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GUERRERAS APASIONADAS DE TERRY PRESENTAN: LA REINA CAPÍTULO 33 BY CARMÍN CASTLE Y LADY ARDLAY

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Carmín Castle

Carmín Castle
Rosa Roja
Rosa Roja

GUERRERAS APASIONADAS DE TERRY PRESENTAN: LA REINA CAPÍTULO 33 BY CARMÍN CASTLE Y LADY ARDLAY Portad19

LA REINA


CAPÍTULO 33: DECISIONES Y VERDADES

Amelia acercó su rostro a Eleonor y la olió. Odió todo de ella, sabía que fue, era y sería el gran amor de Richard, siempre, lo cual no le importó mucho.  Eleanor estaba profundamente dormida, Amelia la contemplaba con una cínica sonrisa, con su rostro frente a ella le habló con desprecio.

—Así que tú eres la famosa Eleanor, el gran amor de Richard. Has venido a cambiar todos mis planes, pero mejor aún, no sabes cómo disfruto ver sufrir a los que se aman. Lo mismo hice con el que fue mi esposo, el pobre soñaba con casarse con su amante, quería hacerlo, pero yo me interpuse entre ellos, jamás los dejaría ser felices.

No sé qué le veían a esa mujer, pero el futuro rey y su primo la amaban, ¿y a mí qué me quedaba? Nada. Por eso me casé con el hombre que ella amaba y me hice amante de su primo, quién la amaba a ella y aunque se casaron jamás los dejé ser felices, siempre fui una sombra en sus vidas. Odio a las mujeres como tú, que se roban corazones por doquier y las demás tenemos que vivir a la sombra de ustedes. Isabel supo tratar a las de tu calaña, pero la muy estúpida no sabía hacer bien su trabajo, tenía que matar, en especial a ti.

¡Maldito estorbo!, pero claro, ella no tiene mi fuerza, yo sí acabaré contigo esta misma noche, jamás debiste volver a interponerte en mi camino, por eso tendrás una larga y agónica noche.

La ventana se abrió y Circe entró, poniéndose en medio de Eleonor y Amelia.

—Te esperaba, —pronunció sin volverse hacia Circe— sabía que vendrías, será una gran noche para matarla, pero antes lo haré contigo, te mandaré al lado de tu abuela y no saldrás nunca más de ahí.

Amelia dejó caer unas abundantes gotas en los labios de Eleanor, la mujer al sentirlas abrió los ojos y trago el líquido que actuó como un sedante, adormeciéndola otra vez, para poder matar a Circe y luego llevarse a Eleanor del castillo para torturarla y darle una lenta muerte para su diversión. La germánica comenzó a hacer el rezo para transformarse en cuervos y atacar a Circe.

—Primero te mataré a ti y a esta entrometida. Y luego, ¿a quién crees? —Amelia le dio una sonrisa más amplia de lo normal, sus ojos parecían como dos hoyos del abismo del infierno.

—No, si yo interfiero antes, servidora de satanás —se escuchó la voz grave de Skrael que estaba de pie en el balcón y Circe se puso en su hombro.

Amelia dejó su macabro aspecto para asustar a Circe y puso su rostro serio para observar detenidamente a Albert, indagando en su ser y sorprendiéndose por su poder, el cual podría acabarla.

—¿Así que tenías que traer a tu perro para que te protegiera? —le reclamó al ave— ¿Qué pasa Circe?, acaso me tienes miedo —la provocó con la voz distorsionada, luego soltó una carcajada— ¿No tendríamos un enfrentamiento tú y yo a solas? O me temes demasiado —sonrió de nuevo con maldad.

—Y tú, perro, estás en el cuarto equivocado. Ve y mata a Terry, quién te robó el reino y ahora… —Amelia, con ojos inyectados de maldad, sonrió mirando a Circe, antes de añadir—. A la mujer que amas, oh, no sabías. ¿Tu amiga no te lo dijo?, entonces yo lo haré. El heredero de este reino le puso un maldito engendro en su vientre, pero claro, a esta bruja no le convenía decírtelo, lo oculto para que sigas siendo su esclavo, ya que ella no tiene el poder suficiente para derrotarme.

Skrael o más bien Albert, se quedó en silencio, pero con sus ojos ardiendo en llamas incandescentes. Estaba dolido por el recién descubrimiento, él confiaba ciegamente en Circe, pero ahora se daba cuenta de que ella en él no.

—Skrael —Circe se comunicó con él mentalmente, pero Albert estaba furioso, renuente a escuchar más mentiras de Lane, por lo que se negó a mantener la comunicación oculta, Circe siguió hablando, pero Amelia logró entrar a la mente de Skarel también—. No debiste venir, no hasta que supieras todo, yo te lo diría cuando llegara el momento. Tú mejor que nadie sabe que el destino solo es uno, pero te da dos caminos, uno correcto y otro errado, tenías que decidir, si tenías a Candy jamás le harías justicia a tu madre, era el reino de Escocia o ella —Lane le hablaba con cariño, queriendo penetrar en su alma para que Albert se diera cuenta de que no mentía.

—No le creas. Eso es una vil mentira Skrael, ella te engaña, desde que eras muy pequeño te la prometió para que la cuidaras y ahora se la dio a otro hombre, y sabes por qué, porque él es más poderoso que tú. Él si es un legítimo heredero y será el monarca de estas tierras, mientras tú pretendes pelear por un linaje que nadie te reconocerá. —Amelia dio un paso al frente ante un pensativo Albert— Yo no soy tu enemiga, ambos hemos sido engañados. Mi hija Susana sería la esposa de Terry y Candy la tuya, pero mira cómo jugaron con nuestros sentimientos. Actuaron a escondidas y ahora comparten el lecho matrimonial y por si fuera poco, ella está en cinta.

Amelia, destilaba veneno mientras Albert, permanecía consternado por lo dicho por la reina viuda, que sonrió triunfante, ya que se dio cuenta de que tendría un aliado más, eso le daría la victoria segura, sabía que de los tres él era el más poderoso, ni él mismo sabía cuánto poder tenía dentro de sí. Circe y él, al ser primos y nietos de Sophia, madre del rey Williams, la sangre mágica y llena de poder fluía por sus venas, no como ella que tuvo suerte de aprender de aquella mujer que le dio su conocimiento, pero en su sangre no tenía la esencia de ella, como la tenían Skrael y Circe. Tenía que jugar bien sus cartas y dividirlos, sabía que juntos la destruirían.

Albert miró a Circe con molestia.

—El destino es uno y tú sabes que la rueda gira en un sentido —agregó Circe con tranquilidad.

—Dijiste que Candy y yo estaríamos juntos para siempre —Albert enfocó su mirada a la luna.

—Y así será, siempre —Circe puso su ala en el corazón de Albert.

El hombre rubio vio una secuencia de imágenes en tiempos desconocidos para él, del pasado y el futuro, en todas y cada una de ellas protegía a Candy. Las últimas que vio fue de una época extraña, estaban bajo un árbol, él usaba un traje escocés, tocaba una gaita mientras Candy de tan solo seis años lloraba, el sonido de la gaita la calmó y vio cómo ella sonrió y su sonrisa se grabó en él; te ves más linda cuando ríes que cuando lloras, le dijo con el corazón enternecido.

Otra serie de imágenes llegaron a su mente y esta vez vio a Circe cuidando de Candy, vestida como una monja, también una pelea en la cual él salvaba a Terry, justo de la edad que tenía cuando él lo quiso matar. Tuvo el impulso de ayudarlo y llegaron diferentes imágenes con el joven castaño y también con Candy. Luego solo observó sombras y de nuevo vio cómo Candy tenía un traje blanco muy extraño, cuidaba de él en una cama, le decía que lo conocía, que era enfermera y estaba en un hospital. Vio como luego él cuidó de ella, la joven derramó muchas lágrimas y él estuvo para ella en todo momento, hasta que finalmente llegó la paz a lado de Terry, una vez más. Después, como sucedía en todas y cada una de las vidas, seguía una larga vida en la que él hizo parte de la vida de ella y el inglés, hasta ser un hombre de avanzados años y allí también veía la imagen de Candy a su lado a la hora de su partida, con su mano fuertemente tomada le decía que siempre estarían juntos, que él era parte de su vida y, por último, todo se tornó borroso.

Albert se quedó paralizado ante aquellas imágenes, no sabía qué pensar o cómo actuar. Amelia, al ver que no lograría nada y que ambos estaban enfocados en sus pensamientos, intentó salir por la puerta, logró escabullirse, pero se topó con una figura.

—¿Puedo saber qué hacía en el cuarto de mi cuñada? —la voz grave de George, sobresaltó a Amelia.

—¡Ah! Bueno… —Amelia dudó— ¿Sabe? El castillo es muy grande y oscuro, aún no lo conozco muy bien, decidí salir de mi cuarto a pasear y terminé aquí, perdida —Amelia puso un rostro dulce e inocente y se acercó más de lo debido al hombre— Tal vez pueda llevarme usted hasta mis aposentos, me sentiré más segura si usted me lleva y me deja en mi cama a salvo.

Georges la miró con sus penetrantes ojos. La conexión entre Circe y él, era desconocida para Amelia, pero Georges estaba al tanto de quien era, afortunadamente Circe lo había puesto en alerta.

—Claro, que será escoltada hasta su cuarto, no debe andar a solas por estos lugares —Amelia sonrió, creyendo que el legendario guerrero había cedido a sus insinuaciones— ¡Guardias!, escolten a la dama. Vigilen su cuarto y las ventanas —Georges le devolvió la sonrisa—. Asegúrense de que nadie entre ni salga esta noche de su alcoba —Amelia lo observó con sorpresa.

—Es por su bien majestad, el castillo es oscuro y no sabemos qué o quién puede acechar en las sombras —pronunció un seguro Georges.

—Vaya, pensé que no corríamos peligro bajo su techo, pero parece que me equivoqué —manifestó Amelia retomando su compostura de reina.

—Y está segura, pero parece que el mal acecha estos muros últimamente, así que vigilaré cada rincón, ya que yo conozco muy bien los planos del castillo —Decía George a una callada y molesta Amelia que caminaba un par de pasos delante de él.

—Me siento más como una prisionera que como una invitada —renegó secamente la mujer—. Debería estar cuidando otros lugares, no sabe qué seres tiene de visitantes. Yo si lo sé, sé muy bien quien o que son cada una de las personas que ahora cobija este techo —continuó la germánica mayor.

—Créame, sé muy bien quien o que habita en este castillo y lo custodiaré de la forma adecuada —Georges llegó hasta la puerta del cuarto de la mujer, se puso en frente y la miró fijamente—. Usted no es ninguna prisionera, puede marcharse cuando quiera, mañana mismo si así lo desea puedo tenerlo todo preparado antes del mediodía, solo hágamelo saber y así será —Amelia lo observó con odio.

—Guardias, vigilen la puerta y las ventanas —ordenó Georges.

—Ja ja ja. ¿Acaso cree que podría escapar de un lugar tan alto? —Amelia lo miró burlona.

—No, pero tenemos unos visitantes indeseados, cuervos que buscan la muerte y mientras los cazo y los mato… —Georges puso su fría y oscura mirada en una seria Amelia— Vigilaré que no entren ni salgan, mis soldados tienen flechas especiales para dañar a esos visitantes del infierno —Georges sonrió de medio lado— Usted, tranquila, majestad, todo lo tenemos bajo control y en cuanto uno de ellos aparezca le dispararemos sin misericordia y créame, no sobrevivirán.

—Me voy a dormir —anunció molesta Amelia.

—Claro, solo una cosa más, duerma tranquila que el cuarto de su hija ya está siendo custodiado. Buenas noches, majestad —Georges, haciendo una inclinación de cabeza, se retiró.

—Debes casarte conmigo —rogaba Susana de rodillas ante Neil, que esa noche no fue para intimar con ella, esperaba que Amelia terminara un asunto para reunirse con ellos y ver cómo procedería.

—Claro que no Susana, sabías muy bien cuál era el plan y debe seguir siendo así —desdeño Neal.

—Pero Terry ya se casó y yo… Nadie querrá desposarme, tú fuiste el primero en tomarme y ahora debes responder por tus actos —expresó angustiada.

Neal que miraba por la ventana con molestia e intriga, volteó a ver a Susana.

—¿Es en serio?, sabías muy bien por qué hacíamos esto —Neal molesto volvió sus ojos a la ventana.

—Hazlo por mi madre, yo no me interpondré, igualmente yo no te amo, así que no me importará lo que hagas con ella. Pero dame un título, dame la dignidad que perdí en tus brazos —suplicó ella.

—¿Por tu madre? Mira, lo único que quiero en este momento es matar con mis propias manos al maldito de Terry… ¿Por qué no llega tu madre? Ya pronto amanecerá. ¿Y por qué esos soldados no se alejan de las ventanas? —Neal se comenzaba a preocupar.

—Susana, asómate por la puerta y mira si es seguro salir, si hay alguien cerca, mándalos a hacer algo para poder salir. Yo iré en busca de tu madre.

Susana se asomó y vio a unos guardias en la puerta.

—Tengo rodeada la puerta con guardias —señaló contrariada.

—Ordénales que se retiren en busca de tu madre —indicó Neal en voz baja, esperando que no lo hubieran escuchado.
Ella obedeció y abriendo solo un poco la puerta habló.

—¿Pueden llamar a mi madre? Me siento mal y la necesitó —solicitó Susana.

—Lo siento señorita, el castillo está custodiado por órdenes del General Georges, mandaremos a una de sus damas para que le traiga al doctor —informó el soldado que no se movió ni un centímetro de su puesto.

—No, no quiero eso, no llamen a nadie, solo quiero a mi madre —Susana cerró la puerta mientras que Neal estaba atónito por lo escuchado.

Circe sentada en la punta más alta del castillo, miraba la luna al lado de Skrael en un absoluto silencio.

—Pensé, que Candy y yo estaríamos juntos para siempre —habló derrotado y atónito Albert.

—No siempre tenemos lo que queremos, ya sabes que yo fui la sombra de alguien más y está bien. Georges se enamoró, pero jamás pensó que todo terminaría y que yo sería la que estaría en su vida por largos años —Circe bajo su cabeza dejando de ver a la luna—. Tu destino siempre se separa de ella y se une con el tiempo, pero entrelazada con la vida de Terry, que está enredada a la de ella continuamente.  Si lo rompes la romperás a ella, si lo dañas la dañarás a ella, si él muere la vida de Candy se apagará —Albert la escuchaba perplejo—. Tu misión es cuidar de ella, en eso no te mentí, pero también tienes muchas vidas a tu cargo y querrás huir una y otra vez, sin embargo, volverás siempre a ser su protector, al igual que mi madre y yo. Tendrás que enfrentar tus responsabilidades tarde o temprano, es hora de reclamar el reinó, pero no el de Inglaterra, sino el de Escocia y liderarlo.

—Para qué… si soy feliz en el bosque rodeado de los animales y ustedes —admitió un triste Albert.

—¿Qué no te das cuenta?, Despierta Albert, yo ya hago parte tanto de los muertos como de los vivos, pero por poco tiempo y Candy, la pequeña niña que trepaba árboles contigo, ya no está allá. Sangre pura se gesta en ella, un rey que unirá a Inglaterra y a Escocia de nuevo, es la verdadera sangre real que se sentará en el trono, ya que Candy lleva la sangre del trono del rey Williams, su abuelo y tu padre; pero también lleva sangre del trono de Inglaterra por Georges. Su hijo será el pilar de un nuevo mundo, Candy será la verdadera reina.

Albert, con sus ojos brillantes y su mirada perdida en los cielos, asintió.

—Debo hacer algo —dijo poniéndose en pie en el techo de la torre más alta del castillo, luego saltó mientras Circe veía cómo caía de pie frente a un balcón. Albert, con solo una maya y su torso desnudo, se acercó de a poco y vio en una gran cama a Candy, que dormía plácidamente, abrazada a Terry, los contempló, notó cómo se veían felices y tranquilos. Las palabras dichas por Circe lo tenían desestabilizado, triste y confundido. En ese momento, al ver aquella escena en ese cuarto, supo que Candy jamás sintió nada por él, no como lo que sentía por Terry, podía escuchar el latido de sus corazones, fuertes y claros, por su agudo oído. Se sintió derrotado, pero liberado al mismo tiempo, porque no sabía si tomar las responsabilidades que su madre le inculcó, sintió que por fin tenía un destino trazado.

Candy se revolvió en las sábanas, sintió un olor muy familiar, inconfundible para ella, abriendo los ojos de inmediato.
Albert después de unos minutos estaba listo para marcharse, pero un llamado lo paralizó.

—Skrael, espera…

Continuará…


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Gisela ruht

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