CAPÍTULO 31: MI HIJA, MI ESPOSA
Los visitantes llegaron hasta la puerta de la iglesia, ante el desconcierto de todos, la que más les llamaba la atención era Candy, que llevaba su capa negra puesta y no dejaba ver bien su rostro, el halcón posado sobre su hombro y a lado de ella Terry. George y Stear estaban cerca de ella, como resguardándola, todos listos para protegerla de cualquier ataque; detrás de ellos se veía a una asustadiza, pero a la vez decidida Dorothy y a un lado de Terry otra mujer cubría su rostro con una capa azul marino con bordados dorados. Richard, después de la turbación que le trajeron su hermano y Terry, salió a la entrada, seguido de Anthony, que estaba molesto, pero no por Terry y sus extraños acompañantes; su molestia fue porque no llegaron antes y lo liberaron del enlace, pero si Terry estaba ahí para recuperar a su esposa él con gusto aceptaría que anularan el matrimonio, ya que para el mundo no se había consumado.
Los pasos de Richard rompían el silencio del santuario, los aristócratas de Inglaterra y España que estaban presentes lo seguían con la mirada, curiosos por descubrir quienes eran las mujeres que acompañaban al heredero y al hermano del rey.
—Georges, qué momento oportuno de llegar, y tú Terry, siempre buscando los momentos más pertinentes para aparecer.
Los vellos del cuello de Richard se erizaron al acercarse a la mujer cubierta al lado de Terry, los miró intrigado, al igual que Anthony, que llegó casi al mismo tiempo que su padre, observando a las dos mujeres con capa que parecían esconder su rostro. Las piernas de Eliza no parecieron sostenerla al ver que una de las mujeres se parecía a Circe, pero sin el velo y con su cabeza baja, creyó que Terry la había encontrado y que la bruja la acusó y estaba ahí para contar la verdad, recordó el sueño y sintió que sería peor de lo que pensaba, miró a sus padres con temor, Paty se percató de que Eliza estaba a punto del desmayo y la tomó para no dejarla desfallecer.
Neal examinaba desde la distancia a las mujeres, recordando que una de ellas se parecía a la extraña mujer que Eliza tenía prisionera, y entonces corrió hasta donde estaban reunidos.
—¿Qué pasa Terry?, ¿Georges? —inquirió Richard.
Terry y Georges se percataron de que todos se acercaban a ellos y se posicionaron delante de Candy y Eleanor. Anthony sintió el aroma de la ninfa de la cascada, lo cual lo descolocó, miró confundido a las mujeres, pero recordó que llevaba entre uno de sus bolsillos la prenda de su amada, aunque el aroma era más intenso que el de la prenda, el cual era ya casi imperceptible.
—Debemos hablar hermano —declaró Georges con seriedad.
Richard siempre vio a su hermano con respeto, sabía que era fuerte y así de frente él imponía su autoridad de rey, pero Georges era de temer si de verdad quería mostrar su furia.
—A solas —aclaró Georges, al ver que Neal dio una zancada para quedar frente a ellos.
—Solo nosotros tres, padre —interrumpió Terry, con el asentimiento de su tío.
—No tan rápido, en donde están sus modales caballeros, ¿no les parece que antes de irse, deberían presentar a sus invitados?, es lo menos que pueden hacer, ya que interrumpieron la boda de mi hermana y el príncipe Anthony —espetó Neal.
—A su debido tiempo los presentaremos... Y no interrumpimos la boda de mi sobrino y tu hermana, ya están oficialmente casados —señaló Georges con severidad al español, que ni un saludo le dio y lo miró con la profundidad de los abismos en sus ojos.
Estas palabras taladraron el corazón de Anthony, quiso pedirle a su tío ayuda, que le ofreciera llevarlo lejos, pero la esperanza de su libertad era lejana. Neal miró a Georges, sabía bien que el inglés era un perro viejo de batalla y que también gozaba de una reputación de implacable y un hábil guerrero.
—Bien, vamos —urgió un contrariado Richard.
Terry miró a Stear.
—Ya sabes qué hacer —habló mirando a su primo que solo asintió y con un movimiento de cabeza llamó a sus fieles amigos Tom, Michael y John que llegaron hasta donde estaban ellos.
Terry siguió a su padre y Anthony se dispuso a seguirlos, pero Georges se lo impidió.
—No, tú quédate. Tu esposa te necesita —Georges señaló a Eliza, a quien Sara, Paty y Luisa trataban de hacer reaccionar.
—Pero tío, no puedes dejarme aquí. — farfulló Anthony— Te necesito, por favor, ayúdame —suplicó consternado.
—No. Muchacho caprichoso, solo tienes lo que querías, cuántas veces no peleaste con tu hermano por el amor de la mujer que era su esposa y ahora que la tienes ya no la quieres —Georges suavizó su mirada y lo miró con ternura.
—Pensé que me entendías, yo sé que tú y mi… —intentó reprochar, pero Georges lo miró con severidad y Anthony se quedó mudo.
—Ah, ¿Lo sabes? Entonces debes saber que yo nunca dudé de que la amaba y si no hubiese muerto siempre hubiese estado a su lado y hubiera dado mi otra pierna por ser esposo de la mujer que aún amo —los ojos fijos y oscuros miraron con molestia a Anthony—. Ahora ve y cuida de tu esposa; sí, te entiendo y veo que tienes la oportunidad que yo nunca tuve, en mi caso, a tu madre en el altar.
Anthony se quedó paralizado viendo como su tío se alejaba para alcanzar a Terry y a Richard.
—¡Anthony!, no ve que mi hija, su esposa, lo necesita —reclamó la monarca española. Anthony con pena volteó y vio cómo trataban de llevarse a Eliza a sus aposentos.
Amelia solo estaba ahí petrificada siguiendo con la mirada a los extraños visitantes, su mirada se encontró con la del ave, que brilló con intensidad.
—No intentes seguirnos, Amelia. No subestimes mi fuerza.
Escuchó la voz de Circe en su cabeza, esta sonrió y arqueando una ceja respondió telepáticamente.
—Te esperaba, Circe, creo que debemos tener una charla tú y yo, a solas —contentó la reina viuda.
—Yo no, pero te juro que estaremos cara a cara, solo tú y yo, servidora de la bruja Urd, llamada el Pasado —arremetió Circe
—¡Ja! ¿Así qué conoces a mi maestra? Y tú, eres hermana de Verdandi, también llamada el Presente, así se llamaba tu maestra, ¿o me equivoco? Bien, debemos ver cuál de las dos será Skuld, la bruja del futuro. Sólo una quedará y creo que tú ya perdiste hace algún tiempo, tu magia en el cuerpo de un halcón no será muy fuerte —se mofó Amelia.
—¿Eso crees?, ya lo veremos. Tú serás Pasado, como el nombre de tu maestra y yo, nieta de la bruja del presente, llevo su esencia, tú solo eres una pobre aprendiz. La magia corre en mis venas desde que fui concebida, no me subestimes, bruja de segunda —concluyó Circe y luego su silbido llegó con fuerza a los oídos de Amelia que los cubrió al instante.
—Madre, ¿estás bien? ¿Qué pasa? —inquirió una confundida Susana al lado de su madre, pues ella no escuchaba tan agudo el silbido del ave.
—No lo sé exactamente, debo… debo retirarme —Amelia se veía aturdida.
—¿A dónde vas? —preguntó Neal preocupado al ver salir a la mujer de prisa.
—Debo averiguar quiénes son esas mujeres y qué es lo que pasa —informó Amelia y Neal solo asintió, sabía que su macabra amante controlaba a los cuervos para estar en diferentes lugares.
—Anda y cuéntame qué pasa, debemos tomar ventaja —con estas palabras Neal se despidió de las mujeres y se dirigió hacia su madre y hermana.
Amelia entró en su cuarto y cerró la puerta, abrió la ventana y se transformó en una parvada de cuervos que volaban en dos direcciones, una hacia donde estaban Richard, Terry y Georges y otra a donde estaban los recién llegados; sin embargo, al llegar a ambos lugares su furia se incrementó al darse cuenta de que no podía oírlos, solo verlos, maldijo a Circe, pues solo ella pudo haber conjurado un hechizo para sellar y hacer impenetrables los muros, ensordeciéndolos para los curiosos.
—Aaah, ¡maldita bruja! —expresó con frustración Amelia.
Circe sonrió al sentir la presencia de Amelia, ella se anticipó a los planes de la germánica, sabía que era seguro que espiara, por eso puso un hechizo para que los muros atraparan las palabras en ellos. Amelia furiosa intentó con rezos romper el hechizo, pero no tuvo éxito, ya que su transformación en cuervo la debilitaba y más aun estando dividida en dos partes.
Circe le había pedido a Terry que cerrara las ventanas y puertas, que no las abrieran hasta terminar y ella hizo lo mismo en el salón al que fueron llevados, luego le pidió a Candy y Eleanor que no descubrieran sus rostros hasta el momento indicado. Los cuervos comenzaron a rodear y picotear las ventanas para entrar, atemorizando a todos. El ruido de los cuervos intentando romper la madera y los vidrios era siniestro, pero Circe las tranquilizó asegurándoles que así se destrozaran los picos, ellos no podrían entrar. Solo les pidió que por nada del mundo se asomaran a las ventanas y menos abrirlas si quedaban en silencio.
Le pidió a Terry hacer lo mismo al ingresar a la biblioteca de su padre, el príncipe obedeció y cerró las ventanas de inmediato.
—¿Qué es eso? —cuestionó Richard, perturbado, escuchando el picoteo en los vidrios de las ventanas del lugar.
—Solo son aves, —lo tranquilizó Terry— padre debemos hablar —continuó el heredero con seriedad.
—Eso es evidente, de otro modo no estaríamos aquí —expresó con voz cansada Richard— ¿Qué les pasa a ustedes dos? —El rey se sentía confundido.
—Ábreme Circe, para poder matar a tu hija —provocaba Amelia al halcón metiéndose en sus pensamientos.
—No te atrevas o mataré a la tuya. Candy tiene poderes para defenderse, pero tu hija no. Si te atreves a hacerle algo las mataré a las dos, pero primero las llevaré conmigo y verás como puedo hacer sufrir a alguien antes de matarla, ese es el destino de quién se atreva a dañar a mi hija, así que mejor ve y cuida a tu hija, antes de que muera primero.
Amelia, que picoteaba con fuerza las ventanas, en un ataque de furia se marchó de ambos lugares.
—¡Ya nos enfrentaremos maldita! Esto no ha terminado, ya veremos quién es más poderosa —espetaba mientras se alejaba.
—Ya se fueron —anunció Terry más tranquilo, recordando el incidente de Karen y esperando que no dañaran a su amada y a su madre, aunque logró ver que también se alejaban de la ventana del salón donde ellas se encontraban.
Respiró con tranquilidad y luego se armó de valor para hablar con Richard.
—Padre, debo decirte algo. Una de las mujeres que llegó cubriéndose con la capa, es mi esposa —pronunció el castaño viendo como los ojos de su padre se oscurecían de furia.
—¿Qué dices? ¿Te has vuelto loco? Cómo me dices eso, si yo acepté este absurdo matrimonio entre Anthony y la española fue porque creí que te casarías con Susana —arremetió Richard en un ataque de cólera acercándose a Terry y mirándolo directamente a los ojos, le gritó—. No lo permitiré, sobre mi cadáver te casarás con esa extraña y sin títulos.
George, que estaba detrás de ellos, al ver la reacción de su hermano con molestia, se enfrentó a él.
—No es una extraña y sí tiene títulos. Me extraña Richard, que ahora te fijes y exijas títulos, con Eleonor no te importó, incluso me ofreciste el reino y pensabas huir con ella si nuestro padre no lo aprobaba. Yo te ayudé a convencer a nuestro padre de que era lo mejor, lo conveniente que sería la alianza con un hombre tan poderoso como lo era Robert, a pesar de su escandalosa vida.
—No es lo mismo Georges, ella era noble y tenía títulos —se defendió Richard mirando a su hermano con molestia.
—¿Y quién ha dicho que la nueva esposa de Terry no tiene un título y un padre poderoso como lo tenía Eleonor? —soltó George, levantando el tono de su voz.
—¿Qué? ¿Desposó a una noble? ¿Y quién es? —Indagó Richard mirando a ambos.
Terry y su tío cruzaron miradas. Después de un silencio habló Georges.
—Mi hija.
Richard miró a Georges sorprendido
—Tu… ¿Hija? De qué hija hablas, ¿por qué nunca supe nada de ella? —reclamó Richard.
—Por qué es hija de Lane —confesó Georges.
—¿Y quieres que mi hijo se case con la hija de una bruja? Creo que has enloquecido hermano. Esa mujer es una de las más terribles brujas que ha pisado esta tierra, no es más que una sucia mujer que te embrujó y por lo que dices te maldijo con una hija.
—¡Retira tus palabras! —George tomó una daga que siempre lo acompañaba, las palabras de Richard lo habían ofendido a él y a su amada hija.
Terry se puso en medio de los dos de inmediato.
—Calma — pidió Terry, sabía que no sería fácil, pero aún tenía un as bajo la manga.
Richard, sin embargo, ignoró a su hijo y siguió hiriendo con palabras el orgullo de George.
—¿Crees que no sabía que tenías escondida a tu amante en ese bosque? Qué bajo caíste. Padre estaría avergonzado de ti.
La puerta se abrió y una de las mujeres encapuchadas entró.
—¿Así cómo caíste de bajo al casarte conmigo? —Eleanor entró y se quitó la capa ante un estupefacto Richard.
—E… ¿Eleanor? —el rey quitó su mirada de Georges y Terry, para enfocarse en la mujer, creía que alucinaba.
Richard, con paso lento y voz trémula, caminó hacia ella, con las lágrimas escociendo sus ojos y el corazón henchido de felicidad.
—Creí que moriste —levantó su mano para tocarla, pero sin llegar hacerlo—. Mi padre me dijo que te suicidaste en tu encierro.
—Tu padre, el rey que me regaló largos años de encierro y soledad separada de mi hijo. Un hijo que no supiste amar y que lo dejaste en poder de la mujer que arruinó mi vida —Eleanor lo miró con reproche y lágrimas reprimidas—. Ni siquiera te preocupaste por ir a ver si era cierta mi muerte. A los pocos meses oía tras los muros a las monjas hablar de tu nuevo enlace con una princesa francesa muy bella, mientras yo me consumía en vida lejos de mi hijo, por algo que tú mejor que nadie sabes que no hice. Yo te pedí permiso de hacer esa obra y tú no me defendiste, permitiste que me humillaran y dejaste que mi hijo creciera separado de mí.
Richard estaba mudo, ante las palabras de reproche y llenas de dolor de la mujer que todavía amaba.
—Los muros del castillo tienen sus propios oídos, los cotilleos de lo que aquí pasaba se extendía por toda Inglaterra, así me enteré de que te convertiste en padre por segunda vez y que… enviudaste una vez más, ante la gente. Y luego, pasado un poco más de un año, escucho de nuevo los murmullos, ahora de tu nuevo enlace con la maldita mujer que arruinó mi vida, ¡y quiso terminar con la de mi hijo! —Eleanor gritó esto último con furia— ¿Acaso también quitó del camino a la Princesa Francesa? —le reclamó a un consternado Richard, que solo negaba con la cabeza, derramando lágrimas de dolor ante el horrible panorama que Eleanor le mostraba con sus palabras.
—No me extrañaría, con la clase de maldad que poseía— interrumpió Terry.
Richard seguía sin hablar, creía que era una aparición que le echaba en cara la culpa que él siempre arrastró, quiso abrazarla, calmar su corazón adolorido en sus brazos, pero al ver su molestia de la mujer se contuvo. Se limpió los ojos húmedos con el dorso de su mano, en esos momentos no era un rey, era solo un hombre patético que no tuvo el valor de luchar por su amor. Pero Eleanor había callado por muchos años y necesitaba liberarse, sacar toda la amargura que de su corazón brotaba, lanzándola como dagas filosas que escapaban de su boca para clavarlas en el monarca inglés.
—Y no contento con darle una pésima infancia y juventud a tu hijo, que fue acompañado solo de dolor, ahora quieres quitarle también a la mujer de la que se enamoró, aun sabiendo que es tu sobrina. No te importa la felicidad de Terry, solo crees en los cuentos falsos de una de las mujeres más buenas que conocí, que a diferencia tuya que debías cuidar de tu pueblo, ella curó, ayudó, incluso alimentó a los más hambrientos, dando refugio a bebés sin padre y abandonados sin despreciar a nadie por su raza, credo o clase social y mucho menos por el sexo; todos para ella siempre fueron iguales y con el refugio del bosque ayudó a muchos, Circe merecía ser reina más que tú, muchos derramaron más lágrimas por su muerte que las que derramarán por la tuya. Y ahora si quieres terminar conmigo, pero no podía seguir guardando esto en mi corazón —finalizó agitada y con voz quebrada Eleanor.
Terry rodeó los hombros de su madre con su brazo y le dio un beso en la cabeza.
—Nadie te dañará, ni a ti, ni a mi esposa. Antes tendrán que pasar sobre mi cadáver —declaró Terry mirando a su padre.
—Y por el mío —afirmó George.
George se colocó a lado de Eleanor, ahora ambos hombres desafiaban al rey. Richard tragó en seco, jamás podría levantarse en contra de su hijo y hermano.
—Perdón, Eleonor, perdóname.
Richard se puso de rodillas ante la mujer y luego su cuerpo se curvó hasta que su cabeza quedo a los pies de la mujer, sollozando, implorando su perdón. Desatando una ola de sentimientos en los presentes, al ver al implacable rey postrado ante la mujer que fue su esposa. Richard se aferraba a los pies de Eleonor suplicante, este hecho inesperado para ella la desarmó. Las lágrimas mojaban los pies de Eleonor. Terry trató de poner a su padre en pie, su corazón endurecido se ablandó al ver a Richard así, como nunca antes lo había visto.
El momento de molestia se transformó en uno de reencuentro y de perdón. George salió secando sus ojos, y con una sonrisa se reunió con Circe y Candy, dándoles espacio y privacidad a la pequeña familia real. Pasada alrededor de una hora, Terry entró para llevar a Candy y a Circe a la presencia del rey.
Candy temblaba y Circe no sabía qué esperar, el monarca era un hombre respetado por todo el pueblo, por el lugar que ocupaba, pero también era intimidante, aun para la misma Circe.
—Destapa tu rostro —ordenó Richard, con voz suave y tranquila.
Terry, que estaba al lado de su padre, y Georges al otro lado, asintieron en dirección a la rubia.
Candy con manos temblorosas obedeció. Richard la observó por un momento con detenimiento, la bella joven le recordó mucho a Rosemary, la mujer que fue su esposa y una de las personas con mejor corazón que conoció.
—Bien, Candy, hija de mi hermano Georges y esposa de mi hijo Terry, es hora de darte tu lugar en el reino.
Richard se puso en pie, tenía su decisión tomada y más aún con los rumores del dudoso comportamiento de la princesa germánica y de las incómodas visitas que Neal le hacía, así fuera en compañía de su madre, eso no lo tenía muy contento. Veía más empatía entre los germánicos y los españoles que con los ingleses, además para una alianza con Germania estaba el rey, que quería casarse con su hija y ya tenía una alianza con España, la de su hijo y Eliza, así que no necesitaba más alianzas con ellos.
Y una hija de su propio hermano tendría una alianza más fuerte e inquebrantable, además el linaje de sucesión quedaría de sangre pura. Tenía mucho en mente, una de esas cosas era reconquistar a la que fue su único y verdadero amor.
Richard, con su fuerza renovada, caminaba con su hijo, esposa, hermano y padre de Candy. Ahora entendía que Eleanor era la mujer que nunca debió dejar de ostentar el título de esposa y reina consorte.
Llegaron al banquete de la boda y ante la mirada curiosa de todos los presentes fue anunciada su entrada.
—El rey y su familia —La voz fuerte de Charly encargado de sala, se escuchó por todo el recinto.
Continuará…
