MONOTONÍA Siempre maldigo la alarma del reloj, porque hace que me levante con un humor de perros… Hoy, como todos los días, encuentro a un lado de la cama, el bulto del bizarro hombre, roncando como tronco—Infeliz—. le digo en voz baja.
Me coloco la bata y entro a la ducha, sin embargo, no pasa mucho cuando empiezan a golpear a la puerta.
—¡Mamá!, ¡mamá!, ya no aguanto… Quiero entrar a hacer pis.
Y de esa manera mi relajante ducha, se ve interrumpida por el incesante tamborileo en la puerta. Cierro el grifo y suspiro hondo para tranquilizarme y responder con calma…—Espera, deja que corra la cortina para que entres.
En un par de segundos abro la puerta, y vuelvo de puntillas a la ducha; corro la cortina de baño.
—¡Es que ya no aguanto! — Me grita Miki. Conociéndolo, seguramente estará descalzo y dando saltitos, agarrando su pelvis.
—Listo, ya puedes entrar...—Pero no lo veo entrar, le hablo de nuevo—Miki… Ya puedes....
—Mami… Yo… te dije que ya no aguantaba.
—¡¡¡Ah!!! ¿Por qué no esperaste? —Envuelvo mi cabello húmedo con una toalla y me coloco la bata. Me asomo descolocada ante la confesión de mi hijo—. Mira el desastre que hiciste, ¡ahhhhgggg! Métete a bañar de una vez, ¡y te apuras! No quiero que llegues tarde al colegio.
—Mamá, pero hoy no hay clases, recuerdas que te entregué la nota ayer.
—¿No hay clases? —Me quedo pensando por unos segundos—. Mmm es verdad, bueno, entonces por ahora, que se encargue tu papá de ti, y tu hermano. Yo iré a trabajar—.
Relajada y más que feliz, por no tener que ir corriendo al colegio, le aprieto las mejillas al niño, y me voy al cuarto a arreglarme.
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Al salir de casa, conduzco escuchando en el estéreo, las noticias del día. Al llegar a mi segundo hogar, respiro por la paz que este me da.
—Buen día, doctora—. Dayhana la secretaria me saluda.
—Buen día—. Respondo, no solo a ella, sino a toda la gente que está en la sala de espera. Tomo un trifoliar que algún visitador médico ha dejado.
—Han llamado de su casa—Dayhana me informa con voz baja, para que los pacientes y sus madres no escuchen.
—¿Quién? ¿Y para qué, no sabes?
—Su niño, Miki. Dijo que le ha marcado a su celular, pero usted no le responde.
—Es que había un tráfico horrible y no podía concentrarme en la llamada, le miento. Pero ahora mismo le marco. Gracias—. Veo de reojo a todos los pacientes y le pregunto—¿Hay alguno que venga de emergencia?
—No, todos vienen a chequeo general—. Dayhana me asegura, pero eso me parece extraño, ya que anoche, recibí una llamada al celular de emergencias y el tipo que me habló, quedó en que hoy estaría a primera hora con su niño. Seguramente ya no necesita de mis servicios.
—Empecemos, pase al primero, por favor.
—Está bien, ah, y… ¡Feliz día de las madres, doctora! —La secretaria me regala una tímida sonrisa, y sin esperar respuesta de mi parte, llama al primer paciente.
«¡Diablos! Olvidé que era el día de las madres», un seco "gracias" lo considero oportuno. Camino y entro a mi consultorio. —Feliz día de las madres—, murmuro para mí, sí, claro, con lo bien que inició mi día, e inevitablemente recuerdo al tronco roncando a mi lado, que ni siquiera se despertó a despedirme; y qué decir de mis hijos, que, aunque son bellos, son un par de diablillos.
Me aliso el cabello y veo mi reflejo en la pantalla del celular, estoy lista para tomarme una selfi, pero me detengo, ¿dónde quedó la chispa de alegría en mis ojos? Esa que tenía hace un par de años atrás. Con tristeza acepto que, mi vida se ha reducido solo a esto, la “monotonía”. Mi pan de diario, es el trabajo y la casa, la casa y el trabajo. Suspiro y descarto la idea de la fotografía, en cambio, muevo mis dedos y voy a la lista de contactos.
—¿Aló?, buen día Dorothy. Me ha dicho la secretaria que Miki estuvo llamando, ¿qué sucede? Sabe que cuando estoy en mi trabajo, no me gustan las interrupciones.
—Buen día doctora, disculpe… Es que, yo acabo de llegar…
—¿Otra vez llegó tarde? — La interrumpo.
—Me atrasé… Por felicitar a mi mamá. Pero usted no se preocupe, que ya me encargué de sacar de la tina a Miki, y les estoy haciendo el desayuno.
—No sé qué voy a hacer con usted—. Le digo furiosa, en verdad estaba considerando despedirla, y no es que Dorothy sea una holgazana, pero sí es muy impuntual.
—Le prometo doctora, que no volverá a suceder.
—¿Y mi marido, no sé ha ido a trabajar?
—No, él sigue durmiendo, creo que hoy entra más tarde.
—Está bien, por favor, atienda a los niños y, no vuelvan a interrumpirme. Adiós–.
Le pido a la secretaria que deje ingresar al primer paciente…
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Y de esa manera transcurre mi día, me duele la mandíbula por la sonrisa apretada, que doy cada vez que entra un paciente. Descanso por un momento y agarro mi celular para marcarle al infeliz de mi marido, talvez el desgraciado tiene planes para esta tarde o noche. Pero entonces, Dayhana golpea a la puerta, pidiendo permiso para entrar.
—Doctora disculpe, ¿ya me puedo retirar?
—¿Terminamos?
—Faltan cuatro pacientes, pero, no sé si recuerda que le pedí permiso para asistir al festival en el Colegio de mi niño.
—Sí, ya recordé, puedes irte.
—Gracias doctora, no sé cómo podría…
Antes de que salga con alguna tontería le recalco— No olvides que es a cuenta de tus vacaciones.
—De ninguna manera lo olvidaría doctora, de hecho, ya coloqué la carta en mi expediente. Hasta mañana.
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Continuó con mi trabajo, me alegro de que al parecer esta niña es la última paciente.
—Muy bien, las espero dentro de tres meses. ¡Que les vaya bien!
—Adiós doctora y ¡¡¡feliz día de las madres!!!— Me dicen y se marchan.
Este ha sido un día muy cansado, y la verdad ya quiero irme a casa, pero antes reviso el WhatsApp…
Tony: Mamá tengo hambre y Abby no quiere darme pastel.
Miki: Mamá Tony me pegó.
Tony: No es verdad, mi hermano es un mentiroso.
Tony: Mamá, Miki se hizo pis otra vez sobre sus pantalones.
Miki: Mamá Tony no quiere darme permiso para ver tele
«Miki, Tony, Miki, Tony…. ¡¡¡Mamá, mamá, mamá, mamá, mamá!!!»
No sé cómo es que los niños, siendo tan pequeños, tienen una habilidad increíble para fastidiar y fastidiar. Decido irme a casa, pero veo que me entran mensajes de mis amigas.
Judy:
“La fuerza de una madre es más grande que las leyes de la naturaleza” ¡Feliz día de las madres, mis amigas! Flammy, sé que detestas las festividades, pero igual, pásalo rico.
Candy:
Chicas que la pasen súper, cuando puedan me dicen y vamos a tomarnos algo.
Natalie:
¡Uy, pero qué santurronas salieron esas dos! Mira Flammy, cómo ya sé que tu peor es nada, te tiene seca. Acá te mando estos PDF “Hazme Tuya”, “Quédate” “Amigos con derechos” y la mejor de todas, la que sé que te hará mojar las bragas —pone un emoji alzando ambas cejas y yo ruedo los ojos, me rio de mi amiga la más loca de todas antes de leer— “Despistada”. Estos son supercachondos… ya tú sabes. Diviértete hermosa. PD. Ya te dije que te compres un juguetito en forma de banana. Chao.
Flammy:
Gracias, igualmente pásenla bien. Aunque ya saben que detesto leer esas tonterías. Además, no tengo tiempo, voy a la casa porque al parecer me toca ir a cocinar, en la noche las leo.
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Con la tranquilidad, y el silencio que queda al estar sola en la clínica, por pura curiosidad abro uno de los PDF, y conforme voy leyendo, siento mis mejillas arder… ¡Demonios! ¿Quién será ese Terry, qué tanto menciona la autora? ¿Será que lo tiene de las dimensiones que mencionan? No puedo evitar tragar en seco al imaginarme las escenas tan explícitas en el relato.
Sin ser consciente de mis actos, mi mano acaricia mis senos encima de la bata, imaginando que es ese semental de apellido Granchester. Y después mi mano baja, y empiezo a acariciarme la entrepierna… ¡Maldita Natalie! Bien que sabía que esto me acaloraría.
Ja, ahora entiendo por qué esas mujeres pervertidas, se la pasan leyendo y leyendo, sobre todo la Judy. Y yo creyendo que solo leía novelas de Austen…
Sé que debo irme, pero… ¡Joder!… Esto es muy hot, y no quiero dejarlo hasta terminar y saber qué pasa con ese castaño de enormes atributos. Necesito leer solo un poco más… ¡Diablos!, he estado un buen tiempo de castidad, que creo, necesito liberarme con urgencia.
Con los ojos cerrados sigo tocándome, e imagino que ese castaño de ojos azules tiene su boca en medio de mis muslos, puedo sentir su lengua caliente entrando y saliendo en mí, poseyéndome. Me tiene temblando como gelatina y eso que aún falta lo mejor, sus grandes manos pellizcan mis pezones y yo meto uno de sus dedos en mi boca…
—¡¡¡Diablos!!!— Gritó al escuchar una voz en la sala de espera, eso me corta la excitación al instante, agitada, me acomodo mis ropas y limpio mi mano en un pañuelo desechable.
«¡Mierda, mierda!» Justo cuando estaba a punto de correrme.
Me coloco las gafas y camino hacia el lavamanos que está cerca del escritorio, lavo mis manos, y respiro repetidas veces, para dirigirme a la sala.
Un guapo hombre moreno de amplios hombros aparece en mi campo de visión, en su regazo trae a un pequeño. Cuando me saluda, reconozco su voz, indudablemente es el mismo que llamó por la noche. Ah… ¡Tenía que venir a interrumpirme justo ahora! Le sonrió con fingida amabilidad.
—Buenas tardes… ¿Doctora Hamilton?
Con lo libidinosa que está mi mente en este momento, no puedo evitar mirarle el paquete que se marca sobre su pantalón ajustado. Trago en seco, al pensar en la infinidad de cosas que podría hacerle a ese hombre. Me muerdo los labios, pero suelto el aire con frustración.
—Y eso es lo que le ha pasado últimamente. ¿Usted cree que haya algo malo con él? — El moreno ha estado hablando, pero no presté atención a ninguna de sus palabras.
Carraspeo y reviso al niño, a quién le calculo un año y medio o dos.
Él sigue hablando —Ha estado llorando y no deja de tocarse la nariz.
Lo hago pasar al consultorio y le pido que lo acueste en la camilla. Con una lamparita examino la nariz del pequeño, frunzo el ceño al detectar a lo lejos un cuerpo extraño. Con una delgada pinza, halo y saco, un trocito de plastilina.
—¿Deja que su hijo juegue con plastilina? —preguntó molesta.
El hombre se ruboriza, sin saber que responder, pero luego empieza a decirme —La verdad doctora, es que soy padre soltero y mi madre me ayuda a cuidarlo mientras yo trabajo. Pero ella es muy cuidadosa, quizás fue un descuido—. Finaliza agarrándose la nuca.
—Su niño está en una etapa demasiado peligrosa y es curioso por naturaleza, por lo cual, debe mantener alejado todo tipo de materiales peligrosos, pudo haberse asfixiado. Usted sabe que ese es un material tóxico, aunque el empaque diga lo contrario.
—Entiendo doctora, créame que tendremos más cuidado con eso.
El guapo moreno canceló la consulta, y se marchó muy agradecido. Cuando estaba por apagar las luces, mi esposo me llama para avisarme que fueron a visitar a mi suegra, y que está haciendo un clima horrible, por lo que consideran oportuno quedarse a dormir con ella, y llegar hasta mañana.
Vaya… ¡Qué manera de celebrar el día de las madres!... Sin hijos y sin esposo.
Mis ojos se empañaron, pensé en llamar a mis amigas, pero sabía que a ellas siempre las celebran sus esposos. A las condenadas les tocaron hombres cariñosos y atentos, son unos idiotas que las consienten en todo.
Antes de irme, voy al servicio y veo mi reflejo en el espejo. Retoco el escueto maquillaje, y salgo a buscar un lugar para olvidarme por un rato de mi ordinaria y patética vida.
Un bar bohemio es ideal para dejar atrás el horrible día que he pasado.
Entro y me siento a la barra, pido un trago, «solo uno y me iré». Sigo con mi lectura erótica, y sin darme cuenta, he bebido cinco shots de vodka ¡Qué barbaridad!, con razón ya veía dobles las líneas al leer.
—Hola, ¿doctora Hamilton?
Alzo la vista, y me topo con el guapo hombre que atendí antes de salir del consultorio, ¡qué casualidad!
Un cosquilleo en mi parte íntima, me recordó las fantasías que tuve con él, cuando lo vi, y ni qué decir de la humedad que sentí cuando noté su entrepierna.
—Soy Neil— Me dice y se sienta sin esperar invitación.
Sus piernas estaban abiertas, uno de sus pies colgaba y el otro estaba apoyado en la parte baja del banco, y de nuevo pude notar lo bien dotado que estaba.
—Sí, usted es el padre del niño con la plastilina en la nariz—. Una risita escapó de mi boca, en mis cinco sentidos lo hubiera insultado, pero al calor de las copas todo me parecía divertido.
—Ese mismo —. Él me devolvió la sonrisa—¿Le puedo invitar una copa? — con una señal de su mano llamó al barman. Yo asentí, daba igual una copa más.
Una hora después estábamos tan felices y reíamos por cualquier tontería, mis chistes rompe amigos, ya no lo eran. Incluso hasta fuimos a bailar. El incómodo calor que estaba instalado en mi interior, y la humedad de mis bragas me animaron hacer lo impensable…
Aprovechando la oscuridad del momento, coloqué mi mano en su entrepierna, que reaccionó al momento, con una magistral erección. Colocó su gran mano, encima de la mía, y la instó a tocar más arriba. Tuve que ahogar un jadeo al sentir la dureza de ese hombre moreno.
Nos besamos con desenfreno, las hormonas enloquecidas nos llevaron al tocador de damas, tras cerrar la puerta con seguro, la desenfrenada pasión que desbordábamos era épica. Él, todo un semental, me tomó con rudeza estampándome contra la pared y así hizo que me corriera en las primeras estocadas.
Salió de mi interior, e hizo que me arrodillara, mis piernas estaban temblorosas todavía, pero aun así cedieron sin problema, Neil metió su potente miembro en mi boca, dando embestidas furiosas, que me llenaban toda, por momentos sentía ahogarme, cuando su falo rozaba con mi úvula palatina, Neil sacó su falo y derramó su simiente caliente en mi cara.
Era la primera vez que un hombre me hacía eso, y sentir el espeso líquido caliente sobre mi rostro, me hizo sentir que como una mujer ardiente.
Ambos tratamos de ahogar los jadeos, el miembro de Neil seguía majestuosamente erguido, se rio maliciosamente al ver la lasciva en mis ojos, me giró y me colocó de espaldas a él, me volvió a penetrar con duras y fuertes embestidas que me hacían gritar de placer, menos mal la música a esa hora ya sonaba muy alta.
Él halaba mi cabello largo, y mordía mi oreja, los violentos movimientos de sus caderas casi me partían en dos, pero ¡Cielo Santo! Yo estaba tan excitada, que ni las fuertes nalgadas que me propinaba de vez en vez, me dolían.
Di un grito, y me sobresalté al sentir los dedos de Neil jugando en medio de mi trasero, con movimientos circulares me enloqueció al grado de provocarme un exquisito clímax, el más grande de mi vida.
—Ven conmigo nena—. Me susurró al oído, una vez que nos limpiamos y acomodamos las prendas.
No lo dudé, y salí detrás de él, pasando sin pena alguna en medio del bar.
Me llevó a un auto hotel, y durante el trayecto, su mano entre mis muslos no daba tregua a mi deseo de satisfacerme, por todo el tiempo que había estado en sequía.
Entramos a la habitación y encendió el jacuzzi, mientras este se llenaba, se deshizo de mi ropa y de la suya. Pensé que esperaría, pero no lo hizo, me tumbó sobre la cama y como fiera salvaje, me tomó a su gusto y antojo. Sus embestidas eran brutales y yo tuve que sostener con mis manos la cabecera, de tanto que movíamos la cama, no tardamos mucho y de nuevo nos corrimos, por supuesto que él, expulsó sobre mi vientre su simiente. Estaba sin aliento, y nuestros cuerpos completamente sudados.
Finalmente, el jacuzzi estaba listo. Primero entró él y me recibió en su regazo, me posicioné y desde atrás, él se deleitaba en sobar mis pechos, su boca buscó la mía y nos devoramos a besos. Sentí su falo más grande y duro entre mis nalgas, entonces buscó esa entrada, que a nadie había cedido, y sin pedir permiso, entró dolorosamente, el moreno me tomó del cuello y lo apretó tan fuerte, que creí que moriría ahorcada, la excitación del momento, acarreó con las olas de un nuevo orgasmo, que nos sacudió más fuerte que nunca.
Salió de mí, y cuando intenté ponerme en pie, no pude, porque dolía, ese hombre literalmente me había partido en dos.
—¡Feliz día de las madres! —Me dijo, antes de apartarse e ir por las toallas.
—FIN—