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GUERRERAS APASIONADAS DE TERRY PRESENTAN: LA REINA CAPÍTULO 32 BY CARMÍN CASTLE Y LADY ARDLAY

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Carmín Castle

Carmín Castle
Rosa Roja
Rosa Roja

GUERRERAS APASIONADAS DE TERRY PRESENTAN: LA REINA CAPÍTULO 32 BY CARMÍN CASTLE Y LADY ARDLAY Portad18

Hola a todos, aquí seguimos subiendo los capítulos  GUERRERAS APASIONADAS DE TERRY PRESENTAN: LA REINA CAPÍTULO 32 BY CARMÍN CASTLE Y LADY ARDLAY 3232282398  GUERRERAS APASIONADAS DE TERRY PRESENTAN: LA REINA CAPÍTULO 32 BY CARMÍN CASTLE Y LADY ARDLAY 3232282398  GUERRERAS APASIONADAS DE TERRY PRESENTAN: LA REINA CAPÍTULO 32 BY CARMÍN CASTLE Y LADY ARDLAY 2275358643  GUERRERAS APASIONADAS DE TERRY PRESENTAN: LA REINA CAPÍTULO 32 BY CARMÍN CASTLE Y LADY ARDLAY 2275358643  pendientes, Lady Ardlay y yo les agradecemos por sus lindos comentarios.  GUERRERAS APASIONADAS DE TERRY PRESENTAN: LA REINA CAPÍTULO 32 BY CARMÍN CASTLE Y LADY ARDLAY 463717  GUERRERAS APASIONADAS DE TERRY PRESENTAN: LA REINA CAPÍTULO 32 BY CARMÍN CASTLE Y LADY ARDLAY 463717  GUERRERAS APASIONADAS DE TERRY PRESENTAN: LA REINA CAPÍTULO 32 BY CARMÍN CASTLE Y LADY ARDLAY 463717  

LA REINA


CAPÍTULO 32: NOCHE DE VERDADES

Paty soltó su copa al ver a Candy ahí, a lado del príncipe heredero. Se quedó muda, disculpándose con los presentes por el incidente. Acaso oyó bien, Charlie había dicho el rey y su “familia”, entonces que hacía Candy con ellos, pensaba angustiada Patty.

Anthony se puso en pie ante la mirada confundida de los monarcas españoles, estaba sentado en la mesa principal a lado de Eliza, que tras ir a su cuarto y su madre pedirle un té para relajarla, salió de nuevo obligada por Sara. Todos reconocían a Georges, a Terry, Stear y a Dorothy, pero nadie sabía que hacían esas dos mujeres con la familia real, sin embargo, Eliza se estremeció al ver que el ave que acompañaba a Circe se posó sobre una de las vigas, muy cerca de Candy.

Amelia, que ya estaba alerta, los miró con sus ojos en llamas, además a Circe no la perdió de vista, aunque su sorpresa y odio se encendió cuando vio a la mujer de las visiones de la reina.

—¡Eleanor! —exclamó con sorpresa y clara molestia.

—Esa es el ave de Circe —señaló con la cabeza una contrariada Eliza a Neal que miraba fijamente a los recién llegados, con especial atención a la joven rubia de pie junto a Terry.

El obispo Martín tenía los ojos desorbitados viendo a la rubia mayor. Si su mente no le fallaba, esa mujer era…

—Eleanor —susurraban los presentes, cosa que no pasó desapercibida para Amelia, que confirmó sus sospechas.

La gente comenzó a inquietarse, algunos asustados al creer que la mujer no era de este mundo, otros simplemente parecían petrificados en sus lugares sin expresión alguna.

Annie miraba a todos lados sin entender lo que pasaba, ya eran demasiados extraños para ella en los últimos días y con todos los acontecimientos se mantenía asustada y atenta a cualquier movimiento. Vio la cara de sorpresa de muchos, el rostro de rabia de Amelia y la cara de desconcierto de Susana que miraba fijamente a Terry y a la joven rubia que estaba a su lado, al mirar a Archie tenía su mirada puesta en el mismo punto que su prima.

Anthony estupefacto se acercó a su padre, hermano y tío, aunque con su mirada fija en la ninfa de la cascada y en el ave que estaba con ellos. Candy lo miró abrumada, el corazón de Candy latía con fuerza por estar ahí con todos mirándola fijamente.

Anthony avanzaba con sus ojos clavados en Candy.

—No, no, Dios, que no sea lo que estoy pensando —se decía internamente, que no podía ser ella.

Pero Terry al notarlo tomó la mano de Candy y el rubio se detuvo con sus ojos puestos en las manos de ambos. Los murmullos en el salón se incrementaron.

—¿Qué significa esto Richard? —Amelia se puso de pie y cuestionó furiosa al rey—Como madre de Susana exijo una explicación.

Richard volteó a ver a Amelia que tenía una mirada escalofriante, los murmullos no cesaban, cada vez se escuchaban más altos.

—¡Silencio! —la voz de un implacable del rey sobresalto a muchos, Richard parecía ser el mismo de muchos años atrás, sus facciones endurecidas y su mirada nuevamente imponía respeto y temor—Todos tendrán una explicación —pronunció con autoridad.

Para los invitados, esté es mi hijo Terry, próximo rey de Inglaterra, —los que no conocían al heredero contemplaron con admiración al gallardo joven—. Y él es mi hermano Georges, con su esposa e hijo y también lo acompaña…—Richard hizo una pausa— Su hija.

El desconcierto de todos en el lugar fue evidente y ni siquiera que dio el rey pudo evitar las exclamaciones de sorpresa.

—¡Silencio! No he terminado —gritó el rey, solo así todos callaron—. Les Presento a Candy White Grandchester, ella no solo es hija de mi hermano Georges, también es la esposa de mi hijo Terry, su futuro rey —aclaró antes de que alguien replicara.

Los murmullos, esta vez, se convirtieron casi en alegatos. Eliza se puso en pie al mismo tiempo que Susana, que se llevaba las manos a la boca ahogando un grito de desesperación. Terry apretó la mano de Candy con más fuerza, mientras Anthony sentía que sus pies estaban a punto de fallarle, su cabeza daba vueltas y el pecho le dolía como una herida recién abierta.

—Richard, ¿qué es todo esto? Nos ofendes con este acto tan bajo de tu hijo.  Archie, sobrino, debemos hacer algo —Amelia se dirigió a un muy desconcertado rey Germánico, seguía débil por la transformación que había hecho, se mareó y se apoyó del brazo de Archie.

—Cálmate tía, ya hablaremos de esto, después —dijo tomándola por su antebrazo y susurrándole palabras reconfortantes.

—¿Fue por ella?, ¿Por esa razón anulaste nuestro matrimonio? Para casarte con esta maldita que tal vez sea una impostora. Qué no lo ven —se dirigió a los invitados— Alguien puede decirme ¿Por qué no supimos de ella en los años que llevo aquí? —Desvió su mirada a Circe— ¡Ah! Ya entiendo, están bajo el hechizo de la bruja Circe —Eliza señaló al ave, pero luego su mente maquilo una idea para quitar del camino a la impostora, acusaría directamente a Candy de ser bruja.

—¿Cómo sabes de Circe?, y ¿por qué señalas el ave? —increpó Terry a Eliza poniendo en jaque a esta.

Eliza se quedó helada ante la insinuación de su exesposo, si la involucraba con brujería la iglesia no le perdonaría la vida.

—No le respondas, Eliza. Aquí el único que tiene mucho que explicar, eres tú, hermanito. ¿Qué quieres decir con tu esposa? Se suponía que te casarías con Susana —soltó con molestia y un dejo de dolor en su voz—. Además, te conozco —esta vez se dirigió a Candy— tú no eres hija de mi tío. Te he visto y sé que solo eras una simple campesina, díganme ¿Qué treta es esta? y ¿por qué te están apoyando mi tío y mi padre?

Anthony rogaba que su ninfa fuese solo una inocente a la que Terry pagó por liberarse de la unión con la germánica. Si ese era el caso, él estaba dispuesto a defenderla, limpiaría su nombre y se iría con ella lejos.

—Hijo, todo y todos tendrán una explicación, si me dejan continuar —anunció Richard viendo a los presentes que no sabían cómo tomar todo lo que estaba sucediendo.

—Y… ¿Quién es la otra dama? —preguntó Amelia con los ojos cargados de maldad.

—Sé que pocos aquí saben quién es, pero… —Richard miró al desconcertado obispo Martín que fue quien los casó. —Ella es mi esposa Eleanor, la verdadera reina, ya que al no morir nunca se rompió nuestra unión.

Anthony estaba en shock, al igual que Annie, porque eso los convertía en hijos ilegítimos. Nuevas exclamaciones de asombro se escucharon, George para aligerar el ambiente tomó la palabra.

—Mi hija, Candy, es la nueva esposa de mi sobrino Terry, y espero el respeto que se merece. Nunca la presenté para que tuviera una vida tranquila al lado de su madre, pero al morir ella es mi obligación como su padre cuidar de mi hija. Y cuando mi sobrino Terry la conoció, luego del término de su matrimonio pidió su mano y se casó con ella antes de que interfirieran en la relación.

—¿Y quién era su madre? —cuestionó Amelia mirando al ave que no le quitaba los ojos de encima.

—Eso no importa ahora. Solo les diré una cosa a todos —los ojos de George pasearon el lugar con autoridad—. Nadie, escúchenme bien, nadie dañará ni le faltará al respeto a mi hija.

—Y mi esposa —Intervino Terry.

—Sé que no es el mejor momento de presentarla, pero es una noche de festejo, ¿No? Y, además, ya todos los interesados están reunidos. Creo que a mi sobrino Anthony y a su esposa no les molestará que nos unamos, ¿o sí? —los ojos de un imponente Georges, que era un poco más alto y musculoso, se posaron en Anthony y luego en una desconcertada Eliza. El silencio reinó en el lugar—. Eso pensé, es una noche para celebrar la boda de mi sobrino y la princesa española a los que les deseo una gran vida juntos y la presentación de mi hija y ahora esposa de mi sobrino Terry. Además de una muy grata noticia, Eleanor, esposa del rey y madre de Terry, ha vuelto para quedarse. Propongo un brindis, por eso —finalizó, levantando su copa que le llevaron unos momentos antes.

Pero mientras los invitados tomaban sus copas con desconcierto por los recién llegados, el obispo Martín, que había escuchado todo, sin intervenir, habló.

—¿Casados?, ¿Cómo y cuándo? Eso no es posible, yo no he efectuado esa unión — expresó el obispo con clara molestia, por la autoridad que le daba la iglesia.

—¡Oh! Es verdad, creo que me faltan un par de invitados en esta gran noche — Georges hizo una seña a Charly, este dio paso a un sacerdote y a una monja, los ojos del obispo se abrieron al ver ingresar al clérigo.

—García —pronunció entre dientes.

—Majestad —García besó el anillo de Richard, el cual al saber que fue el protector de su amada junto con Mary Jane, los saludó con agrado.

—Sean bienvenidos, pueden quedarse el tiempo que quieran —ofreció Richard.

—Señor obispo, cuánto tiempo sin vernos —saludó García acercándose y besando el anillo del reverendo.

—Pensé que ya habría muerto —masculló el incómodo obispo.

—No, el frío, el hambre y la peste a la que me enviaron no pudieron acabar conmigo. Creo que nací y viví para ver este día, Santidad —ironizó García con sus ojos cargados de satisfacción— Soy parte de la iglesia y… —el hombre regordete sacó de su túnica un documento— Como miembro de la iglesia de Dios, le entrego el acta de matrimonio del príncipe Terry y la hija de Georges, como puede ver ya tiene el sello real, por lo cual la unión está aprobada.

—Solo falta el suyo, su excelentísimo —se inmiscuyo Terry en la conversación de ambos hombres.

—Primero tengo que leerlo y analizarlo… posteriormente les estaré informando —declaró guardando el documento.

—No tiene nada que analizar, él es un sacerdote de Roma, ¿no es así? —inquirió Terry, antes la actitud cortante del obispo.

—Lo es, Su Alteza —aceptó en voz baja el obispo.

—Bien, entonces cumpla con su trabajo, solo tiene que poner el sello —Terry lo observó con molestia.  

Al hombre no le quedo de otra que tragarse su enojo, asintió, ignorando las miradas y murmuraciones de los presentes.

—Está bien —el obispo tomó la cera que Terry le proporcionó, presionó su anillo en el documento y lo entregó de nuevo al príncipe.

—El padre García es nuestro invitado y cuando yo sea rey, él será parte de mis consejeros. Así que trátelo con el debido respeto —anunció Terry, haciendo una inclinación de cabeza, se retiró hacia la mesa donde estaba su padre, hermanos y esposa.

Eliza, al igual que Susana, Archie, Annie y en especial Anthony, no quitaban los ojos de encima de Candy, que al percatarse que la escudriñaban apretó la mano de Terry con fuerza, George que estaba al otro lado, el cual observó a sus sobrinos y el semblante temeroso de su hija, le dijo:

—No te preocupes, yo cuidaré de ti.

Susana y Eliza notaron lo diferente que Terry se comportaba con Candy, por lo general su rostro era frío y esquivo, de mirada opaca y poco cariñoso, nunca era tierno, pero con Candy parecía otro. Su semblante estaba relajado y con sus ojos más brillantes que nunca, la veía con devoción y sonreía cada vez que ella lo miraba, no soltaba su mano y aunque no alcanzaban a oír lo que le decía, se veía la ternura en su rostro y no hacía falta escuchar para deducir que le hablaba con voz suave.

Eliza ardió en celos, cuando fue su esposa no la miró ni la trató de forma tan dulce. Le susurraba palabras a su oído constantemente y sonreía como si fuera un pequeño, haciendo una travesura ante el sonrojo de la rubia. Susana estaba perpleja, antes de la sorpresa estaba feliz de que terminara la boda de Eliza y Anthony, tenía pensado que al día siguiente se enfocaría en la de ella. Era verdad que el príncipe y heredero no estuvo muy presente en esos días, pero sabía que ella le quitaría en la cama cualquier rastro de tristeza que le hubiese dejado el antiguo matrimonio.  Ya sabía muy bien como satisfacer a un hombre y atraparlo con sexo, Neal le había instruido muy bien en eso, no podía negarlo. Sintió un amargo sabor cuando sus ojos coincidieron con los de Eliza, que, a pesar de verse afectada por el nuevo matrimonio de Terry, le dirigió una sonrisa sarcástica arqueando una de sus cejas, en una clara burla para la germánica.

Susana volteó la cara, solo para encontrarse con el rostro iracundo de Neal, que observaba también a la pareja. Susana bajó la mirada, era el momento de empezar a preocuparse, Neal a pesar de no verlo en el día, en las noches ingresaba a su cuarto y la tomaba a su antojo sin tener el más mínimo cuidado de embarazarla, ya que finalmente ese era el objetivo, que ella estuviese en cinta para cuando se casara con Terry.

—Tiene mucho que explicar, ¿no cree Richard? —Amelia retomó el tema, mirando a Candy y a Eleanor.

El rey, que tomaba de su copa, la dejó en la mesa. Y limpiando las comisuras de sus labios, se aclaró la garganta. Extrañamente, sonreía, como si el dominio que Amelia ejercía en él, se hubiese esfumado, ya no se sentía intimidado por ella. Ni siquiera se sentía atraído, la veía tal cual era, una fría mujer de Germania, de aspecto lúgubre, por el luto que suponía llevaba.

—Bien, fue una sorpresa para mí también, pero al saber la procedencia de la que ahora es la esposa de mi hijo, se convirtió el impacto en una sensación grata. Y sí, un matrimonio acompañado de amor es una bendición —el monarca miró a Eleanor.

—Pero… ¿Y mi hija qué?, ¿No cree que se burlaron de ella? Haríamos una alianza, ¿qué pasó con eso? —contraatacó Amelia.

—Nadie sea burlado de la princesa, Majestad, solo fueron especulaciones, pero nunca se concretó nada, por lo tanto, no hay ofensa. Y respecto a la alianza, sí se hará, ya que si habrá un matrimonio y una alianza con Germania.

Amelia se relamió los labios esperando que el rey le pidiera matrimonio esa noche. Ya se encargaría de dejar libre a Terry de nuevo.

—¿De verdad? —los ojos de Amelia expresaban su emoción— ¿Y se puede saber quienes serán los futuros esposos? —terminó con una leve sonrisa de complicidad hacia Richard, misma que no fue correspondida.

—Con el rey de Germania, su sobrino y mi hija. Pensábamos anunciarlo antes de que terminara la celebración de hoy, pero horas más, horas menos —Richard se volvió para ver a Archie, que solo movió su cabeza afirmativamente— Ya lo hablamos y es un hecho, Annie se casará con su sobrino. Siempre fue la mejor opción —concluyó.

Amelia se quedó callada, soportando los ojos curiosos puestos en ella y su hija, pero decidió dejar el asunto así para no seguir exponiendo a Susana y evitar que fuese la burla del pueblo y los reinos cercanos, ya que el rey había dicho algo muy cierto y era que nunca fue anunciado el enlace del heredero con la princesa. Neal no quitaba la mirada de Candy de forma intrigante, Amelia, que veía a su amado, esperando una mirada de consuelo de parte de él, ardió en furia y celos al ver la atención del español en la rubia, desde el padre de Susana no había sentido algo tan intenso por un hombre, incluso era aún más fuerte lo que sentía por Neal, la maldad del moreno la tenía seducida y locamente enamorada.

Mientras tanto, Circe desde una viga los observaba. Amelia quitó los ojos de los presentes en la mesa y tomó su copa, mirando al halcón sonrió de forma maliciosa.

—Tal vez también pueda tener una alianza con España, se pueden casar Neal y su hija, ya que ustedes tienen muy buena relación —añadió Richard.

—No me gusta que tomen decisiones por mí. Yo decido qué quiero, cuando lo quiero y cómo lo quiero —espetó Neal tomando su copa, retomando su atención en Candy, la miro fijamente y ella se estremeció.

Terry lo observó con evidente molestia.

—¿Y dónde se metió por tanto tiempo, Majestad? —preguntó Amelia a Eleanor, el tono de voz fue sarcástico. Richard carraspeó, Eleanor iba a responder, pero Richard interrumpió.

—Creo que hay cosas que solo nos conciernen a nosotros como familia. Mi esposa no está obligada a responder algo que ni a Su Majestad y ni a los otros reinos le compete, cuando cada reino tiene cosas más importantes de que preocuparse.

Amelia, levantando una ceja, esbozó una sonrisa de medio lado y asintió.

—Así qué, ¿tampoco nos dirán como la hija de la bruja Circe terminó siendo su sobrina? —Amelia elevó la voz para que todos escucharan— ¿O me equivoco? Tal vez me informaron mal.

Los ojos de Terry y George, la miraron con furia, Neal y Eliza se miraron sorprendidos, luego miraron al ave, entendiendo que la mujer que tenían en el cuarto secreto era Candy, Neal maldijo por no llevársela aquella noche.

—¡La fiesta terminó! —gruño Richard, mirando a Amelia enfadado, pero a esta poco le importó y le sostuvo la mirada— Espero que entienda que solo es una invitada majestad. Así que recuérdelo —le recordó Richard, al ponerse en pie ordenó que todos se retiraran.

En el cuarto de bodas, un par de testigos esperaban que Eliza y Anthony ingresaran y consumaran la unión para dejarlos solos. Las cortinas de la cama se cerraron y Anthony se acostó al lado de una triste Eliza, ambos boca arriba mirando el techo, tristes y abrumados. Eliza pensando en qué sería de su nueva vida y el porqué, cuándo y cómo Terry conoció a la que creyó era Circe y se casó con ella, se veía que la amaba. Anthony estaba igual, pensando en qué momento su hermano le ganó a la ninfa de sus sueños.

Por otro lado, Terry llevó a Candy a su alcoba, no quería dejarla sola y menos en el castillo, era la primera mujer que estaba en sus aposentos y estaba feliz de que fuera ella.

Eleanor fue llevada a la que fue su habitación de años atrás, la cual jamás fue ocupada a pesar de los ruegos de Isabel de tomar posesión de este y de sus cosas, Richard jamás lo permitió. Estaba cerrado y él cargaba la llave y solo él habría regularmente para limpiar y estar ahí.

Eleonor se sentía extraña y confundida. Casi no logró dormir, tras pensar y recordar muchos eventos de su vida pasada, finalmente se durmió, luego una sombra se posó frente a ella.

—Eleanor —llamó Amelia mirándola dormir.

Continuará…



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Gisela ruht

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El siguiente esta muy emocionante

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