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GUERRERAS APASIONADAS DE TERRY PRESENTAN: LA REINA CAPÍTULO 35 BY CARMÍN CASTLE Y LADY ARDLAY

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Lady Ardlay

Lady Ardlay
Niño/a del Hogar de Pony
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GUERRERAS APASIONADAS DE TERRY PRESENTAN: LA REINA CAPÍTULO 35 BY CARMÍN CASTLE Y LADY ARDLAY Portad35

CAPÍTULO 35: EL DESPERTAR DE ANNIE


El rey se aproximaba a los presentes con un bello semblante, sonrió al ver que Eleanor estaba al lado de su hijo como siempre debió ser.

Tenía mucho que agradecer en ese día, como ver a Eleonor de nuevo, la cual a pesar de tener un rostro más maduro y una vida de encierro y penurias, no había perdido ni un poco de su belleza.

Eleonor estaba ahí, esta vez era real, no era uno más de sus sueños. Richard no durmió la noche anterior pensando en lo cerca que tenía a Eleanor de nuevo, pero junto a su bella esposa también estaba la de Terry, en ese momento recordó el extraño suceso de Candy y ese lobo custodiado por el ave, debido a esta imagen su rostro perdió el rastro de alegría que tenía cuando ingresó. Aún no estaba muy convencido de que Candy fuera la mujer indicada para su hijo, pero ese día no pensaría en eso, solo quería terminar el acto religioso y hablar con el obispo para saber que procedería teniendo en cuenta que su primera esposa estaba viva.

Annie miraba a su padre dirigirse con ímpetu y prisa a donde estaba Terry y su madre. Vio que no le dio ni una sola mirada a ella, que siempre fue la luz de sus ojos, fue como si no estuviera para él. Su corazón se turbó y su rostro lo reflejó. La idea de no ser una hija legítima de Richard la aterrorizó, dejándolo notar en su semblante, cosa que no pasó desapercibida para Amelia, sus ojos brillaron al ver que el corazón de Annie era similar al de su madre. Nunca lo reflejó antes porque tuvo todo lo que quiso, pero en el momento en que le fuera arrebatado su poder, su odio, envidia y maldad florecerían.

—Te pareces a tu madre —le dijo Amelia posando su mano por encima de sus hombros.

—¿Lo cree? Dicen que soy muy parecida a mi padre —Annie trató de sonreír, pero sin éxito. Estaba perturbada, sintiendo que lo que era suyo le sería quitado, unos sentimientos parecidos a los que tuvo su madre comenzaban a crecer en ella, que era un terreno fértil para dejar florecer dichos sentimientos.

—Hmm, bueno, físicamente tal vez, pero tu mirada es la misma de tu madre —Amelia con su dedo meñique tocó la punta de su nariz.

Le brindaba a la jovencita una sonrisa y la miraba fijamente, vio que su alma era más oscura y egoísta que la de su propia hija, Susana, la cual cuando le intentaba enseñar sus conocimientos, Susana se ponía muy nerviosa, incluso le temía cuando hacia alguna transformación, aun sabiendo que era su madre y que no la dañaría. Pero en Annie vio un deseo de quitar de su camino todo lo que le perturbara su vida y sus privilegios. Sabía que Annie la ayudaría gustosa a eliminar a Eleonor para seguir sustentando el título de princesa inglesa.

Lo que Annie no pensaba era que el amor de su padre por ella era genuino y quería que el matrimonio con su esposa Eleonor fuera legal ante Dios y los hombres, sin quitarle los títulos a Anthony y a Annie, como príncipes.

Claro que a Annie la idea de solo ser una hija más reconocida y no de una reina legítima no lo aceptaba, no sería fácil soportar las murmuraciones, preferiría que Eleonor no existiera y que su madre siguiera ostentando el título de reina consorte.

—Mi niña, tu madre para mí siempre será la verdadera reina de Inglaterra, no esa meretriz de dudosa reputación. La fama de tu madre era de una mujer intachable y de un buen proceder, respetada por todos los reinos, pero sobre todo se hablaba del gran respeto que mostraba hacia tu padre, el rey —Annie le sonrió con dulzura a la mujer —Además, mírala, su forma de pararse carece del porte elegante de una reina y su rostro refleja el pecado en ella. No sé por qué la dejan ingresar a la casa de Dios —Amelia se santiguó.

Amelia tenía un vestido totalmente cubierto, con sus respectivas prendas que ayudaban a cubrir hasta su cuello y con unas mangas ligeramente anchas hasta por debajo del codo, pero no lo suficiente como para imitar las provocativas modas francesas, con su cabello totalmente recogido y cubierto por su velo con solo su corona como adorno, además su rostro era de pulcritud y piedad. Por su parte, Eleonor llevaba un peinado con un delicado recogido, pero con una larga trenza a su lado, usaba un vestido color vino de escote cuadrado alto, bordado con hilos de oro y que entallaba hasta su cintura para dar paso a una falda más amplia que le daba una hermosa y perfecta figura.

Todos estaban impactados con la belleza de las dos rubias que parecían opacar a las demás presentes. Eleonor a pesar de sus años seguía conservando su belleza, el paso del tiempo fue solo como una suave brisa sobre ella, a diferencia de otras mujeres que la conocieron y con las cuales el paso del tiempo fue inclemente. Por eso sintieron envidia y odio por ambas mujeres. Lo que ellas no sabían era que Eleonor vivió muchos años con la ración justa para nutrirse adecuadamente sin ningún exceso y el vino le fue negado, solo tomaba agua, también recibía sol que ingresaba un poco por la edificación para que siguiera recibiendo vitaminas y no se deprimiera aún más, sin caer en el exceso de pasar largas jornadas en su calor de forma directa, tampoco tuvo nuevos hijos para que su cuerpo cambiase.  Eso en vez de jugarle en contra, lo hizo a su favor, a diferencia de ellas, que los excesos de la corte las cautivaron, tomando grandes cantidades de vinos y postres que solo los de la corte podían disfrutar. La carne la consumían en grandes cantidades, algo que a muchas y muchos les generó úlceras y gota, la enfermedad de la realeza; a pesar de usar cabellos postizos, por los errores en sus consumos muchas no lograban igualar la saludable cabellera de Eleonor, igualmente parece que el bienestar vivía en su sangre por su genética.

Mucho menos las ayudaba el uso del plomo, ya que las mujeres para tener su piel más blanca y perfecta hacían uso de polvos que contenía este nocivo producto, pero Eleonor al no ser visitada tan directamente por el sol tenía su piel tan blanca y lozana como la de un bebé.

Todo en ella era natural, mientras ellas al saber que la iglesia condenaba dichas prácticas de la moda de satanás con discreción lo seguían haciendo para no mostrar la realidad de quienes eran en verdad. Igualmente, la iglesia a pesar de condenar dichas prácticas, sólo se hacía los de la vista gorda ante una hipócrita realeza.

Richard saludó a Candy, a quien el embarazo la tenía más hermosa y radiante que nunca. Lo cual no pasaba desapercibido para los presentes, en especial para Anthony, que no dejaba de mirarla sin el menor reparo y sin importarle en lo más mínimo tener a su esposa a lado, al igual que Archie, que estaba tan embelesado con la nueva princesa que no notaba la molestia de Annie y sus nacientes sentimientos. Pero Archie no solo admiraba la belleza de Candy, sus ojos se desviaban de vez en vez a la actual reina, la madre de Terry, logrando coincidir con los de la hermosa dama en varias ocasiones, Eleonor le regalaba una sutil sonrisa y eso a Annie la hacía arder de celos y rencor hacia la esposa de su padre. Observaba a ambas mujeres con recelo, estrujando discretamente su vestido con sus manos, quería que Archie retomara su atención solo en ella, como lo hacía antes de que esas intrusas llegaran a su hogar.

—Ingresemos —mencionó Richard después de saludar a su hijo y a las mujeres, este no se percató ni de las reverencias hechas por los presentes, ni de las miradas de odio y maldad de Amelia y Annie.
Durante la eucaristía se notaba claramente la incomodidad del obispo Martín con el padre García, ayudándolo por orden del rey y su hijo.

Por su parte, Annie estaba molesta, ya que su padre se sentó en la silla real con su hijo Terry y su esposa en el lugar que en otras ocasiones se sentó Eliza y al lado del rey estaba… Eleonor, el lugar donde se sentó su madre desde que ella tenía memoria y luego ella misma, pero ahora estaba esa mujer, Eleonor.  Entendió el odio de su madre hacia ella y Terry, sintió odio de pensar en que llegaban a usurpar todo, como lo estaba haciendo ahora la nueva esposa de Terry, que estaba acaparando todas las miradas de los presentes, murmullos se escuchaban sobre qué era realmente hermosa. Entendió la molestia de Eliza y el odio de Anthony, su hermano, por el primogénito, por cómo Terry había planeado terminar su unión con la princesa española solo por quedarse con esa mujer desconocida, hija de una bruja, no como ella que era hija de una reina y había llegado a robarle a Eliza su esposo, incluso a ella le estaba robando a su hermano, ya que Terry apenas y le había cruzado un par de palabras. Era realmente humillante para ella y para Anthony, todo lo que estaba pasando. Amelia leía la mente de Annie con gusto, de ver que por las venas de la dulce princesa corría la sangre de maldad de Isabel.

De hecho, Amelia pensó que sería una gran amiga y aliada de Isabel, pero debía cobrar las cuentas de su maestra y así quitarla de su camino, ya que interferiría con sus planes.

Circe desde uno de los ventanales miraba toda aquella escena y vio cómo Amelia descubrió un terreno fértil en el cual trabajar.  No perdía el paso de la germánica, puesto que en cualquier momento podría hacer algo letal, la muerte no se iba del castillo y Circe sabía que solo el día que ella se marchara el peso de la entidad se marcharía. Amelia miró el ave, que no le perdía la pista, así que pronunciando unas palabras en egipcio antiguo selló su cabeza, luego le susurró algo a Annie, la cual miró al ave con molestia y miedo.

—Esa ave que está allá, es la entidad que tiene a tu padre y hermanos hechizados, debemos hacer que muera para liberar a tu familia de esas brujas —Annie miró hacia la dirección de Circe.

Circe vio que a diferencia de Anthony, que aunque fue contaminado por la mala mujer que llamó madre, su centro y su ser, lo que llamamos alma era pura como el de su madre Rose Mary, pero el de Annie era perverso, su sangre estaba contaminada desde su concepción, ya que fue concebida por el fruto de conjuros, rezos, pócimas y maldad. Todas las emociones de Isabel, todo su odio, su veneno y su maldad se gestaron en una dulce niña de cabellos oscuros y ojos azules, de cara dulce e inocente, que en estos momentos estaba despertando a esos oscuros sentimientos.

—Claro que sí Amelia, yo te ayudo, cuenta conmigo —pronunció Annie sin quitar la mirada de Circe que no las escuchaba, solo veía el brillo de maldad en la mirada de ambas y una sonrisa de complicidad.

La ceremonia terminó dejando la incomodidad de muchos de los presentes, ya que claramente Richard pensaba devolverle su lugar a Eleonor y ya no estaba su padre para que interviniera, además, Terry el futuro heredero, era su hijo y los apoyaba.

—Puedes, por favor, dejar de verlas. Se nota que estás deslumbrado con la esposa de mi hermano y por… esa mujer, Eleonor —soltó Annie sin poder soportarlo más, su mirada de inocencia se le había ido, dejando desconcertado a Archie.

—Annie ¿estás bien?, ¿Qué te pasa? Como dijiste es la esposa de tu hermano y… la reina, la esposa de tu padre, no sé a qué viene tu comentario —Archie trató de mostrarse algo indiferente, pero la verdad es que pensaba que si en su visita hubiese conocido a Candy antes que a Annie y esta no se hubiese casado con Terry, la hubiese pedido en matrimonio de inmediato. En cuanto a Eleonor, ella era prohibida desde antes de conocerla, pero eso no evitaba que su corazón se acelerara cuando la hermosa mujer le sonreía.

—Annie estás extraña, ¿qué te pasa? —volvió a preguntar Archie, posando sus ojos en ella, que no respondió, pero lo dio una mirada fría.

—Déjala en paz, son muchas emociones para esta pequeña. Ven… demos un paseo hija —Amelia la tomó por el brazo y la jovencita se dejó llevar.

La reina germánica la condujo por los jardines, caminaron hasta llegar al mausoleo,
Annie lloró en silencio frente a la tumba de su madre, los soldados que custodiaban a Amelia se retiraron para darle privacidad a la princesa, al estar a solas frente a la tumba de Isabel, Amelia habló.

—Annie, y si tuvieras el poder de cambiar o modificar las cosas, el destino tuyo o el de las demás personas, ¿Te gustaría? —eran las palabras de Amelia que llegaban a los oídos de Annie—. Si alguien te diera la oportunidad y el conocimiento, ¿lo tomarías? —continuó la germánica.

—Sí, lo haría —fue la seca respuesta de Annie, mirando fijamente la tumba de su madre. Amelia sonrió a su lado, había encontrado a la candidata perfecta, ya que quiso que fuera su hija, pero su corazón era más como el de su padre que como el de ella, si tenía maldad en su ser, pero era demasiado emocional y débil.

La reina viuda se acercó y habló como si le hablará al viento.

—Yo solo logré llevar a término a una hija, Susana. Siempre quise tener más, un heredero del reino y de mi poder, ya que las mujeres son más receptivas al poder de lo desconocido, pero un hombre que dé la oportunidad de manejarlo, es mucho más poderoso. Ya tengo una hija de sangre, pero quiero una hija de la magia y el poder —continuó— y te aseguro que nadie más usurpara tu lugar y tendrás todo lo que desees. ¿Aceptas pequeña Annie? —Amelia miró a Annie con su rostro fijo en la tumba sin ninguna emoción, así se quedó un momento.

—Acepto —Contestó Annie, luego de escuchar a Amelia, la pelinegra ya se había dado cuenta de que la germánica no era solo una reina, encerraba misterio y algo más debajo de ese semblante de viuda sufrida, le había visto rodeada de esas horrendas aves, los cuervos, pero la verdad le daba igual en esos momentos, ella solo quería conservar lo que era suyo, costara lo que costara.

—Bien, comenzarás a prepararte, seré tu maestra y guía. Tendrás el poder que jamás imaginaste, pero debes prometerme algo. Mejor, jurarlo —corrigió Amelia—. Quiero que seas la esposa de mi sobrino Archie y que lo manejes como yo te ordene. El amor no cuenta en la magia, nunca lo olvides, no debes dejarte llevar por el corazón o no podrás dominar el poder de la magia. Ah, y algo más, debemos matar a la madre de Terry y atrapar al ave, ese animal está interviniendo para dañarlos a ustedes y desterrarnos a nosotros, los dejará sin nada y debemos atraparla y matarla.

—No tengo que jurarlo, lo haré —respondió Annie.

—Solo una cosa más —Amelia giró a Annie— Júrame que me ayudaras a quitar del camino a Candy, la esposa de tu hermano. No debes alejarte de ella jamás, no la dejes tener lo que por derecho es tuyo. Júramelo Annie, finge ser su amiga, haz que crea que eres como su hermana, conviértete en su sombra y jamás la dejes ser feliz, ¡júramelo!

Annie le sostuvo la mirada y le respondió

—Te lo juro, Amelia.

Continuará…


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Gisela ruht

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Niño/a del Hogar de Pony
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Que mala es anny siempre fue una envidiosa

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