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CICATRICES DE UN ALMA REBELDE
CH. 6 IMPULSOS
por Primrose y Fedra
–Dígale al muchachito ese que mi sobrino no puede atenderlo – ordenó la tía molesta por la interrupción.
–Ya se lo he dicho señora, pero el jovencito insiste, además no vino solo, hay un grupo de muchachos con él.
– ¡Habrase visto semejante ignorancia! – exclamó Elroy abanicándose con la servilleta en evidente signo de bochorno.
–Deje que vaya a ver tía – habló Archie – poniéndose de pie.
– ¡Por supuesto que no! ¡Estamos comiendo, que ese niño venga otro día! – contestó tajante e indignada.
–No creo que acceda señora Elroy, es un joven bastante altanero y mal hablado – informó el mayordomo.
–Lo atenderemos tía, no tardamos, ¡Neil, muévete! – dijo Archie. Tanto Neil como Archie, Anthony y Stear salieron al encuentro de los visitantes.
–¡Te he dicho que no! Archie, ¡ARCHIEE! – las venas en las sienes de la matriarca se saltaron tomando proporciones inimaginables, ante la actitud retadora de su antes dócil sobrino a quien había decidido elevar por sobre los demás por haber demostrado señales de líder nato.
Candy, Annie, Eliza junto con la furiosa tía se quedaban en el comedor ya que eran “asuntos de hombres” y ellas debían permanecer en su lugar, por supuesto las chicas, sobre todo Candy no estaban de acuerdo y les molestaba sobremanera que las excluyeran, claro que no le duró mucho el disgusto, pues minutos después el zafarrancho que se armó las hizo salir a todas.
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Neil tembló cuando se dio cuenta quién estaba en la reja esperando por él.
–¡Creo que esta no es una visita de cortesía! – susurró Stear al oído de su hermano mientras caminaban.
–¡No, no lo es! –respondió Archie serio.
Las vetas doradas de los ojos de Archie refulgieron con ira al chocar con los cobaltos de James, a su memoria la imagen de “esa rata callejera” besando a Candy hicieron su sangre hervir, empuñó las manos con todas sus fuerzas conteniéndose. Por más que intentara negárselo así mismo ese “beso” había sucedido, no le convenía aceptarlo públicamente pues para nada ayudaba a su causa de hacer que su prometida entrara al redil. En su momento lo había catalogado como un atrevimiento por parte del inglés, pero era demasiado inteligente como para creerse sus chaquetas mentales. Sabía que tendría que poner mayor atención a esta inquietante situación.
La voz de su hermano Stear lo sacó de sus cavilaciones.
–Es el chico del otro día ¿verdad?, el tal “inglés”.
–Sí, es él.
– ¡Vaya! Así que la gallina snob trajo su comitiva – señaló James.
– ¿Qué haces aquí? – inquirió Archie con el ceño fruncido en evidente señal de molestia al tiempo que miraba hacia la casa por si Candy salía o escuchaba al idiota.
– ¡No vine a hablar contigo “catrín” !, fui muy claro con ese imbécil – mencionó el castaño señalando con el índice a Neil – ayer llevé a mí madre al hospital, está lastimada por tú culpa y debes pagar por ello.
– ¡Esa sirvienta se me atravesó! – exclamó Neil en su defensa dándose aires de valiente pues las rejas de la casa permanecían cerradas aún.
James se acercó a la verja metiendo las manos para alcanzar a Neil, bufando de rabia por la forma en la que se refirió a su madre.
Archie apartó a su primo y Charlie apenas y pudo sujetar a James por la chamarra.
– ¡Sal a decírmelo imbécil! ¡Vuelve a llamar sirvienta a mí madre y voy a partirte la cara! – gritaba James sin dejar de señalar a Neil mientras Charlie apenas y podía contenerlo – ustedes se escudan detrás de sus jaulas de oro, desde ahí – señaló la gran casa – juzgan y deciden la vida de los demás, pretenden salir impunes ante la mierda que ocasionan sin que les caiga algo de esta encima ¡pues no lo permitiré!
Archie sumamente molesto abrió la reja, este tipo ya lo tenía harto además tenía una cuenta pendiente con él.
– ¡Archie! – exclamó Stear al verlo salir.
– ¡A mí nadie me llama cobarde! ¡Mucho menos una rata callejera!
–¿Callejero dices? Jaja… pues mil veces, pero ser dueño absoluto de lo poco que tenga, a tener que pedir permiso hasta para limpiarme el trasero, ¿qué tú mami no te daba permiso de salir? – Sonreía sarcástico ante la cara enrojecida por la evidente furia contenida de su interlocutor.
–Morirías por siquiera una probada de este dulce… cielo, en el que vivimos y jamás en toda tú miserable vida lograrás tener algo así, ya ves vienes a suplicar dinero para la salud de “tú mami” porque no eres lo suficientemente hombre para ver por ella.
Ahora fue el turno de James para sentir los vellos de detrás de su nuca ponerse de punta, su cara permaneció impasible contrario a lo que recorría rápidamente por sus venas.
– Es lógico que no entiendas a lo que me refiero, cuando a lo que vengo es a pedir justicia, me das lástima cada vez que extiendes la mano para pedirle dinero a tus viejos, les das el poder de quitarte la hombría de la que presumes, niñito inútil.
En ese momento la rabia se apoderó del elegante joven y tomando vuelo con su brazo derecho intentó estamparlo en la mueca de burla del inglés, pero este la esquivó fácilmente.
Acto seguido un gancho derecho se estampó directo a la mandíbula de Archie quién cayó sentado, con furia se limpió el hilillo de sangre que le brotaba, se levantó con todo el coraje que ya sentía por el tipo, se le quiso ir encima para golpear el costado izquierdo de James, pero este al ser más diestro lo recibió con un rodillazo en la nariz la cual comenzó a escurrir sangre.
– ¿Qué te pasa princesita, tus delicadas manos ni siquiera pueden dar un buen golpe?, Sandra sí que sabe golpear creo que será mejor que ella se arregle contigo mientras yo me encargo de la basura – decía James con la sonrisa que lo caracterizaba mientras dirigía la mirada a cierto pelirrojo que se calaba con Cookie.
– ¡ARCHIE! – fue el grito de Anthony quien sin mediar consecuencias intentó devolver el golpe a James, pero fue detenido por Charlie.
– ¿A dónde niño bonito? – inquirió Charlie al tiempo que jalaba a Anthony del brazo evitando el impacto sobre James.
– ¡Eso sí que no! – dijo Stear al ver el jaloneo de su rubio primo con el moreno así que se metió también en la faena, pero un Billy en total alerta lo detuvo encendiendo más los ánimos del normalmente pacífico Stear.
El único que parecía no querer involucrarse en la batalla campal era el causante de todo, Neil, quién estaba bien custodiado por Cookie.
–¿Con que tú piensas que saldrás bien librado siendo el principal culpable? – preguntó con una sonrisa divertida mientras entrelazaba sus dedos que tronaban al momento que le propinó un fuerte golpe en la nariz al pelirrojo.
– ¡BASTA! ¡JAMES, CHARLIE, BILLY BOY!, ¡DEMONIOS YA CALMENSE! - gritaba Patty a los seis exaltados muchachos.
Ninguno hacía caso, Sandra que también estaba ahí brincaba y hacía ademanes mientras los animaba a darse más duro ante la mirada de perplejidad de Patty, por más tiempo que tuviera de conocerla no se acostumbraba a ese tipo de reacciones por parte de la chica quien había sido criada por su padre prácticamente como un chico.
– ¡Billy! – exclamó Patricia al ver cómo rodaba por los suelos con un joven de lentes – ¿Quieres detenerte de una maldita vez? Así no se va a solucionar nada – decía la muchacha caminando hacia ellos sin importarle los golpes que se daban.
Stear escuchó la dulce pero autoritaria voz de una chica, por el rabillo del ojo la vio acercarse esquivando golpes, lo que lo hizo voltear a ver, su descuido le costó un buen puñetazo en el pómulo izquierdo.
– ¡Billy Boy! – volvió a llamar Patty al ver como este aprovechaba el descuido del chico de lentes.
Mientras estos cuatro trataban de darse, en un extremo del jardín, James y Archie se posicionaban para seguir, ambos con las guardias arriba, moviéndose de un lado a otro midiendo al rival, el primero en lanzar el golpe fue Archie quien encendido por el golpe anteriormente recibido no medía consecuencias.
James apenas y logró esquivar su golpe derecho deslizándose a la izquierda, aprovechando el descuido del chico le propinó un gancho izquierdo – haciendo gala de su ambidiestra arma letal que no fallaba en descolocar a sus oponentes que jamás lo veían venir – logró impactar en el labio inferior de Archibald lanzándolo de nuevo al suelo, por la adrenalina del momento el jovencito se puso de pie para lanzarse y arremeter contra James que ya lo esperaba con los puños en alto, fue tal la fuerza que ambos cayeron al piso para comenzar la lucha de poder y fuerza el uno contra el otro.
– Eres un pobre diablo, ustedes nunca verán un solo dólar de los Andley, ni siquiera vale la pena gastarlos en ustedes – decía Archie enfurecido, los golpes que no podía proporcionarle en el cuerpo se los daría en el orgullo.
– Tendré que hablarlo con la dulce dama de allá dentro, me dijo el alzado que nos recibió, que tú linda tía no te permite visitas hasta que tomes tú lechita pequeño gatito – sonoras carcajadas escapaban de sus labios mostrándole al niño rico que las palabras que decía no harían ningún efecto en su deseo de justicia.
– ¡Eso James! ¡Dale otro! – gritaba Sandra extasiada quien maldecía su posición de “mujer” o ya se habría abalanzado a la revuelta.
– ¿Pero… qué está pasando ahí afuera? – cuestionó la tía al escuchar los gritos.
–Voy a ver – dijo Candy levantándose sin pedir permiso aventando su servilleta a la mesa.
– ¡Candy!, ¡no!, ¡espera! – exclamó Annie al tiempo que también salía tras ella.
La señora Elroy y Eliza al ver a las dos chicas salir no les quedó más remedio que también dejar la mesa e ir a ver el ¿por qué? del griterío.
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El espectáculo era más que vergonzoso, James y Archie rodaban por el suelo tratando de imponerse uno al otro, en la parte más alejada de la explanada del jardín; Anthony y Charlie se tiraban de patadas y codazos rasgándose la ropa en girones, mientras que Stear tacleaba a Billy cayendo en medio de la cama de petunias aplastándolas sin misericordia. Cerca de la reja de entrada Cookie utilizaba la cara de Neil como su particular saco de arena.
– ¡Qué horror! – proclamó Annie llevándose las manos a las mejillas del susto.
– ¡Archie! ¿Pero qué rayos? – inquirió la rubia al verlo forcejeando con…
Candy se llevó la mano al pecho, esa chaqueta negra, el guante en la mano, era inconfundible al igual que su voz.
– ¡Ríndete catrín! – decía James cuando al fin logró imponerse a Archie, sujetándole manos y pies con los propios.
–En ese momento Candy soltó un rechiflido tan fuerte, que era digno de un camionero, llamando así la atención de todos. James logró ver más allá de Candy, un brillo le deslumbró proveniente del metal en la mano de Neil.
–¡Cookie CUIDADO! Advirtió Patty quien también había visto el arma. Todo pasó muy rápidamente, Neil aprovechando la distracción había sacado una navaja y con esta estaba a punto de atacar a Cookie, quien se descuidó para atender al llamado de la rubia. James llegó en fracción de segundos, pero fue demasiado tarde, un grito de dolor acompañó lo que siguió y Neil fue derribado en el suelo por Anthony y James al mismo tiempo. El primero utilizaba su rodilla para ejercer presión sobre la mano de Neil obligándolo a soltar la navaja.
–Debí haberlo sabido, te gusta jugar sucio sabandija rastrera – Le decía amenazante. Anthony no sabía si seguir deteniendo a Neil o tratar de impedir que en cualquier momento James lo medio matara. Le puso una mano en el pecho a James y le dirigió una mirada de comprensión.
–¿Neil cómo se te ocurre? – era el reclamo de Anthony quien sostenía el otro brazo del moreno y veía a su primo sin poder creer que se hubiera atrevido a tanto.
Patty y Sandra ya atendían a Cookie quien había caído al suelo y se retorcía del dolor proveniente de la cortada en la pierna que le había ocasionado el arma punzocortante de Neil.
– ¡Santo dios! ¿Qué está pasando aquí? ¡Charles llame a la policía! – ordenó la tía Elroy.
– ¡NO! – fue el grito al unísono de casi todos los jóvenes que se habían quedado quietos ante lo sucedido y la presencia de la mujer mayor.
– ¡Hagan el favor de explicar esto!, ¿quiénes son ustedes vándalos y por qué están atacando a mis sobrinos?
James se incorporó dejando a un Neil tendido en el suelo, dirigiéndole una última mirada de advertencia. Luego volvió su mirada preocupada hacia Cookie y Patty quien asintió ligeramente, dándole a entender que sí bien su herida requeriría ser atendida no se trataba de una lesión tan grave. El inglés exhaló aliviado.
Con el dorso de su mano enguantada se limpió la sangre que le brotaba de la ceja donde el catrín había alcanzado a conectarle un derechazo, acomodó sus castaños cabellos, con ambas manos dio un tirón a las solapas de su chaqueta para luego plantarse delante de la señora mirándola fijamente.
–Mi nombre es James Larson y vine a exigirle a la gallina de allá – señaló a Neil – que debe pagar por las lesiones que le ocasionó a mí madre al arrollarla – informó el muchacho.
– ¿Cómo? ¡Mi sobrino sería incapaz de…!
– ¡Por supuesto que fue capaz! Y sus hazañas se siguen sumando, ahora también ha herido con su navaja a uno de mis amigos. Por mí llámele a la policía para que se enteren de cómo se las gasta su “valiente” sobrino.
–¡Neil! – habló la tía mirando al pelirrojo – ¿De qué está hablando este muchachito insolente?
–Yo...yo… – balbuceaba el chico mirando para todos lados pues Anthony aún le sujetaba del brazo torciéndolo tras su espalda, obligándolo a ponerse de pie.
–Lo ve señora, la sabandija ni siquiera tiene boca para defenderse.
–Para eso me tiene a mí y el renombre de la familia que lo respalda jovencito irreverente. Jamás los Andrey dejan cuentas pendientes, así, que le aseguro que nos encargaremos de saldarlas. Por todo lo que sé, fueron ustedes quienes seguramente trajeron esa arma a mí propiedad a la cual han entrado sin ser invitados y les exijo que se retiren en este instante.
En ese momento el mayordomo se acercó a los jóvenes y recogió inmediatamente la navaja con un pañuelo metiéndolo en el bolsillo interno de su chaqueta.
Entre el tartamudeo de Neil y la mirada inquisitiva por parte de la matriarca James vislumbró una cabellera rubia, primero se sorprendió al ver quién era, ya que con los acontecimientos no había reparado en ella, aunque sabía que era una posibilidad el encontrarla ahí, apenas podía creer que el estúpido elegante había resultado ser su primo. El silencioso intercambio no duró ni dos segundos pues se perdió entre las lagunas de esos ojos transportándolo a una tarde cualquiera, un camino de piedras rodeado de árboles, un vestido azul del tono que ella portaba ahora y una risa cantarina.
– ¡Vamos James! ¡Corre! – exclamaba la niña mientras le tomaba la mano.
– ¡Ey! ¡Pequeña bribona! – Se escuchó una voz de mujer retando a la niña que reía al tiempo que corría de la mano con un James al principio muy sonriente, aunque después se molestó cuando la pequeña le rosara con sus pulgares las costras de su mano, ocasionando que la retirara inmediatamente.
Después... un beso... la necesidad... dos latidos al unísono, de nuevo le faltó el aliento, un dolor en la cabeza.
Candy por su parte vio arder la llama azul en esos ojos, se mordió los labios, los entreabrió como buscando aquella lengua invasora, no pudo evitar el leve jadeo que se escapó de su boca al recordar su aroma, el calor de su cuerpo junto al de él.
Archie por su parte se levantó del piso tratando de recoger su ego pisoteado, pasó delicadamente sus dedos sobre el labio inferior reventado que ya le hormigueaba al igual que sus nudillos, se quitó la chaqueta estropeada, llena de tierra y restos de pasto, levantó los ojos color miel que se oscurecieron ferozmente al toparse con la imagen de Candy y James que a pesar de estar a metros de distancia parecían estar tan juntos como el día que los encontró, perdidos en su propio mundo. Otra vez esa maldita sensación, como si se hubiesen conocido desde hace mucho tiempo.
La conexión se rompió ante la voz chillona de Eliza.
–Querida tía, no se exalte puede enfermar – sugirió en tono por demás meloso y estudiado al tiempo que posaba su mano en el hombro izquierdo de la señora Elroy.
– ¿Cuánto es lo que se le debe joven? Diga la cantidad para cubrirla y así dejar atrás esta bochornosa situación – preguntó con mirada coqueta la chica pelirroja desbordando encanto mientras caminaba hacia James contoneándose sugestiva.
James se le quedó viendo como a un bicho raro, le daba la impresión que una víbora se le acercaba queriendo hipnotizarlo; dio dos pasos hacia a su costado derecho para encarar a la mujer mayor, evitando el contacto con la pelirroja que se quedó de piedra al ver cómo el muchacho la esquivaba.
–Ustedes siempre resuelven todo con dinero, nos quieren poner precio como si fuéramos un objeto, sépase que la vida y el bienestar de mí madre y los míos no los tiene, ellos valen más que todos ustedes juntos – manifestó James señalando a todos con desprecio – Mi madre está en el hospital general de Saint Francis, tú sabrás qué debes hacer – señaló a Neil – ¡Vámonos! –
ordenó a sus amigos.
Los jóvenes salieron tras su líder Cookie era ayudado por Billy y Charlie a subir a la camioneta de este último. Patty se había rezagado un poco recogiendo después de aplicar un torniquete a la pierna del herido. Se puso de pie para irse, pero se detuvo a medio camino y se giró a la muda audiencia a su alrededor.
–Ustedes disculpen, él no es violento, ni vino con la intención de pelear, solo quiere que se hagan responsables, es muy cercano a su madre – informó la chica.
– ¡Patricia! – le llamó James al verla todavía dentro de la propiedad.
–¡De nuevo mil disculpas! – dijo la chica haciendo una leve reverencia.
Patty dio la vuelta para retirarse topándose de frente con un joven alto, de cabello y ojos oscuros con las gafas algo chuecas.
–No se preocupe señorita, nosotros nos encargaremos que la gallina vaya y se haga cargo – declaró Stear tomando su mano.
–Patty, puede llamarme Patty.
–Yo soy Alistear y puedes llamarme Stear.
–Adiós Stear – se despidió la chica no sin antes regalarle una tímida sonrisa a su guapo interlocutor.
– ¿Coqueteando con el enemigo eh, “patito”? – se burló Charlie cuando ella se subió a la camioneta.
– ¡Cállate idiota! – exclamó la muchacha dándole un manotazo en el hombro. Dentro una Sandra muy preocupada se hacía cargo de que Cookie fuera lo más cómodo posible.
James esperó a que Patty subiera para arrancar a Theodora, su mirada fija en la rubia de vestido azul que también lo miraba. Aún se sentía algo descolocado por la imagen de hace rato que todavía no sabía cómo catalogar. La cabeza le pulsaba, ya quería largarse de una buena vez.
A Patty no le dijo nada a pesar del comentario de Charlie, ella era una gran amiga, una chica linda de cabellos cortos, sonrisa dulce pero de gran carácter, a pesar de ser hija única de familia sino rica, al menos acomodada, ella nunca dejó que sus padres la tuvieran en jaula de oro, defendió su derecho a la libertad y libre expresión, desde muy chica supo que quería estudiar medicina, sabía muy bien quien era ella y lo que quería, eso era algo que James respetaba y le hacía sentir por ella ese cariño especial que en algún momento un par de años atrás pensó que fue algo más, pero en realidad era más bien amistad. Lo comprobó un día cuando recién ella cumplió trece, cuatro años atrás que él le regaló un beso en los labios, el primero de ambos, pero que solo les mostró que entre ellos solo había cabida para una amistad sincera.
Una espesa gota de sangre proveniente de la cortada en su ceja calló sobre sus pestañas, con sus manos en el manubrio de Theodora él sacudió su cabeza agitando su cabellera húmeda por el sudor, en un intento por limpiarla agregando un aire bravío a su expresión. Volteó a ver a la rubia pecosa una última vez antes de acelerar y perderse en el camino, llevándose con él algunos suspiros que no pasaron desapercibidos.
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– ¡No puedo creer que a estas alturas me salgan con cosas como estas! – decía Elroy Andley paseándose de un lado a otro de la sala – ¡Es una vergüenza! ¿Qué van a decir los vecinos? – mencionó llevando su mano derecha a la frente – ¡Y el tío William! – la mujer comenzó a abanicarse con la mano, parecía estar a punto del desmayo.
Los jóvenes sentados frente a ella no decían palabra alguna, todos ellos perdidos en sus propios pensamientos, aplicando hielo a sus respectivas heridas. Archie a su labio, Anthony a la quijada que movía de un lado hacia otro haciendo muecas de molestia. Stear portaba un pómulo amoratado mientras trataba de enderezar sus lentes sin tener mucho éxito y Neil no se había librado de una nariz rota y el brazo aplastado por James, que aún le dolía y era evidente que era el más quejumbroso de todos.
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Más noche, cuando todo se hubo calmado y las órdenes fueron dadas, los chicos Andrey se encontraban cada uno en sus respectivas habitaciones, cerca de las once de la noche un rubio de ojos azul cielo tocaba a la puerta de su prima.
–Adelante – contestó Candy desde dentro de la habitación.
Anthony entró al cuarto blanco con rosa, su mirada se paseó por el lugar, buscando a la rubia, miró a la izquierda, la cama blanca con dosel y finas cortinas de encaje estaba todavía tendida, el buró de igual color con una lámpara encendida le mostró en dónde se encontraba la chica; sentada junto a la ventana, Candice Andley miraba la entrada de la casa, como si estuviera esperando a alguien.
–La tía por fin se ha quedado dormida – mencionó el rubio con alivio.
–¡Qué bueno! – respondió la chica sin mirarlo.
–Estuvo ruda lo de la tarde ¿verdad? – inquirió el chico comenzando la plática.
–Sí, un poco – volvió a responder Candy.
–A la tía se le subió un poco la presión, suerte que el médico estaba aquí atendiéndonos y la pudo tratar de inmediato – informó el chico tratando de ver alguna reacción en la rubia.
– Uhumm – murmuró Candy.
– Archie está irreconocible ¿no crees? – preguntó Anthony.
–No lo sé, lleva algunos días sin hablarme – declaró la chica.
–Pero lo que hizo Neil es imperdonable – continuó el de ojos de cielo.
Anthony se acercó a ella, se arrodilló junto a la silla donde estaba sentada abrazando sus rodillas, con rastros de lágrimas en sus verdes ojos.
–Dime ¿qué es lo que pasa?, con lo del colegio y lo de Neil casi no hemos platicado y te he visto distraída, taciturna, ¿es por el compromiso absurdo con Archie?
Candy miró a su primo, de nuevo el río de lágrimas bañaban su pecoso rostro.
Un fuerte sollozo salió de los labios de la rubia y Anthony se puso de pie abriendo los brazos para recibirla, como muchas otras veces lo había hecho. La rubia se levantó aferrándose al abrazo cálido de su compañero de travesuras, ella casi nunca lloraba, solo lo hacía cuando estaba muy molesta, por la frustración, pero hoy, en ese momento su llanto era diferente, era triste, desolado, como cuando pierdes algo muy querido.
–Él no me recuerda, se ha olvidado de mí – pronunció llorando desconsolada por un largo tiempo entre los brazos de su confidente que permanecía confuso ante lo declarado por su prima.
Flashback
Los recuerdos de la rubia volaron a la noche después de su inolvidable discusión con Archie en el restaurante, pero su aún más épico segundo beso con James mientras estaba recostada en su habitación del colegio.
Había logrado mantener a James a raya tan solo con la súplica de su mirada, pero sabía que eso no funcionaría por más tiempo. Sí, era el James que ella conocía, – y estaba segura de que lo era – sabía que no tardaría en pedirle explicaciones.
Mientras tanto en la barda perimetral del Real Colegio para señoritas un joven de largas piernas hacía demostración de sus dotes de alpinista, se sacudió el polvo de los jeans que levantó al brincar dentro de la propiedad al tiempo que una sonrisa endiabladamente maliciosa se dibujaba en su hermoso rostro.
–¿Pecosa, pecosa dónde te habrás metido? – esa chica era un enigma, que lo provocaba a ser explorado de una manera más a fondo. Pensaba mientras se deslizaba con pericia por entre los árboles recorriendo el camino que le había indicado Robin y del cual había prometido hasta el cansancio que por ningún motivo se desviaría bajo amenaza de costarle el noviazgo a su amigo Charlie.
De repente una ráfaga de aire le llevó una fragancia algo familiar. Cual lobo tras una pista volteó la cabeza siguiendo a su olfato y sin dudarlo distinguió la que seguramente era la habitación que buscaba. El balcón era el único que se encontraba abierto de entre todos los que daban al bosque, seguramente era el de ella, las delgadas cortinas se mecían con el viento. Había justamente un árbol grande a escasos metros del ventanal abierto. La pequeña luz de una lámpara alumbraba el interior y sí, justo en medio de la pieza al fondo se hallaba el tocador donde sentada de frente estaba una pecosa – que ahora sabía se llamaba Candy – quién se cepillaba ensimismada su larguísima cabellera. Iba a saltar al ventanal cuando de repente la rubia se puso de pie y la luz sirvió como pantalla para delinear el cuerpo bien definido de la señorita a través de su camisón. James parpadeó entre perplejo y embelesado. La observó absorto subir sus manos hasta tocar sus carnosos labios mientras cerraba los ojos, claramente rememorando a alguien. Ella sonrió pícara y se mordió los labios, paso sus manos por detrás de su cuello acariciando su nuca, estiró sus dedos para acariciar su hombro cubierto por el holán del coqueto camisón y observó como esos pequeños y delgados dedos se arrastraban lentamente por la nívea piel de la clavícula regresando a la base del cuello ahí se detuvieron un instante el mismo que el corazón de James saltó un latido. La vio hacer muecas de ¿acalorada?, la escuchó quejarse un poco mientras la chica intentaba abanicarse con la otra mano. Candy jaloneó fastidiada esa porción de la tela como si quisiera quitarse algo. Llevó su otra mano a su cuello de nueva cuenta y desesperada desanudó el listón, después desabrochó uno a uno los botones superiores dejando su piel al descubierto. No era la única que padecía el estupor del calor húmedo de Memphis. Desde su lugar, en cuclillas arriba del árbol James sentía el sudor recorrerle las sienes y bajar por su fuerte quijada, su cabello también mojado hacía que se le acumulara la humedad en la base de la nuca y bajara por su espalda. Aun más cuando observó a la señorita pecas sentarse nada femenina, con las piernas abiertas en el borde de la cama mientras se echaba para atrás con los blancos pechos turgentes subiendo y bajando aceleradamente, la vio levantarse de nueva cuenta y dirigirse al baño mientras escuchaba como corría el agua. A punto estuvo de regresarse por donde había llegado, definitivamente esa corrida de voyeur no estaba sirviendo a sus propósitos de ponerse serio con ella y averiguar si estaba jugando o iba en serio con lo que fuera que sentían el uno por el otro. Pero ella salió con el cabello mojado amarrado en una toalla y percibió el movimiento en la rama.
–¿Clin eres tú? Bishito bishito, ven te tengo un bocadillo.
James no se pudo resistir, era demasiado bueno para dejarlo pasar. Maulló débilmente y la chica se acercó más buscando al minino. Esperó a tenerla mucho más cerca y entonces le habló.
–¿Segura que me tienes un bocadillo? – le dijo y saltó finalmente al balcón.
– ¡AH! – gritó la chica, asustada. Las cosas pasaron muy rápido él la tomó por la espalda y le cubrió a boca pegándola a su cuerpo. Y una luz se encendió en el pasillo mientras se escucharon pasos que se acercaban velozmente. Fueron segundos, pero el tenerla así después de lo que había observado estaba resultando agonizante para James. El sentir las caderas de la chica presionarse contra su bajo vientre lo hacían apretar los dientes, mientras intentaba pensar en otra cosa que no fuera el deseo de fundirse con ella. Por su parte la respiración acelerada de James hacía que pudiera sentir los latidos de su pecho en su espalda de lo pegados que estaban. Sentía el aliento del joven recorrerle la nuca, sus musculosos brazos que en este momento estaban al descubierto la abrazaban fuertemente, casi de manera posesiva. Apenas y podía creer que en verdad él se encontrara ahí, justo cuando había estado pensando en él, en sentirlo así de cerca, bueno tal vez no tan cerca, pero… no, ¿a quién engañaba?, justo así de cerca, percibiendo su aroma que le embriagaba metiéndosele por debajo de la piel. En ese momento le pareció percibir algo, una protuberancia en lo alto de su cintura y tomó conciencia de su piel expuesta en su pecho, ¡dios! si casi se le podían ver los pezones que eligieron justo ese instante para erguirse y no era que estuviera sintiendo frío, sino todo lo contrario. Se arremolinó tratando se zafarse del fuerte abrazo del rebelde, su mano todavía cubriéndole los labios la estaba inquietando en demasía, pero él no le permitió soltarse ya que los pasos se acercaban peligrosamente a la entrada de la habitación. Con el movimiento de la pecosa la toalla que antes se encontraba enredada en su cabello, calló al suelo provocando con esto que la cascada de húmedos chinos rubios cayera sobre los hombros y pechos de la chica mojándole inocentemente su camisón. El bulto que Candy había percibido antes se clavó más en su cintura y escuchó una fuerte exhalación proveniente de James que le provocó un extraño calor en su vientre y bajaba en medio de sus piernas, en el vórtex de su intimidad justo en el mismo punto que le cosquilleaba drenándola de energía siempre que él la besaba robándole más que el aliento en cada encuentro. Observó como a él se le erizaron los vellos de sus brazos y entonces, un grito afuera de la puerta.
–Señorita Andley ya es hora de apagar las luces – los rebeldes se congelaron súbitamente y James soltó a Candy casi inmediatamente, aunque ella desfallecida por unos segundos seguía recargada en él.
–Sí madre, ya lo hago – reaccionando apagó la luz del tocador.
Silencio, los pasos se alejaron en el pasillo y los dos aliviados pusieron distancia entre ellos inmediatamente agradeciendo la súbita oscuridad que los rodeaba. Candy casi se abalanza sobre la bata que había colgado en el perchero cubriéndose mientras que James se había deslizado hasta el suelo, recargando la espalda en la cama con las manos en las sienes soltando al fin la respiración.
– ¿Estás completamente loco? ¿Qué haces aquí? ¿Sabes lo que pasaría sí te encuentran? – La perorata de la rubia le ayudó a recomponerse un poco la intensidad de la experiencia recién compartida había sido equiparable a la emoción de ese primer baile juntos, lo malo era que ahora sí que estaba más que listo para descubrir ese enigma que le representaba la rubia.
Se recompuso y sacando un cigarrillo del bolsillo lo encendió, lentamente, tomándose su tiempo antes de contestar. Mientras Candy lo observaba levantarse y caminar hacia el ventanal bañado en la luz de la luna. Era una visión entre el humo del cigarro que le añadía una bruma misteriosa al joven de camiseta y jeans.
–¿Qué a qué he venido? Es innegable la conexión que hay entre tú y yo, he de confesar que jamás me había adaptado a bailar tan bien con nadie más y sí he tenido algunas parejas, pero, digamos que no poseen ciertas cualidades que evidentemente tú sí posees.
–¿Y sueles colarte en las habitaciones de todas tus compañeras de baile? – preguntó Candy ya más repuesta y definitivamente algo más indignada.
James sonrió, respuesta correcta, al menos sabía ahora también por su boca y no solo con su cuerpo que ella también estaba interesada en él.
–¿Y tú permites que cualquier “catrín elegante” te ande siguiendo? –
Touché pensó Candy sonriendo, ahí estaba su James territorial, pero ahora, había caído en una encrucijada, evidentemente él exigía respuestas y le había interesado lo suficiente como para ir a pedirlas hasta ahí en persona.
–Te equivocas, él no es cualquier catrín, él es… estuvo a punto de soltarlo, pero la luna le jugó una mala pasada, un rayo de luz se desprendió de esta alojándose en la profundidad de los cobaltos frente a ella, esos mismos ojos que de niños tan solo se entendían en silencio y le dio miedo perderlo, no sabía cómo explicar la complejidad de la situación en la que se encontraba. Ella quería preguntarle mil cosas, ¿cómo es que se había escapado del hogar de Pony?, ¿qué había sido de su vida desde la última vez que se vieran?, ¿por qué hablaba con acento inglés?, ¿cómo había recuperado el habla?, pero sobre todo ¿por qué se había ido sin despedirse?
–Es mi primo quien se toma muy en serio eso de ser el siguiente en llevar la batuta de la familia, según la tía Elroy y por supuesto todo lo que diga se tiene que hacer y, ah… dijo tomando una respiración – es algo complicado.
James sonrió solo era el fastidioso primo, ya sabría cómo lidiar con eso cuando la ocasión se presentarla, sintió que el alma le regresaba al cuerpo después de escucharla.
–Bueno entonces, dile que no se le ocurra volverme a advertir nada, y menos si se trata de “mí chica” – acto seguido apagó el cigarro y caminó lentamente hacia ella acortando peligrosamente la distancia que salvaguardaba su seguridad. Invadiendo su espacio personal arrollándola con su energía salvaje y feromonas le acarició con el dorso su mejilla tomó con ambas manos su rostro y lo acercó a sus labios primero entibiándolos con los suyos, tiernamente, después mordiendo el inferior que ya se hinchaba por la anticipación de los rebeldes que se posaban sobre ellos.
–¿Tú chica? – preguntó entre suspiros la de rulos dorados aún húmedos.
–Uhum – contestó él levantado la ceja –¿sí es que aceptas? – continuaba propinando mimos a sus labios.
–Mmm… tendré que pensarlo – dijo ella sonriendo con sus esmeraldas llenas de chispeante travesura, fue entonces que la rebelde lengua se abrió paso tomando posesión de la femenina boca, iniciando una acalorada danza entre la experta y la inexperta el elixir intercambiado llevaba información a las terminales nerviosas liberando placenteras endorfinas que buscaban seguirse incrementando en cantidad. Candy lo abrazó con sus pequeñas manos, sintiendo la espalda mojada y los músculos a través de esta. Esa pequeña mujercita lo estaba llevando de nueva cuenta al límite de su autocontrol, que rara vez le fallaba con el sexo opuesto. No por falta de oportunidades, pero no había encontrado alguien que realmente le hiciera sentir que quería ir hasta el final, más allá de la tercera base. Algo en ella, sus ojos, ah otra vez, ¡la punzada en su cabeza! ya debería irse. Pero fue ella quién lo separó primero con la respiración entrecortada.
–Sí acepto ser tú chica, pero ya debes irte – el recargaba la frente sobre la cabeza de la pecosa también recuperando la respiración. Le dio otro mordisquito en el labio y se retiró para marcharse.
–Por cierto, mucho gusto soy James Larson y ya sabes dónde buscarme, supongo que mi chica al menos debe conocerme formalmente ¿no lo crees Pecosa?
–Candice White Andrey, pero me puedes decir Candy – le dijo mientras sentía que su corazón se rompía en mil pedazos. Todo lo vivido con él era como si se hubiera esfumado ante el intenso dolor que se expandía por su pecho.
–Pues un placer conocerte, ¡ah! y muchas gracias por el delicioso bocadillo – dijo guiñándole un ojo antes de saltar al árbol.
El relato había sido compartido casi en su totalidad excluyendo obviamente los detalles íntimos de este.
– Candy... no entiendo… ¿qué tiene que ver esto con lo que me estás diciendo? – inquirió el joven rubio.
La chica le tomó la mano y junto con él se sentó en la cama, cruzó las piernas para estar más cómoda e invitó a su primo a hacer lo mismo.
Anthony se acomodó lo mejor que pudo, al parecer se venía una charla bastante larga con su prima.
– Verás Anthony...hace trece años…
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En South Maine un castaño llegaba a su casa después de pasar toda la tarde y parte de la noche con sus amigos, estuvieron acompañando a Cookie en el hospital esperando a que le dieran las puntadas en la parte posterior de la pierna derecha hasta que lo dejaron salir casi al caer la noche para luego trasladarse al taller de Al que al verlos con raspones y algunos golpes y a Cookie en muletas solicitó saber la razón, Patty fue la voz cantante, como siempre, informando a Al y regañando a todos al mismo tiempo, el hombre meneó la cabeza en desaprobación. Les exhortó a agradecer que no había pasado a mayores, pero terminó contagiándose de las risas que la imitación que Billy boy hacía de los hechos les arrancaban a todos.
Por dentro le preocupaba la manera en que se estaban dando algunas cosas entre la pandilla del “inglés” y esos niños ricos, presentía que no acabaría nada bien.
James tarareaba una canción pegajosa, contoneando las caderas, haciendo giros mientras avanzaba, al llegar a su casa por un momento guardó silencio, hacia un buen rato que sentía un hormigueo en la nuca, una sensación que le recorría, como cuando alguien te observa.
En el silencio de la noche el ruido de unas botellas caerse se escuchó al final del callejón, James dio unos pasos atrás pues estaba a punto de abrir la puerta de la casa, sus azules ojos oscurecidos por la noche se pasearon por el rincón oscuro, estaba por dar un paso cuando un gato blanco con rayas negras en la cola se asomó maullando.
-Buen susto me has dado ¡eh! Clin- manifestó dirigiéndose al gato que desde el día en que visitara a su chica le había seguido y siempre estaba ahí cuando él llegaba, pues se había acostumbrado a darle algo de comer cada vez en agradecimiento por el inolvidable bocadillo que se ganó a su nombre.
El joven entró a su casa junto con el gato, antes de cerrar la puerta miró de nuevo el callejón, no había nada, cerró la puerta, colocó los seguros para luego disponerse a llamar a su hermano que a esa hora de la noche debería estar dormido.
Afuera, en el callejón, unos ojos cafés observaban el movimiento de la casa Larson, el hombre de treinta y un años llevaba una botella con líquido alcohólico en la mano, dio un largo trago para luego salir de entre la oscuridad quedándose ahí, de pie, vigilante.
Continuará…
Portada realizada por La Divina Mist \Byul Hye.
Edición de portada por La Divina Laera\Lau4you.
Capítulo 6 por Las Divinas Temperance\Primrose y Fedra\Elby8a
no sólo tan él tan lindo ya le abrió su corazón 
