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Capítulo 1 —Primera Parte.
Washington D. C
El tiempo avanzó tan aprisa que cuando se dio cuenta, ya había pasado un año desde que llegó a aquel lugar que juró, ni en un millón de años volvería por considerarlo una enorme jaula de oro, pero.. como si se tratara de una cruel burla del destino, estaba allí, años mas tarde, en la misma posición que en un tiempo ocupó su padre, el papel mas importante de su vida. Era el legítimo Presidente de los Estados Unidos de America.
Cerró los ojos e hizo la cabeza hacía atrás dejando de lado la pila de archivos que tenía frente a él. Si alguien le hubiese pronosticado el futuro, lo hubiese tachado de demente, ya que no aspiraba a tanto y menos después de lo sucedido.
A pesar de su edad adulta, él era el típico rebelde que fue en sus años como estudiante de Ciencias Políticas, uno que se negaba a seguir las reglas, aquella actitud le resultó contraproducente y todo lo que había comenzado como un juego, con el tiempo se volvió en su contra y no le dio lugar de dar marcha atrás.
En comparación a otros candidatos de su partido, él era un joven inexperto, pero su intachable trabajo en el Senado como representante de New York y la impecable trayectoria de su padre le abrieron camino y en pocos meses tenía a los votantes de su lado.
Barrió con los votos para determinar quien representaría a su partido en las elecciones Presidenciales. Uno de los contrincantes de su partido era nada mas y nada menos que Vicent Brown quien ahora era el Vice Presidente y además padre de un antiguo compañero de Universidad, con quien en el pasado tuvo algunas diferencias.
—¿Todo bien señor presidente?
Abrió los ojos y suspiró —por amor a Dios, deja de llamarme así —dijo negando con la cabeza al tiempo que rodaba los ojos.
—¿De que otra manera puedo dirigirme a usted señor? —dijo el recién llegado en tono formal.
—De la misma manera como lo has hecho siempre, no veo razón de tanto formalismo.
—No puedo hacer tal cosa —replicó el recién llegado —además, esta es la manera correcta para dirigirme a usted, señor
—Mira, cállate, que todo esto es tu culpa —señaló el lugar —no sé en que demonios estaba pensando cuando acepté tu estúpida propuesta.
—Ni tan estúpida —negó con la cabeza —ganaste y ahora estás aquí —dijo sonriendo.
—Esclavizado en esta enorme jaula de oro cuando bien podría estar dando la vuelta alrededor del mundo junto a la dueña de mis suspiros y nuestro pequeño retoño. Por cierto ¿la has visto?
—¿Se refiere a la Primera Dama, señor?
—¡Demonios!, deja de llamarme así
—Está bien, está bien —respondió el Director de la Agencia Central de Inteligencia alzando las manos —eres un aguafiestas —resopló —y respondiendo a tu pregunta, acabo de verla junto a su asistente.
—¿Iban solas? —preguntó Terry frunciendo el ceño
—Si —respondió el director tomando asiento.
—¿Y en donde demonios se metió su guardaespaldas? —preguntó el castaño poniéndose de pie.
—Oh vamos Terry, sabes mejor que nadie que cuando tu amada esposa quiere conversar a solas con su asistente, basta una mirada fulminante y la señorita Briand no tiene otra opción que cederle espacio.
—Tienes razón —Terry tomó su lugar una vez más —por cierto, siempre te estaré agradecido el que hayas intervenido, la verdad la señorita Briand a hecho un excelente trabajo hasta hoy.
—Es una pena que Candice no opine lo mismo.
—Es comprensible que Candy no se haga a la idea que alguien esta detrás suyo todo el tiempo.
—Pero debe aceptarlo, ella ya no es más la guardaespaldas del hijo del presidente, ahora es la esposa del Presidente y madre del hijo presidencial —bromeó —y en su condición de Primera Dama de los Estados Unidos, está expuesta a muchos peligros, además, la señorita Briand es el tipo de persona que daría la vida por quien trabaja.
—Ya lo creo —respondió Terry tomando uno de los archivos pendientes.
—En vista que tienes demasiado trabajo pendiente, creo que es mejor que me marche, —se levantó—estaré en mi oficina por si me necesitas.
—Gracias, eres un gran amigo —dijo Terry antes que su amigo saliera de su oficina sin levantar el rostro siquiera.