no había ni una sola pertenencia de su hija o Circe. Él supo muy bien que Candy y su Circe pasaron unos días ahí, pero todo estaba sin rastro de ellas.

—¿Qué hacemos aquí? —el príncipe miró el lecho donde días atrás marcó su destino—. Tío, qué hacemos aquí, en el cuarto donde mi madre y tú… —Anthony detuvo sus palabras.

—Esta habitación guarda muchos secretos y es hora de que sepas la verdad. Y qué mejor que por las propias palabras de tu madre —Georges se agachó y moviendo unas tablas de un muro falso sacó un cofre con cartas y un pañuelo que él le regaló a la mujer que amaba, también una argolla como muestra de su amor y devoción por ella— Tú solo encontraste algunos escritos de tu madre, pero las cartas de amor de ambos están aquí y hay algo más —le entregó un sobre que estaba en el fondo del baúl— una es para ti, por si llegaba a ser necesario —Georges puso el cofre en sus manos—. Toma tu tiempo en leerlo, yo estaré aquí para lo que sea que quieras saber.

Anthony miró una a una las cartas que ambos escribieron durante ese tiempo y descubrió el amor tan profundo que había en estos, pero al llegar a la suya su corazón palpitaba con fuerza y no supo cómo sentirse, tenía las lágrimas contenidas, jamás tuvo algo tan personal de su madre, pensó que era como si ella le hablase. Observó la carta por un rato, el tiempo pasaba, pero la emoción del rubio de que su madre le hubiera dedicado unas palabras a él lo tenía paralizado, pero la demora no parecía importarle a ninguno de los dos.

Finalmente, Anthony la abrió y miró la bella caligrafía de su madre con su nombre.

Para mi amado Anthony

Hijo, no quisiera despedirme así, de esta forma, pero siento que la muerte me llama y quiere que la acompañe.  
Créeme, no quisiera dejarte solo ni a ti, ni a tu padre y mucho menos al rey que me abrió las puertas de su reino.
Las lágrimas de Anthony comenzaban a rodar por su rostro, por alguna razón a pesar de no conocer la voz de su madre le parecía escucharla en su cabeza como la voz de un ángel.

Hijo, darte a luz fue una de las cosas más maravillosas que he vivido, ya que sabía que eras fruto del amor, del verdadero amor.

Todos pensaron que eras el nuevo hijo de Richard y así él lo quiso creer, porque, en la noche de nuestra boda, la primera que pasé con él, mi sangrado había cesado y los síntomas de mi embarazo se hacían más intensos. Creo que el rey me entendió, les hizo creer a los testigos que era el primero con el que compartí el lecho, Richard siempre supo que no lo amaba, que mi corazón estaba ocupado, igual que el suyo, pero nunca supo que fue por su hermano, tal vez creía que en Francia estaba mi corazón; él solo respetó mi silencio y me dio el lugar que se le da a una reina, pero en el lecho o en los aposentos fuimos dos extraños con el corazón roto que nos dábamos consuelo mutuo, víctimas de las circunstancias de la vida que nos hace sus marionetas.

No me arrepiento de haberle entregado mi inocencia al amor de mi vida, tu padre, el único hombre que amaré hasta mi último aliento.

Ahora que estoy en mi lecho de muerte y sé que no te veré crecer, te digo que te amo como a nadie, que fuiste la alegría más grande que tuve y el miedo me embarga al no saber qué será de ti. Sé que tu padre jamás te dejará solo y siempre cuidará de ti.

La mujer que quiere que mi vida se esfume, ahora finge cuidarme y no me deja a solas ni un minuto, tu padre no ha podido venir a verme a solas, tiene que conformarse con una visita formal al lado de la mujer que me hizo su prisionera. Ya no tengo fuerza para impedir que me dé su veneno y termine conmigo, estoy sacando mis últimas fuerzas para escribirte esta carta con una profunda tristeza y un inmenso miedo de que luego termine con Terry y contigo, mis dulces hijos.  Me queda el consuelo de que Richard y Georges, tu verdadero padre, cuiden de ti.

Perdón hijo por hacerte saber la verdad así. Richard, el hombre que creías era tu padre, en realidad es tu tío y sé que él, muy en el fondo sabe que no eres su hijo, pero me juró que cuidaría de Terry y de ti.

Hijo, el amor que se tienen tu hermano y tú es muy bello, tú lo ves con gran admiración y siempre tratas de hacer lo mismo que él, te he visto muchas veces abrazarlo y quedarte dormido junto a Terry. Mis niños, esa imagen de ambos durmiendo se ha quedado grabada en mi corazón, espero que cuando crezcan se quieran incluso más que ahora. Anthony, jamás dejes de amar a tu hermano, él te ama demasiado y aunque también es un niño se preocupa por ti, te protege de los supuestos peligros que a su corta edad él ve en los jardines donde suelen jugar; a pesar de no llevar la misma sangre, el corazón de ambos está unido por una fuerza mayor. Me voy con el consuelo que no se quedan solos, se tienen el uno al otro, por favor, sean siempre unidos.

Linda vida, mi dulce Anthony, mi bello hijo, fruto de mi verdadero amor. Me atrevo a pedirte, mi amor, que no juzgues nuestro proceder, no seas duro con Georges, tu padre.

Las lágrimas de Anthony corrían libremente por su rostro, entendiendo lo que su tío le quería decir y entendió que siempre corrió tras un sueño que jamás fue suyo. Tarde le llegó el odio por la mujer que quiso como a una madre, Isabel que, por las letras de Rose Mary, fue la causante de su muerte y también la encargada de alimentar el rencor por su hermano, que si bien era cierto que siempre hubo rivalidad entre ellos, Terry nunca dejó de cuidar de él tal como su madre relataba en sus cartas.

Continuará…



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