CAPÍTULO 24 ALIANZAS
En el trayecto de regreso a Lakewood, Stear no paraba de hablar de lo emocionante que fue estar platicando con su artista favorita como si fueran los grandes amigos, aunque también se quejaba de vez en cuando de la bofetada que le diera la señora Marlow, al recordar la cara de asombro y perplejidad de su amigo, el inglés no podía reprimir fuertes carcajadas. — ¡No te burles, Terry!, ¡Tú suegra tiene la mano demasiado pesada! — Al escuchar esto al actor se le fue la risa, lo que aprovechó Stear para comentar. — Jajaja… ¡Si vieras tu expresión! — Ambos soltaron tremendas risotadas, no cabía duda que ese día, lo recordarían siempre. — ¡Me urge llegar y comentarle a Archie que estuve charlando con Eleanor Baker! ¡Morirá de envidia! — ¿También la admira? — ¡Sí, desde adolescentes la seguimos!, ¡Debajo de nuestros colchones tenemos guardadas todas sus fotografías!, ¡En Escocia fuimos a buscarla a los hoteles, porque nos enteramos de que estaba ahí!, ¡Sin imaginar que tú nos la pudiste haber presentado! — ¡Con razón lo vi saludarla muy caballerosamente! — ¡Claro, yo hice lo mismo!, aunque, ¡Me puse nervioso cuando estuvimos solos! — ¡Eso no le gustará a Patty cuando se entere! — ¡No se lo dirás!, ¿Verdad? — ¡No lo sé, jajaja…! — Siguieron platicando amenamente hasta que llegaron a la mansión.
Al entrar en el salón se encontraron con las chicas que regresaban de su paseo por los jardines, se saludaron acomodándose en los sillones, charlaron de diversos temas, sin que nadie tocara alguno referente a la plática pendiente. Se había pasado la hora de la comida, pero con tantas cosas que cada uno tenía en mente, pareciera que ninguno tenía apetito, fue Candy la que preguntó. — ¿Ya habrá terminado Albert de hablar con George?, ¡Muero de hambre! — Stear comentó. — ¡Cuando esos dos se encierran, no se sabe cuánto tiempo tardarán! — ¿Tienen mucho tiempo conversando? — Cuestionó Terry. — ¡Sí, más de una hora! — Respondió Patty. — ¿Será que se enteró George de algo importante? — Volvió a intervenir Stear, mirando a Mely, quien aseguró. — ¡No lo sé!, ¡Lo único que dijeron fue que nos veían más tarde! — ¡Creo que debemos ir a ver qué pasa!, ¡Hay muchas cosas que quedaron pendientes por hablar! — Opinó el inglés. — Los demás asintieron, dirigiéndose al despacho. En ese momento William se tomaba la barbilla con sus dedos, estaba pensativo, George le había dado el informe de sus indagatorias en Chicago, la estancia de Susana con los Leagan, al hombre que vio con Elisa y la presencia del duque en el lugar, al tiempo que Albert le contó los pormenores de la situación, hubieron intercambiado ideas, sin llegar a alguna conclusión. Cuando Mely tocó la puerta, ambos se miraron, sabían que debían poner al tanto a todos, armar una estrategia por cualquier ardid de los Leagan confabulados con Susana y Annie. George se levantó a abrir la puerta dejándolos pasar, uno a uno se fueron acomodando en las sillas. Terry se quedó parado detrás de Candy esperando a que Albert hablara y así lo hizo. — ¡Qué bueno que llegan!, ¡Tenemos una conversación pendiente!, sin embargo, tengo que comentarles lo que me ha dicho George, quien ha realizado diferentes indagatorias de Elisa, ¡Ya que fue ella quien regó el rumor de tú embarazo, Candy!, aunque eso ya lo sabíamos, es importante mencionar, que su comportamiento en Chicago deja mucho que desear. — Al decir esto William sacó diversas fotografías de los hombres con los que se había relacionado Elisa, así como pagarés que debía Neil por perder en el juego, aunque se había alejado de ese vicio, aún debía dinero que pagaba poco a poco. — ¡Elisa, lleva una vida muy disipada, si a su libertinaje se le puede llamar así! — Intervino Terry. — ¿Tú cómo lo sabes? — Le preguntó Candy, que giró la cabeza para verlo. — Durante todo este tiempo he realizado muchas giras por todo el país y en otros lados, en diferentes ocasiones vine a Chicago. En uno de tantos viajes, los compañeros del teatro me convencieron de ir a festejar el triunfo de una obra, llegamos a un lugar y ahí estaba Elisa, ella no me vio porque estaba demasiado ebria en una situación poco decorosa con un tipo, después se fueron; Connor, un chico de la compañía se hizo asiduo al lugar, cada vez que nos presentábamos en la ciudad acudía, convirtiéndose en su amigo íntimo, él nunca la tomó en serio, pero Oliver, otra joven promesa del teatro, se enamoró perdidamente de ella, fue su amante, mientras le duró el gusto a Elisa, después lo dejó, él se humilló incontables veces para que no lo dejara, no pudo superarlo y desapareció dejando una carta para Elisa, Connor se la llevó y le reprochó su liviandad, pero ella, se burló diciendo que era un imbécil rompiendo la carta. La madre de Oliver la buscó para pedirle ayuda, pero ella, se negó a recibirla, la corrió sin que le importara su sufrimiento, desde entonces nadie sabe nada de él. Fue muy lamentable todo aquello. — En el despacho todos se quedaron callados, no daban crédito al comportamiento de la pelirroja. — No obstante, ahí no quedó todo, ¡Lo último que hizo fue meterse a la cabaña, mientras me duchaba! — ¡Caray, Terry!, ¡Ya me imagino tu cara, jajaja…! ¡No sé si de espanto o de…! — Interrumpió Stear, pero no terminó la frase porque Patty le propinó un pellizco. — ¡Auch! — Exclamó el chico, pero continuó. — Pero dinos ¿Qué hiciste? — ¡Obvio, la corrí!, ¡A pesar de sus intentos por acercárseme!, ¡La amenacé!, ¡Le dije que contaría todas sus andanzas a la prensa!, con eso bastó, ¡Obvio se fue furiosa! — Candy no dijo nada, fue Patricia la que habló. — ¡Ella es muy rencorosa!, ¡No olviden lo que les hizo en el colegio! — ¡Bueno, eso es lo referente a Elisa!, pero ¿Qué hay de Neil? — Intervino Mely. — ¡Neil es un títere en las manos de su hermana!, ¡Él hará lo que ella le diga! — Le respondió Albert, que prosiguió. — ¡Aquí lo importante es que pretenden hacer algo con la ayuda de Susana y Annie! — ¡Eso lo he pensado, Albert!, pero ¿Qué? — Comentó Patty. — George se puso de pie para decir. — ¡Los hermanos Leagan necesitan el apoyo de la señora Elroy, siempre recurren a ella!, ¡Si están tramando algo lo más probable es que la busquen para que cuide sus espaldas!, ¡El duque de Grandchester se llevará a Susana! — ¿El duque está aquí? — Sorprendida cuestionó Candy. — ¡Sí señorita!, ¡Estuve con su excelencia el día de ayer, fui yo quién lo llevó a la residencia de los Leagan! — ¡Así es!, ¡Hablé con el duque, se comprometió a llevarse a Susana y a su madre! — También ¿La señora Marlow se encuentra en Lakewood?, ¡Eso es preocupante, Terry!, ¡Te obligará a regresar! — Exclamó nuevamente Candice. — ¡No, quedé con mi padre que no hablaría con ninguna de las dos!, ¡La madre de Susana está en el hotel resguardada por los guardias del duque! — Negó Terrence. — ¡Su gracia vendrá mañana, hablará con William!, además, ¡Sabe que Neil se paseó con la señorita Marlow en el pueblo! — Retomó Villers. — ¡Si, hablaremos sobre su unión, le ha dicho a George que aprueba su relación! — Respaldó Albert. — ¡Bueno, si Susana se va, solo nos quedan los hermanitos Leagan y Annie!, ¡Se tiene que neutralizar a la tía para que no los defienda!, en tanto que, ¡Yo podría hablar con Annie para que no se sume a las locuras de Elisa! — Habló en voz alta Patricia. — ¡Eso suena bien! — La apoyó Stear, que expuso. — ¡La tía no los dejará, siempre hace lo que quieren! — ¡Estás en lo cierto, sobrino, pero esta vez no estará, ya que la mandaré a Escocia!, ¡George, encárgate de todo para que parta lo más pronto posible! — Definió Albert. — ¿Estás seguro, Bert? ¡La tía no lo tomará bien! ¡Mejor habla con ella, lleguen a un acuerdo! — Intercedió Candy. — ¡No, pequeña!, ¡Está decidido!, ¡Será lo mejor para todos!, ¡Le servirá de descanso y meditación! — ¡Entonces solo nos quedarían los Leagan y Annie!, ¿Qué haremos para evitar cualquier trampa que pretendan tender? — Continuó Patty. — ¡Sí tú te encargas de Annie!, ¡Yo me encargaré de los hermanos!, ¡Mandaré traer a Raymond, entre las indagatorias de George, también nos enteramos que su situación financiera no les permite realizar una inversión lo suficientemente fuerte, le diré que se lleve a sus hijos o de lo contrario no invertiré en la cadena de hoteles que pretende construir!, en tanto, ¡Ustedes dos! — Resolvió, Albert dirigiéndose a Terry y a Candy. — ¡Eviten cualquier encuentro con alguno de ellos, me refiero, a Neil, Elisa o la tía abuela!, ¡Tú Candy no salgas sola, siempre procura estar acompañada por alguno de nosotros! — Los aludidos asintieron, sin embargo, Candy interpeló. — ¡Falta algo!, ¡Nos hemos olvidado de Archie!, ¡Tengo que hablar con él!, No me gustaría que saliera afectado por lo del diario, ¡Él no es malo!, ¡Yo tuve también responsabilidad en todo esto!, — ¡No te sientas culpable, pequeña!, él debió ser más cuidadoso con algo tan personal. — Sí, Bert, aún con eso no me gustaría que fuera señalado, prefiero que no se mencione más. — Toma en cuenta de que Annie ya lo leyó, lo mismo pudieron haber hecho los Leagan. — Estoy de acuerdo, pero en su momento veré qué hacer con ellos. — Debes hablar con él, Candy, coincido contigo, en que nosotros no debemos censurarlo. — Comentó Stear. — Terrence no mostró alguna reacción, no le gustaba la idea, pero sabía que era necesario, a pesar de que Albert ya lo había enterado del rompimiento del compromiso, ellos necesitaban hablar y aclarar su situación, él estaba consciente de que nunca dejaría de ser el primo de su pecosa. — Esa conversación la tendrás, pero ¡Dentro de la casa!, ¡Te repito, no salgas sola! — ¡Esta bien, Bert, así lo haré! — ¡Yo me retiro, arreglaré todo para el viaje de la señora Elroy, llamaré a señor Leagan y tendré a la mano toda la documentación que se necesita para cualquier acuerdo matrimonial de la señorita Candice! — ¡Bien, quedando todo claro, vamos a comer!, ¡Era necesario acordar y entender lo que debemos hacer cada uno!, ¡Así estaremos más tranquilos! — Concluyó el magnate tomando por la cintura a Mely, quien se mantuvo callada la mayor parte del tiempo.
En Nueva York, la duquesa, ajena a lo que su esposo hacía, daba vueltas y vueltas en la recámara, se sentía totalmente incómoda, ya que no contaba con los lujos a los que estaba acostumbrada, no dejaba de quejarse exigiendo que se le llamara al duque para que hablara con ella. Ante ello, el jefe de seguridad no se animaba a dejar a su personal solo con la mujer, era demasiado persistente y exigente como para doblar los ánimos de los fieles empleados. Para él era necesario comunicarse con su excelencia para que les indicara qué debían hacer, hasta entonces tendrían que redoblar su paciencia y aguantar los gritos e insultos de Lucrecia, quien, por su parte, esperaba con ansia que la noticia fuera publicada en los diarios, pero a la vez, temía por la reacción de su esposo. En los años que llevaba a su lado, la faceta a la que más temía era su furia, que una vez desencadenada era implacable con los que consideraba sus enemigos. Pensó que, para esos momentos, Richard ya estaría arrepentido de querer divorciarse, que la buscaría para reconciliarse, pero con el paso del día, sus nervios empeoraban, si él no daba muestras de querer verla, era porque ya tenía algo planeado, no le importaba que se diera a conocer la nota o incluso ya con la aprobación del rey pudiera haberse divorciado, sin que lo supiera, eso significaría que lo perdería todo. No, eso no podría ser, necesitaba salir de ahí, el no saber qué estaba pasando la tenía desquiciada. Su maligna mente jugaba con ella, por una parte, deseaba tener a Eleanor entre sus manos para desfigurar su hermoso rostro, destazar palmo a palmo su belleza que la hacía sentirse tan insegura, tan despreciada; la culpaba de su infelicidad, pero sobre todo de continuar siendo la propietaria del amor de Richard. Imaginaba como la prensa hacía trizas del bastardo, orillando a la monarquía a repudiarlo y dejar el paso libre para que el mayor de sus hijos se convirtiera en el heredero al ducado; por otro lado, la incertidumbre le quemaba las entrañas, cómo podría ver la ruina de esos seres que tanto odiaba estando encerrada e ignorante de los sucesos. Nunca se dio cuenta de que hablaba en voz alta y que la pobre mucama, la miraba de soslayo, era notable el miedo que le tenía, todos sus exabruptos, los descargaba sin piedad ante ella, quien no veía la hora en que se regresaran a Inglaterra o que llegara el duque para que no tuviera que estar ni un minuto más ahí.
Unos toques a la puerta sacaron de concentración a las mujeres, que saltaron al escuchar. Se trataba de un joven que tenía pocos años al servicio de la guardia ducal. — Mi lady, ¿Desea que se le sirva la cena? — Dijo el chico nervioso. — ¡No quiero que sirva nadie de ustedes, para eso tengo a mi doncella! — ¡Lo siento, señora!, ella tampoco puede salir de aquí. — ¿Qué dices insensato? — ¡Yo solo cumplo órdenes, mi lady! — ¡Una vez que salga de aquí, todos ustedes me las pagarán!, ¡Trae la cena y déjenme en paz! — El guardia salió de inmediato, no sin antes guiñarle un ojo a la mucama, quien le correspondió con una sonrisa, para Lucrecia no pasó desapercibido el intercambio de miradas, quiso no darle importancia, sin embargo, una idea le llegó de golpe como si fuera una luz cegadora que ilumina los campos en la obscuridad. Si manejaba correcta la situación esos jóvenes serían su boleto de escape, respiró hondo y con la voz más dulce que pudo modular se dirigió a la chica después de algunos minutos. — Margaret, ¿Cada cuándo ves a tus padres? — La muchacha sorprendida por la pregunta y el tono de su ama respondió titubeando. — ¡Cada año su excelencia! — ¿Nunca has pensado en que ellos te extrañan? — Si, pero con lo que gana mi padre no es suficiente, ¡Las necesidades en mi casa requieren que yo ayude! — Pero, ¿Qué pasará cuando te cases? — ¡No lo sé!, para eso falta mucho tiempo, mi señora. — ¡Noto pesar en tu mirada! ¿Acaso estás enamorada? — ¡No!, ¿Cómo cree? — ¡No me mientas!, ¡Vi que el amor flota entre tú y ese chico, el que vino hace unos momentos! — Margaret se sonrojó en contra de su voluntad, guardó silencio, pues temía que los dos fueran despedidos, no era permitido ningún tipo de enlace entre los sirvientes. Lucrecia con infinita comprensión le volvió a hablar. — Por favor, niña, no tienes de qué preocuparte, ¡No hay nada más maravilloso que estar enamorada!, pero lamento que tu precaria situación económica no te permita casarte. ¡Imagino que tu novio, gana muy poco para ayudar a tu familia! — La sirvienta bajó la mirada, no sabía cuál era la intensión de la mujer al decirle todo aquello. — ¿Nunca te has imaginado casarte y dejar de trabajar?, ¡Yo te puedo ayudar!, para mí es un placer ayudar a los demás a ser felices, es una de mis cualidades, soy caritativa y humana. — La chica levantó por primera vez la mirada, estaba sorprendida por las palabras de la duquesa, quiso descubrir si se estaba burlando de ella. — ¡No me mires así!, mi interés por ayudarte es genuino. ¡Yo puedo darte todo el dinero suficiente para que se casen, y dejar de trabajar, a la vez que ayudan a sus familias!, ¡Imagina una vida libre, sin penurias económicas!, ¡Tú con tu esposo en una bonita casa, con hijos y servidumbre!, ¿No te gustaría? — Los ojos de la chica se agrandaron dejando salir una chispa de ilusión, sin decir nada, se mantuvo expectante, mientras Lucrecia le pintaba un mundo color de rosa para tenerla entre sus manos. — ¡Eso sería muy hermoso, mi señora!, ¡Estaría muy agradecida con usted! — Al ver que la ingenua sirvienta había caído le dijo. — ¡Solo te pediría algo a cambio!, — ¿Qué tendría qué hacer? — ¡Ayudarme a escapar! — Pero ¡Su gracia, eso es imposible! ¡Estamos encerradas y vigiladas! — ¡Sí, es verdad!, no obstante, ¡Tú novio nos puede ayudar!, ¡Lo único que tiene que hacer es dejar las puertas sin seguro!, poner unos somníferos que te daré en las bebidas de sus compañeros y cuando los haya vencido el sueño, ¡Saldremos los tres!, nos iremos a un hotel y ahí les daré lo prometido para que ustedes hagan lo que quieran. — ¡No sé si Jonathan esté de acuerdo! — Platica con él cuando venga a traer la cena.
Momentos más tarde llegaba el joven con la cena, Lucrecia fingió irse a su recámara para dejarlos hablar, pero se quedó escuchando desde el umbral de la puerta, en una rápida conversación, Margaret le expuso a su novio todo lo prometido por su ama, él dubitativo no se atrevía a aceptar, pero después de algunos mimos y ruegos de la chica aceptó. En ese momento, apareció la duquesa. — ¡Muy bien jóvenes, han tomado la mejor decisión de su vida!, toma esto, son las pastillas que tienes que disolver en la bebida de los demás guardias, procura hacerlo esta noche, ¡Me urge largarme de aquí!, solo una cosa más, ¡Si me traicionan yo misma los meteré a la cárcel de por vida!, y destrozaré a sus familias. — ¡Discúlpeme mi lady!, si pongo en riesgo a mi familia es mejor no meternos en problemas. — ¡Demasiado tarde, jovencito!, ahora, ¡Me ayudarán o de lo contrario, los destruiré!, pero no creo que haya necesidad, ¿Verdad?, ¡Esto nos servirá a los tres! — Los chicos se vieron entre sí, parecía que le hubiesen vendido su alma al diablo. — ¡Esta bien señora, lo haremos! — ¡Perfecto! — Concluyó la mujer dirigiéndose de nuevo a su habitación.
En la mansión de los Leagan, la tía abuela vio cómo se acercaban los hermanos para tomar asiento en la sala, Elisa se apresuró a decir. — ¡Tía te ves muy desmejorada!, te ha afectado mucho el comportamiento del tío Albert. — A ustedes no se lo puedo negar, ¡William no entiende de razones!, mí único interés es que el apellido de los Ardlay no se vea machado por el comportamiento de esa muchacha indecente. — Lo mismo pienso yo, tía, considero que debes imponer tu autoridad, ¡No puedes estar por debajo de la huérfana! — ¡No sabes cuántas veces he pensado en que Albert debe repudiarla de la familia!, pero ha sido imposible, ¡Esa muchachita se ganó su voluntad desde que lo cuidó cuando perdió la memoria! — ¡¿Si yo te dijera que hay una forma?! — ¿A qué te refieres? — ¡A que me preocupas tía!, me importa demasiado el prestigio de los Ardlay, que he pensado en una forma de sacarla para siempre de nuestras vidas. — La anciana dejó su taza de té sobre la mesita, lo que decía la pelirroja le llamó fuertemente la atención, así que dijo. — ¿Qué has pensado? — Mira, ¡Candice tiene el cariño de todos, la protegen porque la creen buena y santa!, sin embargo, ¿Qué pensarían si se dieran cuenta de que no lo es? — ¡No te entiendo! — Es muy sencillo tía, podríamos poner a Candy en una situación por demás comprometedora ante los ojos de todos, principalmente del tío Albert, ¡Sería algo tan delicado que no deje lugar a dudas de que es una mujerzuela! — Y ¿Cómo haríamos eso? — Después de ver cómo fuiste tratada, rebusqué en mi cabeza como podría librarte de ese peso. ¡No me gusta verte mal! ¡Todos han sido tan desconsiderados contigo que…! — ¡No le des vuelta, Elisa!, dime ¿De qué se trata? — La joven, se tomó unos instantes antes de plantear su malévolo plan, no sabía hasta dónde hablar, no quería que la mujer advirtiera que era su maldad la que la llevó a idear la treta que sumiría a la dama de establo en la deshonra total. — Si ella fuera descubierta encontrándose con un hombre a solas y semidesnuda, ¿Cuál crees que sería la reacción de Archie y el tío?, ¿Puedes imaginarlo? — ¡Archibald esta cegado por ella, al igual que William! — No obstante, tía, ¡Ahí estarías tú para abrirles los ojos! — ¿Cómo lograríamos eso? — ¡Yo tengo un amigo que nos podría ayudar!, hablé con otro para complicar más las cosas. — ¡Candice no aceptará verse con algún desconocido! — Ya tengo la forma para hacer que acuda. — ¡Tampoco querrá intimar con un extraño! — ¡Por su propia voluntad no, pero con unos somníferos sí! — No olvides que, ¡Está embarazada!, ¡Eso podría perjudicar al bebé! — ¡Más a nuestro favor tía!, ¡Si corremos con suerte, puede que esa criatura no nazca y nos libramos de ambos inconvenientes! — Elroy se quedó callada, meditaba sobre la utilidad de hacer lo que Elisa le proponía. En tanto que Neil, no pronunciaba palabra alguna, deseaba que la mujer aprobara sus acciones. — Por lo que veo, ¡Has calculado todo! — ¡Sí, es lo más adecuado para la familia! — ¡No lo sé Elisa!, ¡Sí algo sale mal! — ¡No tiene por qué salir mal!, ¡Confía en mí! — ¡Está bien!, pero ¡Toma en cuenta de que estoy poniendo demasiado en juego! — ¡Claro tía!, ¡Deja todo en mis manos!, yo te avisaré el día y hora para que te presentes, donde te indicaremos. — A todo esto, ¿Quién es la joven que llevaron a la mansión? — ¡Es parte del plan tía! — Respondió Neil, que abrió la boca por primera vez. — No comprendo del todo, sin embargo, es algo necesario por el bien de nuestro ilustre apellido. — Apuntó la anciana, con un poco de reserva, pero decidida a intentarlo todo con tal de deshacerse de Candy.
Una vez que la tía abuela se hubo retirado, Elisa le dijo a su hermano, — ¡Pobre tía!, ¡Tenemos a alguien más para culpar… Jajaja…! — ¡Debes de reconocer que fue mi idea!, aseguro que nunca pensaste en esa posibilidad. — ¡No, tienes razón, no cabe duda que a veces haces bien las cosas Neil!, solo falta acordar con Annie y Susana, dónde se llevará a cabo todo. — ¿Ya tienes el lugar? — Sí, en la vieja cabaña que tiene el vagabundo en el bosque, a las afueras de la mansión, solo falta verificar la hora, iré con Annie y Christian para acordar todo, cuando regrese te diré para que se lo comuniques a Susana, por cierto, ¿Dónde la alojaste? — En la cabaña que está atrás de la ocupada por el aristócrata. — Jajaja… ¡Tienta al diablo!, me gustaría ver la cara de la estúpida de Candice si la ve ahí, tan cerca de su amorcito, jajaja…, seguramente le advertiste que no saliera, ¿Cierto? — ¡Claro, antes de irme, se lo dejé en claro!, ¿Elisa?, ¿No crees que todo esto será peligroso para Candy y su bebé? — ¿Qué dices?, jajaja… ¡Dudo mucho que esté embarazada!, y sí lo estuviera, ¡Mejor para nosotros!, ¡Un bastardo menos!, Nos vemos más tarde. — Neil vio salir a su hermana, estaba nervioso, todo pintaba demasiado bien, tan bien que, un escalofrío recorrió su espina dorsal al presentir lo mal que le iría a la joven rubia.
Elisa no tardó mucho en llegar a la casa de Annie, quien se encontraba impaciente porque no había tenido noticias de los Leagan, cuando le anunciaron que la pelirroja se encontraba ahí, salió con ella de inmediato al jardín, no quería que su padre se percatara de su visita. — ¡Elisa pensaba en ustedes!, ¿Ya tienes todo preparado? — Sí, Annie, a eso vine. ¡Lo haremos pasado mañana en la vieja cabaña del bosque! — ¿Cómo haré para que Candy vaya para allá?, ¿Qué no es la cabaña de Albert? — ¡Ese es tú problema, querida!, pero no tienes nada de qué preocuparte, el tío la tiene olvidada, he mandado a que la limpien y arreglen para tú encuentro con la huérfana. — ¡Ya lo sé, no tienes por qué repetirlo!, cuando acepté participar en eso, así lo entendí, ¿A qué hora debo citarla? — ¡A las dos de la tarde, para que cuando llegue mi amigo, ella esté totalmente drogada!, toma, debes verter la mitad del frasco en una bebida, de preferencia que sea vino así disfrazará su amargo sabor, le puedes decir que brinden para celebrar su reconciliación, ¡Así no sospechará! — ¡Perfecto!, ¡Ya quiero verla llorar, todo lo que yo he llorado, verla consumirse en la desesperación como yo! — ¡Estás a punto, mi querida Annie! — Al terminar la charla, Elisa se retiró, aparentemente, nadie se dio cuenta de su visita. No obstante, el señor Britter las vio platicar, intuía que algo no andaba bien, pero ignoraba qué. — ¿Con quién platicabas hija? — Annie se quedó helada, no esperaba que su padre la hubiese visto, sin embargo, sobreponiéndose a la sorpresa inicial respondió. — ¡Con una amiga papi! — ¿Por qué no la invitaste a que se quedara a cenar? — ¡No, quiero hablar contigo! — ¿De qué se trata? — Es sobre Candy, ¡Quiero verla!, ya no quiero alargar más esto, ¡La extraño mucho! — Sí estás segura, iré a verla el sábado. — ¡No, por favor!, te decía que la echo de menos!, dile que nos vemos pasado mañana a las dos en la cabaña de Albert, ¡Ella ya sabe dónde es!, ¡Ve por favor, padre, antes de que se haga de noche!, ¡No quiero que comprometa ese día! — Pero ¡Hija, no es demasiado grosero de mi parte, presentarme así en la mansión Ardlay! — ¡Dijiste que me ayudarías, eso es lo que necesito! — Al decir esto, Annie comenzó a llorar de tal forma que, el señor Britter no tuvo opción, no le gustaba ver a la chica en esas condiciones, le preocupaba el evidente sufrimiento reflejado en el rostro de su hija. — ¡Lo haré, solo espero que no se tome a mal mi presencia a estas horas! — Concluyó el buen hombre, que tomó su sobrero para salir a cumplir con la petición de Annie. La joven al ver que su padre salía, se sobrecogió por lo que estaba a punto de hacer, los recuerdos de su niñez al lado de Candy colapsaron de golpe en su mente, ¿Hasta dónde era capaz de llegar por despecho?, se preguntó; quiso detener a su padre, sin embargo, no dio un paso; los remordimientos no fueron suficientes para que retrocediera en su decisión, su pasión la orillaba a llegar al final de lo que se había planteado, vengarse, sí, se repetía una y otra vez. — ¡Venganza, venganza es lo que quiero!, solo así apagaré este fuego que quema mis entrañas, que no me deja en paz, que me sume en un constante sufrimiento al sentirme despreciada y humillada, ¡Sólo así, podré olvidar! — Sacudiendo su cabeza Annie Britter subió corriendo las escaleras de su casa, haciendo a un lado ese sutil avistamiento de arrepentimiento.
Los rayos del sol se tornaban rojizos, dando pasó a una noche que prometía para Elisa Leagan unas horas de placer al lado de Christian, quien con un beso ardiente la recibió cuando ella se presentó en el hotel, donde se hospedaba. Entre caricias y promesas, la chica le fue explicando lo que tenía que hacer, él apasionado como era, no prestaba mucha atención, desde hacía tiempo era preso de la pasión que le provocaba, el cuerpo candente, libre y sin inhibiciones de la pelirroja, aun a sabiendas, que, para ella, no representaba más que eso, momentos de un loco frenesí, que los envolvía en cada encuentro. Él no era no era un hombre pobre, pero tampoco millonario como suponía que lo era ella, estaba en busca de alguna oportunidad que lo colocase en una posición económica libre de preocupaciones y su participación en los planes de su chica se lo proporcionaría. Una vez que terminó la apasionada unión, ella le preguntó. — Dime, Christian, ¿Comprendiste lo que debes de hacer? — ¡Sí! — Respondió él mordiendo levemente su cuello. — Pero, ¿Cómo reconoceré a tu prima?, — ¡No es mi prima! — ¡Preciosa, eso es lo de menos!, dime, ¿Cómo es? — Elisa se levantó del lecho desnuda, caminó al tocador, consciente de que el chico la observaba, le gustaba que la viera, sentirse admirada, era consciente del efecto que causaba en los hombres su esbelto cuerpo, agarró su bolsa, sacó una fotografía de Candice y se la entregó al joven. — ¡Es hermosa! — ¡Por favor, es solo una huérfana! — ¡Una huérfana muy bonita! — ¡No me hagas enojar!, ¡Solo dedícate a hacer lo pactado!, recuerda qué tan buena será tu paga. — ¡Digamos que sí hago lo que me pides!, pero ¿Sí se me pasa la mano? — ¿Cómo? — ¿Que no pueda reprimir mis instintos? — ¡Haz lo que quieras!, ¡Lo importante es que la vean, eso es todo! — ¡Como quieras amorcito, pero tendrás que pagar más!, ¡No estoy acostumbrado a actuar en público… Jajaja…! — ¡Tú cumple, después, ya veremos! — ¡Querida, si cumplo como un caballero obtendré más de ella! — ¡No te atrevas a traicionarme, Christian!, porque ¡Te juro que lo pagarías muy caro! — El rostro desencajado de Elisa, le indicó al hombre que no bromeaba, así que, con actitud conciliadora, se abalanzó sobre ella para callarla a besos. Sin embargo, ella con sus manos sobre su pecho lo separó para que la viera a los ojos. — ¡No me falles! — ¡No, ahí estaré, tal como me lo has dicho! —
Richard y Eleanor charlaban en el restaurante del hotel, ella le comentó que Karen Kleiss iba en esos momentos rumbo a Chicago para hacer entrega de la carta que la duquesa hubo entregado al corresponsal de la BBC de Londres, situación que indignó al duque, aunque sabía de las tretas de la que aún era su esposa, no dejaba de molestarle que con todo el riesgo que corría se atreviera a querer chantajearlo. — ¿Es que no piensa en sus hijos?, ¡El desprestigio caerá sobre ellos!, ¡Yo quise hacer todo discretamente, pero no me ha dejado opción, enviaré una carta a su majestad para ponerlo al tanto de lo que ha hecho! — ¿Qué pasará con sus hijos?, ¡finalmente llevan tu apellido!, ¡Ellos no tienen la culpa! — ¡Terrence, tampoco la tenía!, a pesar de que yo también soy responsable, por no ponerle un alto, ¡Ella no tenía derecho a tratarlo así! — ¡Richard, ten un poco de empatía con ellos, piensa que perderán todo! — ¡Lo haré!, pero ¡Solo porque tú me lo pides!, en cuanto llegue tu amiga con la misiva la mandaré de al rey para que determine su castigo, a mi regreso, la llevaré conmigo para que se le dé a conocer, en ese momento abogaré por sus vástagos. — ¿Cuándo pretendes regresar? — ¡Una vez que quede solucionada la situación de Terry!, incluyendo el destino de las Marlow. — Un velo de tristeza se dejó ver en el rostro de la actriz, si bien, trató de disimular, Richard lo notó. — ¿Qué pasa, Ely?, ¿No me digas que no quieres acompañarme? — Ella dibujó una leve sonrisa, para decirle. — ¡Creo que no es conveniente!, ¡Tú divorcio provocará un escándalo que tardará un tiempo en disiparse!, además, ¡No sabemos qué pasará entre nosotros! — El duque sorprendido le rebatió. — ¡Ely!, ¡Ya conoces mis intenciones!, ¡No estoy dispuesto a perderte!, ¡Déjame demostrarte que podemos ser felices!, ¡Me esforcé para tener prácticamente la aprobación de la corona para mi divorcio! — ¡Lo entiendo!, pero, ¡Todo ha sido tan intempestivo, que no he tomado una decisión! — ¡No te presionaré, lo prometo!, pero ¡Ni por un momento pienses que dejaré escapar mi gran oportunidad!, ¡Prométeme que lo tendrás en cuenta! — La actriz miraba la ilusión en los ojos grises de él, recordando que así la miraba cuando la conoció. Él, por su parte, tenía entre sus manos, las de ella, el amor que mantuvo por tantos años, seguía latente, fuerte, vivo, que lo motivaba a luchar para tenerla otra vez en su vida, sin que ninguno se diera cuenta, se fueron acercando hasta que unieron sus labios en una caricia breve, que más que furtiva, parecía el inició de un amor en libertad. Al separarse, ambos nerviosos, no dijeron nada, porque no sabían qué decir, sin embargo, fue Richard quien habló. — Mañana a medio día, iré a ver al jefe de la familia Ardlay, quiero encaminar el matrimonio de Terrence, arreglar un posible acuerdo prematrimonial y ponerlo al tanto de lo que sucederá con las Marlow. — ¡Me parece bien!, al fin parece que todo se ha arreglado, solo falta que el abogado Barton nos informe el cauce de la demanda en contra de Terry. — Eso ya está finiquitado, no hay que preocuparse más por ese detalle. — ¿A qué hora irán por Susana? — ¡A primera hora, no quiero tenerlas cerca por más tiempo! — ¿Crees que la señora Marlow convenza a su hija?, ¡Lo digo porque ya sabes que no puede alterarse! — ¡Si, ya hablé con ella, no creo que no sepa lo que les conviene! — Espero que todo salga bien, yo me quedaré en espera de la llegada de Karen. — En su cuarto la madre de Susana, estaba desesperada por ver a su hija, no sabía qué tan mal la estaría pasando o peor aún, si se atrevería a acercarse a Terrence. Esos pensamientos cimbraron su ser, después de las amenazas del duque, eso les traería más problemas. Todavía no creía que su niña estuviera tan enferma como le hubiesen dicho, así que la llevaría consigo así fuera a rastras, ya no tenía caso mantener una postura obcecada, sí ya habían perdido todo.
La tía abuela llegaba a la mansión, al entrar en el salón se encontró a los chicos reunidos, que charlaban amenamente, fijó su mirada en Candy, quien al sentirla le sonrió, sin embargo, la anciana pasó de largo, pensando. — ¡Pronto te irás de aquí!, ¡Mosca muerta! — Todos se dieron cuenta, pero Albert con una voz afable le comentó a la chica. — ¡No hagas caso, pequeña!, ¡Cuando regrese de Escocia, todo se le habrá olvidado! — ¡Eso espero, Bert!, ¡No quiero que por mi culpa se divida la familia! — ¡Nada de eso! — ¿Qué les parece si jugamos un juego de mesa? — Intervino Mely. — Yo iré a la cabaña a ducharme, ¡Vendré para la cena! — Contestó Terry, dando un beso en la frente a Candy, quien sonrojada asintió. Una vez hubo salido el inglés, la algarabía para escoger el juego se detuvo al escuchar la voz del mayordomo, quien anunciaba la visita del señor Britter, Candice se quedó rígida, mientras un nuevo ambiente de tensión embargó la sala. William no pudo evitar expresar. — ¡No cabe duda que vamos de sobresalto en sobresalto!, ¡Hazlo pasar a mi despacho! — Le ordenó al sirviente.
Al entrar a la habitación, donde ya se encontraba sentado el señor Britter, con una sonrisa amble Albert lo saludó. — ¡Buenas noches, señor Britter! — ¡Buenas noches!, ¡Por favor, perdone la hora! — ¡No se preocupe!, ¿En qué le puedo servir? — ¡Seré breve!, ¡Sé que debí hacer esta visita desde el rompimiento de Annie y Archie!, pero mi hija no quiso hablar del asunto, hasta hace algunos días. No le miento, cuando le digo que, mi primera intención era venir a pedir una satisfacción por el comportamiento de Archibald, sin embargo, el silencio de Annie no me lo permitió. Ahora qué sé lo que ha sucedido, no quiero ver a su sobrino, ¡Es un cobarde, que no se dirigió a nosotros que somos los padres de Annie para dar una explicación por su falta, tanto para Candy, como para nuestra hija!, ella, Annie está devastada, pero lo que más le preocupa es perder a su hermana. ¡Quiere hablar con ella, escucharla y desahogarse!, ¡Tal vez eso les permita recuperarse, como lo que siempre han sido, hermanas! — Albert se levantó dirigiéndose a su bar, sirvió dos vasos de whisky, ofreciéndole uno a su visitante, tomó asiento en el sillón frente a él y respondió. — ¡Comprendo lo que me dice!, ¡Yo intenté hablar muchas veces con Annie, pero nunca quiso hacerlo!, tampoco le miento, al decirle que nosotros fuimos los primeros en sorprendernos por ese rompimiento y la intensión de contraer matrimonio de Archie y Candy. ¡Creo que sí, nosotros como padres, hubiéramos intervenido desde un principio, esto no hubiera pasado!, eso no quiere decir que seamos nosotros, los que tengamos que decidir con quién deben casarse, u obligarlos a hacer algo que no quieran, pero sí a conocer los motivos que los orillan a tomar sus decisiones. — ¡Los motivos, usted ya los sabe, Candy se encuentra en la dulce espera! — William sonrió, se daba cuenta de que Annie había dicho la versión de Elisa, confirmando con ello, que estaba involucrada en alguna treta en contra de su protegida. — ¡Dígame, señor Britter!, ¿Cómo es que Annie asegura eso?, — ¡No lo sé!, imagino que, al encontrarlos en esa situación, ella lo intuyó por la prontitud con la que se comprometieron. — ¡Lamento contradecirlo!, ¡Candice no está embarazada!, todo fue un mal entendido, pero Annie se negó a escuchar a los chicos. Ignoro si su hija le contó todo, sin embargo, después de muchos inconvenientes, ahora se sabe que no hay causas para el enlace, Candy ama a otra persona y mi sobrino no ama a su hija, ¡Coincido con usted, él debió comportarse a la altura!, no obstante, eso no garantiza que regrese con Annie. — ¡Estoy de acuerdo, en eso!, luego de tantas dificultades, una relación entre ellos no es viable. ¡Mi presencia se debe a la petición de Annie para que Candy acceda a hablar con ella! — ¡Eso es algo que la misma Candice debe resolver!, antes de preguntarle, ¡Me gustaría comentarle algunas cosas, para que usted llegue a sus propias conclusiones! — El magnate narró al señor Britter todo lo que había pasado, dejando entre ver que el comportamiento de Annie era de total despecho. El hombre lo escuchaba un tanto desconcertado, porque su hija manejó otra versión, que solo se ajustaba en algunas cosas. Guardó silencio, atando los cabos que desde un inició encontró sueltos, se sintió aliviado al saber que las acciones de Candy no habían sido intencionadas, la conocía, era incapaz de actuar de esa forma, sin embargo, el comportamiento de Annie lo desconcertaba, a pesar de ello dispuso darle el beneficio de la duda. — ¡Tiene razón, desconocía los pormenores!, ¡Usted sabe, que Candy siempre ha ayudado a Annie, su compañía e influencia invariablemente le harán bien!, ¡Permítame hablar con Candice, acataré lo que ella decida! — Espero que advierta mi intención de hacer de su conocimiento la situación para que tome las medidas que considere pertinentes. — ¡Así será, créame! — William asintió y despidiéndose salió por su hija.
Candy no se había levantado de su lugar, estaba preocupada por la visita del padre de su amiga, sin querer, sus pensamientos la llevaron a sospechar que el señor Britter, la retaría, a ella no le quedaría otra opción más que aceptar los reclamos. Albert la llamó. — ¡Pequeña, el papá de Annie, quiere hablar contigo! — Ella no dijo nada, simplemente se dirigió al despacho, antes de entrar William la tomó del brazo y le precisó. — ¡No hagas nada que no quieras!, ¡No sientas culpa alguna!, ¡Por primera vez defiéndete! — Sin expresión alguna, la chica entró en la habitación. — ¡Hola, Candy! — ¡Señor Britter! — Supongo que imaginas de qué versó la conversación con el señor Ardlay. — ¡Sí! — Candy quiero que sepas que ¡No estoy aquí para juzgarte!, ¡Vine porque el comportamiento de Annie me tiene muy preocupado! — ¡Lo imagino! — He hablado con mi hija y también con tu padre, las dos versiones me permiten sacar mis propias conclusiones y te aseguro que me ocuparé de que Annie se recupere, que sane su corazón, sin embargo, por mucho que haga yo, ¡Ella te necesita, extraña a su hermana!, ¡Quiere hablar contigo! — Los ojos de Candy reflejaron un destello de emoción, por fin platicaría con su amiga, solucionaría las cosas y tal vez con el tiempo, podrían recuperar el lazo que desde niñas las había unido. — ¡Yo siempre he querido a Annie!, pero ¡Ahora no sé, que tan bueno sea!, ¡No quiero lastimarla más! — ¡No digas eso, cuando le comentes que estabas en estado inconveniente, comprenderá!, ¿Recuerdas cuando fui a Londres para pedirte que la protegieras?, ¡En este momento vuelvo a pedírtelo!, ¡Por favor conversa con ella!, ¡Tú mejor que nadie la conoce! — Candice bajó la cabeza, por su hermana era capaz de anteponer su bienestar, no podía negarse. — ¡De acuerdo, la veré! — Gracias, Candy confirmo que sigues siendo un alma noble. ¡Annie lo sabe, le haces falta! — Dígale que puede venir cuando guste, yo la recibiré. — Me dijo que te vería en la cabaña del bosque a las dos de la tarde pasado mañana. — ¡Lo siento, no puedo salir de la casa! — Bien se lo diré, estoy seguro de que puede más su interés de hablar contigo, que el lugar donde lo hagan. — Con la promesa de la joven, el señor Britter con un sin número de reflexiones regresó a su casa.
En el área de las cabañas, Terry, estaba exhausto, los últimos días le hubieron significado un carrusel de emociones, temores y alegrías, lo más importante para él era la reconciliación con su pecosa, aunque era indudable que algo más le endulzaba su corazón, la relación, que a partir de ese día hubo iniciado con su padre, por primera vez tenía la sensación de que podría ser feliz, rodeado de las personas más importantes de su vida, si bien le costó trabajo recuperar su aplomo, carácter y determinación, perdidos en aquella trágica noche del accidente de Susana, ahora sabía que había valido la pena todo lo vivido. Ya sin presión, despreocupado se quitó la ropa para darse un baño ligero, en prendas íntimas sacaba la ropa que se pondría para la cena, no se daba cuenta que a través de la ventana unos ojos azul celeste lo miraban con odio, rabia y deseo. Quería entrar, enfrentarlo, convencerlo de regresar con ella, pero se detuvo, el plan de Elisa era la mejor solución para lograrlo, una vez decepcionado de Candy, el corazón del inglés estaría disponible solo para ella, no obstante, su loco deseo la traicionaba, no podía dejar de ver cuerpo musculoso y varonil de ese hombre, tantas veces anhelado. — ¿Se le ofrece algo señorita?, ¿Quién es usted? — Era Dorothy, que llevaba toallas limpias a la cabaña de Terry.
Continuará…
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