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[size=24]DEBER O AMOR
BY..PECAS TG
Apenas había amanecido cuando Candy y Terry se despertaron con los gemidos de Miena, que educadamente pero con insistencia, expresaba su deseo de salir fuera. Desorientada, Candy parpadeó y frunció el ceño al distinguir el rostro de Terry. Estaba junto a ella en la estrecha cama, y su piel desnuda rozaba la suya bajo las sábanas arrugadas.
Nunca habían compartido una cama gemela, pero se las habían arreglado muy bien.
Abrió los ojos de par en par al comprender plenamente lo ocurrido la noche anterior.
-- Vaya -- susurró, sintiendo cómo se encendían sus mejillas -- . Yo...
Miena volvió a gemir, encaramándose suavemente a la cama para recordarles su presencia y su necesidad de salir.
-- Yo la saco -- murmuró Terry, levantándose de la cama y tomando su pijama -- . Tú sigue durmiendo.
Pero aunque la mente de Candy no hubiese estado sumida en la confusión, los ruidosos gimoteos de los cachorros al darse cuenta de que les faltaba el calor del cuerpo de su madre se lo habrían impedido. Candy se levantó con pesar de la cama y acarició a las tres criaturas de ojos cerrados, tratando en vano de calmarlos hasta que Miena regresara.
¿Qué había ocurrido exactamente la noche anterior? De estar hecha un ovillo bajo las sábanas, tratando de refugiarse de la tormenta, había pasado a acurrucarse en los brazos de Terry.
No podía evitar preguntarse qué había significado para él que hicieran el amor. ¿Había querido consolarla y al mismo tiempo recibir placer? ¿Había intentado reparar su relación, recordarle todo lo bueno que había entre ellos? ¿O había sido un último entreacto íntimo antes de seguir por caminos separados... una manera de concluir su compromiso?
No sabía cómo se sentía sobre todas aquellas posibilidades, sólo sabía que no era caridad lo que quería de Terry.
Un ruido a su espalda la advirtió del regreso de Miena y de Terry. Recomponiéndose, observó cómo Miena se acomodaba sobre las toallas y recibía el entusiasta saludo de sus recién nacidos. Terry se arrodilló junto a Candy.
-- Ya veo que no les ha gustado que los dejara.
-- Ni un pelo -- corroboró, con la voz todavía ronca por el sueño. Deslizó un dedo por la suave espalda de un diminuto cachorro --. ¿De qué raza serán?
Terry rió.
-- Sólo Dios lo sabe -- levantó uno distraídamente y lo estudió, ignorando sus protestas -- . Macho -- comentó, y tomó otro -- . Hembra y... hembra. Dos niñas y un niño.
-- Tendré que encontrarles un hogar. ¿Crees que a tus padres les gustaría tener otro perro?
Terry pareció dudar.
-- No sé si mi madre querrá sustituir su caniche con pedigrí por un simple chucho, pero podríamos preguntárselo.
Podríamos, había dicho. ¿La costumbre? Candy acarició a Miena una vez más y luego se puso en pie.
-- No has dormido mucho -- le dijo, notando sus facciones cansadas -- . ¿Por qué no te metes otra vez en la cama?
Terry sonrió débilmente y lo negó con la cabeza.
-- Ahora no podría dormirme otra vez. Pondré la cafetera... y buscaré algo para desayunar.
-- Yo haré el desayuno -- se ofreció Candy enseguida -- . Después de todo, yo soy la razón por la que... bueno, por la que no has dormido mucho.
-- Ha sido un placer -- la tranquilizó con una atractiva media sonrisa.
Candy sintió que le ardían las mejillas. Con expresión taciturna se miró los pies desnudos.
-- Me siento como una idiota por lo de anoche.
Todo rastro de humor se desvaneció de su voz cuando le habló.
-- ¿Por qué, exactamente, te sientes como una idiota?
-- Fui tan... estúpida -- murmuró -- . No puedo creer que perdiera el control de esa manera.
Por alguna razón, Terry empezaba a parecer molesto.
-- Vamos, Candy, no es la primera vez que ocurre.
-- ¿Y eso qué importa? Debería haberlo superado hace mucho tiempo. Sólo porque tenía esa debilidad de pequeña no es excusa para que siga teniéndola ahora.
Terry parpadeó.
-- ¿De qué diablos estás hablando?
-- De mi miedo estúpido e irracional a las tormentas. ¿De qué creías que estaba hablando?
-- Eh... yo... -- por un momento, pareció avergonzado.
-- Llevo años intentando superarlo, pero siempre acabo refugiándome bajo las sábanas cada vez que oigo un trueno.
Terry movió la cabeza, y su expresión se suavizó.
-- No tiene importancia, Candy. ¿Y qué si te dan pánico las tormentas? Todo el mundo le tiene miedo a algo.
-- Tú no -- murmuró entre dientes. Terry arqueó una ceja.
-- ¿Qué has dicho?
Candy levantó la barbilla y lo dijo con más claridad.
-- He dicho que tú no tienes miedo a nada. Nunca lo has tenido, ni siquiera cuando éramos niños.
-- Te equivocas, ¿sabes? -- replicó Terry, moviendo la cabeza con aparente incredulidad. Candy no hizo intento de ocultar su escepticismo -- . ¿Por qué crees que soy tan... obsesivo, como tú dices? Es porque tengo miedo de olvidarme de algo importante. De meter la pata.
-- No te imagino metiendo la pata en nada -- Candy podía haber añadido que siempre se había sentido un poco intimidada por su perfección.
-- Meto la pata todo el tiempo -- replicó Terry, en tono nuevamente lúgubre -- Yo diría que la situación en la que nos hemos encontrado tú y yo es buena prueba de ello.
Una metedura de pata. ¿Así veía Terry su compromiso? Candy volvió rápidamente la cabeza para que no leyera la decepción en su rostro.
-- Iré a preparar el desayuno. Tienes tiempo para ducharte, si quieres.
-- Candy.... -- Terry hizo ademán de retenerla, pero Candy eludió hábilmente su mano atravesando la habitación para ponerse la bata.
-- Te llamaré cuando esté listo.
No intentó detenerla de nuevo al salir de la habitación, pero Candy sabía que la estaba mirando.
.
Terry se abrochó la camisa y se la remetió en los pantalones. Todavía tenía el pelo húmedo de la ducha, pero no se molestó en secarlo. Tenía un poco de prisa por reunirse con Candy en la cocina. La forma en que se habían separado en el dormitorio lo molestaba... le hacía pensar que había dicho algo mal. Que había vuelto a meter la pata.
¿Qué había pasado? ¿Lo había malinterpretado cuando había dicho que su situación actual era un ejemplo de sus errores de juicio? ¿No había entendido que se refería a que los dos habían sentido el impulso de huir a la casa del lago porque estaban demasiado confusos para hablar entre ellos? ¿No sabía que se culpaba por aquella falta de comunicación? Todavía tenían la oportunidad de arreglar las cosas... si los dos se sentaban y hablaban racionalmente de lo que querían.
Terry sabía lo que quería, pero tenía que averiguar si Candy quería lo mismo.
-- Justo iba a llamarte -- dijo al verlo entrar-- en la cocina -- . El desayuno está listo.
Había hecho tortitas con los paquetes que sus madres guardaban en la nevera, y junto a cada plato había una taza de café y un vaso de zumo de naranja hecho a base de concentrado congelado.
-- Qué bien huele -- dijo Terry, ocupando su asiento.
-- He usado lo que había -- Candy cortó con el cuchillo un trozo de una tortita. Terry se dio cuenta de que no lo había mirado a los ojos desde que había hecho acto de presencia.
-- Tenemos que hablar -- declaró, tomando el tenedor. Candy se escondió detrás de la taza de café.
-- Será mejor que esperemos a terminar el desayuno antes de iniciar cualquier conversación seria. Me gustaría ducharme y vestirme primero.
Terry no quería seguir posponiéndolo, pero sólo con mirarla sabía que no estaba preparada para hablar de su relación. Tal vez tuviera hambre, o simplemente quería arreglarse antes de hablar.
Contemplándola por encima de su taza, se preguntó si debía decirle que estaba preciosa por las mañanas. Pero luego decidió que debía mantener la boca cerrada. Las mujeres se comportaban a veces de forma curiosa, intentando buscar un sentido oculto a la frase más simple.
-- Está bien -- repuso en cambio -- . Si eso es lo que quieres.
CONTINUARÁ.....Gracias por leer /size]
ojalá se resuelva este embrollo. Muy buen capítulo, ojalá lo termines aquí 
