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CAPÍTULO 28: EL SECRETO DE GEORGES
Los presentes se pusieron de pie y antes de que el padre pronunciara las últimas palabras, ellos empezaron a vitorear al nuevo matrimonio.
—Puedes besar a la novia —finalizó el padre García.
Terry besó a Candy con ternura y mucho amor. Con el regocijo de un pueblo que no pensó presenciar tal hecho, todos se pusieron de pie y cuando la pareja pasó junto a ellos, la gente se inclinaba reverenciando a los futuros reyes.
Más tarde pasaron a un comedor que tenía la casa cural donde Mary Janes y algunas mujeres prepararon carne, pan, frutas y vino y un pastel que Mary Janes horneo en la tarde, decorado con bayas, además había otro vino que los soldados llevaron del castillo por orden de Terry. El verano hizo de aquella noche una fiesta de estrellas invitadas a tal unión y la luna brilló más que nunca. Todos acompañaron en la cena al heredero y a su nueva esposa, algunos deleitándose con los alimentos y poco a poco fueron sintiéndose en confianza con el futuro rey, su madre y su esposa.
Stear miraba la diferencia entre el nuevo enlace matrimonial y el que presenció cuatro años atrás, en aquella ocasión los ojos azul zafiro parecían apagados y tristes, Eliza tampoco parecía feliz, durante el banquete ella se mantuvo con la cabeza baja y apenas sonreía. Stear tomaba el vino y él también sonreía cuando veía que Terry le susurraba algo a su esposa y luego le daba un beso en la mejilla o en la mano, la mirada de Terry era de un hombre enamorado, tenía un brillo que iluminaba su rostro y una sonrisa genuina, estaba atento a cada palabra que Candy decía y no soltaba su mano. Ella estaba radiante, su risa melodiosa llenaba el lugar, conversaba con la gente que se acercaba a ella, incluso era amable con los soldados, no los trataba como leprosos y a su esposo lo miraba con adoración.
Ella es buena para él —se dijo Stear, se puso de pie y ofreció un brindis por la felicidad de su primo y su esposa.
La música realzó la algarabía de la sencilla fiesta, Candy y Terry iniciaron el baile y luego Stear bailó con la rubia, ella terminó ganando la confianza del joven y antes de que el banquete terminara él ya le había ofrecido su lealtad a Candy.
Cuando fueron cerca de las 10 de la noche, Terry, Candy, Circe y su madre decidieron retirarse acompañados por sus fieles guerreros y su primo Stear, ya que pasarían la noche a la luz de las estrellas para marcharse en la mañana a la villa de Stear y su padre.
Llegaron a la cascada que durante esos días escondió a Candy y a sus acompañantes de la maldad humana. Los soldados entraron y quedaron impresionados al ver el majestuoso lugar, Tom, Michael, Jon y Stear no salían de su asombro al ver el ingenio del legendario Robert.
Stear estaba impactado por la construcción tan perfecta que creó el hombre, cosa que despertó su profunda admiración. Ya que el Marqués, había hecho maravillas en el interior de la cueva, protegida con la cortina de agua, era el mejor escondite que había visto, lleno de detalles y elegancia, Robert fue un hombre muy rico y eso se veía plasmado detrás de esa cascada.
Candy le pareció una chica muy dulce y de muy buen corazón, además muy hermosa, sintió de inmediato un gran cariño y afinidad con la joven que parecía sentirse muy a gusto a su lado. Pasada la medianoche todos estaban cansados, pero felices de lo acontecido, tal vez estarían en serios problemas, pero estaban dispuestos a enfrentarlo por Terry y su verdadera esposa, Candy; Stear sintió que debía proteger a la esposa de su primo de la maldad que aguardaba en el castillo, recordó a Karen y como un voto de confianza en alguien equivocado la llevó a la muerte, no quería que pasara lo mismo con la rubia que ahora era la esposa de su primo.
Los fieles guerreros de Terry salieron para prender una fogata y así ahuyentar a las fieras que habitaban en la oscuridad del bosque, mirando el manto estrellado con el sonido del agua y algunos grillos rápidamente se durmieron. Mientras tanto, al interior del extraño hogar, Candy miraba su argolla, estaba perdida en sus pensamientos, en total silencio.
—Candy, ¿pasa algo? —Terry tomó sus manos que estaban posadas en sus piernas mientras tenía la cabeza baja.
Eleonor y Circe se disponían a salir, Circe a vigilar los alrededores y Eleonor al pequeño cuarto que habían improvisado con mantas para ella, pero antes miraron a la inquieta chica.
—Pensaba en… Karen… y en cómo fue asesinada sólo por haber sido tu amante. Dime, Terry, si eso le hicieron a ella, ¿qué no harán conmigo cuando lo sepan?
Terry miró a Candy con terror por lo dicho, desde el momento que la hizo su esposa Candy adquirió muchos enemigos sin ella conocerlos, ambos lo sabían y la sola idea de que algo le pasara le aterraba. Sabía que él era el próximo rey, pero eso no lo ayudó a salvar a la que consideró su familia por tanto tiempo. Quería a Karen como aún familiar cercano y le dolió mucho su muerte, pero ¿perder a Candy? Este pensamiento lo perturbó, no quería ni pensar en que sería de su vida si la perdiera, Terry sabía que cuando todos se enteraran de su matrimonio y conocieran a su nueva esposa, la cabeza de la rubia tendría precio. Su padre lo obligaría a casarse de nuevo, pero él ya no podría porque su corazón ahora tenía dueña y no lo haría. ¿Cómo convencería a Richard de que aceptará su boda? La realidad le cayó de golpe y Circe vio el miedo en los ojos de Terry y en los de su hija.
—Tranquilos —les dijo la voz de Circe en sus mentes —No se angustien. Candy, no temas mi niña, tú eres digna del trono y también eres de sangre real.
Anunció Circe como un eco en sus cabezas.
—¿Qué estás diciendo, madre? —cuestionó Candy en un hilo de voz como si dejara salir sus miedos más grandes.
Terry observaba al ave, perplejo.
—¿Qué dices? —Logró articular Terry.
Eleanor al igual que Terry y Candy, no entendía nada. Veía al halcón con interés expectante de sus movimientos y de lo que iba a decir.
—Es hora de que conozcas mi historia y la de tu padre —Circe se enfocó en un punto inexistente en la pared, su mente parecía estar en otro lugar—. Yo crecí con mi madre, Pony, una mujer que siempre vivió al servicio de los demás, con títulos y dinero heredados por sus padres. Escocia fue la tierra que vio nacer a mi madre y a mí, cuando mi abuelo murió, ella quedó sola, era hija única y el rey Williams quiso aprovecharse de eso, le pidió que se convirtiera en su amante y a cambio gozaría de su protección, pero mi madre se negó rotundamente porque sabía bien lo que quería y no era ser la amante de un monarca y menos de uno que odiaba a las mujeres.
Sabía que solo quería quitarle su fortuna y su pureza, por eso mi madre rechazó una y otra vez sus avances y regalos. Mi madre tenía una guardia personal, que la custodiaba día y noche, pero una noche fueron asesinados por soldados de Williams y mi madre fue llevada a la fuerza ante el rey que, sin reparo y sin importarle ser visto por sus guardias, la tomó, sin consideración alguna, ignorando sus gritos de dolor porque la lastimaba y luego la dejó ahí tirada. Fue recogida por una extraña mujer, que mi madre luego supo que era la verdadera madre del rey, una hechicera que él tenía para sus servicios y ser invencible, su propia madre con el tiempo aprendió a odiarlo, ya que vio la maldad de su hijo y como dañaba a las mujeres.
La mujer le enseñó a mi madre todo lo que sabía, la escondió en uno de sus pasajes y allí comencé a crecer en su vientre, ella crecía en experiencia y conocimiento y yo dentro de ella también me llené de sabiduría. Así nací en medio de la magia de una madre que cada vez conocía más de las artes místicas y los poderes que le enseñaba mi abuela. Cuando vio que mi madre estaba lista la mandó lejos, a las tierras inglesas, de su inmensa fortuna no quedaba nada.
Así, teniendo unos pocos años, crecí en las tierras de Inglaterra con una madre que me enseñó a despertar los poderes con los que nací, recalcándome siempre que debían usarse al servicio de los demás —contaba Circe con su mirada perdida en la nada.
—¿Así que Candy es nieta del rey de Escocia? —susurró Terry, interrumpiendo a Circe.
—Sí, pero no solo es escocesa, también tiene sangre de tu familia inglesa —todos miraron a Circe con miedo.
—¡Madre! —Candy se acercó a ella.
—Te contaré la historia de tu padre, mi verdadero amor, aunque por desgracia yo no lo fui para él, ya que su corazón estaba ocupado, yo solo fui el reflejo de un amargo recuerdo, de su verdadero amor —los ojos dorados del ave se dilataron — ¿Recuerdas que siempre salía sin mostrar mi rostro? —Candy asintió.
—Tu imagen se volvió un misterio. Algunos decían que eras un monstruo deforme, otros que no eras una humana si no una bestia y algunos otros decían que tenías un milenio y ya solo eras huesos y por eso no dejabas ver tu cara —Eleonor rio recordando algunas de las descripciones de Circe.
—Yo escuché una vez, que tu mirada hechizaba e hipnotizaba a los niños, los robabas y luego los sacrificabas para ofrecérselos a satanás —dijo Terry con voz trémula.
—Sí y esas y muchas historias más. Algunas veces rumoraban que era un muerto viviente, otras más que era una mujer con rostro de animal. Todo eso escuché y créame —una suave risa se escuchó— fue lo mejor —continuó Circe—. Solo dos personas conocían mi verdadero rostro y eras tú, Candy y… tu padre —Candy miro al ave sorprendida.
Tu padre tenía 29 años cuando lo conocí en una taberna, donde ayudaba a mi madre a traer al mundo hijos desafortunados de las mujeres que atendían a los hombres ahí, yo tenía dieciséis años, era una joven que no conocía nada del amor y una noche vi a tu padre sentado, solo en una mesa. Sus ojos oscuros parecían inyectados de sangre y al subir su mirada sus profundos ojos se clavaron en mí, se abrieron con sorpresa y se levantó de inmediato, estaba ebrio y se dirigió a mí. «Rose» pronunció antes de que mi madre se pusiera en medio de los dos.
«Ella no es Rose, quién ya no es de este mundo, no la toques.» Ordenó mi madre Pony con severidad al hombre que no me quito los ojos de encima. Mi madre miró el dolor en sus ojos y sabiendo quien era le dijo «Tampoco tú eres de aquí y Rose ya no es parte de nosotros, déjala ir.» Fueron las palabras de mi madre. «Vuelve al castillo, aquí corres peligro Georges. Mi hija te la recuerda, pero ella no es Rose Mary, la mujer que amas ya no está aquí, ella es Lane, hija de Pony, la hechicera. Ya vete.» Instó con dureza mi madre.
Yo jamás había visto tal perfección hecha hombre, cada día recorría los alrededores de aquellos lugares esperando verlo, sin éxito. Los hombres que frecuentaban esos lugares no me tocaban, ya que no querían enfrentar la furia de mi madre, hasta que un día lo encontré, parecía que vagaba sin rumbo, caí una torrencial lluvia y él estaba totalmente mojado, corrí hacia él, George se quedó quieto al verme, me acerqué, puse su brazo sobre mi hombro y lo dirigí hasta una cueva donde ocultarnos.
«¿Eres real?>> musito a espaldas mías. Margaret, la madre de Albert, estaba con mi madre cuidando del pequeño, así que yo estaba sola. Georges me volteó y me miró fijamente, yo estaba asustada, pero no se lo demostré, sus oscuros y misteriosos ojos se posaron en mí mirando cada detalle de mi rostro y cabello, murmuraba el nombre de ella “Rose Mary” mientras de sus ojos salían gruesas lágrimas, sentí su dolor como si fuese el mío y luego me besó. Podía retirarme, él estaba tan ebrio y yo sabía defenderme, pero llevaba tantos días deseando verlo que después de un torpe forcejeo me rendí. La verdad tenía su rostro dibujado en mi mente y mi corazón, así que solo me deje llevar.
Yo era consciente que en el fondo él sabía que yo no era la mujer que él amaba, pero tal vez por esa noche él quería pensar que yo era ella y yo lo acepté, ser su recuerdo, darle paz a su cuerpo y su desolado corazón.
Candy bajo su mirada al suelo para que solo ella pudiera ver como caían sus lágrimas cristalinas, mientras Terry y Eleonor miraban sorprendidos a Circe. Terry apretó con fuerza la mano de Candy.
—Y así, en un pacto silencioso, sin hablarlo, cada noche fui a verlo en aquel lugar donde pasamos hermosos momentos. Georges sabía que yo no era Rose y me dio mi lugar como Lane, me trató con respeto y cariño, incluso puede que con amor, eso quería pensar. Pero cuando me perdía en la profundidad de sus ojos sabía que ella todavía vivía en su ser y que solo estaba ahí porque Rose ya era parte de lo desconocido. Sé que intentó amarme, lo sé. Igualmente, logramos crear un vínculo de amistad muy fuerte, admiraba mis conocimientos y mi deseo de ayudar a los desvalidos.
Hasta que supe que tú crecías dentro de mí. Sabía que eras una niña, dudé en decirlo, porque él era padre de un pequeño de casi diez años y que lo amaba. Cuando lo supo se quedó mudo, yo no quería matarte, eso nunca, pero necesitaba su apoyo y la ayuda de mi madre, porque sola no podría. Luego me abrazó y con ese abrazo me dio la paz que buscaba, me apoyó en el embarazo y fue a hablar con mi madre, la cual ya sabía y después de una larga charla ambos me dieron todo el apoyo y amor que necesitaba para traerte al mundo.
Sin embargo, había una mujer, Martha, madre de Paty, que logró llegar en unas pocas ocasiones al lecho de Richard, ella le contó de la aventura de su hermano y yo, Lane. Así que tuve que fingir mi muerte y la tuya para volverme Circe, una bruja malvada y oscura que andaba con su rostro cubierto, ya que venía desde el propio infierno. Así tu padre y abuela cuidaron de ti desde las sombras, pero al saber que mi tiempo se acercaba me juró que cuidaría de ti. El destino está escrito y tu abuela en visiones vio que tú naciste para reinar, al igual que Albert o Skrael, tu tío, quién es el hijo de Ricardo, tu abuelo Terry, es nieto de Williams, el rey de Escocia, hijo de la verdadera heredera al reino de Escocia. Usurpadores quieren tomar lugares que no les corresponden, pero el destino está escrito. De pequeña te llevaba al castillo y tu padre juró que algún día vivirías en él.
—No entiendo. Candy es hija de mi tío Georges y nieta de Williams, el difunto rey de Escocia —inquirió Terry, mirando a una pensativa Candy.
Circe, al ver el desconcierto de su hija, la vio directamente y habló solo para que ella la escuchará.
—No quisimos decírtelo, ya que te pondrías en riesgo —la rubia asintió, con su mirada triste.
—Debo hablar con mi tío… Él tiene que saber que nos hemos casado, debo pedirle que venga para que nos apoye —Terry se puso en pie.
—Ya lo puse en alerta, desde que Candy fue llevada al castillo. No tardará en llegar.
Candy que permanecía en silencio, se levanto y abrazo a Terry, reposó su cabeza en su pecho mientras él le acariciaba la espalda.
—Terry —murmuró— hay algo que no te he dicho…
—¿Qué es? —la voz suave de Terry sonó como una caricia para Candy, ella respiró hondo y se separó un poco para verle a la cara.
—Estoy embarazada.
—Continuará…
—Puedes besar a la novia —finalizó el padre García.
Terry besó a Candy con ternura y mucho amor. Con el regocijo de un pueblo que no pensó presenciar tal hecho, todos se pusieron de pie y cuando la pareja pasó junto a ellos, la gente se inclinaba reverenciando a los futuros reyes.
Más tarde pasaron a un comedor que tenía la casa cural donde Mary Janes y algunas mujeres prepararon carne, pan, frutas y vino y un pastel que Mary Janes horneo en la tarde, decorado con bayas, además había otro vino que los soldados llevaron del castillo por orden de Terry. El verano hizo de aquella noche una fiesta de estrellas invitadas a tal unión y la luna brilló más que nunca. Todos acompañaron en la cena al heredero y a su nueva esposa, algunos deleitándose con los alimentos y poco a poco fueron sintiéndose en confianza con el futuro rey, su madre y su esposa.
Stear miraba la diferencia entre el nuevo enlace matrimonial y el que presenció cuatro años atrás, en aquella ocasión los ojos azul zafiro parecían apagados y tristes, Eliza tampoco parecía feliz, durante el banquete ella se mantuvo con la cabeza baja y apenas sonreía. Stear tomaba el vino y él también sonreía cuando veía que Terry le susurraba algo a su esposa y luego le daba un beso en la mejilla o en la mano, la mirada de Terry era de un hombre enamorado, tenía un brillo que iluminaba su rostro y una sonrisa genuina, estaba atento a cada palabra que Candy decía y no soltaba su mano. Ella estaba radiante, su risa melodiosa llenaba el lugar, conversaba con la gente que se acercaba a ella, incluso era amable con los soldados, no los trataba como leprosos y a su esposo lo miraba con adoración.
Ella es buena para él —se dijo Stear, se puso de pie y ofreció un brindis por la felicidad de su primo y su esposa.
La música realzó la algarabía de la sencilla fiesta, Candy y Terry iniciaron el baile y luego Stear bailó con la rubia, ella terminó ganando la confianza del joven y antes de que el banquete terminara él ya le había ofrecido su lealtad a Candy.
Cuando fueron cerca de las 10 de la noche, Terry, Candy, Circe y su madre decidieron retirarse acompañados por sus fieles guerreros y su primo Stear, ya que pasarían la noche a la luz de las estrellas para marcharse en la mañana a la villa de Stear y su padre.
Llegaron a la cascada que durante esos días escondió a Candy y a sus acompañantes de la maldad humana. Los soldados entraron y quedaron impresionados al ver el majestuoso lugar, Tom, Michael, Jon y Stear no salían de su asombro al ver el ingenio del legendario Robert.
Stear estaba impactado por la construcción tan perfecta que creó el hombre, cosa que despertó su profunda admiración. Ya que el Marqués, había hecho maravillas en el interior de la cueva, protegida con la cortina de agua, era el mejor escondite que había visto, lleno de detalles y elegancia, Robert fue un hombre muy rico y eso se veía plasmado detrás de esa cascada.
Candy le pareció una chica muy dulce y de muy buen corazón, además muy hermosa, sintió de inmediato un gran cariño y afinidad con la joven que parecía sentirse muy a gusto a su lado. Pasada la medianoche todos estaban cansados, pero felices de lo acontecido, tal vez estarían en serios problemas, pero estaban dispuestos a enfrentarlo por Terry y su verdadera esposa, Candy; Stear sintió que debía proteger a la esposa de su primo de la maldad que aguardaba en el castillo, recordó a Karen y como un voto de confianza en alguien equivocado la llevó a la muerte, no quería que pasara lo mismo con la rubia que ahora era la esposa de su primo.
Los fieles guerreros de Terry salieron para prender una fogata y así ahuyentar a las fieras que habitaban en la oscuridad del bosque, mirando el manto estrellado con el sonido del agua y algunos grillos rápidamente se durmieron. Mientras tanto, al interior del extraño hogar, Candy miraba su argolla, estaba perdida en sus pensamientos, en total silencio.
—Candy, ¿pasa algo? —Terry tomó sus manos que estaban posadas en sus piernas mientras tenía la cabeza baja.
Eleonor y Circe se disponían a salir, Circe a vigilar los alrededores y Eleonor al pequeño cuarto que habían improvisado con mantas para ella, pero antes miraron a la inquieta chica.
—Pensaba en… Karen… y en cómo fue asesinada sólo por haber sido tu amante. Dime, Terry, si eso le hicieron a ella, ¿qué no harán conmigo cuando lo sepan?
Terry miró a Candy con terror por lo dicho, desde el momento que la hizo su esposa Candy adquirió muchos enemigos sin ella conocerlos, ambos lo sabían y la sola idea de que algo le pasara le aterraba. Sabía que él era el próximo rey, pero eso no lo ayudó a salvar a la que consideró su familia por tanto tiempo. Quería a Karen como aún familiar cercano y le dolió mucho su muerte, pero ¿perder a Candy? Este pensamiento lo perturbó, no quería ni pensar en que sería de su vida si la perdiera, Terry sabía que cuando todos se enteraran de su matrimonio y conocieran a su nueva esposa, la cabeza de la rubia tendría precio. Su padre lo obligaría a casarse de nuevo, pero él ya no podría porque su corazón ahora tenía dueña y no lo haría. ¿Cómo convencería a Richard de que aceptará su boda? La realidad le cayó de golpe y Circe vio el miedo en los ojos de Terry y en los de su hija.
—Tranquilos —les dijo la voz de Circe en sus mentes —No se angustien. Candy, no temas mi niña, tú eres digna del trono y también eres de sangre real.
Anunció Circe como un eco en sus cabezas.
—¿Qué estás diciendo, madre? —cuestionó Candy en un hilo de voz como si dejara salir sus miedos más grandes.
Terry observaba al ave, perplejo.
—¿Qué dices? —Logró articular Terry.
Eleanor al igual que Terry y Candy, no entendía nada. Veía al halcón con interés expectante de sus movimientos y de lo que iba a decir.
—Es hora de que conozcas mi historia y la de tu padre —Circe se enfocó en un punto inexistente en la pared, su mente parecía estar en otro lugar—. Yo crecí con mi madre, Pony, una mujer que siempre vivió al servicio de los demás, con títulos y dinero heredados por sus padres. Escocia fue la tierra que vio nacer a mi madre y a mí, cuando mi abuelo murió, ella quedó sola, era hija única y el rey Williams quiso aprovecharse de eso, le pidió que se convirtiera en su amante y a cambio gozaría de su protección, pero mi madre se negó rotundamente porque sabía bien lo que quería y no era ser la amante de un monarca y menos de uno que odiaba a las mujeres.
Sabía que solo quería quitarle su fortuna y su pureza, por eso mi madre rechazó una y otra vez sus avances y regalos. Mi madre tenía una guardia personal, que la custodiaba día y noche, pero una noche fueron asesinados por soldados de Williams y mi madre fue llevada a la fuerza ante el rey que, sin reparo y sin importarle ser visto por sus guardias, la tomó, sin consideración alguna, ignorando sus gritos de dolor porque la lastimaba y luego la dejó ahí tirada. Fue recogida por una extraña mujer, que mi madre luego supo que era la verdadera madre del rey, una hechicera que él tenía para sus servicios y ser invencible, su propia madre con el tiempo aprendió a odiarlo, ya que vio la maldad de su hijo y como dañaba a las mujeres.
La mujer le enseñó a mi madre todo lo que sabía, la escondió en uno de sus pasajes y allí comencé a crecer en su vientre, ella crecía en experiencia y conocimiento y yo dentro de ella también me llené de sabiduría. Así nací en medio de la magia de una madre que cada vez conocía más de las artes místicas y los poderes que le enseñaba mi abuela. Cuando vio que mi madre estaba lista la mandó lejos, a las tierras inglesas, de su inmensa fortuna no quedaba nada.
Así, teniendo unos pocos años, crecí en las tierras de Inglaterra con una madre que me enseñó a despertar los poderes con los que nací, recalcándome siempre que debían usarse al servicio de los demás —contaba Circe con su mirada perdida en la nada.
—¿Así que Candy es nieta del rey de Escocia? —susurró Terry, interrumpiendo a Circe.
—Sí, pero no solo es escocesa, también tiene sangre de tu familia inglesa —todos miraron a Circe con miedo.
—¡Madre! —Candy se acercó a ella.
—Te contaré la historia de tu padre, mi verdadero amor, aunque por desgracia yo no lo fui para él, ya que su corazón estaba ocupado, yo solo fui el reflejo de un amargo recuerdo, de su verdadero amor —los ojos dorados del ave se dilataron — ¿Recuerdas que siempre salía sin mostrar mi rostro? —Candy asintió.
—Tu imagen se volvió un misterio. Algunos decían que eras un monstruo deforme, otros que no eras una humana si no una bestia y algunos otros decían que tenías un milenio y ya solo eras huesos y por eso no dejabas ver tu cara —Eleonor rio recordando algunas de las descripciones de Circe.
—Yo escuché una vez, que tu mirada hechizaba e hipnotizaba a los niños, los robabas y luego los sacrificabas para ofrecérselos a satanás —dijo Terry con voz trémula.
—Sí y esas y muchas historias más. Algunas veces rumoraban que era un muerto viviente, otras más que era una mujer con rostro de animal. Todo eso escuché y créame —una suave risa se escuchó— fue lo mejor —continuó Circe—. Solo dos personas conocían mi verdadero rostro y eras tú, Candy y… tu padre —Candy miro al ave sorprendida.
Tu padre tenía 29 años cuando lo conocí en una taberna, donde ayudaba a mi madre a traer al mundo hijos desafortunados de las mujeres que atendían a los hombres ahí, yo tenía dieciséis años, era una joven que no conocía nada del amor y una noche vi a tu padre sentado, solo en una mesa. Sus ojos oscuros parecían inyectados de sangre y al subir su mirada sus profundos ojos se clavaron en mí, se abrieron con sorpresa y se levantó de inmediato, estaba ebrio y se dirigió a mí. «Rose» pronunció antes de que mi madre se pusiera en medio de los dos.
«Ella no es Rose, quién ya no es de este mundo, no la toques.» Ordenó mi madre Pony con severidad al hombre que no me quito los ojos de encima. Mi madre miró el dolor en sus ojos y sabiendo quien era le dijo «Tampoco tú eres de aquí y Rose ya no es parte de nosotros, déjala ir.» Fueron las palabras de mi madre. «Vuelve al castillo, aquí corres peligro Georges. Mi hija te la recuerda, pero ella no es Rose Mary, la mujer que amas ya no está aquí, ella es Lane, hija de Pony, la hechicera. Ya vete.» Instó con dureza mi madre.
Yo jamás había visto tal perfección hecha hombre, cada día recorría los alrededores de aquellos lugares esperando verlo, sin éxito. Los hombres que frecuentaban esos lugares no me tocaban, ya que no querían enfrentar la furia de mi madre, hasta que un día lo encontré, parecía que vagaba sin rumbo, caí una torrencial lluvia y él estaba totalmente mojado, corrí hacia él, George se quedó quieto al verme, me acerqué, puse su brazo sobre mi hombro y lo dirigí hasta una cueva donde ocultarnos.
«¿Eres real?>> musito a espaldas mías. Margaret, la madre de Albert, estaba con mi madre cuidando del pequeño, así que yo estaba sola. Georges me volteó y me miró fijamente, yo estaba asustada, pero no se lo demostré, sus oscuros y misteriosos ojos se posaron en mí mirando cada detalle de mi rostro y cabello, murmuraba el nombre de ella “Rose Mary” mientras de sus ojos salían gruesas lágrimas, sentí su dolor como si fuese el mío y luego me besó. Podía retirarme, él estaba tan ebrio y yo sabía defenderme, pero llevaba tantos días deseando verlo que después de un torpe forcejeo me rendí. La verdad tenía su rostro dibujado en mi mente y mi corazón, así que solo me deje llevar.
Yo era consciente que en el fondo él sabía que yo no era la mujer que él amaba, pero tal vez por esa noche él quería pensar que yo era ella y yo lo acepté, ser su recuerdo, darle paz a su cuerpo y su desolado corazón.
Candy bajo su mirada al suelo para que solo ella pudiera ver como caían sus lágrimas cristalinas, mientras Terry y Eleonor miraban sorprendidos a Circe. Terry apretó con fuerza la mano de Candy.
—Y así, en un pacto silencioso, sin hablarlo, cada noche fui a verlo en aquel lugar donde pasamos hermosos momentos. Georges sabía que yo no era Rose y me dio mi lugar como Lane, me trató con respeto y cariño, incluso puede que con amor, eso quería pensar. Pero cuando me perdía en la profundidad de sus ojos sabía que ella todavía vivía en su ser y que solo estaba ahí porque Rose ya era parte de lo desconocido. Sé que intentó amarme, lo sé. Igualmente, logramos crear un vínculo de amistad muy fuerte, admiraba mis conocimientos y mi deseo de ayudar a los desvalidos.
Hasta que supe que tú crecías dentro de mí. Sabía que eras una niña, dudé en decirlo, porque él era padre de un pequeño de casi diez años y que lo amaba. Cuando lo supo se quedó mudo, yo no quería matarte, eso nunca, pero necesitaba su apoyo y la ayuda de mi madre, porque sola no podría. Luego me abrazó y con ese abrazo me dio la paz que buscaba, me apoyó en el embarazo y fue a hablar con mi madre, la cual ya sabía y después de una larga charla ambos me dieron todo el apoyo y amor que necesitaba para traerte al mundo.
Sin embargo, había una mujer, Martha, madre de Paty, que logró llegar en unas pocas ocasiones al lecho de Richard, ella le contó de la aventura de su hermano y yo, Lane. Así que tuve que fingir mi muerte y la tuya para volverme Circe, una bruja malvada y oscura que andaba con su rostro cubierto, ya que venía desde el propio infierno. Así tu padre y abuela cuidaron de ti desde las sombras, pero al saber que mi tiempo se acercaba me juró que cuidaría de ti. El destino está escrito y tu abuela en visiones vio que tú naciste para reinar, al igual que Albert o Skrael, tu tío, quién es el hijo de Ricardo, tu abuelo Terry, es nieto de Williams, el rey de Escocia, hijo de la verdadera heredera al reino de Escocia. Usurpadores quieren tomar lugares que no les corresponden, pero el destino está escrito. De pequeña te llevaba al castillo y tu padre juró que algún día vivirías en él.
—No entiendo. Candy es hija de mi tío Georges y nieta de Williams, el difunto rey de Escocia —inquirió Terry, mirando a una pensativa Candy.
Circe, al ver el desconcierto de su hija, la vio directamente y habló solo para que ella la escuchará.
—No quisimos decírtelo, ya que te pondrías en riesgo —la rubia asintió, con su mirada triste.
—Debo hablar con mi tío… Él tiene que saber que nos hemos casado, debo pedirle que venga para que nos apoye —Terry se puso en pie.
—Ya lo puse en alerta, desde que Candy fue llevada al castillo. No tardará en llegar.
Candy que permanecía en silencio, se levanto y abrazo a Terry, reposó su cabeza en su pecho mientras él le acariciaba la espalda.
—Terry —murmuró— hay algo que no te he dicho…
—¿Qué es? —la voz suave de Terry sonó como una caricia para Candy, ella respiró hondo y se separó un poco para verle a la cara.
—Estoy embarazada.
—Continuará…
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